sábado, 24 de diciembre de 2011

Antiguas sensaciones…

Como si fuera trazando un gran círculo, mientras maduro van retornando viejas y conocidas sensaciones que atenúan y cubren con un manto de olvido todos aquellos argumentos que a lo largo de los años he esgrimido contra estas fiestas.

Y no es que sea ajeno al dolor crónico que lo tiñe todo o al afán que acecha en cualquier actividad humana, no. Sólo que he decidido dejar este obsesivo empeño en regurgitar, en estas fechas, todos aquellos motivos que tengo a mano para exorcizarlas y que tan sólo me remiten al vacío gris de mi propio discurso y, lo que es peor, a estrangular recuerdos y sensaciones que aun siendo escasos siguen emitiendo emanaciones cálidas y brillantes con el aroma dulce de mi niñez.

Y por muchos motivos o momentos reales o imaginados en los que quiera bañarme del hastío de todo aquello que no me gusta, no puedo olvidar la luminosa sensación de frescura y olor a bosque que desprendían las ramas de aquel abeto al entrar empujado por un padre todavía joven, en el pequeño comedor de mi casa. Ni de la cálida sensación de aquellas películas de la tarde en las que aparecían renos y paisajes nevados en países de nórdico ensueño y con las que me evadía de mi realidad más cercana por amarga que ésta fuera.

Todo esto que flota en este ambiente más cordial de lo que suele ser habitual o en estas felicitaciones y deseos con las que nos obsequiamos, siempre se me ha antojado nítido en la expresión de mis hijos los cuales me han devuelto, sin saberlo, a la sensación mágica de mi niñez. Y es que la Navidad es sólo eso, la mirada de l@s niñ@s...

Feliz Navidad a tod@s!


viernes, 16 de diciembre de 2011

Creatividad y creativ@s

No hace mucho comentaba, en relación a la creatividad, que “la diferencia entre ser creativo o no está en hacerle caso a las propias ideas”, lo cual dirige la atención al hecho de que la creatividad no es tanto una cuestión de tener buenas ideas como de considerar que cualquier idea, por disparatada que parezca, puede ser buena.

Esto que escrito así, de izquierda a derecha, parece a simple vista sencillo, es, por el contrario, harto complicado, ya que por tod@s es sabido que lo que se nos ha enseñado a lo largo de todo nuestro aprendizaje es, mayormente, a considerar como válidas aquellas ideas que partan de una experiencia ya contrastada o que sean expresadas por alguien con una cierta relevancia social, que tenga un conocimiento reconocido sobre el tema del que se trate o, en el caso de las ideas geniales, que incluya en su repertorio personal un cierto grado de excentricidad.

Respecto a este último punto, el de la excentricidad, suele haber la idea generalizada de que la creatividad es directamente proporcional a la cantidad de una serie de atributos, muy concretos, que se den cita en una misma personalidad. Así pues se suelen asociar a la persona creativa rasgos, hasta cierto punto, antisociales, imagen heredada de la rebeldía que han exhibido algunos iconos del arte. También se asocia la creatividad con el despiste, el desorden y la locura, por aquello de prestar poca atención e ignorar el orden establecido y poder remontar la fuerte corriente del “pensar y proceder como Dios manda” .

Las cosas se han llevado tan lejos que incluso se ha llegado a suponer una actividad cerebral determinada, atribuyéndoseles a aquellas personas consideradas como creativas un dominio incuestionable del hemisferio derecho, mientras que el poder del izquierdo va extendiéndose y abarcando la base de una pirámide en la que creen encontrarse la gran mayoría de las personas. Algo que, sin lugar a dudas, responde más a una necesidad tayloriana de comprender nuestro cerebro que a lo que realmente están apuntando los avances en neurociencia cuando nos hablan de que las funciones cognitivas superiores parecen ser más el resultado de una actuación holística que no localizada.


