viernes, 27 de mayo de 2011

Yo confío, tú confías,…

Lo sé porque lo he vivido en propia carne, me refiero al hecho de sentir la mirada desconfiada de alguien con quien he de colaborar. De hecho, no sé si el término colaborar es el más adecuado o se trata más bien de un eufemismo para evitar utilizar otros como tener que seducir, agradar, aprobar o dar la talla… Lo importante es que hay algún matiz que me falta en la colaboración cuando la desconfianza juega algún papel, por pequeño que éste sea, en la relación.

Como sucede con la mayoría de las sensaciones interpersonales, la desconfianza se transmite como una feromona y genera, a su vez, desconfianza. La falta de confianza se expresa en miradas recelosas y vigilantes, en ansiosa búsqueda de corroboración, ya que el antídoto más sencillo y eficaz contra la desconfianza es corroborar su utilidad. Es en este “¿ves?” o en el “ya decía yo” acompañado muchas veces por una patética sonrisa de satisfacción donde se manifiesta una alegría basada en la confirmación de aquel “piensa mal y acertarás”.

La suspicacia que conlleva la desconfianza provoca sufrimiento psíquico en todos los sentidos, tanto en quien la padece como en quien la soporta, rompe con el principio básico de nuestro equilibrio y genera inevitablemente distancia emocional y, por ende, interpersonal.

La falta de confianza conlleva, además, una variante del control que hace que la persona sepa o se sospeche observada, que congela movimientos, irrumpe en los hábitos y promueve, las más de las veces, al error. Es fácil que alguien dé un traspié o como mínimo que camine raro si siente que se le observa y se desconfía de su forma de andar adecuadamente.

A estas alturas de mi experiencia profesional, estoy llegando a la convicción de que en el centro de todos los problemas con los que me encuentro en las organizaciones, ya sea en su funcionamiento ya sea en sus dificultades para impulsarse y renovarse, anida la falta de confianza. Y que, preséntese de manera clara o permanezca bajo múltiples capas del maquillaje de la cordialidad, de ella irradian las causas de todas las disfunciones. Tanto si hablamos de comunicar como si hablamos de implicar, de colaborar o de equipo, todo ello remite a relaciones entre personas y la falta de confianza no es más que el geniecillo que circula entre ellas cortando hilos o anudando un lastre que las hace difíciles, desagradables, insanas, infructuosas y poco llevaderas.

Últimamente que me debato casi continuamente con el tema de la dirección y del liderazgo, la gestión de la confianza está apareciendo en un primer plano advirtiendo ser la verdadera variable sobre la que estos términos adquieren un sentido y sobre la que cualquier actuación cobra un significado.

Me encuentro continuamente con que se me argumenta, casi de manera dogmática, que para confiar se requieren motivos para ello y que, mientras no se tengan, la opción que se impone por defecto es la desconfianza, una actitud perenne con la que hemos aprendido a convivir y que goza del beneplácito de hacernos sentir como en casa por sernos del todo familiar. Y esto me lleva irremediablemente a pensar que si realmente queremos disminuir la probabilidad de error, aumentar la productividad, contribuir a relaciones interpersonales sanas y llevaderas y generar confianza en nuestros equipos necesitamos, tan sólo, la capacidad de correr el riesgo de confiar como primera opción. Que lo que se necesite ganar uno a pulso sea, realmente, la desconfianza y que, además, sea difícil conseguirlo.

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En marzo ya escribí otro artículo muy relacionado: El origen de la desconfianza.

La foto [magnífica] la he encontrado aquí.

13 comentarios:

  1. Curiosamente la base de la confianza es la seguridad en uno mismo, si no confias en ti ¿en quién vas a confiar? ....
    Hay que correr riesgos, hay que estrellarse .... si nunca fallas o te fallan, jamás aprenderias nada .... es una de las múltiples paradojas de este extraño mundo ....
    Nunca me engaño nadie, las veces que me estrellé sabía que lo haría, lo que no sé es porque me puse en esa situación .... o tal vez si ....

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  2. Me gusta el tema, algunas preguntas que me vienen a la cabeza:
    - ¿Serias capaz de acariciar a un oso?
    - ¿se puede decir que eres una persona de confianza?
    - ¿te perdonas fallar?¿perdonas a los que te fallan?
    - ¿perdonas? ....

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  3. Buena parte de mi trabajo consiste en gestionar esa desconfianza en los proyectos de mis clientes. Y creo que hay distinguir cuando esa desconfianza aparece entre personas directamente o entre empresas - ya sé que hay personas detrás pero no es lo mismo y me explico a continuación.

    Justo el otro día, negociando en nombre de mi cliente un contrato de externalización de un servicio, el responsable de cuenta de la empresa proveedora me dijo cuando le pedí que detallase por escrito una cláusula que tenía cierta ambigüedad: "¿es que no confías en lo que te estoy explicando, no confías en mí?". Me supo mal, porque realmente yo en él SÍ confiaba, pero le tuve que decir (hablo de memoria) algo así como: "Yo, Luis, sí confío en ti Pepito, pero este contrato es entre empresa X y empresa Z, y mañana, si hay algún problema, es muy posible que no estemos ni tú ni yo". Lo que vengo a decir es que, reconociendo lo pernicioso del "desconfía por defecto", veo muy difícil ese planteamiento contrario, sobre todo si el resultado de esa confianza va a afectar a más personas y organizaciones y/o trascender en el tiempo.

