martes, 25 de junio de 2013

Formación en liderazgo

Hace ya casi veinte años que imparto de manera regular formación en liderazgo, el mismo tiempo que hace que me dedico a la consultoría.

Los contextos donde lo he hecho han sido de lo más diversos: públicos, privados, tercer sector y universitarios, aunque donde me he prodigado más ha sido en el ámbito de la Administración Pública, entorno en el que suelo moverme de manera más habitual.

Estas acciones de formación han adquirido todos los formatos posibles, desde módulos estándar a cursos a medida orientados a equipos directivos concretos, desde el online hasta la presencialidad más absoluta pasando por las fórmulas mixtas, del taller práctico al monólogo coloquial de dimensión reducida. El público al que han estado dirigidas comprende todo tipo de profesional que a lo largo de la estructura pueda llegar a tener alguna responsabilidad sobre un equipo de personas, desde altos directivos a jefes de unidad, de gerentes a responsables de proyecto.

Hacer formación en temas relacionados con el liderazgo es una de aquellas cosas que me estimulan y me gustan, quizás porque me permite relacionar ideas, destilar y poner en valor el conocimiento adquirido en los proyectos de consultoría. Sea por lo que sea, me siento muy cómodo en este tipo de acciones y, con toda seguridad, éste es uno de los principales motivos de que haya pasado del recitado clásico de tópicos y teorías enunciadas por otros a un discurso absolutamente propio, amenizado con casuística y basado en lo aprendido en estas dos décadas de asesoramiento a directivos en el desarrollo de proyectos y en el logro de sus objetivos.

Desde hace unos tres años, el formato que utilizo es el de un taller de entre 10 y 15 horas de duración y en el que desarrollo una serie de ideas que considero clave a la hora de plantearse algo como la dirección de personas en un contexto organizativo, social y psicológico como el actual. Estas ideas son independientes entre sí y casi sin quererlo suelen cambiar en cada edición, ya sea porque voy añadiendo nuevas caras al poliedro del liderazgo o bien porque el contexto organizativo en el que trabajo exige que se iluminen determinadas facetas de una manera especial. Sea como sea, el taller se mantiene en un beta artesano que va madurando conmigo.

La posibilidad de estructurar, dar forma y cotejar esta acción de formación se la debo, como es natural en todo lo que hago, a aquellas personas con las que colaboro, en este caso a Paz Martínez, la confianza de la cual me ha brindado la exquisita oportunidad de tener un escenario en el que hilvanar muchas de las ideas que desarrollo en el marco de las sucesivas ediciones del Curso Superior de Dirección Pública Local y posteriormente en el Máster de Dirección Pública que se viene impartiendo en el Instituto Nacional de Administraciones Públicas [INAP]. A partir de aquí, las posteriores destilaciones a las que he sometido este taller en diferentes organismos y entidades [IVAP, EAPC, FECAM, ICPS, COSITAL, EUDEL, etc.] han servido para profundizar en esta reflexión compartida y ajustar cada vez más el relato que se desprende a los objetivos que persigo.

Soy de los que piensan que tener claros los objetivos es muy importante en este tipo de cosas. Seguro que hay a quien le parece obvio lo que acabo de decir, pero tengo motivos de sobra para creer que lo que debiera ser obvio no lo es en demasiados casos y que, por mucho que se diga, la falta de una reflexión atenta sobre los objetivos que se persiguen en este tipo de formaciones es uno de los principales motivos que explican el enfoque clásico y el escaso impacto que suelen tener en la vida profesional y personal de las personas a las que va dirigida.

En mi caso, aunque desarrolle una idea general y me dirija a grupos que suelen oscilar entre los 15 o 30 participantes, lo que pretendo no es tanto provocar el debate como una reflexión íntima en cada persona, ya que parto de la base de que aunque se erija un eje conceptual común en torno al cual gire todo aquello relacionado con el liderazgo, cada uno se halla a aquella distancia del concepto que determina su propia evolución personal y, en consecuencia, tiene su propio camino por recorrer.

