martes, 29 de diciembre de 2009

La artesanía en la palabra…

Dijo Yavé: ¡Hágase la luz! Y, por decirlo, ¡va la luz y se hace! Y es que desde los mitos sobre la creación, pasando por el abracadabra y el supercalifragislisticoespialidoso, hasta terminar en El Mago de Terramar de Ursula K. Le Guin, donde la magia se basa en saber el nombre “real” de las cosas [obra que parece recoger la realidad de algunos pueblos primitivos donde uno sólo confesaba su nombre real como prueba de irrefutable amistad], la magia y la palabra van indisociablemente unidas…

Como bien decía Oscar Wilde, la palabra es la verdadera creadora de realidades, como si nada que no pudiéramos denominar existiera, o como si todo aquello que nombramos tuviera patente de realidad, aunque no lo podamos percibir directamente. Y ahí tenemos a las partículas subatómicas, los aromas y tantas otras sensaciones, tan reales como la pantalla de este ordenador que tengo delante, sólo si se formulan las palabras adecuadas, en el momento oportuno…

¿Puede hacerse alguien a la idea de la magia sin un conjuro, un hechizo o un encantamiento, aunque sea mediante el pase silencioso y melódico de un gesto cargado de simbolismo… palabra al fin y al cabo?

Pero la magia de la palabra no se produce tan sólo por hablar, o por hablar mucho, o quizás… [ahora que lo digo] se produce siempre, pudiendo ser el encantamiento vivificante o, por el contrario, de indiferencia o paralizante.

No paro de escuchar a expertos [¿expertos?], o leer artículos que hablan sobre motivación o liderazgo, que inciden sobre la importancia, metodología y técnica de la comunicación, donde jamás se incide en la importancia de dotar a la palabra de un espíritu que migre buscando, en las personas, huéspedes donde anidar y hacer germinar motivos e ilusiones. Una palabra anhelada que despierte realmente el interés de ser escuchada…

Y un profundo desasosiego me inunda ante tanto aprendiz de mago [¿aprendiz?... si al menos lo fueran…] que lanza por doquier palabrería organizativa, directiva o de consultoría, pedante o descuidada y, en definitiva, carente de sencillez y de aquella magia capaz de despertar voluntades, compromisos o de in[con]vocar al mago que tod@s llevamos dentro.

Y ahí estamos, esclavizados en esta dudosa falta de tiempo que nos inhibe hasta de escoger la palabra adecuada, aquella capaz de desvelar en los corazones sensaciones y emociones mucho más fuertes y tan reales como el mejor y más caro de los incentivos, invirtiendo recursos en articular mecanismos estériles que a nada llevan cuando tan sólo, buscando la palabra adecuada, podríamos crear mundos en los que realmente querer vivir.

domingo, 27 de diciembre de 2009

Valoración anual del proyecto [cumClavis]


A unos días de cumplirse un año del proyecto [cumClavis], creo que lo más oportuno es transformar lo que sería la cuarta valoración trimestral en una valoración del periodo. Así pues:

A lo largo de este año he colaborado con una quincena de organizaciones en un total de 23 proyectos. De estos, 13 han sido de formación y el resto de consultoría.

Los temas principales que han marcado este año han sido, para variar, la planificación estratégica, los sistemas de seguimiento y control de gestión y el asesoramiento para el establecimiento y desarrollo de competencias directivas.

Aunque el ritmo ha sido intenso y me ha tenido viajando siempre, no puedo más que sentirme satisfecho de haber llevado a buen puerto todo este trabajo que, además, ha coincido con la elaboración en paralelo del sistema para seguir y controlar mi propia actividad. Lejos de que este sistema esté maduro todavía, lo cierto es que, hoy por hoy, ya me permite respirar tranquila y acompasadamente. He de reconocer que compatibilizar las dos cosas, proyectos y organización, fue duro los primeros meses, pero ha supuesto una serie de aprendizajes directos y colaterales muy, pero que muy interesantes. Aquí, he de reconocer a Magda su valiosísima colaboración, iniciativa y apoyo incondicionales [profesional y emocional], y no puedo más que felicitarme por seguir contando con ellos para este magnífico año que se avecina.

Como comentaba en la valoración anterior, este año he virado sustancialmente en mi forma de hacer las cosas, relativizando ciertas ortodoxias metodológicas e integrando al cliente en una relación de colaboración que ha aumentado sustancialmente el valor de la transacción para ambas partes. Para ello han sido determinantes la inercia que ciertas reflexiones respecto a mi ejercicio anterior ya me impulsaban, así como las relaciones con el sector artesano, un grupo profesional y un concepto que suponen, para mí, un eje de reflexión, de trabajo y una ilusión en el qué y en el cómo hacer.

