Ya es común que en nuestro menú de teleseries habitual, los inteligentes personajes que los protagonizan nos aconsejen desconfiar del verbo y nos remitan a las pruebas para entender qué se cuece realmente en las complicadas tramas en las que se hallan metidos.
Mírese como se mire y por muy exagerado que parezca, realmente creo que estos consejos son aplicables a cualquier interacción entre personas que implique directamente a uno de los interlocutores.
Lejos del tizne misantrópico de House y más cercano a la visión de entomólogo indiferente de Gil Grissom, no creo que las personas seamos seres ruines y mentirosos con una especial inclinación a liarla. Más bien creo que, en general, estamos inmersos en un sistema que nos empuja a decir y actuar como realmente no deseamos, pero que queda como mal ser conscientes de ello o expresarlo así, tal cual.
Y, de este modo, no suele ser extraño que, en la práctica habitual de la consultoría, detrás de un quiero comunicar, quiero implicar o quiero confiar de algunos directiv@s, realmente se encuentre un quisiera querer […comunicar, implicar o confiar] porque, la verdad, no me apetece hacerlo.
También estoy cada vez más convencido de que cualquier persona tiene motivos suficientes que justifican su forma de pensar o de actuar, de la misma manera que creo que estos motivos no se deben buscar forzosamente en otras personas sin antes contemplarse a uno mismo como foco y anfitrión idóneo de tales causas.
Parece evidente que uno de los aspectos que más inciden en este no querer de verdad es la capacidad que tenemos de gestionar el riesgo… En el fondo no preguntamos [por ejemplo] para no correr el riesgo a ser respondidos.
Podría tratarse ciertamente de miedo, de un miedo substancial e inconfesable, quizás desconocido o inconsciente, que se disfraza hábilmente de vanagloria sobre el grado de pragmatismo o de control que se ejerce sobre las situaciones o de la soberana incompetencia que siempre poseen los demás pero, realmente, sólo se trata de miedo.
En este mundo de interrelaciones, cada uno es espejo que devuelve la imagen a quien gusta de reflejarse en nosotros. En cierta manera, la velocidad a la que vivimos dificulta la creación de egos sólidos y lleva a ir tirando con las imágenes especulares de los que, precavidamente, escogemos y a los que nos acercamos.
Nuestro concepto de nosotros mismos está permanentemente sujeto a los demás y a la imagen que nos devuelven… Aspectos tan en boga y deseables en nuestras organizaciones como comunicar, implicar o confiar pueden atentar peligrosamente contra estos egos que se creen realmente obesos o delgados, altos o bajos, dependiendo de la imagen que el espejo de turno les devuelve.
¿Cómo no iba realmente a dar miedo? y... ¿Cómo abordar cualquier proyecto de consultoría o asesoramiento en temas de comunicación o habilidades directivas sin analizar e intervenir de manera principal sobre la capacidad de asumir el riesgo de aquell@s con quienes colaboramos?
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Nadie quiere verse reflejado en el espejo de la incompetencia. Por ello delegamos nuestros miedos, buscando figuras representativas que los absorban.
ResponderEliminarPuede que en definitiva no queramos tanto alzar la voz sino contemplar nuestro ansiado reflejo.
Pedimos implicación sin implicarnos en asumir el mayor riesgo: el resultado sincero.
Felicidades por el post, un abrazo
Es cierto, nos metemos a menudo en el bucle del "deberia-querer-aunque-no-quiero-pero-tengo-que-disimular-que-quiero". Aunque con los años vamos quitándonos de encima esas losas... personalmente lo unico que me interesa es estar satisfecho conmigo mismo, y me importa cada vez menos lo que piensen de mi. Y esto lo digo de verdad, es un viaje dificil pero gratificante.
ResponderEliminarLa gestión el riesgo que comentas (el riesgo de que se te caiga el ego en pedazos)pesa, pero hay otras razones tambien que me parecen importantes: 1) Que realmente no disfrutes con lo que haces (decimos "cuanto disfruto esto" y a lo mejor no es asi), y entonces eso da pereza = el coste de hacer es mucho mas caro que el de decir,"el verbo es mas barato que el hecho" por utilizar tus propias palabras, 2) Estamos demasiado acostumbrados a ver la causa de los problemas fuera, en los otros, 3) la intolerancia al error, que empieza con nosotros mismos. Todo eso pesa, es una mezcla... ¡¡interesante reflexion!! un abrazo
Los demás nos ejercen de espejo, lo mismo que nosotros ejercemos de espejo de los demás.
ResponderEliminarUn ego bien construido es la base de nuestra propia autoestima, porque es la única forma de mantenerse estable veamos lo que veamos en el espejo, estar en el vórtice de huracán, en el "centro" de nosotros mismos, pase lo que pase.
Nota: Profunda y honesta reflexión. Gracias por compartirla.
He podido constatarlo infinidad de veces en altos directivos: cuanto más ego expresado, más miedo ocultado :-)
ResponderEliminarNo es una crítica. Les ha costado mucho llegar y tienen miedo a que parecer débiles o inseguros acabe con ello. Los egos sólidos son necesarios y escasos, posiblemente porque necesiten muchas condiciones para darse, como le ocurre a un vino excepcional. Muy interesante la reflexión.
@FranJuice: Puede que se trate del bucle de Narciso: nos encanta vernos reflejados en los ojos de los otros mientras estos se reflejan en nosotros… Sea como fuere parece que es difícil que la idea de un ego seguro de sí mismo compita con tal promiscuidad aunque sea a costa de su propia independencia… Me ha gustado la reflexión paralela que has hecho en tu blog [http://www.joseluisgato.com/un-nuevo-escenario/], un abrazo.
ResponderEliminar@Amalio A. Rey: Sí , es cierto que los años pueden ayudar [deberían no?] a fortalecer y a confiar. Aunque parece ser que, tristemente, no es condición ni necesaria ni suficiente. Nadie busca que lo hagas y uno mismo no suele considerarse como una fuente válida de reconocimiento…tal es la presión social para que hagas lo que se espera de ti… Gracias por completar el post con estas razones, las subscribo. Una abrazo.
@Juana: Gracias a ti por estar aquí compartiéndola Juana. De alguna manera, las reflexiones sobre el sentido actual del liderazgo, ya sabes, este que debe potenciar los liderazgos existentes en la organización y bla, bla, bla, me está llevando a preguntarme por qué todo esto que es tan sencillo de entender [comunicar, liderar, delegar, confiar, hacer que todo sea normal…] es, a su vez, tan difícil de aplicar. Los aspectos que se tratan en este post deben ser algo responsables de ello.
@José Miguel Bolivar: Sí, quizás como ocurre con el vino, se necesite un tiempo, un espacio y tranquilidad para poder sedimentar y madurar. Algo totalmente contrario a estos tiempos en los que vivimos donde le pedimos a la uva que se exprese como si fuera vino antes de haber sido cogida de la vid. De alguna manera, parece como si, poco a poco y gracias a cómo van las cosas, esto va cambiando poco a poco…¿no te parece?
@Anna: espero que de mi mensaje no se desprenda que esta cualidad es exclusiva de directivos ya que, al igual que tú, creo que esto nos incluye a todos. En el post lo contextualizaba [o eso pretendía…] en el marco de actuaciones donde alguien quiere [pero no quiere] impulsar determinados proyectos que, ya sabes como suelen terminar… Y sí, reconozco a este consultor que describes y a esa transacción que se suele dar, tan ajena a los pretendidos objetivos que se persiguen. Seguimos…
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