viernes, 2 de febrero de 2018

El poder de "contar un cuento"



La forma más efectiva de transmitir verbalmente una idea sin necesidad de que se deban tomar apuntes, leerlos y releerlos, muchas veces, hasta memorizarlos, es explicando un cuento.

El cuento ha sido, desde antiguo, unos de los principales recursos para transmitir experiencias y conocimientos o para inculcar valores, códigos de conducta y temores. Un ejemplo lo tenemos en las religiones; los textos religiosos acostumbran a ser recopilaciones de relatos, historias que explican las vicisitudes de tal o cual personaje, no están apoyadas en sesudos argumentarios, te explican un relato, por ejemplo el de Adán y Eva y retienes fácilmente la secuencia de acontecimientos: la creación del hombre, la costilla y la mujer, la felicidad inicial, el árbol, la prohibición, la manzana y la serpiente, la mordida compartida, el desnudo, la vergüenza, la hoja de parra, la expulsión, tinieblas y sufrimiento.

Una sucesión de imágenes que nos atrevemos a transmitir con total seguridad sin necesidad de tener que repasarlas para poder retenerlas ya que, gran parte de este efecto que producen los relatos se debe a que estimulan, en las personas, una recreación visual imaginaria de aquello que están escuchando o leyendo. Inevitablemente reproducen en su fantasía, los escenarios, situaciones, voces o el rostro de los personajes que aparecen en la narración. Tanto es así que, cuando, por ejemplo, un relato se lleva al cine, hay quien se niega a ver la película por el temor a que las imágenes que muestra la pantalla no se correspondan con las que imaginó en su momento.

Esta es una de las claves del extraordinario efecto que ejercen los relatos sobre los seres humanos, el de abducirlos y transportarlos imaginariamente a los escenarios en los que se reproduce la historia y es justamente ahí, en este poder vivencial, de donde emana su extraordinario efecto pedagógico.


Porque los ojos abiertos, con las pupilas dilatadas, en la impasibilidad rayana con la parálisis con la que representamos a una criatura escuchando un cuento, se dirigen hacia dentro, hacia la secuencia de imágenes que su mente está recreando, al universo en el que le ha sumergido la narración. Los cuentos invitan a acompañar muy de cerca a los protagonistas en sus peripecias, a ver el mundo desde sus ojos, a empatizar con ellos. Sin lugar a duda, en un momento de nuestras vidas, todos fuimos Caperucita y nos internamos en aquel bosque.

Poder seguir al personaje hasta el punto de vivir lo que le está ocurriendo y confundirse imaginariamente con él, permite experimentar en carne propia, no tan sólo el efecto de sus decisiones, sino el proceso y los criterios que ha seguido para tomarlas, de ahí que uno de los momentos más poderosos, siguiendo con el ejemplo de Caperucita, sea cuando se detiene a hablar con el Lobo, algo que en nuestra mentalidad infantil, no podíamos entender de la protagonista [¡pararse a hablar con el Lobo”!] pero que, inconscientemente, impactaba con un mensaje de gran valor pedagógico, la conveniencia de no imitar y huir del carácter veleidoso e inconsciente que ya intuíamos en aquella niña que se distraía, alegremente, con flores y pájaros, ajena a los consejos de su madre e indiferente a la terrible amenaza que acechaba en el bosque. Esta era la gran lección.

La efectividad del cuento se halla en su poder para sumergir en la situación a quien se halla bajo su influjo, esto es lo que hace posible que se perciba más de lo que está escrito, que se empatice con las sensaciones y emociones de los personajes, que se viva, comprenda y asimile la situación como si fuera propia.

Los recursos pedagógicos del cuento se encuentran en la propia narración, en ningún momento el adulto aclaraba el porqué de tal o cual reacción. No era necesario dar explicaciones sobre los efectos espeluznantes de encontrarse con el Lobo en el bosque. Al final de la historia, tampoco se hacían preguntas sobre los puntos fuertes o débiles del carácter de Caperucita ni sobre los aspectos que refrendaban las principales conclusiones que se desprendían del relato, no hacía ninguna falta. Tan sólo era necesario deshilar el relato cuidando de que los matices en el timbre y el volumen de la voz junto, con un adecuado uso de los silencios, crearan el espacio suficiente para que la imaginación hiciera el resto y los principios activos del relato actuaran en nuestra mente inoculando los ruidos, colores, sonidos, sensaciones, criterios, valores, gozos y recelos agazapados en cada pliegue de la narración.

Ahí está la fuerza del cuento y la razón de que, al margen de edades, niveles culturales y condición social, una historia, bien contada, siga siendo, de largo, el canal más poderoso para transmitir experiencia, valores y miedos entre los humanos.

Leer es bueno para cualquier persona y sería fantástico que, además de conveniente, fuera igual de interesante y habitual, pero, para aquellos profesionales cuya actividad depende o está basada en comprender las circunstancias o el punto de vista de otras personas, la lectura debiera ser un hábito, algo totalmente integrado en su día a día, uno de los canales más importantes para su desarrollo profesional.