Por lo que respecta a la tecnología hay, efectivamente, un antes y un después. Tal y como comentaba en la primera valoración trimestral, ya desde el primero momento del año, el salto fue brutal incorporando herramientas sencillas que me han permitido replantearme metodológica y estructuralmente la forma de trabajar, haciéndolo incluso muchísimo más divertido y emocionante. Sumergirme en el dospuntocerismo no ha supuesto tan sólo un avance tecnológico sino que ha impactado frescamente en mi punto de vista respecto a las personas, los grupos humanos y las organizaciones. Este aspecto [como otros muchos más] se lo debo al apoyo constante y desinteresado a lo largo de todo este año de mi ex socio y sin embargo amigo mkl, todo un lujo donde los haya, tratándose como se trata del mejor bloguero del mundo

Y hablando de blogs, no se me escapa la importancia que ha tenido el blog.[cumClavis] para difundir mi pensamiento y mi trabajo y para conectarme con una comunidad de personas [más o menos colegas] que me han arropado, aupado y han dado a conocer una marca que en principio me planteaba difícil, desde el punto de vista comunicativo, pero que, en tan sólo un año, se ha hecho próxima y familiar. El blog ha sido el principal canal que me ha permitido escuchar y conversar con una comunidad de profesionales, algun@s de los cuales se encuentran ahora mismo en el círculo de mis colegas y amig@s más próximos.

Escribir, además de suponer una presión tan fuerte como llevar al día los proyectos de los que me he responsabilizado, ha sido uno de los mejores ejercicios y al cual debo gran parte del espíritu de toda esta valoración.

Tan sólo me queda desear, a todas las personas con las que he compartido este año, que el próximo sea para ellas al menos tan delicioso como lo ha sido este para mí… aunque, evidentemente, será muchísimo mejor…


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Estoy pensando si seguir con esas valoraciones trimestrales. Me gustaría que no fueran tan concretas como para aburrir con detalles ni tan generales como para que no parezcan clónicas. Su objetivo estriba en orientar a colaboradores y colegas respecto a mi posición en un momento determinado, y a mí particularmente me sirven para sintetizar, sumar y cauterizar periodos y así afrontar más ligero el futuro inmediato, vaya…puro GTD… a ver…

domingo, 20 de diciembre de 2009

Valor añadido…qué valorar…y…cómo!!!

Un gerente de una pequeña administración pública, con quien colaboro desde hace unos años y que tengo por persona sensible y justa, me comentaba hace muy poco que tenía la necesidad de reconocer las aportaciones extraordinarias realizadas por sus colaborador@s ya que, de la misma forma que estas aportaciones habían repercutido en un beneficio para la organización, él creía que la organización debía compensar y contribuir de alguna manera con estas personas, no tanto para dotar de un sentido o finalidad a estas actuaciones, muchas de ellas realizadas sin interés económico, sino para dejar de manifiesto su grado de consciencia y agradecimiento.
Esta reflexión nace en un momento de conversaciones en torno a un convenio donde se está presionando para que sea reconocida la antigüedad como un valor y que, por ende, ésta se vea reflejada de forma clara e incuestionable en la nómina de cada mes…

A este gerente [y a un servidor…] le cuesta encontrar una razón sólida que haga del tiempo en una organización un valor por sí mismo, independientemente de lo que suponga para la organización el tiempo que la persona lleva en ella. Lo que sí percibe nítidamente es que hay aportaciones diferenciales por parte de algunas personas que van más allá de lo pactado en la forma contractual adoptada y que comportan, por sí mismas, algo valioso desde el punto de vista organizativo…algo en lo que hay que concentrarse a la hora de reconocer…algo…

Hace unos años [creo que algunos más de los que sugiere esta expresión…] me encontré en una situación similar al colaborar con otra organización [pública también] en lo que debía de ser un sistema para el análisis y valoración del desempeño. El sistema en el que trabajé se basó en los siguientes criterios:

> El reconocimiento debía ser aplicable a todos y cada un@ de l@s trabajador@s de la organización.

> Debía de estar claramente vinculado a un periodo determinado y alejarse de cualquier noción de blindaje o permanencia.

> Los aspectos y los criterios de valoración debían ser claros así como su seguimiento posible por parte de cada una de las personas implicadas.

