martes, 7 de junio de 2011

De violines, de violas y de chelos…


Aunque algo sospechaba, no fue hasta escuchar detenidamente y en un total silencio interior el segundo movimiento [Andante] de la Sinfonía concertante de W.A. Mozart, que apareció ante mí el carácter real del violín, de la viola y del chelo, hasta entonces tres instrumentos con una diferencia fundamental y evidente de tamaño y de la clave con la que se escriben sus respectivas partituras.

También pesaba sobre mí como un prejuicio respecto a la viola, por aquello de su situación básicamente discreta ante la impetuosidad y presencia que ocupan violines y chelos, habiendo construido, de una manera totalmente inconsciente, como un orden jerárquico donde ésta ocupaba su lugar de cenicienta observando, humildemente, el baile aristocrático y pomposo de sus hermanos. Incluso corría entre las filas de los soberbios violines el dicho, tristemente extendido, de que la viola era la viva expresión del fracaso de un violinista.

Pero ante mí todo cambió cuando me di asombrosa cuenta de que en el violín todo es exageración, desde la dificultad en su interpretación hasta la inestabilidad emocional, casi adolescente, con la que expresa cualquiera de sus emociones. El violín parece no poder contener la pasión de sus emociones, enamorándose febrilmente o llorando dolorosa y dramáticamente.

En este escenario y ocupando una posición absolutamente contraria, el chelo se me antoja como un padre freudiano, inamovible, marcando ritmos de un modo un tanto británico [en el sentido victoriano de la palabra], y exigiendo [más que facilitando] obediencia con su voz segura, inequívoca y, a todas luces, grave.

Todo el mundo sabe distinguir entre un chelo y un violín, pero más gente de la que podemos llegar a pensar se pregunta qué clase de instrumentos son las violas a las que, más de una vez, se bautiza como "esos violines más grandes".

Escuchando este movimiento de la Sinfonía Concertante de Mozart, vi con claridad que, tanto violines como violoncelos, sufrían de esa patética competitividad por el protagonismo con la que nos ha cubierto el manto del patriarcado desde el principio de nuestro tiempo conocido y que, como una madre primigenia, con total discreción, serena, humilde y dulce, la viola nos da continuamente una lección de género y de vida.

Tómate tu tiempo y comprueba, en el diálogo que se concentra en este fragmento, cómo la inestabilidad adolescente y apasionada del violín es calmada por la voz serena, profundamente terrenal y dulcemente discreta de la viola.







----

17 comentarios:

  1. Gracias por este gran regalo para los que no entendemos, pero amamos los tres tonos de estos sublimes instrumentos.

    Para saborearlo en silencio y tranquilamente.Con tu permiso, va a todas partes difundido en el 2.0.

    Un beso.

    ResponderEliminar
  2. Como la Vida misma ....
    Tal vez hay "cosas" que son para escucharlas (como bien dice Begoña) desde el silencio .... desde el profundo silencio .... ¿hay personas así? .... seguro, el finde medito con una de esas, cuyo "sonido" puede pasar inadvertido ....

    ResponderEliminar
  3. Pues... públicamente no puedo decir lo que me ha provocado esta delicia que nos regalas... así que... no diré nada ;)

    ResponderEliminar
  4. A veces, con suerte, uno tiene alguna de esas iluminaciones.
    A veces una tiene la suerte de que alguien sea capaz de explicarse así de bien y compartir su iluminación, hacerse entender, ser tan didáctico que incluso una profana como yo lo ha comprendido y sentido, tal como dices.
    Graciassssss!

    ResponderEliminar
  5. @Begoña. El sumun de la belleza es que no tenga discusión para ningún ser humano. Cuando se requiere que se “entienda” para ser apreciada significa que esa belleza se construye cuando se piensa no cuando se contempla. En su día, me gustó la idea que explicaba Umberto Eco [en su libro “opera aperta” cuando decía que cualquier obra de arte es una “obra abierta” en la que cada uno proyecta algo de sí mismo. Si la belleza existe en una melodía, en el timbre de un instrumento o en tus poemas creo que se manifiesta más cuando uno la siente que cuando uno la entiende… Gracias por tus palabras.

