sábado, 30 de enero de 2010

Háblame...

La gran mayoría de las reuniones que me encuentro en organizaciones son informativas; los diferentes planes de comunicación que caen en mis manos podrían llamarse perfectamente planes de información. Cuando me dicen vamos a hablar, me están diciendo exactamente vamos a que te hable. Continuamente se eleva una queja general de que no se me [o no se nos…] entiende y, si tardas un poco en contestar a una pregunta, se puede apreciar que muy poc@s esperan realmente una respuesta.

El mundo es un constante ruido al que muy poc@s prestan el debido interés como para darse cuenta siquiera de que existe, preocupad@s como están en sumar sus voces a las que ya están hablando.

Tanta necesidad hay de ser escuchados que a la hora de la verdad no hacemos más que hablar. Y eso que es sabido que por el simple hecho de que hables no significa ni garantiza que alguien te escuche. Más aún, es probable [por no decir, lo más probable] que la otra persona esté pensando en sus cosas, buscando una brecha en tu discurso o simplemente esperando a que te calles para hablar ella.

Por obvia que parezca esta reflexión, me encuentro metido en ella cada vez más en el transcurso de mi devenir profesional, identificando, en esta falta de escucha, el núcleo de muchos problemas y la fuente de casi todas las soluciones. Cada vez estoy más convencido de que si escuchásemos tan sólo el 20 por ciento de lo que nos dicen, acabaríamos con el 80 por ciento de nuestros malentendidos.

Cabe preguntarse si realmente hay algún interés en lo que normalmente se dice por la escasa atención que se presta. Porque, para que alguien te escuche, parece claro que ha de tener algún interés en aquello que tengas que decirle o has de despertar personalmente interés hacia cualquier cosa que puedas decir.

Lo que no tengo tan claro es que tengamos en cuenta que, una de las mejores maneras de despertar ese interés tan valioso, es escuchando. Ya que, con lo que gusta hablar, si hay algo a lo que no está la mayoría acostumbrada es a ser escuchada atentamente, y hacerlo despierta no tan sólo el máximo sino el mejor de los intereses.

Y es que realmente, por paradójico que parezca, para que te escuchen hay que hablar poco…

11 comentarios:

  1. Es la paradoja, cuanto menos hablas, más te escuchan.

    Una cosa que me gusta hacer es reeler lo que escriben y lo que escribo en los sitios en los que participo, que se reediten las entradas más interesantes, retwittear lo mejor .....
    Me gusta recuperar lo que merece la pena.

    Escuchar es un Arte que merece la pena intentar.

    ResponderEliminar
  2. Totalmente de acuerdo con lo que comentais... Estamos tan acostumbrados a desconectar cuando estamos escuchando y esa persona habla más de la cuenta que realmente no escuchamos.
    Propongo el ejercicio de hablar-escuchar para mantener viva y ágil una conversación.
    Escuchar es aprendizaje, practiquemoslo más...

    ResponderEliminar
  3. Genial, Manel. Éste es de los mejores posts que he leido en tu blog, por conciso, útil y certero.
    Creo que escuchar mas o menos también tiene que ver con las dosis de estress que lleva cada cual. A mas estress, mas quieres hablar y menos paciencia tienes para escuchar. Tendriamos que revisar eso, cómo vivimos.
    La última frase de tu post es sabia, me la pongo mañana de tatuaje...
    Enhorabuena
    Amalio

    ResponderEliminar
  4. Un poema que viene a cuento y me gusta especialmente:

    "¿Pero acaso el callar es lo mismo que el silencio? ¿Calla el ave
    cuando llega un nuevo día? ¿Calla el agua del río al encontrar su
    camino al mar? ¿Calla el llanto del dolor en cada ser? Nunca dejes
    sin palabra lo que estremece tu corazón. Es por eso que el ave canta con la alegría de un nuevo día, el agua del río por volver al mar, el llanto del dolor por escapar del corazón. Aún en estos actos hay silencio, porque viene de la esencia misma."