Propuse usar otro tipo de denominación y huir de palabras como desempeño, productividad o rendimiento, por considerarlas impersonales o alejadas de la cultura de la organización, e inspirar el sistema en reconocer el valor añadido que aportaba la persona a la organización. Este matiz se utilizó en una primera reflexión con los responsables para determinar qué se consideraba como valor añadido y en qué elementos podía concretarse. Este primer aspecto filosófico-conceptual [tan contrario a la cultura de rapidez y pseudo-orientación a resultados generalizada] es crucial para el desarrollo de esta clase de sistemas…

Se decidió abordar el tema del valor añadido desde tres perspectivas:

1.- El desarrollo del puesto de trabajo. Donde podían tenerse en cuenta aspectos relacionados con las funciones del puesto de trabajo, aportaciones a la mejora continua de la organización o la contribución al trabajo en equipo.

2.- El logro de los objetivos. Donde se incluían aquellos aspectos relacionados con la implicación en el plan estratégico y a los resultados globales del ejercicio.

3.- El desarrollo personal. Que presta atención a aquellos aspectos que se desprenden de crecimiento y mejora de las competencias profesionales del trabajador/a.

Se construyeron indicadores, se trazaron canales de información y se elaboraron tablas con criterios, ponderaciones y correspondencias con puntos que a su vez activaban fórmulas y que liberaban un valor susceptible de transformarse en dinero…pero al margen de todo esto, de la filosofía de la que se desprende el sistema y de las tablas, ponderaciones y fórmulas en las que se concreta, hay algo, ahí en medio que no me cuadra y me queda suelto:

> Las descripciones de puesto de trabajo existentes arrojan poca luz a lo que realmente se espera de la persona y ayuda poco a la construcción de indicadores para poder medirlo.

> Las valoraciones sobre el desarrollo del puesto de trabajo dependen, a menudo, de percepciones subjetivas del responsable de la unidad.

> No todo el mundo tiene la oportunidad de colaborar directamente con los objetivos trazados por la organización y estos no se traducen de forma directa en metas para cada uno de los puestos de trabajo. Siempre hay un colectivo importante de personas que viven a remolque de la dinámica y empuje de una minoría…

> A los sistemas de valoración de las competencias y a los compromisos de mejora subsiguientes todavía les falta una vuelta de tuerca como para que puedan llegar a ser, a la vez, una herramienta válida para el desarrollo profesional y un indicador fiable de crecimiento organizativo que pueda ser valorado y retribuido.

> Cada vez que se sistematiza algo se sacrifica la espontaneidad y frescura de las actitudes originales…es como si creando un sistema de este tipo se apagase la iniciativa que, justamente, quieres provocar…

Pues eso, me encuentro dándole vueltas a este tema para abordarlo desde una perspectiva más convincente… si tenéis alguna idea, opinión o experiencia que queráis compartir seguro que me sirve…

lunes, 7 de diciembre de 2009

Atlántico…

Y aunque voy y he ido siempre de listo, la verdad es que tengo consciencia de comenzar a gobernar la nave de mi vida desde hace, realmente, muy poco…

Y, cuando me he dado cuenta de dónde me gustaría estar, resulta que ya llevo más de cuarenta años navegando en otras direcciones de tal manera que me resulta verdaderamente difícil corregir el rumbo y llegar a un lugar donde, a consciencia, quiera llegar en el tiempo que creo que me queda. Y es que esta vida que tanto me gusta vivir cada vez se me antoja más corta…justo cuando vislumbro una intención de lo que realmente quiero hacer con ella…

No hace mucho tuve la oportunidad de volver al Atlántico, marco en el que transcurrió gran parte de mi niñez y lo mejor de mi juventud…recuerdo que una noche, después de más de veinte años, contemplando la luna reflejarse en la oscuridad oceánica, me llegó el aroma salado de mi niñez y me vi a mi mismo feliz, en un tiempo en el que no tenía compromisos y donde, es curioso, tenía más consciencia de mí mismo que no ahora, que a veces no reconozco como realmente mías partes de quien ahora soy…

Y me pareció como si en algún momento empezara a desmontarme lentamente a mí mismo y volviera a encajar mis piezas siguiendo las expectativas que creía que los otros tenían de mí, y como si, a medida que maduraba y me hacía mayor, fuera desmontándome y construyéndome una y otra vez hasta terminar así, como soy ahora, un hombre desencajado y de movimientos tristes…que no recuerda quien fue…

Todo esto pensé en una fracción de tiempo mínima que ahora se me antoja como eterna…en un momento en el que olfateé la felicidad y volví a gozar de mi infantil compañía.