Y el tipo de lectura al que me refiero no es la de los textos técnicos, de pensamiento, ensayo o de actualización profesional, no, sino la narrativa, la novela, sin importar que ésta esté basada en hechos reales o de ficción, ni que la temática o el argumento sea de fantasía, policíaco, psicológico o de aventuras. Tan solo que sea un relato, el desarrollo de una historia basada en las evoluciones de unos determinados personajes inmersos en sus propias vidas, que estimulen en nuestra imaginación su visión del mundo, las circunstancias que influyen en sus decisiones, que muevan a empatizar con sus emociones y sentimientos que, en suma, permitan integrar a nuestra propia experiencia, su vivencia.

Esta es, sin duda alguna, una de las maneras más efectivas de aumentar nuestra experiencia, conocer nuevos mundos, situaciones y personajes y, en consecuencia, de ampliar nuestra visión comprensiva de todo lo que nos rodea.

Del mismo modo, aquellas personas interesadas en transferir los aspectos más sutiles y basales de su experiencia o en compartir su punto de vista, opinión o conocimiento sobre algún tema, debieran hacer uso del poder de un cuento para lograr su objetivo, despertar el interés de su auditorio, capturar su atención y sumergirlo en la situación, dar volumen y hacer más vívidos los contenidos para facilitar su comprensión y aprendizaje.

Nuestras organizaciones debieran de llenarse de los relatos y de las historias de su gente, que sus experiencias fueran contadas, conocidas por todos e integradas en el acervo de aquel conocimiento corporativo con el que las personas tejen el vínculo atemporal que existe entre ellas y obtienen las orientaciones y criterios tan útiles en sus decisiones.

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  • Desconozco quien es la autora o autor de la imagen que encabeza el artículo, pero me gusta especialmente el giro inesperado que puede cobrar la historia.
  • La segunda imagen es un detalle de Story of Golden Locks de Seymour Joseph Guy [1870].
  • La última imagen es la reproducción de un óleo de Carl Larsson que lleva por título: “Caperucita Roja y el lobo en el bosque” [1881].



7 comentarios:

  1. En la universidad creo que todos somos conscientes de que hay desplazamiento de la cultura de transmisión escrita a la visual. Aunque, por ejemplo, en LEINN, el grado en emprendizaje e innovación, los alumnos tienen que leer una buena colección de libros, la sensación es que la batalla, de alguna forma, está perdida. El texto deja de cautivar a los pies del impacto mediático de lo visual. La imagen, ahora más que nunca, parece que vale más que mil palabras.
    No tengo claro de qué forma hacer compatibles las dos competencias. Parece que el cuento ha sucumbido a manos del videojuego. La pantalla es la nueva representación que todo lo engulle. Algo está pasando, algo profundo y hasta cierto punto inquietante. La cultura del cuento, del relato, de la oralidad se pierde a lomos del supuesto progreso. Esto tan profundo que explicas en tu post se diluye. Melancolía.

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    1. Pensé en ello mientras escribía el post, Julen y he de reconocer que el sentimiento que primero me asalta hace que me recuerde a mi padre cuando asistía consternado a mi abandono de la "tabla de logaritmos”, la de papel [te acuerdas?], por la calculadora. Aquella mirada triste como de quien intuye que se ha tomado el camino incorrecto, el del poco esfuerzo y de que esto corromperá de alguna manera el carácter de la gente joven y ensombrecerá el futuro.

      Me gusta cuando dices “supuesto progreso” porque también tengo mis dudas de su absoluta bondad. Estoy llegando a la conclusión, quizás obvia, de que avanzar también conlleva alejarse de algo y de que sí, de que hay cosas con las que quizás vale la pena establecer distancias, pero que, además, poco a poco, también nos alejamos de aspectos esenciales que inciden de manera directa en nuestra manera de percibir el entorno, de ver al “otro”, de estar presentes, que afectan a nuestras expectativas sobre lo que es vivir e impactan, de manera inexorable en nuestra felicidad.

      Pero quiero esforzarme en salir de este corsé nostálgico y creo que, en el caso del cuento, tal y como lo trato en este artículo, lo realmente importante no es el acto de la “lectura”, sino la oportunidad que nos brinda de sumergirnos en la esencia de otra personalidad. Tanto si leo, como si me lo cuentan [recordemos que han existido y existen culturas de las que no se conoce escritura, que la transmisión de conocimiento es oral y que tienen un importante mundo imaginativo y fantástico al que transportarse], lo importante es visualizar a alguien con quien poder empatizar y vivir, virtualmente, este fragmento de su vida. Reímos, lloramos, nos excitamos, sufrimos y nos enfadamos con los personajes de nuestras historias, tal cual suponemos que les pasa a ellos.

