sábado, 29 de agosto de 2009

Soledad artesana…dichosa soledad…

Que nadie se mueva a error y crea que la soledad artesana es un aislamiento de los otros con andares robinsocrusonianos, que conlleva la construcción ingeniosa y tosca de herramientas básicas para sobrevivir mientras se otea esperanzadamente la llegada del Viernes de turno con quien establecer un único y dificultoso diálogo.

Al contrario, esta soledad hace referencia a aquel estado de dulce concentración que te permite trabajar a gusto y con precisión echando mano, cuando sea necesario, de aquellos conocimientos, recursos y materiales que otros artesanos como tú disponen abiertamente en un taller cuya única ambición es la del trabajo hecho a la medida de las necesidades de quien requiere de tu colaboración.

Al menos ésta es la sensación que a mí me quedó cuando, hace unos pocos meses, con un grupo de colegas, nos reunimos
para debatir y concretar qué entendíamos por Consultoría Artesana y sobre qué cimientos debíamos edificar nuestra idea de Taller.

Desde entonces hemos estado cocinando un plato con los diferentes ingredientes que salieron de la Primera Cumbre de Consultoría Artesana, celebrada en Segovia los días 18 y 19 de mayo de este año, y que se concretan en la Declaración Artesana que figura en la wiki de la reunión.

Si bien esta declaración es una primera propuesta a la espera de vuestras impresiones para ver si realmente está al punto de sal o si le falta un último hervor, personalmente creo que es un buen principio ya que sostengo que es absolutamente necesario e imprescindible disponer de un marco filosófico que determine la manera de hacer, dote de sentido al servicio que prestamos y nos permita disfrutar de esa soledad artesana en buena compañía.
___________________________________________________________________________________
Disponéis de otras referencias a esta declaración artesana en el blog de Los Sueños de la Razón y en el de Consultoría Artesana en Red

lunes, 24 de agosto de 2009

Del síndrome postvacacional

Este post se inspira en el fenómeno de patologización de la vida cotidiana expuesto por varios autores y recientemente rescatado por Yoriento de uno de sus post del año pasado, por medio de twitter.

Poca cosa se puede hacer con la utilización popular de la nosología psicopatológica. Ocurre con todas aquellas enfermedades que traspasan la barrera profesional para pasar a la calle. Pensad sino en la histeria, la neurastenia o, últimamente, el Alzheimer, que parece que ha absorbido toda una serie de demencias [como la senil] y se ha convertido en la only one. Es como si ciertos nombres de enfermedades fueran etiquetas de ropa de marca, que a veces están más de moda que otras. Total, que los profesionales de la salud dejaron, hace tiempo, de utilizar algunos términos cuyo significado actual nada tiene que ver con el original y así a la sífilis se le llama en la intimidad lues y a la histeria: pitiasis… por citar algunos ejemplos…

Lo mismo, dicen algunos autores, puede pasar con la depresión asociada al síndrome post-vacacional, no se trata de tal estado anímico sino de una mala utilización [¿parautilización?] del término.

Descartando aquellos trabajos verdaderamente sórdidos, ya sea por su naturaleza ya sea por tener que soportar a algún asshole, que realmente suponen un calvario para personas con recursos limitados [a las que no les es fácil dar puerta y buscarse otro trabajo], respecto del síndrome postvacacional coincido totalmente en incluirlo, en la mayoría de los casos, en el panorama de ansiedades varias en el que también está la depresión [en cualquiera de sus manifestaciones].

Creo que coincidimos en que se trata de un problema cognitivo que genera respuestas contrarias, no tanto socialmente como respecto a la propia vivencia de la existencia. Es, de alguna manera, una respuesta de autolisis como puede serlo el golpearse la cabeza con el canto de la mesa… pero distinta… larvada en el interior, más persistente [por ser menos contundente] y tóxica.

Además, y como ya comentaba en otro post, hay que tener en cuenta la importancia del discurso social imperante: hay una cierta… [Refiriéndome al discurso mitificado sobre la necesidad de desconexión vacacional] …demonización del trabajo, actividad a la cual le dedicamos la casi totalidad del año. Con este tema hemos logrado que el peor día de la semana sea el lunes y el único mejor, no nos engañemos, el viernes. ¿Cómo puede un@ sentirse bien así?

