jueves, 29 de agosto de 2013

El desafío de capacitar

Es una realidad que la formación, en el ámbito profesional, suele hacer hincapié básicamente en el cómo se deben de hacer las cosas, lo cual suele traducirse en una transferencia de teoría, metodologías y de experiencias exitosas que persiguen explicar, modelar, referenciar o inspirar actuaciones similares entre los participantes.

Dada la limitación general de tiempo, la necesidad de aprovechar al máximo la acción y el hecho de que el aprovechamiento se pueda reflejar rápidamente mediante su aplicación en el entorno de cada cual, este enfoque práctico suele ser, lógicamente, el más esperado y el que determina la estructura de la mayoría de la oferta formativa que se programa hoy en día.

Este modelo formativo, que ha demostrado ser eficaz -cuando está bien aplicado- en el desarrollo de habilidades técnicas e instrumentales y donde suelen entrar en juego aspectos básicamente cognitivos o manuales, no lo es tanto o no es suficiente cuando se trata de desarrollar otro tipo de capacidades en las que, además, se requiere que concurran aspectos emocionales e intrínsecos a la persona como los valores o el sentido que para el participante tiene aquello para lo que se está formando, los retos a los que se está enfrentando y la vida en general.

Así pues, supeditar el desarrollo de capacidades como la de “liderar” a la formación en técnicas, teorías y métodos es del todo insuficiente si no va acompañado de un ejercicio paralelo en el que se invite al participante a reflexionar y revisar aquellos aspectos que determinaran la utilización que se haga de estas herramientas. En liderazgo, como en casi todo en la vida, el “cómo se hace” viene determinado por el “qué se quiere hacer” y éste está absolutamente condicionado por el “quién lo quiere hacer”.

Las capacidades emanan de la persona y no del rol que ésta desempeña. Supuran de sus valores, de sus creencias, de sus miedos y de sus ilusiones, de lo que ha vivido, de lo que sabe, de lo que puede y de lo que quiere.

Estos factores conforman un núcleo de autoconocimiento a partir del cual cada persona debiera, en un contexto formativo, dibujar sus propios patrones y cortar, de todo lo que se le expone, aquellos componentes metodológicos y técnicos que mejor se ajusten a sus medidas, pero para ello deben tomarse primero esas medidas. Obviar este aspecto es caer en el prêt-à-porter formativo que todos conocemos.

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Ésta es la idea inicial de mi intervención en el marco del Seminario sobre Liderazgo y Gobernanza que, de manera regular, se viene impartiendo en la George Washington University y al que he estado invitado por el profesor Luis Raúl Matos, con quien tuve el lujo de disfrutar de su sensibilidad y preocupación por incrementar el valor de este tipo de acciones mediante mecanismos que doten de fluidez y permitan aprovechar y compartir el caudal de conocimiento y experiencia aportado por los participantes.


domingo, 25 de agosto de 2013

Divagaciones estivales

Me doy cuenta de que a menos tengo más generoso soy con lo poco que poseo y esta actitud me expande, dota de calidez al contacto, aumenta mi tolerancia y devuelve a mi paso una ligereza que creía perdida, mezclándolo con una sensación plácida de satisfacción y bienestar con el momento, con quien estoy y con lo que hago.

Por el contrario, cuando la fortuna me regala con algo, las probabilidades de que sean invocadas las partes más oscuras de mí son directamente proporcionales a la generosidad de la aportación y el temor a perderlo serpentea paranoicamente desde lugares recónditos de donde emanan vapores y miasmas atávicos que suelen manifestarse a través del recelo, cerrazón y una obsesión improductiva por custodiar hasta sus fuentes aquello que me ha sido ofrecido y temo que me pueda ser, de la misma forma, arrebatado.

Suele suceder como si una cosa fuera consecuencia de la otra, es decir, la generosidad conlleva interacción, apertura y una confianza que genera oportunidades como si se tratase de la reciprocidad inherente al curso natural de las cosas cuando ésta es espontánea y desinteresada. Y esta situación se diluye en mi propia ansiedad cuando creo poseer algo y me entretengo en capturarlo, conservarlo y rentabilizarlo.

