miércoles, 17 de abril de 2013

Jekyll vs Hyde


Hace ya siglo y medio, Robert Louis Stevenson anticipó ingeniosamente a través de su famosa novela “El misterioso caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde” la idea de que bajo el manto de nuestra racionalidad se oculta la bestia egocéntrica, agresiva y concupiscente de la que provenimos, presta a aprovechar cualquier descuido para asumir el control de nuestra voluntad y hacerse ama de un mísero destino.

Casi un siglo después y como buscando un correlato científico a la fabulosa narración de Stevenson, Paul MacLean enunció su teoría del cerebro triple en la que distinguía tres estratos evolutivos superpuestos y diferenciados en el desarrollo del cerebro humano.

Así pues, en primer lugar diferenciaba un estrato inferior al que denominó “cerebro reptil” que estaría formado por un conjunto de fibras nerviosas absolutamente autistas, ciegas y mudas que regulan los reflejos y aquellos instintos relacionados con la supervivencia más básica.

Recubriendo este primer estrato describió otro manto de conexiones nerviosas dedicadas a interactuar con el entorno para satisfacer las necesidades más primitivas de supervivencia, aquellas a las que comúnmente se denomina como las cuatro efes [feeding, fighting, fleeing and fucking] y que persiguen de manera codiciosa la promoción, proyección, protección y proliferación de uno mismo, sin atender a nadie más y a costa de quien sea, a la menor oportunidad. A este segundo estrato le llamó “cerebro paleomamífero”.

En el estrato más evolucionado y exterior del cerebro definió, por último, el "neomamífero" formado por la corteza cerebral y, en general, por todas aquellas estructuras que median entre el entorno y los otros cerebros descritos para obtener -y esto es lo importante- el mejor rendimiento de las decisiones que se toman en aquellas esferas por las que puede sentir interés un ser humano.

La duda sobreviene al plantearse cuál es ese mejor rendimiento, si en pararle los pies a los impulsos primitivos y reutilizar su energía para generar aquellas condiciones en el entorno que perduren y permitan una calidad de vida en las que podernos incluir todas y todos o si, por el contrario, se orienta a amplificar esos ecos primarios dotándolos de las herramientas y capacidad estratégica suficiente hasta convertirlos en un monstruoso Hyde guiado por el ansia ciega de imponer sus cuatro eFes, pero esta vez “con mayúsculas”.

Recientemente Marjorie Kelly ha advertido sobre los efectos para nuestro mundo de lo que denomina “mentalidad extractiva”, esto es, aquella que invade y extrae sin medida y para beneficio propio lo máximo del entorno con el que se relaciona. Un tipo de proceder que bien puede ser interpretado como la subordinación de nuestra inteligencia a aquel cerebro primitivo para el cual no existe más mañana que el capaz de resistir a su avaricia y a la capacidad de agresión necesaria para proveerla continuamente.

Pero a diferencia de Stevenson, Kelly apunta una esperanza en el antídoto lento pero poderoso de la “mentalidad generativa” que está emergiendo actualmente en nuestra sociedad. Un planteamiento social y económico que todavía no tiene entidad pero que asoma aquí y allá a través de enfoques profesionales e iniciativas empresariales orientadas a crear beneficios en lugar de resultados dañinos, que son responsables con el entorno, que enarbolan la justicia social como valor principal y que, en suma, persiguen crear condiciones duraderas y pensadas en aquellas generaciones que quedan por venir.

Stevenson planteó de manera fantástica el dilema al que nos enfrentamos continuamente respecto a reprimir o potenciar hasta transformar en un monstruo la parte animal que anida en cada uno de nosotros desde los albores de la humanidad. De manera visionaria anticipó que, como en la novela, el progreso sería puesto, de manera figurada, al servicio de la elaboración de un brebaje que desataría a Hyde e imposibilitaría cualquier manera de dominarlo hasta el punto de usurpar totalmente la naturaleza que hasta ahora lo contenía. Este brebaje no es otro que el dudoso pragmatismo que avala la locura avariciosa y destructiva que nos ha llevado hasta el momento actual y sigue amenazando peligrosamente los recursos, la dignidad y el futuro del ser humano y del planeta.

La buena noticia es que Hyde sigue siendo lo que el Dr. Jekyll le permite ser y que el tema no está sólo en manos de líderes, dirigentes, políticos o empresarios ya que, en último término, cada cual está dotado de la capacidad suficiente como para poder hacer su propia elección, de analizar su trayectoria, de valorar el impacto que ésta tiene en su entorno y decidir si caminar en sentido contrario al de la rotación de la Tierra o simplemente agacharse para darle con la mano un pequeño empujoncito y, de este modo, contribuir a que siga rotando serena sobre su eje.

