Aunque mis orígenes se hallan ancestralmente ligados a valles rodeados de montañas de aquí te espero, amenazadoras e inhóspitas; mi infancia y juventud han transcurrido al lado del Atlántico y el resto de mi vida se ha desarrollado teniendo al Mediterráneo como lugar de retorno.
Quizás por esto y per el hecho de haber dormido de modo extraño, ya que me he movido entre un duermevela continuo, hoy todo me ha parecido tan nítido, distante y claro que he tenido la sensación de ser por dentro como las aguas serenas y mansas de un lago del cual podía emerger, perfecta y vertical, una espada con la que poder triunfar en cualquier batalla a la que me enfrentase por justicia y con honor, un lago como aquel de Excalibur… para mí un lago de ensueño… ¿Os acordáis?
Y pensando que pensarás en esta analogía [he de decir que me sorprendo a menudo pensando en las cosas más absurdas e inverosímiles y, para ser sincero, en verdaderas tonterías] me ha parecido que mis estados de ánimo tienen algo de acuático, ya que a veces, ¡muchas veces! soy Cantábrico revuelto, desordenado y amenazador, donde todas mis intenciones naufragan y donde la mayoría de mis ideas navegan esforzadamente como en frágiles traineras que terminan ahogándose penosa e irremediablemente. Otras soy Mediterráneo de Serrat, iluminado y conciliador, picante y sensual … Y cada vez más a menudo me siento contener aquel Atlántico que debí absorber, sencillo, cálido, sólido y tan añorado.
Ya decía Herman Melville que a las gentes de tierra adentro nos atraen los misterios del mar, quizás podría ser porque, como ya le sucedía a Narciso, nos gusta mirarnos y vernos reflejados en él…
El mar, el océano, el lago... el medio acuático, siempre tan evocador en cualquiera de sus formas. Quizás es que nos remite al espacio oscuro y primigenio de nuestra existencia.
ResponderEliminarUn post emotivo y bello. Gracias por compatirlo.
Yo que he vivido en Madrid desde que nací, echo de menos el Mar con toda mi alma, conforme voy teniendo más años, lo añoro más, no se porqué pero me gustan las aguas "salvajes" del norte ....
ResponderEliminarCurioso... Crecí en un pueblo de pescadores y jamás se me ocurriría buscar mi reflejo en el mar. El mar hay que mirarlo con los ojos entrecerrados, a lo lejos, como si lo quisieras abarcar todo con la mirada.
ResponderEliminarEn cambio, siempre me han atraído las montañas y el eco que esconden, ése que te devuelve las palabras magnificadas. ¿Será que los paisajes que nos han visto crecer y conocen nuestros secretos no son buenos escenarios para darle alas al ego?
@Mònica P: Sí, seguro que ahí hay una clave de su atracción…y la promesa de nuevas orillas más allá de las ya harto conocidas… Gracias a ti por comentar…
ResponderEliminar@Juana: Quizás es que, más pronto o más tarde, un@ tiene las irresistibles ganas de emprender el viaje hacia uno mismo haciendo escala en playas desconocidas de nuestro mundo…
¿Te refieres a nuestro norte? Sí, son especiales esas aguas…recuerdo especialmente el oleaje inquietante, una noche, en Santander…
@Anna: Al final será que uno se busca en sus carencias…;-) De todas maneras, yo también he crecido junto a un océano y coincido contigo en la forma de mirarlo, supongo que entrecerramos los ojos para creer que realmente podemos abarcarlo… y por ello, por creerlo, quizás nos sirve como metáfora.
¡Cómo me gusta esa idea de tener un lago interior (todos), con su Excalibur sumergida, esperando que alcancemos la sabiduría de encontrarla y el valor de blandirla! Por justicia y con honor... por supuesto.
ResponderEliminarYa ves, yo aquí, marítima de siempre, me decanto por un lago, de superficie plácida e interior turbulento; que, lejos de las ostentaciones del oleaje, se limite a reflejar las nubes en los días calmos. Sin duda Narciso se asomó a uno de ellos… ¿dónde podría esperarlo Eco, más que allí, entre las montañas?
Bonito post. Gracias.
@Francesca: alguien me comentó que la escena del Lago en Excalibur fue tomada en Glendalough [valle de los dos lagos]al norte de Irlanda, muy cerca de Dublín. Donde además hay un monasterio que data del siglo VI, más o menos de cuando empezó el tomate artúrico por el país vecino. He tenido la oportunidad de visitar ese lugar varias veces y de dejarme transportar hipnóticamente por aguas como las que describes. Quizás en el interior prefiero ver esa calma druídica que sugieren los robles de los alrededores. Sí, la de ser lago es una buena sensación…
ResponderEliminarBella prosa. La voy a recordar, pues aunque no viví en tantos mares, si llevo al Caribe en el corazón y en mis recuerdos de la niñez.,
ResponderEliminarAlberto