Desconozco cuál es la solución, ya se sabe que en este tipo de cuestiones se avanza mucho a nivel de diagnóstico pero, en cambio, a nivel de terapia la evolución ha sido pasar de los tubos de sílex para pastillas a los de plástico.

No dudo de la utilidad, en algunos casos, de las soluciones conductuales, pero estas suponen una necesidad de “querer” seguirlas y, no nos engañemos, fórmulas magistrales se dan cada año y, por lo que parece, convencen pero no vencen el problema. Aunque alguien podrá decir que, a menudo, el comportamiento reconfigura la forma de pensar y, aunque razón no le falte, también es verdad que, en el tema que nos ocupa, esto pasa en un número bajísimo de casos…

Y es que se habla mucho de la falta de liderazgo de las organizaciones y poco de la ausencia de liderazgo personal que permita guiar nuestra percepción del entorno hacia premisas de discurso mental que nos permita [utilizando terminología náutica] capearlo o correrlo eficazmente. No es difícil deducir que la solución pasa por cada persona y por su capacidad para liderar una revolución respecto a su forma de pensar, de crear un discurso de su propia existencia con motivaciones propias y no con aquellas que se creen socialmente aceptadas.

Pero esto que queda tan bien decirlo así es difícil, muy difícil, si el sistema [aquí me refiero a los medios, a los intelectuales, a los especialistas, etc.] no ayuda a sustituir el discurso actual por el de que trabajar es algo más que un interludio largo y tedioso entre unas vacaciones y otras… ¿así debían pensar nuestras
abuelas no? Si tenían vacaciones claro!

martes, 18 de agosto de 2009

Dos años de colaboración con La Garrotxa

Desde pequeño, mi vida itinerante ha comportado en mí un cierto desarraigo, una deslocalización que me ha situado siempre como alguien de paso incluso en el mismo entorno del cual provengo.

Pocos lugares han impactado en mí de manera tan directa y en tan poco tiempo como lo ha hecho La Garrotxa, una tierra que me ha evocado el dulce aroma de mi propia raíz y que me ha sugerido aquellas pistas emocionales para conocer mi propia identidad, mis fundamentos y la vinculación a un País que reconozco como el mío y desde el cual puedo proyectar una atención precisa y abierta al resto del mundo.

El nombre de Garrotxa (en lengua catalana: tierra áspera, rota, de difícil caminar) le viene dado por la peculiaridad orográfica determinada por su origen volcánico. Un origen que ha dotado a esta tierra de una exuberancia y fuerza telúrica tal que uno no puede dejar de sentirse confortablemente acogido por el manto de la Diosa. Es, sin lugar a dudas, una tierra de hadas en la que has de mirar donde pones el pie no sea que vayas a pisar a un elfo, que de existir…tened por seguro que es allí.

Mi conexión con La Garrotxa es compleja, empezó como escenario de descanso y, de manera casual, al poco tiempo, inicié una colaboración con su Consell Comarcal y su Consorci d’Acció Social en temas vinculados al desarrollo de los cuadros directivos, acción a la que se sumó Turisme Garrotxa. La coherencia con los valores que se estaban trabajando despertó paulatinamente diferentes proyectos vinculados a su modelo de gestión y a su desarrollo estratégico. En eso estamos todavía, instalados en un beta permanente…

Improvisando un balance del trabajo realizado hasta ahora, concluyo que estoy satisfecho, pero aún lo estoy más de lo que he aprendido. No me cabe la menor duda que trabajar con estas organizaciones ha influido mucho en las decisiones que he tomado sobre el modelo profesional a seguir. Desde los modelos de liderazgo y la gestión del riesgo hasta la calidad en la relación interpersonal, el contacto con estos equipos y las personas que los conforman me han reafirmado aspectos valiosos en los cuales estaba empezando a dejar de creer.

