lunes, 2 de enero de 2012

La naturalidad

Seguro que estamos de acuerdo en la insistencia de la Humanidad en dejar una huella que destaque entre el orden natural de las cosas. Y digo “orden natural” para referirme a aquel orden que no tiene nada que ver con nuestra particular manera de ordenar las cosas que suele ser totalmente antinatural incluso en su mismo desorden.

Quizás se deba a que éramos demasiado jóvenes cuando nos enseñaron que “en cualquier sistema, todo tiende a la máxima entropía”, es decir, a aquel [des]orden natural que nos obsesiona y que compulsivamente intentamos remediar, ya que, en la práctica, es algo poco común que se tenga en cuenta esta enseñanza pudiéndose incluso vivir toda una vida sin llegar a ser conscientes de ella.

En nuestra soberbia no alcanzamos en su momento a aprovechar la utilidad de aquellos magníficos ejemplos que ilustraban este principio tan básico [el de la entropía], como aquél que decía que si agitamos un saco lleno de bolas blancas y bolas negras jamás quedaran las blancas a un lado y las negras al otro, o que si lanzamos un vaso de cristal al suelo lo más normal es que se rompa en mil pedazos que saldrán disparados hacia todas partes, mientras que lanzando trozos de cristal al suelo, podríamos fosilizarnos esperando a que se construya un vaso.

Sea como fuere no cuajó el concepto de “equilibrio” que se hallaba detrás de estas enseñanzas y seguimos empeñados en desviar el curso natural de todas las cosas, canalizándolas en alambicadas tuberías cuanto más laberínticas mejor y, muchas veces, sin responder a otra necesidad que la de manipular por transformar y así dejar constancia de que se ha hecho algo. Como si aquello que surge espontáneamente no mereciera nuestro respeto por ser tal y como es y, lo que es peor, sin llegar a considerar que es altamente probable que esté determinado por algo, que responda a una necesidad fundamental y que sea realmente útil.

En el campo de las organizaciones, la necesidad de control [suele llamársele también gestión] ha llevado a una tal manipulación de cualquier aspecto que realmente a veces se hace difícil que se entienda algo sin que antes no deba ser profusamente explicado. Sólo por eso debiera parecernos sospechoso.

Así pues, muchos cargos directivos despiertan, una vez nombrados, la necesidad de buscarles unas funciones e incluso un equipo que los justifique. La insistente y poco afortunada transformación de los seres humanos en “recursos” nos ha llevado al “ejemplo del vaso” pretendiendo que a partir de un conjunto de funciones, competencias, roles, estatus, sueldos y otras muchas cosas surja la persona en toda su capacidad y esplendor. Nuestros organigramas se guían más por criterios estéticos [proporción, simetría, etc.] que funcionales y solemos buscar en ellos el sentido de la Organización que es como pretender que en la mesa de disección se pueda entender toda la complejidad de una persona a partir del análisis de sus partes. Interpretamos el clima laboral en función de lo que preguntamos y no de lo que se respira. Elaboramos sistemas y mecanismos de interrelación [comunicación, colaboración, etc.] obviando las formas que las personas ya utilizan espontáneamente por ser, normalmente, eso, excesivamente naturales y espontáneas. Y podría haber un largo etcétera que nos indica, entre otros aspectos, que esta necesidad de renovación del management de la que tanto se habla últimamente requiere de más naturalidad en el hacer y de un profundo respeto y confianza por el [des]orden natural al que tienden, normalmente, las cosas.

De hecho, estoy por creer que un indicador de la madurez de una organización está en su capacidad para comportarse sin fingimiento mostrándose y desvelándose tal y como es en realidad…todo un reto tanto para sus directivos, equipos y personas como para los consultores que trabajamos con ellas.

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La foto corresponde a El increíble hombre menguante.


9 comentarios:

  1. Manel, es impresionante tu capacidad para la metáfora, últimamente te superas.
    A la naturalidad parece ocurrirle lo que a la “normalidad” o a la obsesión por la objetividad de los datos estandarizados, se nos ha oxidado la percepción.