Divago sobre esta relación entre causa y efecto mientras reviso diferentes ámbitos de mi evolución y observo además que, salvo en aquellos aspectos relacionados con variables sujetas a mi absoluto gobierno, cuando he ansiado algo generalmente no lo he encontrado y es tan sólo cuando me he desenvuelto despreocupadamente, de manera generosa, abierta y sin afán, cuando han brotado aquellas personas, acontecimientos o proyectos que han ido conformando el núcleo duro de mi vida, como si las mejores oportunidades, las de verdad, fueran tímidas y espantadizas, huyeran de intencionadas y malabares planificaciones y se le acercaran a uno por detrás, cuando no las busca ni las mira fijamente a la cara.

Cómo mantener la generosidad y la humildad a salvo de la ansiedad posesiva y los reflejos cicateros que generan los pequeños éxitos y logros son algunos de los nuevos interrogantes que se me plantean en esta reflexión, sencilla quizás pero nada fácil y en la que intuyo claves realmente importantes.

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Fotografía de [cumClavis]: Mediterrània.

miércoles, 7 de agosto de 2013

The East

El argumento es sencillo, una ex agente del FBI que actualmente trabaja en una empresa de seguridad para [muy] poderosos es seleccionada para infiltrarse, informar y poder desarticular a The East, una célula ecoterrorista que está causando serias molestias a empresas de claro corte extractivo, relacionadas con el deterioro al por mayor del medio ambiente y, en general, de la calidad de vida de los seres vivos del planeta, incluyendo a la de la mayoría de los humanos, claro.

Es fácil, muy fácil establecer paralelismos con los abusos desproporcionados e impunes a los que nos vemos sometidos en el momento actual, sentir avivarse la llama de una dudosa esperanza y dejarse invadir por el frío dulce que emana de la venganza a la que invoca el fabuloso comienzo del mensaje de presentación del grupo:
"We are The East. We don't care how rich you are, we want all those who are guilty to experience the terror of their crimes. It's easy when it's not your life, easy when it's not your home. But when it's your fault, it shouldn't be so easy to sleep at night. Especially when we know where you live."
Las acciones de la banda consisten, en resumidas cuentas, en aplicar la ley del talión y responder con la misma medicina a los máximos responsables de estas corporaciones:
“Lie to us; we’ll lie to you. Spy on us; we’ll spy on you. Poison us; we’ll poison you. We will counterattack three corporations in the next six months for the worldwide terrorism, and this is just the beginning.”
La potencia de los personajes principales y el fondo argumental me pareció, en general, muy bueno aunque quizás pueda haber algún cabo suelto en algunos detalles del desarrollo de la acción o del perfil de los líderes del grupo ecoterrorista, la mayoría hijos rebeldes de entornos similares a aquellos contra los que luchan.

Pero lo que más me llamó la atención y lo que motiva este post es la cuidada atención que se le presta a los mecanismos de cohesión del grupo, para mí el verdadero eje de la película y el principal determinante para volver a verla. Detalles como reciclar y alimentarse de lo que un sistema enfermo basado en el consumo considera desechos ponen de manifiesto la importancia de la integración de los valores y de la coherencia en el funcionamiento del grupo.

La paridad entre los géneros y su equilibrio en la toma de decisiones o en la distribución del liderazgo evocan agradables aromas de aprovechamiento de la diversidad, funcionalidad, respeto y alejan la sospecha recurrente de los clásicos mecanismos sectarios dirigidos a crear dependencia respecto de un líder.

Es muy sugerente el valor que se le da a la colaboración y a la generosidad para con el otro mediante escenarios de ocio y juego en los que los miembros se abrazan, lavan, se dan de comer o se besan y resulta mucho más interesante cuando a los ojos del espectador resultan deliciosamente apetecibles y extraños a la vez, como la imagen que se nos ofrece desde el punto de vista de la protagonista al poco de incorporarse al grupo y que inevitablemente evoca a la de un aquelarre.

Y uno no puede evitar pensar en la facilidad con la que se nos empuja a tildar de herético y pagano a lo que es natural y genuino a la vez que el ritmo obstinado de la danza y el flameo titubeante de las llamas pellizca la cuerda interior de lo auténtico y nos empuja a la oscuridad. Algo que el fabuloso papel de la protagonista, en continuo tránsito entre el mundo normal del que proviene y otro alternativo que le ofrece coherencia, compromiso, respeto y autenticidad resuelve afortunadamente.