¿Para qué negarlo?, este trimestre ha tenido sus altos y bajos [quizás mejor decir sus bajos y altos] también para el proyecto cumClavis.
Para mí, todo adquiere unas dimensiones más amplias debido, entre otras cosas, a un efecto óptico en el cual también ha intervenido la poca luz que nos ha regalado este invierno tan largo y caprichoso. Y es que, aunque parezca de coña, se les debería pedir responsabilidades a los islandeses por la nube provocada por el volcán… ¿Que no tienen la culpa? Tampoco la tengo yo cuando he de dar la cara y hacerme cargo de las humedades del piso de abajo ante una tubería que tiene algún poro y se halla en “mi territorio”.
Bromas aparte, los recortes presupuestarios han incidido en la capacidad de riesgo para abordar proyectos de todo tipo por parte de las organizaciones con las que colaboro, creando un estupor que, afortunadamente, no ha llegado al coma, pero que ha incidido en la lentitud en aprobar algunas propuestas técnicas o en la falta de convicción para articular demandas.
Con la llegada del verano parece que se ha disipado un poco esta niebla, filtrando menos la luz y permitiendo ver nuevas oportunidades o formas de abordar proyectos interesantes con los recursos disponibles. Así pues, tengo sobre la mesa proyectos artesanos en materia de comunicación, desarrollo y gestión de la carrera profesional, entre otras cosas más habituales [formaciones varias…].
A remarcar en este trimestre es que se abre claramente la posibilidad de colaborar con otr@s colegas en estos proyectos. Creo que, por fin, voy a disfrutar de los beneficios de estar y de hacer red, ya que estoy en disposición de sumar a mis credenciales las de compañeros de viaje que, hasta hace poco más de un año, desconocía absolutamente y con los que ahora podría constituir un equipo de élite.
En el capítulo metodología, estoy contento porque sigue generando en mí una reflexión sobre el cómo he de abordar los proyectos. El encuentro de #REDCA celebrado en Girona ha sido la guinda que confirma una sospecha que tenía: he de ir abandonando, en mis dinámicas, el modelo “director de orquesta” para transitar hacia el de “demiurgo” mucho más rico, constructivo, comprometedor y generador de conocimiento.