      Yo creo que el guiñol, el teatro, el cine o la explosión de series que nos inundan, favorecen también y buscan esta abducción del público por sus personajes para transportarlos a los mundos que están representando. La magnitud de las emociones que despiertan suele ser la clave del éxito o del fracaso de estos géneros.

      No entro en la pérdida que para la relación interpersonal supone la sustitución de la oralidad por el visionado, creo que se trata también de un tema complejo, con muchos pliegues, y ya me estoy extendiendo demasiado.

      Seguramente, nuestros comunes amigos, Isabel y Iago, podrían ampliar y enriquecer esta reflexión. Gran parte de sus proyectos se basan en ese poder de establecer vínculos y de transferir conocimiento esencial que posee el relato visual.

      Un abrazo,

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    2. En este sentido que comentas de la fusión entre persona real y mundo de ficción, hay un libro que me encantó y siempre recomiendo: Storytelling, de Christian Salmon. Un día de estos tengo que retomar algunas ideas de este hombre. Ale, buen fin de semana :-)

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    3. Gracias Manel por invocarnos, nos está haciendo falta que nos pinchen un poco para que salgamos de, aprovechando la expresión de Julen, nuestra cueva del hacer. Y gracias Julen por recordarme ese libro, tiene bastante que ver con la línea en la que andamos indagando y prototipando (de ahí nuestra particular cueva-cocina-laboratorio).

      Hay una frase de Ludwig Wittgenstein que me encanta: “La realidad es el fruto del lenguaje que utilizamos para describirla”. Pero si ese lenguaje es unilateral y está sólo en mano de los grandes poderes, como destaca Julen, la manipulación es imparable. Y lo cierto es que contra eso lo poco que se puede hacer es seguir caminando por los márgenes y las fronteras, que por cierto cada vez están más pobladas.

      Yo he tenido la suerte de trabajar con Iago, al que he adoptado como maestro, y me he dejado contagiar por su particular forma de usar la narración visual. Por eso lo que hacemos surge del debate (a veces intenso) entre nuestros diferentes enfoques, pero también de la diferencia de edad. Pero nuestros objetivos se basan en la certeza de que la objetividad no existe y de que el marco social de la memoria es un aliciente para la investigación y el aprendizaje. Porque la memoria colectiva es un conjunto de relatos intemporales que desarrolla el recuerdo de lo que todavía existe en la conciencia del grupo que la mantiene. En nuestro caso, buscamos el relato a través de la polifonía de voces en la que la imagen aporta un (importante) registro más. Pero esto mejor que lo explique Iago.

      Si disponéis de veinte minutos, nada mejor que una de nuestras composiciones como muestra (cuya publicación está pendiente en nuestros blogs, aquello de “en casa del herrero…”). Besos para los dos :-)

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    4. Qué acertada esta metáfora del caminar por los márgenes. Muy buena descripción de la sensación que provoca el momento actual, aunque, bien pensado, siempre haya sido así.

      Son varios los autores que definen la realidad como aquello que destilan las palabras, exista o no antes de ser pronunciada. O Wilde creo que decía: “hablemos de los que nos existe para que cobre realidad y no de lo que ya existe”.

      Me considero un fan de vuestro trabajo y lo considero uno de los formatos más potentes de generación y distribución de conocimiento, por lo natural y humano de su conceptualización. Un muy buen ejemplo de la potencia de la narración cuando es visible y vehiculizada con voz humana.

      Gracias a ti, Isabel :)

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  2. Decía Chesterton algo así como que los cuentos de hadas son reales no porque nos digan que los dragones existen sino porque nos dicen que podemos vencerlos.

    Necesitamos historias para aprender a vivir. Relatos que ante los denostados cuentos tachados como culpables de las discriminaciones de género, nos transmitan modelos justos y equitativos, pero fundamentalmente, verdades que puedan trascender en el tiempo y con las que nos podemos identificar. ¿No hay hombres que también han deseado ser valorados como cisne invisibilizado por las engañosas apariencias? ¿No hay hombres a los que les gustaría poner en evidencia a alguna hermanastra (jefe / vecino / compañero de trabajo...) envidiosa?

    Me ha sorprendido y alegrado el enfoque que haces del cuento en este post. Da mucho para pensar y hablar. Gracias, Manel . Un abrazo

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    1. Muy acertado el reenfoque de género que añades a la reflexión Elena. Al final, lo que cuenta no son los personajes, sino los principios activos que mueven a las personas y esto es transversal a cualquier hombre y a cualquier mujer en cualquier situación en la que se hallen. Sí que es cierto que, los cuentos de hadas siguen contribuyendo a crear y a confinar los roles de género en unos marcos que ayudan poco a avanzar en la igualdad de oportunidades y derechos para todas las personas. Pero como tan gráficamente demuestras en tu comentario, el propósito de este post es recordar la potencia del cuento como herramienta de transmisión de conocimiento y de valores.

      Muchas gracias Elena, a ver si tenemos oportunidad de continuar conversando. Un abrazo.

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