lunes, 3 de diciembre de 2012

Organizaciones resilientes

Oí por primera vez el término resiliencia hará unos seis años. Para ser más exactos lo leí en un cartel que estaba expuesto, junto a otros valores de la Organización, en el tablón de anuncios de la sala de reuniones del Consorci d’Acció Social de la Garrotxa.

Por aquel entonces, esta palabra sólo tenía un significado claro en aquellos entornos profesionales donde el sufrimiento humano es la constante y donde cualquier esbozo de seguridad se ve inmediatamente amenazado.

La densidad del concepto me atrapó e incluso llegué a integrarlo como una de las capacidades del directorio de competencias directivas que estábamos elaborando. Definimos unos comportamientos que, por estar a la altura de la palabra, eran, en aquel momento, demasiado extremos como para que se dieran de manera regular y fueran observables en el tiempo. Pero estábamos satisfechos con la idea de integrar esta cualidad como una capacidad directiva y de alguna manera intuíamos que, aunque nunca llegase a ser habitual, cabía entender la resiliencia como una de aquellas competencias basales mediante la que, llegado el momento, el/la líder demostraba verdaderamente su talla como tal ante el equipo y ante la Organización.

Al igual que la palabra Alzheimer pasó, en los últimos quince años, del desconocimiento total a ser más popular que la propia palabra “demencia”, curiosamente, en estos seis años, el concepto de “resiliencia” ha pasado a ocupar un puesto importante en la terminología de gestión con independencia del ámbito de actividad del que se trate, hasta el punto de correr el peligro de seguir el mismo camino que tantísimos otros términos que han sido sobreutilizados o consultolabizados.

Es de suponer que en esta popularización del término tiene mucho que ver la insostenibilidad del momento actual, la cual se cierne como un negro manto sobre muchas organizaciones ocultando cualquier futuro posible y reclamando de las personas la capacidad para resistir y persistir en el empeño de seguir adelante, capeando la situación y transformando la adversidad en la oportunidad de adquirir nuevas capacidades con las que salir fortalecido.

Pero esto sólo son palabras vacías si, ante este entorno amenazante, las organizaciones no hacen también gala de esta resiliencia arriesgando recursos, planteando posibilidades y defendiendo su propia integridad protegiendo a las personas que la componen y con las que se ha establecido una relación de compromiso y de empresa. El término resiliencia está vacío conceptualmente en un marco organizativo en el que se opta por lanzar a los marineros por la borda para salvar la nave de los embates de la tempestad. Por más vueltas que se le dé y aunque, en términos de supervivencia económica, se intente dotar de sentido, en términos humanos, una organización que sacrifica a las personas, no tiene ningún sentido.

En momentos como el actual, y no en la bonanza, es donde las horas de formación realizadas y la tinta vertida en páginas y páginas sobre management cobra sentido y se pone a prueba la verdadera capacidad del líder de ejercer como tal no perdiendo de vista la meta que se persigue, gestionando y siendo capaz de asumir el riesgo y, sobre todo, reforzando en el equipo el mensaje del “llegaremos juntos donde sea necesario” que ha inspirado, a lo largo de la historia, a aquellos grupos humanos que han sobrevivido a las peores calamidades. Este es, a fin de cuentas, el liderazgo que se necesita y que hace posible que una organización sea, realmente, resiliente.

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La imagen es de una fotografía de Benedetto Tarantino

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14 comentarios:

  1. Tenemos un amigo común que nos enseña cada día con sus actos lo que significa la resiliencia en toda su dimensión. Admiro profundamente a las personas que lideran situaciones que para la mayoría son insostenibles, proyectando en todo momento una confianza, calma y paz interior contagiosas.

    El ejemplo de Shackleton es impactante por su épica, me llama la atención sobre todo la capacidad de redefinir el objetivo que tuvo enfocándolo únicamente a la supervivencia de TODOS los hombres que le acompañaban en esa aventura.

    El término resiliencia lo aprendí asociado a las propiedades mecánicas de los materiales. Se trata de la energía de deformación que puede ser recuperada de un cuerpo deformado, cuando cesa el esfuerzo que causa la deformación.

    En términos más simples sería la capacidad de memoria de un material para recuperarse de una deformación, producto de un esfuerzo externo.

    Está íntimamente ligada con la tenacidad, que es la cantidad de energía almacenada por el material antes de romperse.

    El material más resiliente conocido es la tela de araña que es 5 veces más resiliente que el acero para cables.

    Vivimos tiempos en los que debemos aprender a tejer este tipo de hilo, capaz de resistir sin romperse, las fuertes presiones de la incertidumbre...

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    1. Sí, la experiencia de Shackleton es una pasada y más si, como bien sabes, tenemos en cuenta que pocos meses antes había partido otra expedición al Ártico dirigida por Stefansson y que, corriendo la misma suerte, derivó en consecuencias totalmente distintas muriendo toda la expedición. Para mí, y a pesar de lo épico, continúa siendo un referente y una recomendación historiográfica cuando se han de abordar temas de liderazgo.

      Desconocía lo de la tela de araña, Paulino, y no he podido evitar una sonrisa al comprobar que algunas fantasías de la niñez se correspondían con realidades irrefutables ;-)

      Realmente este amigo común es tan grande como aparenta, dale un abrazo, Pau. Y otro para ti!

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    2. la tenacidad, que es la cantidad de energía almacenada por el material antes de romperse.

      La energía interior tendría que ver con la capacidad de recuperarse a pesar de las tensiones .... suena muy humano ....

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    3. Sí, quizás a diferencia de la Física, en los humanos la tenacidad no nos caracteriza tan sólo antes de rompernos, sino también como motor para recuperarnos. Al menos eso pretendemos.