    Lo de la necesidad de dejar constancia de que se ha hecho algo y la de buscar justificación a los nombramientos de cargos directivos me ha recordado una escena de The Wire que había capturado hace tiempo. Es muy, muy breve, con tu permiso la enlazo.

    Y me parece muy apropiada la introducción del concepto de utilidad en esta reflexión. Es bueno recordarlo. Ciertamente esa necesidad de explicaciones profusas resulta sospechosa. Me quedo con los ejemplos, sobre todo el de las tuberías laberínticas. Es tan gráfico que entra claustrofobia.

    Y ya tengo una perla más para mi decálogo de este año :)

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  2. El poder necesita convenciones artificiales para justificar la desigualdad.

    Lo peor es que lo hemos metabolizado culturalmente, como la toga del magistrado o la corbata del jefe.

    "Lo malo no es que los ratones estén en el laberinto, sino que el laberinto está en la mente de los ratones". (Deepak Malhotra en 'Yo me he llevado tu queso').

    Feliz año, a pesar de todo ;-).

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  3. Hace ya unas entradas nos escribías de la SECILLEZ y relacionándolo con documentos lo asociabas a directo, serio, amable....
    Lo complementamos con palabras como transparente, honesto y armónico (con equilibrio de las proporciones entre las distintas partes de un todo y su resultado connota belleza).

    Y hablabamos de la NATURALEZA como gran referente.

    Es cierto que muchos cargos directivos realizan construcciones que afectan gravemente al entorno que la naturaleza ha ido construyendo a lo largo del tiempo. La mayoría de estas construcciones dificultan, cuando no impiden el normal desarrollo de los ecosistemas. Se construye siguiendo pautas standarizadas, modas y normativas, utilizando herramientas comunes. Cuando la historia nos dice que la armonía y sostenibilidad de los entornos vienen dados por un tratamiento específico que es el que va formando la cultura de cada lugar...

    Saludos!!!

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  4. Sencillamente, excelente.

    Feliz año de luchas

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  5. @Isabel. Como bien sabes, el tránsito por la consultoría lleva en un principio a ejercer de apóstol de una terminología, métodos y técnicas dadas hasta cuestionarse el mismo sentido de estas herramientas o el problema a las que se aplica.

    Claro que siempre hay quien se resiste a creer que Matrix es una invención porque con sólo sospecharlo perdería el sentido que tiene su vida y también hay a quien no le está dado escoger entre las dos pastillas .

    Al final de lo que se trata es de tener la mente despejada para poder ver claro abriendo un camino a la luz entre tanto razonamiento, aspirar aire e intentar visualizar una distribución natural de los elementos. Al menos esta es la actitud que creo que se ha de tener en acciones de consultoría. Sinceramente creo que uno de los valores que hemos de aportar es el de facilitar el nada fácil camino de retorno a la “naturalidad”.

    Gracias por tu comentario y por el enlace…muy breve pero muy acertado :-)

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  6. @Iñaki Ortiz, Una de las esperanzas por las que he brindado en el comienzo de este año es para que “todo eso que nos está cayendo” sirva para afanarnos en construir un antídoto que contrarreste esta toxina que como bien dices, hemos metabolizado culturalmente. Yo creo que ya estamos en camino, no se logrará del todo pero algo se conseguirá. Ahí está lo fascinante de este momento.

    Te deseo también un feliz año, Iñaki!

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  7. @Paulino. Me atrae que te refieras a ecosistemas y me hace relacionarlo con la responsabilidad que ha de desarrollar la organización con el medio ambiente. Será que de alguna manera estas reflexiones sobre la sencillez o la naturalidad deben surgir de la misma fuente, como un valor que sea coherente con el modo de actuar en cualquier ámbito.

    Un abrazo, fuerte.

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  8. @Alfonso Vázquez. Muchísimas gracias, Alfonso. Te deseo también un buen año.

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  9. Luis Manteiga Pousa14 de mayo de 2021, 19:19

    En general, la naturalidad es buena en todos los ordenes de la vida.Porque si no es así te pasas la vida actuando, fingiendo, mostrando una cara o caras que ni siquiera existen.

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