En otro orden de cosas, en los entornos en los que me muevo y trabajo he comprobado que considerarse creativo y aportar buenas ideas [útiles, posibles, sencillas y originales] no siempre está relacionado. Pudiéndose dar el paradójico caso, por otro lado tan común en este momento donde el marketing personal está en auge, de personas que se autodenominan o son consideradas creativas, como si de una característica cromosómica inherente al propio código genético se tratara, del mismo orden que lo es el ser rubio o tener los ojos verdes. O personas de las que hay evidencias de haber aportado alguna idea distinta y válida pero que, en cambio, no son rescatadas del carácter uniforme y átono del conjunto de la población.

Sin entrar en temas de personalidad, pseudocientíficos ni esotéricos, desde mi punto de vista, la persona “creativ@” ha de reunir dos elementos imprescindibles e inseparables: Por un lado la capacidad de lanzar ideas [propias o no] y hacerlas rebotar como si se tratara de aquellas pelotitas de goma que salían disparadas hacia todas direcciones, creando trayectorias imprevisibles [¿te acuerdas?] y por otro lado una estructura mental capaz de configurar cuatro paredes y un techo en las que esta pelotita vaya rebotando in aeternum, sin el peligro de que se pierda por falta de contención. En la metáfora, las paredes representarían un marco metodológico sólido. Para terminar, esta cajita ha de tener la capacidad de ensancharse y aumentar la distancia entre sus paredes para poder ofrecerle a la pelotita más posibilidades en cuanto a la longitud de sus trayectorias. Esto sería el equivalente a tener “amplitud de miras”.

Este enfoque me permite distinguir cuatro maneras de abordar el proceso creativo que identifica a distintos tipos de individuo: 

1.- Tener ideas [pelota rebotando] más cuatro paredes en continua expansión: Persona creativa capaz de generar una diversidad de ideas y de desarrollarlas funcionalmente considerando un contexto determinado.

2.- Tener ideas pero sin un marco metodológico claro que las contenga, seleccione, analice, priorice y conecte con un objetivo [falta de paredes]: Dispersión mental, diarrea de ideas, desconexión con la realidad, falta de orientación al tema.

3.- Tener un marco metodológico claro [hay paredes] pero sin ideas [la pelota, en caso de haberla, se deposita en el suelo y se deja ahí, quieta]: Persona aquejada de hiperpragmatismo, rigidez mental, inflexibilidad y sumisión al método.

4.- Tener ideas rebotando pero en una cajita tan pequeña que ahoga rápidamente su movimiento: Inseguridad, desconocimiento, especialización, cortedad de miras, enfoque estrábico por aquello de hacer coincidir cualquier punto de vista con la punta de la propia nariz.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Aviso a navegantes

Más allá del apostolado que, con más o menos resultados, se ha llevado a cabo sobre el sentido, uso y beneficios que la filosofía y tecnología asociada a la web social puede tener para las organizaciones, desde nuestro trabajo cotidiano en consultoría podemos incidir de manera muy potente en activar el desarrollo de determinadas competencias incluyendo, de manera habitual, esta filosofía y esta tecnología en nuestros proyectos, tanto si son de asesoramiento como si son de formación e independientemente de la temática de la que traten.

> Así pues, la wiki ha de trascender su espacio on-line para entrar presencialmente en el aula, siendo el fondo que esté continuamente proyectado y a través del cual ofrezcamos a los participantes aquel material [diapositivas, vídeos, artículos, mapas mentales, etc.] que utilicemos como apoyo a la formación. De esta manera, los asistentes a nuestras acciones no tan sólo tienen la opción de experimentar en los espacios no presenciales sino que, como efecto colateral a la formación presencial, se hallan continuamente ante la página y pueden observar sus contenidos y al formador utilizarla. Es una buena manera de hacer que la herramienta y su mecánica sea accesible, familiar y deseable. Si, además, se constituye como el único canal al cual acceder a la documentación se hace además necesario.