Mucho se valora y, desde mi punto de vista, demasiado a la ligera, el carácter de la gente en función de dudosos indicadores vinculados a una también dudosa concepción del concepto de progreso…pero yo cada vez estoy más firmemente convencido de que las personas son como la tierra que habitan y que, por ende, ésta dice mucho de con quién te relacionas. En este sentido, La Garrotxa, históricamente escenario de diversos conflictos políticos, tierra de emprendedores y musa de su propia escuela de arte, ha logrado mantener un difícil equilibrio en los tiempos que vivimos y actualmente es, para mí, uno de los referentes de cómo quiero que sea el mundo en el que habito.

En Pep [un compañero y un amigo] me enseñó algo que presuntamente ya sabía brindándome, un día que pedaleábamos entre volcanes, la oportunidad de poner en práctica el consabido verso del poeta: “se hace camino al andar”:

- Vamos por este sendero [señalando un muro de espesa vegetación]
- ¿Qué sendero? Aquí no hay ningún sendero…!
- Pero si no pasamos no lo habrá…alguien ha de empezar…
___________________________________________________________________________________

En la foto de arriba el volcán de Santa Margarida (municipio de Santa Pau), de 682m de altitud. Entró en erupción hace 11.000 años. En medio de su cráter [aquí oculta por un mágico velo de niebla] se halla una iglesia románica con el mismo nombre.

La fotografía de abajo corresponde a una jornada de reflexión estratégica con la junta directiva de Turisme Garrotxa. El escenario es Can Patorra una casa de turismo rural regentada por David Muñoz [el primero por la izquierda] y su esposa, un verdadero ejemplo de emprendeduría y de armonización de los propios valores con la manera de vivir.

martes, 11 de agosto de 2009

¿Desconectar?

Ender, el personaje principal de la novela de Orson Scott Card: La voz de los muertos, lleva un pendiente [Jane] que en realidad es un microordenador que continuamente busca información respondiendo sobre aquello que su portador pregunta o está percibiendo. Un día Ender olvida [o abandona] a Jane en un cajón y el colapso es inmediato. Privada de la información necesaria para poderse situar en el aquí y ahora, Jane se queda sin sus coordenadas de orientación y Ender, en consecuencia, pierde capacidad de maniobra y se le multiplican los problemas durante el periodo de recuperación de Jane. Una vez ya ha sido restituida al lóbulo de su oreja…

Creo que es el momento adecuado para subrayar las diferencias y afirmar que desconectar y descansar no es lo mismo. Más aún, creo que cabe considerar que una cosa no necesariamente siempre conlleva la otra y más en el caso de ciertas profesiones. A título personal, para mi descansar se produce automáticamente cuando se reduce la presión externa, independientemente de que me dedique a otras actividades profesionales como pueden ser leer, escribir, ordenar, etc. Disponer de tiempo para conversar, dormir o ir a la playa no conlleva necesariamente la necesidad de desconexión.

El síndrome de desconexión vacacional, tan vitoreado por doquiera que vas, produce, a parte de un atontamiento extra, un espejismo que desorienta a la persona sobre aspectos de su realidad que requieren, si no de concentración, al menos de un poco de atención esporádica.
Considero que es uno más de la gran cantidad de elementos que abonan los crecientes estados de estrés laboral que configuran el actual panorama profesional del país. Ante esto, no me extraña que existan síndromes depresivos postvacacionales, lo que sí que me extraña es que la ciencia, tan sabia y pragmática ella, continúe aconsejando la desconexión. Sin ir más lejos, hace poco oía por la radio que prestigiosos psiquiatras aconsejaban a aquellos que, afectados por la crisis, se habían quedado sin trabajo, desconectasen y descansasen… que ya abordarían el problema después… ¡así de fácil!

La sublimación de la desconexión suele ser paralela a la demonización del trabajo, actividad a la cual le dedicamos la casi totalidad del año. Con este tema hemos logrado que el peor día de la semana sea el lunes y el único mejor, no nos engañemos, el viernes. ¿Cómo puede un@ sentirse bien así?

Es un poco…como decirlo… incoherente que aquellos que dedicamos casi todo un año a establecer multitud de conexiones con la realidad con la que hemos de lidiar, desconectemos súbitamente y más cuando, a corto plazo, hemos de volver a conectar a marchas forzadas.
Sólo con pensarlo me canso.