Creo que esto es muy importante, aunque haya coincidencias de rol, de responsabilidad o de tipología de organización, las aproximaciones al concepto de liderazgo depende de los valores, experiencia y de la forma de pensar de la que parte cada cual y, por lo tanto, el tránsito que se ha de recorrer no depende tanto de lo sugerentes, científicos o cautivadores que sean los contenidos del curso como de las facilidades que se le den al participante para que pueda dar respuesta a una serie de interrogantes que son cruciales:

> El primero consiste en “geolocalizarse” respecto aquellos principios, valores, competencias y actuaciones que se consideran importantes en el ejercicio del liderazgo y que se desarrollan a lo largo del taller. Se trata de preguntarse nada más y nada menos quién se está siendo realmente en la organización, en el equipo y para con las personas.

> El segundo interrogante es muy importante ya que pretende resolver quién se pretende ser y si realmente hay una voluntad de cambio respecto al modelo ideal que se está trazando. La respuesta a esta pregunta bebe directamente de la fuente del compromiso que la persona tiene con la organización y, por lo tanto, de su propia ética personal, profesional y social, algo que sólo suele saber cada uno.

> En el caso de que la respuesta sea afirmativa y efectivamente exista una voluntad de crecimiento o cambio, el siguiente interrogante que se plantea es el del camino que se ha de recorrer, se trata de identificar qué hay que cambiar, qué se supone que se debe hacer.

> Y por último, la pregunta que debiera formularse cualquier persona que se plantea un cambio en serio, que no es otra que responder hasta qué punto es importante ese cambio como para invertir todos aquellos recursos que hagan falta para cambiar, para abandonar la zona de confort en la que se encuentra y gestionar la incertidumbre que genere el propio cambio, en definitiva qué se está realmente dispuesto a hacer.

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 Fotografía de Núria García Altés


jueves, 20 de junio de 2013

Dimisión

Daniel Pennac comenta en “Mal de Escuela” que “la velocidad de encarnación es lo que distingue a los buenos alumnos de los alumnos con problemas. Estos, como les reprochan sus profesores, están a menudo en otra parte.” A partir de aquí desarrolla una deliciosa reflexión sobre los tres tipos de presencia, la física, la intelectual y la emocional apuntando la idea de que, en una misma persona, no siempre se dan cita todas juntas, en el mismo momento y en el mismo lugar.

Es fácil trasladar lo que Pennac observa en el marco de la escuela al de cualquiera de nuestras organizaciones y advertir de que no siempre son todos aquellos que parecen estar y de que es posible encontrar a quien ha dimitido de su puesto de trabajo camuflando su ausencia intelectual y emocional bajo la apariencia de su presencia física.

Pero la dimisión no ha de corresponderse necesariamente con no trabajar o con mostrarse beligerante ante aspectos corporativos ya que hay quien ha dimitido y lleva a cabo los mínimos exigidos cumpliendo con el horario acordado y no pocas posiciones críticas e incómodas para la organización acostumbran a ser indicadores de la no dimisión y de la voluntad de la persona de subrayar su presencia y su compromiso.

No, la dimisión ocurre cuando se desconecta emocionalmente del devenir de la organización, del equipo o del propio puesto de trabajo abandonándose a la queja improductiva o a una suerte de resignación átona, de que las cosas son como son y poco se puede hacer para que sean de forma distinta y en la que no cabe más aportación de valor que la de estar ahí, dando fe de que el puesto de trabajo, a pesar de todo, sigue estando ocupado. La dimisión, como la deserción, ocurre cuando se pierde la esperanza.


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La fotografía la he encontrado aquí.


jueves, 13 de junio de 2013

Cambio

Escribiendo el título de este post me preguntaba el porqué de la sensación que la palabra cambio despierta siempre como si se tratase de algo coyuntural, que sucede muy de vez en cuando, tan sólo cuando se trata de pasar de una situación a otra y para lo cual hay que concienciarse y prepararse adecuadamente, como quien pretende mudarse de casa, algo que sucede a veces pero que no suele ser lo más habitual para la gran mayoría de los mortales.