Un directivo utilizó, para comunicar, compartir e integrar a su equipo en el proceso de planificación, una wiki inspirada en otra que utilicé para un curso de liderazgo al que él asistió.

> Al margen de los típicos y tópicos trabajos en grupo que suelen realizarse dentro del aula, hemos de diseñar actividades on-line que lleven a los participantes a compartir y colaborar para construir conjuntamente. Para ello tan sólo hemos de utilizar alguna de las herramientas de trabajo colaborativo que hay en la red o utilizar la misma wiki por aquello de facilitar la accesibilidad optimizando los recursos empleados.

Desde hace aproximadamente cuatro años, he elaborado, con los participantes de las distintas ediciones de un módulo de formación sobre competencias directivas, sendos diccionarios de competencias en los que cada participante sólo ha tenido que formular un comportamiento para cada una de las competencias seleccionadas. Esta actividad se lleva a cabo en la misma wiki que utilizo para la formación. Saltan a la vista los beneficios entre el esfuerzo que se requiere y el resultado que se puede obtener.

> Hemos de incorporar a la documentación una buena selección de blogs y de posts que ofrezcan una perspectiva actualizada, una conversación viva en torno al tema a tratar y que sean, además, un autentico portal a la utilización profesional de la blogosfera.

Normalmente añado a la wiki una página de documentación donde relaciono posts, tanto míos como de otros autores que creo que pueden ser de interés, y un colega vincula a sus wikis las etiquetas correspondientes de su delicious con lo que las mantiene constantemente actualizadas.

> En la conducción de reuniones es muy útil trabajar directamente sobre un mapa mental proyectado en una pantalla e ir añadiendo, ordenando, clasificando o vinculando las diferentes aportaciones ante y con los participantes. Al finalizar la reunión podemos subir el mapa a la wiki del proyecto para que l@s participantes puedan disponer de los resultados casi al instante.

En reuniones de todo tipo suelo trabajar con el Xmind como pizarra, proyectando el escritorio en una pantalla para que los participantes puedan ver toda la información que se está abocando en el mismo momento en que se está produciendo. Poder ver de manera inmediata las diferentes aportaciones en un mapa de ideas tiene efectos extraordinarios en la reunión. A partir de experiencias como estas, muchas personas con las que colaboro utilizan el Xmind de manera habitual en su trabajo.

La fórmula está en predicar con el ejemplo y ser metódic@ y disciplinad@ en el uso de estas herramientas y, sobre todo, controlar la vanidad y huir de lenguajes no compartidos y de cualquier herramienta o formato web que, por su dificultad, no esté al alcance de cualquiera de las personas con las que trabajamos.

Sencillamente no se trata de otra cosa que de demostrar, mediante nuestra propia forma de conducirnos, que se trata de una cultura y de una tecnología que permite optimizar y amplificar el enfoque de la intervención. Es muy importante estar concienciado y alerta de que lo que aportamos a través de nuestra colaboración no se halla tan sólo en el qué hacemos sino también en el cómo lo llevamos a cabo. Aquí hay una gran oportunidad de añadir valor que no se debe desaprovechar.


miércoles, 7 de diciembre de 2011

[Co-dudar]

No hace mucho escribí un post donde se planteaba la duda como un proceso doloroso. Ahora que vuelvo sobre el tema no lo desmiento y me doy perfecta cuenta de que es así y de que éste quizás sea uno más de los posibles motivos por el que “dudar” esté tan mal visto en este orden social tan orientado al placer, cueste lo que cueste, aunque el precio sea el de sumirnos en la oscuridad.

La duda siempre ha sido la gran Cenicienta y ha sufrido el maltrato de un sistema excesivamente obsesionado con saber siempre el porqué y estar siempre tan seguro de cualquier cosa. A la vez que, este mismo sistema, se viste y engalana enarbolando una capacidad de dudar que se ha de suponer ante tanto aprendizaje de los unos con los otros mediante el diálogo y la conversación, porque, no nos engañemos, para que pueda penetrar una idea ajena en nuestro propio discurso, hemos de macerar éste sumergiéndolo en una suave duda que le permita impregnarse de aquellas aportaciones que lo puedan enriquecer.