    Santiago Merino

    ResponderEliminar
  5. Y aún así, no hay dos silencios iguales. Unos son de indiferencia; otros, de respeto o admiración por el discurso que transcurre. A parte de hablar, hay que saber interpretar los silencios de nuestros interlocutores, porque también forman parte de la conversación, aunque a la mayoría les incomodan los silencios. Pero para oir el silencio -como bien apuntas- también hay que saber escuchar, algo que está reñido con la incontinencia verbal. Claro que tampoco hace falta hacerlo en demasía cuando lo que satisface al orador es como resuenan de bien sus propias palabras. Para eso, basta con estar absolutamente hueco. Un post para releer a menudo. ;-)

    ResponderEliminar
  6. @Juana: Cierto, escuchar es de lo más interesante y útil para tod@s. Como si fuera el núcleo de la oportunidad… y no es nada fácil…tú le llamas Arte. Muchas gracias por el poema de Santiago Merino.

    @Yoriento: Gracias colega :-)

    @Noemí: Igual hablar no es tan natural como parece y el cerebro entra en OFF después de un número de frases seguidas…;-) pero también es cierto que hay quien sabe hacerse escuchar… Quizás en este aprendizaje que comentas debiéramos incluir el aprender a hablar para que nos escuchen. Gracias por pasarte por aquí.

    @Amalio A. Rey: Muchas gracias Amalio. Supongo que sí, para callar hay que tolerar la frustración que supone no hablar… Sí, en esto el modo de vida que llevamos no ayuda nada…Como dices, tendríamos que revisar eso…bueno, tu estas ya en ello ¿no? [De tatuártelo hazlo con gena, ya sabes…por aquello del beta permanente ;-))))] Un abrazo!

    @Anna: Buena observación, como en la música ¿verdad?, el silencio forma parte de la melodía… Me hace gracia lo último que dices, de la autosatisfacción del orador. Siempre he pensado que aquell@s que eran escogidos, de pequeños, para leer en público, de mayores se dirigen fatal a sus públicos. Admirados como están por su propia voz no aciertan ni a ver los signos evidentes de aburrimiento por parte de quienes tienen delante. Si el habla no se dirige a alguien no llega a nadie. Gracias por el comentario…

    ResponderEliminar
  7. Hummm... No sé. Pienso que a veces esta bien hablar mucho y casi es prescindible que te escuchen.

    Hablas y hablas y aquello que parecía imposible ahora es viable y eso que era único parece repetido.

    El que esta al otro lado tiene que tener cuidado de no juzgar, no cortar, no interpretar,... casi con que asienta con la cabeza ya hace un trabajo. Parece fácil pero no siempre se consigue.

    No sé si estoy de acuerdo con la ultima frase. Escuchamos poco por muchas cosas pero no porque lo que nos cuenten sea ¿largo? ¿extenso? Los ruidos son infinitos, los ritmos infernales,... Ay!!

    Me gusta dónde nos llevas...

    ResponderEliminar
  8. @gallas: No sé si voy a estar del todo de acuerdo contigo esta vez, Asier…:-) Si se trata de hablar mucho para que no te escuchen sale de la temática del post que va más en el sentido de que, además necesites público. Claro, que a veces es necesario tener un interlocutor tipo Momo que te siga minuciosamente pero, esto creo que se lo ha de ganar uno [me refiero al interlocutor] y es justamente eso lo que no se hace. Todo el mundo se cree suficientemente interesante como para pensar que su propio discurso vale la pena ante cualquier otro…este es justamente el problema que lleva a no escuchar y a que no te escuchen. Gracias por pasarte y alimentar la conversación…

    ResponderEliminar
  9. Cosa de sabios saber callar. Decía Hendrix (guardando distancias), que el conocimiento habla y la sabiduría escucha.. cierto no?
    Alberto

    ResponderEliminar
  10. @Facility manager: Un acierto de cita Alberto.

    ResponderEliminar