Al hilo de esta reflexión, pensaba que hablar de cambio en un mundo en el que, por el hecho de girar permanentemente, la inmovilidad no existe, donde el rostro que se mira en el espejo cada mañana no es exactamente el mismo rostro que se miró el día anterior y que, por lo tanto, el aquí de ayer no es nunca el aquí de hoy, hablar de cambio, decía, debería ser como hablar de respirar, algo que ni se pretende, ni se pone en duda, sino que es tan básico que se supone inherente al estar vivo y que, en todo caso, hay que velar para que se pueda realizar de la manera más fluida, cómoda, eficaz y durante el máximo de tiempo que sea posible.

Me preguntaba si nadie que desarrolle alguna idea sobre el cambio desde el prisma de un mundo estático puede ser mínimamente creíble respecto a lo que pregona y me han venido a la cabeza los famosos seminarios de sensibilización al cambio y las cohortes de gurús y visionarios que [todavía] alertan del apocalipsis y advierten de que ya ha llegado el momento de recoger los bártulos, levantar el campamento y salir de la zona de confort, para empezar la particular travesía por el desierto que a cada cual se le abra por delante.

Quizás sea esa visión coyuntural del cambio, la de algo optativo a lo que es aconsejable acercarse culebreando, en zigzag, con el fin de tener alguna posibilidad de poder evitarlo, la causa por la que algunos pueden pensar que hablar sobre cambio sea atender a lo que habría que hacer para que ocurriese algo determinado cuando, realmente, se trata de reflexionar sobre qué se está haciendo mientras ya se está cambiando.

Y conste que con este “qué se está haciendo” no quiero dar a entender que necesariamente se deba hacer nada en concreto ya que, como todos hemos podido comprobar, a veces, lo que conviene es “dejar de hacer”. El tiempo nos está enseñando que dejarse mecer por la corriente puede llegar a ser una de las mejores maneras de no ofrecer resistencia al cambio, mientras que empecinarse en gobernar la nave suele llevar, las más de las veces, a capear la situación, lo que no deja de ser una forma distinta y heroica de referirse al hecho de navegar “contracorriente”.

En el último encuentro de la Red de Consultoría Artesana [REDCA] decidimos organizar una Jornada de Trabajo que estuviera orientada a compartir, con aquellas personas interesadas y que estén gestionando el cambio en sus organizaciones, la diversidad poliédrica de enfoques que, desde la consultoría, tenemos algunos de los que, en este momento, conformamos esta red profesional.

La Jornada se celebra en Bilbao, el día 5 de julio en el marco de la Universidad de Deusto y, aunque no vamos a reunirnos todos los que quisiéramos, sí que hay los suficientes como para garantizar un buen sarao. Allí van a estar: Alberto Barbero, José Miguel Bolívar, Juanjo Brizuela, Asier Gallastegi, Julen Iturbe-Ormaetxe, Antonio José Masiá, Nacho Muñoz, Amalio Rey, M. Jesús Salido y yo mismo.

La hemos titulado “¿Gestión del cambio? Una mirada artesana” no tanto, creo yo, para trasladar un punto de vista original o raro como para insistir en la importancia de gestionar el cambio imprimiendo, en cada caso, aquel sello personal que resulta de aprovechar al máximo las características y posibilidades que emanan de la propia organización, algo que quizás a muchos resulte obvio pero que no lo es tanto a juzgar por la cantidad de diseños prêt-à-porter con los que nos solemos encontrar en la práctica.

Ésta es la razón por la que hemos dividido la Jornada en dos partes. En la primera está prevista una pasarela con intervenciones muy cortas sobre diferentes aspectos relacionados con la gestión del cambio. El objetivo de esta primera parte no es tanto el de aportar información como el de estimular a reflexiones paralelas que nos llevaran a la segunda parte, sin lugar a dudas la más importante y enriquecedora, en la que tendremos oportunidad de compartir los ecos que las diferentes aportaciones hayan logrado hacer resonar entre aquellas personas que estéis ahí.

Aquí tenéis el web donde podéis ampliar la información sobre el evento e inscribiros en el caso de que os interese: