jueves, 5 de julio de 2012

Desde mi perspectiva

Como consultor, normalmente trabajo con directivos y casi siempre a través del desarrollo de alguno de sus proyectos. También tengo la oportunidad de mantener, con no pocos de estos profesionales, una relación continuada en la que se mezcla el asesoramiento en la toma de decisiones con agradables conversaciones que suelen girar en torno al sentido e impacto que tiene y debería tener el ejercicio de su liderazgo. Es frecuente que estas conversaciones suelan incorporar esbozos para el diseño de futuras actuaciones y que sean, para mí, un auténtico vivero en el que han germinado las mejores ideas.

Aunque no me cabe ninguna duda de que todavía me esperan sorpresas, es fácil deducir que, a lo largo de todo este tiempo, he podido registrar una gama importante de grises que se extiende desde el negro de la dirección más desaliñada, desconfiada y pobre de espíritu hasta el blanco de aquel liderazgo por el que, sin duda alguna, apostaría y del que extraigo la verdadera materia prima que utilizo para fabricar el conocimiento que necesito para seguir trabajando. Porque, aunque no me cabe ninguna duda de que se aprende de los errores, de lo que estoy absolutamente convencido es que de la incompetencia hay poco que aprender, lo que hay da para poco y se desea olvidar con la misma brevedad.

Algo parecido al “memento homo, quia pulvis eris et in pulvis reverteris” [acuérdate hombre, que polvo eres y al polvo regresarás], que nos susurraban crípticamente mientras dibujaban en nuestra frente infantil una cruz de ceniza, es lo que cuentan de los aguadores del desierto que junto al agua que ofrecen al viajero sediento levantan ante éste un espejo mientras bebe para recordarle que es mortal. No he comprobado la verosimilitud de esta costumbre pero me sirve como metáfora para sugerir utilizar más el espejo, ya que antes que echar mano de la abundante bibliografía que hay sobre el tema, es un derroche para aquellos que quieran saber cuáles son los resortes del funcionamiento humano [la motivación, la buena comunicación…], que no tengan en cuenta algo tan sencillo como el efecto que las variables del entorno tiene sobre uno mismo, que tomen buena nota de ello y que, como ya decían los antiguos, prueben simplemente qué pasa si actúan con los demás [cuando se espera motivación, implicación, entusiasmo] como realmente consideran que funcionaría si se actuara con ellos mismos. Algo realmente difícil por sencillo…

En mi caso sucede que en los últimos años me doy perfecta cuenta de que todo mi trabajo está supeditado a la calidad que se establece en las relaciones con mis clientes y es por esto que, al margen de otros aspectos más convencionales referidos a la manera de obrar en la organización, tengo en especial consideración, para determinar la tipología de dirección ideal, ciertos rasgos que influyen de manera decisiva en mis propias actuaciones y que son los verdaderos responsables de aspectos como la simple disposición a colaborar o el grado con el que me implico en el proyecto, el cual ha rayado, en no pocos casos, con la abnegación.

Así pues, de los rasgos que más me han comprometido de aquellos directivos con los que he tenido la suerte de colaborar y que, por ello, creo que son fundamentales en el ejercicio del liderazgo, destaco sin que el orden denote la importancia:
  • La sinceridad con la que plantean sus dudas, debilidades y, en definitiva, aquellos aspectos en los que se refleja su condición humana.
  • La honestidad con la que asumen su intervención y el valor que aportan a la colaboración.
  • La sensibilidad respecto a mis posibles necesidades entre las que se incluyen aquellos gestos y detalles que contribuyen a hacerme sentir digno y orgulloso por mí trabajo.
  • La lealtad respecto al proyecto, los compromisos adoptados y los resultados de la colaboración.
  • La confianza en mi capacidad para responder de los compromisos asumidos.
  • La independencia emocional necesaria para establecer una relación humana, fresca y sincera.


10 comentarios:

  1. Creo que las personas que aunan todos esos rasgos que describes poséen también "hambre por aprender". No aprenden para destacarse de su gente, sino para enriquecerla.

    Además, creo que estas personas saben reconocer y agradecer de corazón, a aquellos que tanto les aportan con su entrega y talento.

    Me ha gustado mucho Manel, gracias!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Cuando la profesionalidad y la humanidad van de la mano...

      Gracias Paulino

      Eliminar
  2. Magnífico! Es cierto, de la incompetencia, poco se puede aprender. Permíteme poner varios asteriscos en el tercer punto: "La sensibilidad respecto a mis posibles necesidades entre las que se incluyen aquellos gestos y detalles que contribuyen a hacerme sentir digno y orgulloso por mí trabajo".

    Todos los demás también, imposible adjudicarles un orden, pero lo de "hacerme sentir digno y orgulloso por mi trabajo" merece aplauso fuerte. Hay mucha gente con la que no se debe trabajar, quizá sería bueno ser conscientes y practicar, porque también hay que saber, como despedir al cliente.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Isa. El núcleo del post está inspirado en algunos de los clientes con los que estoy colaborando estos últimos años y en aquellos rasgos que exhiben y me permiten mantener el equilibrio entre el ganarme la vida y el crecer personalmente [incluyo lo profesional en ese crecimiento personal].

      Un desequilibrio entre estos factores es harto peligroso, cuando no a corto, seguramente a medio plazo. Es algo que siempre parece que podemos reparar pero lo cierto es que hay que evitar aquellas colaboraciones que, ya sea por pobreza personal, ignorancia o mezquindad, ensombrecen la percepción que uno tiene de uno mismo…son demoledoras. Todos exhibimos en nuestra mayor/menor inseguridad las consecuencias de alguna experiencia que hemos tenido.

      Eliminar
  3. Es que una cosa es cometer errores y aprender y otra, ser un incopetente para ciertas tareas. Cuanto ganaríamos todos si nos diésemos cuenta de que "X" no es lo mio .... por ejemplo liderar grupos, dar clases, atender enfermos .... por pone ejemplos que hacer mucho daño al prójimo ....

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Cierto, se tienen en cuenta de manera minuciosa las capacidades para llevar a cabo algunas funciones o puesto de trabajo y en cambio, cuando se trata de dirigir, hacer que se aprenda o atender se presta poca atención a aquellas aspectos que determinan una buena dirección, el aprendizaje o la prestación de un servicio directo. Bueno, de alguna manera nos indica qué es lo que se considera importante y lo que no…

      Eliminar
  4. Y otra que me ha gustado:

    "mi trabajo está supeditado a la calidad que se establece en las relaciones con mis clientes"

    Creo que eso nos pasa a muchos, en función de la calidad de la relación, así es el trabajo realizado, aunque solo se pueda medir de manera objetiva el trabajo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, la calidad de las relaciones [a través de los rasgos que relaciono y de otros que quizás no he tenido en cuenta] es fundamental para dar lo máximo de uno mismo o “reservase” para otra ocasión “mejor”. Es un tema general, por eso creo que es importante tenerlo en cuenta cuando se habla de liderazgo.
      Gracias Juana.

      Eliminar
  5. A mí me interesa la cuestión de la sinceridad al plantear dudas y debilidades. Me fijo especialmente en esta palabra, debilidades, porque en los últimos meses he oído mucho la expresión de que 'no hay que mostrar debilidad' en este u otro asunto. Y sin embargo, yo veo que sin entender aquello que te falta, en realidad no puedes hacer bien aquello que sí sabes, porque la vida (o el trabajo, si se prefiere) son poliédricos y nunca vemos todas sus caras. Sé que es una herramienta algo pasada, pero he visto aplicar la D del DAFO y ver que la gente se siente molesta. Cuánto de perfectos serán, siempre me acabo preguntando...

    (bueno, no tan pasada, para quien no ha hecho nunca un proceso de reflexivo sobre su proceso, un DAFO puede ser una magnífico inicio)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estoy contigo en que el conocimiento de sí mismo y el “saber mirar a la cara” a las propias debilidades añaden, que no restan, fortaleza al individuo. Sí, este rasgo genera en mi mucha confianza y lo considero básico para la conversación y el compromiso en la colaboración.

      Desde mi punto de vista, los análisis DAFO suelen ser, en muchos casos, ejercicios teóricos absolutamente desconectados con la práctica. La misma palabra está como construida al revés, empieza con lo negativo [debilidades y amenazas] y en cambio se utiliza en el contexto de la planificación del cambio. Algo que ha de plantearse siempre como algo ilusionante.

      Además, cada fortaleza y debilidad se debería valorar contrastando su efecto sobre cada una de las oportunidades y amenazas detectadas. Así se puede ver que hay variables que pueden considerarse importantes que, en la práctica, no influyen en nada.

      Un saludo Goio,

      Eliminar