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  2. Fantàstic, Manel. Ho comparteixo al 100%!

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    1. Em consta Xevi. A casa vostra he covat i desenvolupat aquest concepte. Una abraçada.

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  3. Me ha gustado mucho tu post Manel... En primer lugar, me ha evocado el momento en que decubrí el concepto... hace ya unos cuantos años diseñando formación para educadores con menores en situación de exclusión. EL término me sedujo y después, cuando he visto propuestas que llevaban ese nombre, siempre he intentado acercarme a saber más.
    De tu reflexión me ha gustado especialmente, cómo defines en acciones concretas la manera en que una organización hace gala de su resiliencia. Creo que es dónde nos "jugamos los cuartos"
    Gracias!
    Maria

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    1. Ahora más que nunca, la resiliencia debiera ser incluida en los diccionarios de competencias directivos y en el sistema de valores que inspira a nuestras organizaciones. Es cuando vienen maduras cuando los grupos humanos demuestran su fortaleza y adquieren más sentido. Gracias a ti María por pasarte y comentar, espero seguir viéndote por aquí. Un abrazo.

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  4. Ains... del teu post me qued amb el final: tenc la impressió de que el lideratge no existeix, i de que, en general, es lleva del damunt a la gent incòmode encara que sigui eficient, per deixar al dòcil que no discuteix.
    Anys de management, i estarem en un funcionament de gran empresa o gran institució com a principis dels '80... =/
    igual me pas de txuga, però és el que sent... =(

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    1. Sembla que es el que es dona en més casos, al menys és el més visible i el que recolza el sistema. Tan sols cal mirar el que tenim per governants per fer-nos una idea de la tipologia de lideratge que està en valor. Tot i així hi ha casos de lideratge del de veritat, pocs però segur que suficients com per afirmar que hi ha alternatives a la mediocritat imperant.

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  5. Tus palabras me han llevado a mirar con calma las diferentes realidades que conviven en mí desde este prisma.

    En una de ellas, la resiliencia es de obligado cumplimiento para las personas que, como el Ave Fénix, deben resurgir de las cenizas de las hogueras prendidas desde la autoridad. Eso sí, debidamente enfundada en su traje ignífugo.

    En las antípodas, el liderazgo compartido implica un enorme aprendizaje y un enriquecimiento brutal ante cada obstáculo, dificultad, dolor, lucha, frustración, ... Sea individual o del equipo.

    Es triste para quien ama y respeta las palabras ver cómo abusamos, desgastamos, ensuciamos, pervertimos significados. Con la misma facilidad con la que podemos destrozar una tela de araña.

    Hace unos meses que se está llevando a cabo en mi ciudad un proyecto en el que la creación artística y la resolución de conflictos van de la mano. Artistas locales buscan inspiración en proyectos internacionales de superación y regeneración de la convivencia.

    Existen infinidad de proyectos como este o más grandes en el día a día. Liderados por personas escondidas en nuestra cotidianidad que,
    como la araña, construyen nuevas telas.

    Por eso, hay algunos conceptos que no permito ensuciar. Como la esperanza, "esa cosa con plumas que se posa en el alma y canta sin parar" (Emily Dickinson).

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    1. Nos guste o no con las palabras pasa como con todo, que cuando no pertenecen a nadie corren el peligro de ser utilizadas por cualquier desaprensivo que las utilice de manera negligente o torpe, este es el pequeño riesgo que corremos por la alta probabilidad de que esta misma palabra ilumine en cada cabeza conceptos maravillosos que tan sólo están a nuestro alcance a través de los significantes. Además, siempre tenemos la oportunidad de rescatar nuevas palabras, muchas sumidas en el olvido, o de revitalizarlas en textos como los tuyos, Mharta

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  6. Hola, Manel:
    Sip, es un palabro que lleva de moda un buen rato y que nos aparece por todos los sitios. Lo que comentas me lleva a una observación que vengo haciendo hace tiempo: esa tendencia a trasladar de forma simple atributos o capacidades psicológicas o psicologistas de las personas a las organizaciones. Creo que hay grandes diferencias a la hora de hacer esa traslación, y mucho riesgo de caer en simplezas. Una cosa es el "perfil psicológico" de una persona en particular, que es ella misma y solo ella misma, y otra el de una organización como un conjunto complejo de personas que en cierto sentido se tienen que poner de acuerdo. Así que la "resiliencia personal" no es algo que pueda traducirse sólo pulsando un botón en "resiliencia organizacional". Hay muchas implicaciones y matices complejos entre una y otra. Tú mismo introduces "peros" reales y muy pertinentes. Esto me recuerda también cuando hablamos de las organizaciones que "se dejan llevar". Pienso que una persona se puede "dejar llevar", pero una organización no, porque es el resultado de la conjunción de unos intereses que hay que gestionar, poner de acuerdo, sumar, multiplicar, en fin... nunca es lo mismo...
    Un abrazo, colega :-)

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    1. Totalmente de acuerdo en lo de trasladar términos propios de las personas a las organizaciones como si estas tuvieran entidad propia al margen de las personas que están en ella. Espero que no te haya dado esta impresión el artículo ya que no está orientado en este sentido. Cuando hablo de organizaciones resilientes, me refiero a aquella cualidad que emana de su cultura organizativa, es decir, a aquello que se desprende de manera significativa de la manera de hacer de las personas que la integran. Es por eso que cargo las tintas sobre la importancia del liderazgo en potenciar esa cultura y en actuar de manera consecuente [de ahí el enlace a la aventura del Endurance

      Ahí va otro abrazo y gracias por dejarte caer por aquí ;-)

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