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La ilustración corresponde al cartel de la obra de teatro estrenada en Boston en 1887. Un año después de la publicación de la novela.

En la foto el actor Richard Manfield en una doble exposición que simboliza su interpretación del Dr. Jekyll y Mr. Hyde a finales del s. XIX.


8 comentarios:

  1. Mi experiencia es que en nuestro "interior" hay muuuuuchos más "personajes" que dos ... en mi persona conozco, más o menos, a cuatro y ... algún otro que "pasaba por allí" ... aunque no me acuerdo si esa "historia" te la he contado, prometo darte detalles la próxima vez jajajaja

    ¡Feliz día!

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    1. Ya veo que lo tuyo no es el diálogo interno sino que debes organizar verdaderas dinámicas de grupo ;-) Te cojo la palabra y la próxima vez no te escapas de explicarme esta historia. Un abrazo Juana!

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  2. No sabes cómo he agradecido leer el post, sabiendo además que éste era un tema que me atrapó la semana pasada, Manel. Creo que uno de los aspectos en los que trabajo, el ámbito de la comunicación, es primordial entender sobre todo las reacciones y las acciones (o impulsos) de las personas (organizaciones) y para ello comprender cómo actúan, han de actuar o deberían actuar. Sí, seguramente haya muchas más decisiones alrededor que nos hacen movernos pero entender qué nos pasa por la cabeza es importantísimo.

    Y si ya lo ligamos con la generación, entonces, es cuando podemos desarrollar más el trabajo interno de cara a esa visión…

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    1. Creo que aparte del libro de Marjorie Kellypodría interesarte el de David Eagleman Incógnito, toca muchos temas pero todos muy interesantes [a efecto de lo que comentas] y actualizados.
      Gracias por pasarte por aquí y disculpa la tardanza en responder. He estado de viaje y con poco tiempo. Un abrazo, Juanjo!

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  3. Interesantísimo post, Manel. Por muchos Hydes que uno tenga,es el Dr. Jeckyll es el que establece las normas y permite o desinhibe a Hyde, aunque los recursos públicos siguen estando en manos de Hydes y lo seguirán estando: les cuesta perder la rienda de la codicia; extrapolándolo al panorama actual empresarial y político español (empresarial también, el poder es básicamente dinero), no hay más que ver el ejemplo que nos dan con el beneplácito del Señor Justicia Hyde:D.

    Una abraçada.

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    1. Que estamos en manos de “extractivos” es una de las pocas certezas que existen actualmente. Aún así siempre he creído que la luz termina imponiéndose a las sombras y en este momento asistimos, junto a la mezquindad y al dolor que ocasionan muchas actuaciones, al surgimiento de iniciativas y actitudes que le reconfortan a uno respecto de la especie. Y es que muchos son ya los que han decidido tomarse su propio antídoto para pararle los pies a Hyde…
      Una abraçada, Begonya!

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  4. Que me encantan los reptiles. Y me gusta, mucho, escuchar a mis instintos. Y quizá por eso le cogí cariño al cerebro reptil en el momento (lo recuerdo lejano) en el que oí ese término por primera vez.
    Paseando con tus palabras, me doy cuenta de que sentir mis impulsos y ser consciente de ellos es importante para mí, para seguir conociéndome y, al tiempo, reconozco una parte de los "filtros" que tamizan algunos. Sólo parte. Porque hay otra serie de filtros que identifico bastante después, lejos en el tiempo y el espacio del momento en el que se construyeron. Y me ocurre que, en un instante, soy consciente de que no fui consciente de algún filtro en algún momento ... y me veo analizándolo en la distancia.

    Supongo que tiene que ver con cómo nos construimos las personas, que siempre estamos en obras. Y es bonito. Y esperanzador. Como lo es este post. Porque es cierto, Manel. No tengo más que mirar a mi alrededor, cada día, para ver que somos muchos. Somos más.

    ¿Sabes lo que creo? Que esos instintos relacionados con la supervivencia pueden entenderse y extenderse a la manada, como un todo del que el individuo forma parte. Claro que, ahora mismo, no sabría decirte si lo creo realmente o si lo quiero creer ;)

    Quizá dentro de un tiempo pueda contarte ...


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    1. Este entenderse y extenderse al que te refieres, Marta, me recuerda aquel post con el que nos regaló Jesús Fernández. Realmente creo que los modelos “extractivos” que ocupan ese primer plano en nuestra actualidad no tienen ningún futuro como no lo ha tenido nunca nada basado en el desgaste de su propio entorno y en la muerte que ello conlleva.
      Espero que dentro de un tiempo sigamos contándonos Marta, seguro que sí. ..

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