    Por otro lado, cuando leo estos posts, sobre todo los últimos tuyos Manel, me asaltan muchas dudas sobre mi actividad profesional. En este caso, utilizando un símil médico, me parece que me estoy concentrando más en paliar/atenuar los síntomas y no tanto en atajar el origen del mal.

    Me ha encantado la frase de "...todo ello remite a relaciones entre personas y la falta de confianza no es más que el geniecillo que circula entre ellas cortando hilos o anudando un lastre que las hace difíciles, desagradables, insanas, infructuosas y poco llevaderas." - Lo del geniecillo es una imagen muy poderosa porque cada cual lo puede imaginar todo lo maligno y perverso que sus traumas, miedos y experiencias le traen.

    Buen post Manel, gracias

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  4. Creo que es una cuestión de piel, de trato, de mirada, de feromona... pero en el caso de contratos también de seriedad, de formas, de correctitud social, de aservidad... Sé de muchos que ni con ochocientos millones de cursos de coaching llegarían a generar confianza más allá de la que sus responsabilidades les dan. Y los pobres querrían y lo intentan. Una mirada rarita se puede cargar una relación.

    Y yo me fío a ciegas de vosotros tres. Anda que no.

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  5. Entre el último párrafo y las preguntas de Juana es como para coger aire y pensar bien la respuesta. Pero todo apunta al mismo sitio, a nosotros mismos. A la velocidad que avanzamos en la mayor parte de las áreas de conocimiento, cada vez está más claro que en lo básico seguimos siendo infantes. Se dice que “desaprender” es la palabra clave para poder avanzar pero sabemos lo difícil que resulta. Tal vez con los indicadores correctos pudiéramos afrontarlo, es decir, aprendiendo a medir lo que nos cuesta la frustración, el dolor innecesario, la ira…

    La confianza, como la intuición, también debe ser razonada, no una cuestión de fe. Juana lo expresa de una forma magnífica en el primer comentario: “lo que no sé es por qué me puse en esa situación… o tal vez sí” y lo remata con la pregunta del oso. Estoy de acuerdo, casi siempre nos auto engañamos y preferimos vernos como víctimas antes que asumir nuestra parte de responsabilidad.

    Encuentro que tu trabajo es tremendamente difícil Manel. Es cierto lo que dice luis.tic616 tus post son como dardos al centro de la diana. Y yo que quería poner la cabeza en modo off…

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  6. @Juana, Cierto que el conocerse a uno mismo, los propios límites y miedos ayudan a ver más claro y a tolerar a otro. En otro post ya comentaba “Si no hay un yo claro y seguro de uno mismo no hay nada que ofrecer ni nadie con quien poder relacionarse. Desconocer los propios límites es, con toda probabilidad, la causa de ignorar donde comienza el espacio de los demás. Definir el propio yo es pues la condición necesaria para poder darse a otros y la base principal del respeto. Las conductas más irrespetuosas provienen de personas que, bajo el argumento, por otro lado siempre de moda, de eliminar barreras y murallas interpersonales, pisotean alegremente el yo del otro desproveyéndolo de toda intimidad” y, añadiría, de la lógica posibilidad de poder equivocarse.

    De las preguntas que haces, sólo tengo absoluta certeza de una ;)
    Un abrazo Juana.

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  7. @Luis.tic, Tu aportación complementa el post con la gestión de la confianza de los otros. De alguna manera viene a ser lo que dice el post, realmente se trata de gestionar lo que realmente hay, es decir la desconfianza de los otros. Debe ser por eso en que se confía [¿] en alguien en este tipo de situaciones…

    Respecto a lo que te producen los post supongo que viene a ser lo mismo que me produce la idea que los genera. Creo llegado el momento de ir al fondo de algunas cuestiones que afectan de manera decisiva aquellos aspectos sobre los que trabajo y, por lo tanto la metodología con los que los he de abordar. A veces me parece que escribo sobre temas un pelo azucarados pero cada vez me doy cuenta de que quien gestiona realmente es la amígdala y no el cortex cerebral ;-)

    Mientras lo escribía me vino a la cabeza la imagen de esos geniecillos…como gremlins…
    Gracias por el comentario Luis, un abrazo…

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  8. @tonapou, sí, yo también pienso que es una cuestión más de olfato y sensaciones emocionales que una cuestión intelectual. De hecho la sinceridad va de eso, de creérnoslo a partir de lo que nos parece no a partir de los que se nos dice. La confiabilidad emana como un vapor, casi imperceptible, de la sinceridad, seguridad y coherencia de la persona…con esos ingredientes creo que cualquiera puede. Un abrazo Tona.