    ResponderEliminar
  6. @Juana. Cierto…a veces se requiere del acompañamiento del silencio, ese vacío preñado de todas las posibilidades donde podemos espiar como cruza, frágil, esta melodía …

    Qué suerte que compartas con personas como esta :-)

    ResponderEliminar
  7. @Lola. Siempre te he considerado una mujer con criterio y, además, no paras de demostrármelo ;-)

    ResponderEliminar
  8. @arati. Ya sabes aquello que nos decían de que “nada es verdad, nada es mentira…etc”. Sólo que, a veces, muchas, podemos entonar algún encantamiento que nos permite escoger el “color del cristal con que se mira”. Esto es al menos lo que he sentido muchas veces bajo el hechizo de muchos de tus posts ;-)

    La verdad es que esta idea la tengo desde hace muchos años, cuando escuchando este movimiento interpretado por Y. Menuhin y por R. Barshai [los dos hombres y…muertos] me vino de repente esta imagen. Ni te cuento la de veces que lo he explicado y, mira por donde, ayer decidí escribirlo. Supongo que eso incidirá en que no vuelva a explicarlo mucho más…suele pasar, ¿verdad?
    Gracias Judith

    ResponderEliminar
  9. Tope de curioso: los instrumentos de timbres medios pasan desapercibidos. O cuando no, no son tan vistosos como los de timbres agudas o graves.
    Las violas, trompas y fagots son poco usados siendo como son los timbres más cálidos, templados y maduros. Y casi siempre como relleno.
    Una trompa bien tocada suena como una flauta con un cuerpo de trombón, pero suele tirarse más de flauta... Y casi nunca de trombón, por extremo. Los graves se usan para dar trascendencia a las cosas. Los agudos para dar agilidad y alegría. Los medios... Están ahí.
    Como la vida misma... =)

    (quiero el vestido de la violinista YA)

    ResponderEliminar
  10. No puedo por menos que darte las gracias por la tormenta de sensaciones maravillosas que un diálogo de este nivel puede evocar al escucharlo con el espíritu de la sensibilidad activado.
    Además al abrir los ojos y observar la danza que los dos solistas interpreta, si no hubiera podido escribir algo, de mi boca sólo hubiera salido un suspiro.
    Gracias y enhorabuena por lo que escribes

    ResponderEliminar
  11. Por cierto, nótese de las cosas más maravillosas que te pueden pasar cuando actúas con alguien viendo a los dos solistas tocar: una mirada y están de acuerdo en las cosas más importantes, cuando empezar, cuando acabar y qué paso llevar.

    La música es lo más. Punto.

    ResponderEliminar
  12. Hermoso, profundamente hermoso. El dialogo entre violín y viola y tu post.
    Sin palabras Manel :)

    ResponderEliminar
  13. Decir que me ha gustado es decir poco de este post, Manel: precioso hasta el escalofrío. Me has dejado pensativa intentando averiguar cuánto de violín y cuánto de chelo hay en nuestro interior, pugnando por salir. Y ahí dentro queda nuestra parte de viola, calmada, sosegada y latente, casi desapercibida... Lo dicho: precioso regalo en forma de post.

    ResponderEliminar
  14. @tonapou. Exacto, pero llama la atención que, en la balanza, lo más fácil es que un platillo pese más que el otro en cambio, lo que más impresiona, es cuando el fiel de la balanza marca el equilibrio entre ambos, lo más difícil, como lo que les toca a este tipo de instrumentos muchas veces.

    Sí, la compenetración entre los solistas [y de alguna manera entre todos] es toda una lección. Por cierto!, pasa a recoger el vestido cuando quieras... Es tuyo! :-)

    ResponderEliminar
  15. @José Vicente. De nada, ya ves…el mérito es de los músicos. Esta versión está muy bien, llama la atención lo bien que lo pasa la solista bailando [así, levemente, con los hombros] los fragmentos del tutti. Un espectáculo para los sentidos. Por cierto, el resto de la Sinfonía está muy bien, no te la pierdas. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  16. @Isabel. Creo que eran los griegos [los que había antes de los aqueos] lo que creían que una melodía fue la que dio origen al mundo, al principio del Todo. Nadie dijo un “hágase esto o lo otro…” Respetemos entonces este silencio que propones… ;)

    ResponderEliminar
  17. @Anna. Me quedo yo también con esta reflexión que propones. A veces [bastantes] me he planteado que pesa más en mí y no creo recordar que sea la viola…todavía me queda por hacer. Gràcies pel comentari Anna! ;)

    ResponderEliminar