“De pequeño me gustaba explicarle a mi hermano las conclusiones a las que iba llegando sobre aquello que pensaba. De hecho esta es una práctica a la que me sigo abandonando a lo largo de los años. Mi paciente hermano a estas charlas les llamaba [y sigue llamando] “fórums”. Cuando le comenté que me habían invitado al TEDx Plaça del Fòrum, me dijo que parecía como si, de alguna manera, toda mi vida me hubiera estado preparando para aquella ocasión. Así que no puedo más que agradecer a los organizadores el haber hecho posible un evento tan especial en el recorrido que conforma mi existencia”.
Con esta anécdota di comienzo a mi aportación en el primer TEDx de la ciudad de Tarragona, el cual, bajo el lema “consecuencia positiva” reunía un conjunto de experiencias basadas en la transformación a partir de una lectura diferente de la realidad. Un tema en el que brillaron con luz propia el conjunto de speakers con el que tuve el lujo de compartir escenario.
Yo, por mi parte, hablé sobre la importancia de la conversación como transformadora de la manera con la que percibimos el mundo e interactuamos con él. Mi intención fue huir del consabido “aprender del otro” y centrarme en la conversación como una oportunidad de aprender de uno mismo, como un escaparate, el escenario ideal en el que uno expone su propio pensamiento a la vista de sí mismo y donde tiene la oportunidad de escucharse decir aquello que, sin saberlo, ya sabía.
La conversación como principio y fin en sí misma, sin más utilidad que la de ser una herramienta de conocimiento de uno mismo, una extensión exocraneal de nuestro cerebro donde el otro es el motivo imprescindible que mueve a decodificar las propias ideas y determina el registro con el que construimos nuestra reflexión a partir de la hipótesis que elaboramos sobre su forma de escucharnos. La conversación como una herramienta de autotransformación en la que la presencia del otro, real o imaginada, es absolutamente necesaria.
Quería trasladar lo que ya he comentado otras veces en este blog y de cómo no está en los objetivos, ni en la temática ni en el presupuesto lo que singulariza un proyecto. Lo mejor de un proyecto, aquello que te hace aprender realmente, es la conversación que se genera en torno a él. De ahí que mi crecimiento profesional se lo deba fundamentalmente a aquellas personas con las que he conectado mediante conversaciones a lo largo de la colaboración que hemos mantenido.
Esta era la idea que más o menos desplegué en un formato de acción que no tiene nada que ver con el de las clases o conferencias a las que estoy más que acostumbrado. Cuando se trata de formación o de una conferencia se cuenta, a priori, con el interés de los asistentes por la materia que se va a desarrollar. El tema determina el interés y uno se empeña -como experto- en presentarlo de manera didáctica y amena, aportando valor a unas personas que participan de un mismo objetivo: aprender o profundizar en un determinado ámbito.
En cambio, un TED es algo totalmente distinto, aquí lo que cuenta es que la idea que se transmita sea original y potente, con un contenido humano tal capaz de remover, en poco tiempo, la heterogeneidad de experiencias allí reunidas e inspirar a una diversidad de personas que asisten expectantes a la oferta de un carrusel de ponentes igualmente diverso y heterogéneo. Ahí es donde radica la verdadera dificultad y el reto que para mí ha supuesto este evento y que me ha vuelto a confrontar conmigo mismo y con la solidez y el valor que pueden tener para otros aquellos aprendizajes que constituyen los hitos de mi propia evolución, personal y profesional.
De la experiencia y de su preparación, del porqué del tema, de cómo decidí prescindir de cualquier presentación que apoyase mi discurso, de mis sensaciones antes, durante y después de salir en escena, de cómo necesito del contacto visual con quien me escucha para poder conjurar las ideas e hilar mi propio discurso [algo difícil cuando los focos ocultan al auditorio], de todas y cada una de las personas que hablaron; de todo esto aprendí muchísimo y si alguna vez he pensado que ya estaba de vuelta he podido constatar cómo, en mi vida, todo es un largo y estimulante inicio.
Pero lo mejor ha sido vibrar y gozar de la ilusión y profesionalidad de un equipo que, pese a la tensión de un evento de este tipo, ha sabido transmitir vívidamente confianza, proximidad y calidez y cuya actuación a lo largo de todo este tiempo ha sido, sin lugar a dudas, la mejor de las ponencias.