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  9. @Isabel. Por lo visto el córtex sólo se deprende de lo adquirido con la demencia. Es ahí donde hay una involución, hasta entonces todo se va superponiendo como capas de pintura inhibiendo o complementando anteriores adquisiciones. De ahí que resulte difícil desaprender porque realmente no sucede nunca. Lo que toca es seguir aprendiendo, no dar el puzle por terminado nunca y acabar dándole el significado que realmente queremos. En ello pueden jugar un papel los aprendizajes anteriores y es, en el sentido de este post, donde la experiencia nos demuestra que defendiéndonos no vamos a poder ganar nunca, en todo caso no perderemos, pero tampoco ganaremos. Que la desconfianza nos da una visión negativa de este mundo que lo hace menos habitable y que una actitud positiva genera, a su vez, actitudes positivas en casi todos los casos.

    Lo que sabemos es que el control sobre las personas empeora su productividad menos en aquellos casos en los que se requiera tan solo su fuerza bruta o se pueda prescindir de su intelecto. Que cuando alguien no quiere hacer algo no lo hará y si lo hace, lo hará mal. Una actitud confiada [que no ingenua] es, de momento, el mejor aditivo del que disponemos para generar compromiso y para bloquear aquel yo primigenio y asesino de la bestia que nos empuja a eliminar todo aquello que se interponga entre nosotros y nuestra comida. Quizás por eso me ha gustado la foto de la niña.

    Gracias por tu comentario Isabel.

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  10. Manel, me produce cierta “inquietud” la palabra demencia... ¿Debería preocuparme por esta tendencia mía a cuestionarlo todo? Lo cierto es que me siento más cómoda cuestionando, empezando por mí, que aceptando lo establecido sin más. Se me viene a la mente Feynman:
    “Yo puedo vivir con la duda e incertidumbre de no saber, creo que es mucho más interesante vivir sin saber, que tener respuestas que pueden estar mal. Tengo respuestas aproximadas, posibles creencias y diferentes grados de certeza sobre distintas cosas, pero no estoy absolutamente seguro de nada, y de muchas cosas no sé nada"

    Pero ya sé que no es eso, sólo aprovechaba :) Me gusta la diferenciación “actitud confiada que no ingenua”. Creo que es algo que tendemos a confundir, aunque no sé si consciente o inconscientemente. Estupenda explicación. Y la foto es preciosa, se me había olvidado comentarlo.

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  11. Es cierto que el comentario que te he hecho antes parte de una concepción lineal de la existencia en la que no hay marcha atrás y en la que cualquier involución resulta inquietante. La palabra demencia lo es… Pero también es verdad que, pensando en lo que dices, no comulgo con esta percepción lineal y creo que se trata más de un avanzar en círculos, como formando un muelle donde cada aprendizaje es revisado en función de lo que se aprende más tarde, y que cuadra con lo que tú indicabas cuando te referías a desaprender.

    Muy bien traído el fragmento de Feynman instalándose en la seguridad de su propia incertidumbre…todo un canto a la humildad, al aprendizaje permanente y a extasiarse con aquello que se somete a nuestra atención. Realmente, a medida que pasan los años se me desmontan creencias aparentemente sólidas a favor de ideas o suposiciones supuestamente más lábiles…otra referencia a desaprender…

    Gracias Isabel por esa aportación.

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  12. Manel,
    Una vegada més, moltes gràcies per les teves reflexiones. Certament, el tema de la desconfiança és interessant i afecta a les organitzacions. Lamentablament, jo dira que la seva ombra s'allarga a molts àmbits de la nostra societat, en la qual la desconfiança i la por són dues actituds cada vegada més amarades.
    Els valors que la nostra societat ens transmet, ja sigui a través d'alguns polítics. ideologies o dels mitjans de comunicació ens porten a dfesconfiar de tot. La societat cada més vegada és més individualista i es limita la seguretat en nom de la llibertat.
    Amb aquest panorama, és dificíl que les organitzacions quedin al marge d'aquesta espiral, no?

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  13. Totalment encertat Xevi, al menys des del meu punt de vista. La desconfiança és el principal recurs per promoure l’alteritat i aquesta,a la seva vegada, la manera més primitiva de crear identitat de grup. Una identitat que porta a competir per eliminar a l’altre o com a mínim, separar-lo d’un mateix. Aquest deu ser l’origen de l’ordenament territorial i mental que patim avui en dia. L’amenaça i la por és un dels mecanismes tristament més utilitzats per influir i guanyar poder sobre els altres i així ens ho demostren els esdeveniments polítics que ens acompanyen fins a l’actualitat. Però aquests esdeveniments van acompanyats d’una necessitat cada vegada més evident de substituir la tradicional competició per la col•laboració y no com una variant estètica sinó obeint a una necessitat de supervivència que la trobem a l’origen de certes manifestacions que també esclaten al nostre voltant. Hem d'entendre que el recurs a tornar al que es conegut és normal que aparegui però hem de "confiar" que al final acaba imposant-se allò que cau pel seu propi pes. En aquest sentit, el discurs ja està començat.

    És cert que les organitzacions són un calc de la societat que les envolta, però les persones que les formen també i no tothom és igual, hi podem trobar a persones com tu i a moltes altres que tens al costat, ben a prop, que obren la porta a altres possibilitats més engrescadores.

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