Pero aún así, aunque la duda se relacione con el conocimiento, el no dudar está íntimamente vinculado en nuestro inconsciente con la seguridad, con la fuerza y con el dominio de la situación lo cual, en conjunto, lo hace terriblemente más sexy... alimentando, por poco que se piense, la oscura sospecha de que los viejos fantasmas de nuestros albores primates no se encuentran tan lejos en el tiempo como queremos creer.

No obstante, dudar suele ser un índice de inteligencia, de un proceso cognitivo que se sospecha entre el estímulo y la respuesta, una señal inequívoca de que hay vida ahí adentro, de que hay alguien escarbando entre los archivos de nuestros estantes internos buscando el rastro de una prueba, de una alternativa mejor.

Dudar es elevar a la categoría de dilema una determinada situación, algo más profundo e inteligente que al problema al que algunos lo intentan reducir todo. No hay posibilidad de errar en el dilema ya que no hay respuestas acertadas, con lo que, en consecuencia, no hay cabida para el héroe… debe ser ahí donde radica el núcleo del tema y la tensión incómoda que produce la duda [persisten de manera insistente los efluvios ancestrales…]

Injustamente, a menudo se relaciona la duda con la indecisión y, a pesar de que frecuentemente se toman muchísimas decisiones con no pocas dudas, se suele asociar a esta con la parálisis, evocando atávicos recuerdos relacionados con la supervivencia o con la pérdida de oportunidades. Olvidamos que la extrema seguridad delata, las más de las veces, una profunda ignorancia y que suele estar muy relacionada con la inflexibilidad, con el fanatismo y con lo que es más gracioso, con su antagonista, es decir, con el miedo y la paranoia. Será por eso, por garantizar de manera imparcial e implacable la toma de una decisión, que la justicia lleva los ojos tapados… mejor no saber, si quieres estar tranquilo…

Dudar es una cualidad propia de este beta permanente que ha de caracterizar cualquier idea, cualquier producto, cualquier conclusión a la que se llegue, aunque sólo sea por considerar que algo puede haber cambiado lo suficiente como para que cualquier acierto haya podido dejar de serlo.

Estando como estamos en plena época del “co” [cocrear, corresponsabilizar, compartir, conversar, etc.] es un fantástico momento para dejar de darnos lecciones, aparcar “incómodas” y dudosas seguridades y reivindicar la oportunidad de co-dudar, aprendiendo realmente de nosotros mismos a partir de lo que sugieran aquellos interrogantes que desarrollemos juntos.

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viernes, 2 de diciembre de 2011

Transformación

Lo que hace de la situación actual un momento especial y único es el hecho de que nos dirigimos a escenarios en los que sospechamos un ecosistema totalmente distinto del que ya estamos habituados y que este lugar del que partimos está siendo sacudido por fuertes seísmos y haciéndose pedazos por momentos. Todo apunta a que no hay vuelta atrás posible, ya que pocas cosas se mantendrán igual, desde los recursos de los que disponemos, los cuales indican una tendencia alarmante a ser cada vez más escasos, hasta la manera que tenemos de hacer las cosas, pasando, claro está, por el nuevo papel que están adquiriendo las personas desde el momento que disponen de medios para interaccionar y colaborar de manera fluida en escenarios donde la identidad, la distancia o el tiempo ya no son una limitación.

Esto que sucede a nivel global en países y ciudades se reproduce, detalle a detalle, en las organizaciones a las que ya hace años que se les plantea la necesidad de ir ajustando sus modelos de gestión a las nuevas premisas que van surgiendo y, en definitiva, activar paulatinamente un cambio que cada vez y de manera más rápida abarca más elementos.

Algunos aspectos que hasta hace relativamente poco eran tan sólo una opción propia de empresas más o menos arriesgadas, innovadoras o avanzadas, hoy han pasado a ser un indicador claro de supervivencia, de tal manera que permite discriminar aquellas organizaciones donde se vislumbra alguna posibilidad en el futuro de aquellas que están perdiendo velocidad debido a la viscosidad pegajosa de las inercias, prejuicios y miedos a las que se han quedado adheridas y de las que, en el peor de los casos, no quieren desprenderse.

Entre estos indicadores de salud se halla, como ya se ha comentado tantas veces en este blog, el concepto que, de las personas, es capaz de desarrollar la organización. Un concepto que está íntimamente relacionado con el del liderazgo, ya que las personas son las que, en definitiva, le dotan de sentido y, dependiendo del tipo de liderazgo que se lleve a cabo, se infiere, con bastante exactitud, no tanto la idea que la organización dice como la que tiene sobre las personas: las potencialidades que les supone y las expectativas que deposita en ellas.

Tanto en el nuevo escenario como en el tránsito necesario para llegar a él, las personas tienen un papel que va mucho más allá del de ser los simples “recursos humanos” a los que las han conferido las políticas grises y alfanuméricas del siglo pasado, para pasar a ser también depositarias de conocimientos y portadoras de actitudes imprescindibles para la adaptación de la organización a un entorno que plantea nuevas exigencias, de manera cada vez más rápida y donde los recursos [económicos y materiales] de los que se dispone son cada vez más escasos.

Este aspecto choca visiblemente con ciertos rasgos de cultura corporativa que, de una manera más o menos generalizada, siguen perviviendo en no pocas organizaciones. Uno de estos rasgos es la necesidad sospechosamente enfermiza y a menudo paralizante de mantener y sacarle brillo a los indicadores de estatus en el seno de la organización, indicadores que, la mayor parte de las veces, no aportan ningún valor añadido al aumento de la eficacia y de la eficiencia del equipo que justifica la inclusión de un nivel de responsabilidad en la estructura.

Así pues, ciertas prebendas relacionadas, por ejemplo, con la gestión de la información se consideran sumamente importantes para el mantenimiento del estatus y, al margen de que realmente sea útil, muchos directivos y cargos intermedios consideran que hay cosas que las han de saber “sólo ellos” o “antes que nadie”, so pena de caer en el supuesto caos al que lleva que la “sangre de los príncipes se mezcle con la sangre mercenaria” en el momento de recibir una misma información que probablemente pierda fuerza, dependiendo de la inmediatez o canales a través de los cuales se vehiculiza.

Es relativamente fácil hablar del papel de líder y especular sobre aquellos aspectos que determinan el color de las paredes del nuevo y flamante liderazgo en los tiempos que se avecinan. Pero se echa de menos que se pongan sobre la mesa aspectos que quizás por parecer demasiado prosaicos escapan a nuestra atención y en realidad son frenos muy poderosos para activar un cambio que implica a muchas variables y que va tan allá que supone una verdadera transformación.

Sea como sea, para instalarse en el nuevo escenario habrá que dejar cosas queridas [modelos, formas de vivir, valores, “prebendas”, etc.] por el camino. Este es el precio de la transformación, el de desprenderse de una parte tan importante de ti que incluso puede significar que dejes de ser tú… [Aquí encajan ejemplos como el típico del paso de larva a mariposa, de ahí la foto]

Junto a la promesa de un nuevo período absolutamente distinto y nuevo, toda transformación supone un dolor, aunque sea por el desgarro que supone dejar de ser quien eres para pasar a ser algo distinto. Esto es algo que nadie ignora y es la fuente principal que inspira argumentaciones de lo más dispares para resistirse al cambio. En el caso del liderazgo pasa lo mismo, se pueden cambiar algunas cosas [métodos, estilos] pero puede doler hasta el desmayo el desprenderse de metodologías, procedimientos y formalidades relacionadas tan sólo con visibilizar el estatus. Un verdadero lastre para el viaje que toca recorrer.