sábado, 1 de enero de 2011

¿Por qué llamarle consultoría?

En todos los años que hace que me dedico a la consultoría, nunca me ha llamado tanto la atención como ahora [confieso que con cierta mezcla de fascinación e indignación] la negligencia con que se utiliza el término y la alegría con la que algun@s se atribuyen el calificativo de consultor. Aspecto este con el que se está contribuyendo, más o menos conscientemente, a sembrar la confusión, la desorientación y a desvalorizar la profesión hasta unos niveles que, hoy por hoy, y para los que nos dedicamos full-time a este noble oficio, se pueden antojar poco menos que alarmantes.

Sin liarme demasiado me acogeré a la sencilla definición que ofrece la wikipedia, donde se define al consultor (del latín consultus que significa "asesoramiento") como:

"…un profesional que provee de consejo experto en un dominio particular o área de experiencia…
La principal función de un Consultor es asesorar en las
cuestiones sobre las que posee un conocimiento especializado…"

Quisiera primero llamar la atención sobre las palabras “experto” y “experiencia” porque, evidentemente, es donde se halla uno de los pilares del asunto. La palabra experto sugiere matices de conocimiento y vivenciales, algo así como de un conocimiento macerado en vivencia. Además, del mismo modo que una golondrina no hace verano y apagar un fuego no convierte a nadie en bombero, cuando se habla de experiencia [en consultoría] se entiende que ésta está contrastada con las suficientes situaciones como para que uno pueda denominarse con toda propiedad y sin ninguna duda “experto”.

Como todo en el mundo, la consultoría no es fácil ni es difícil, simplemente se desarrolla con más o menos autoridad dependiendo de lo experto que se sea en la materia en la que se es consultado. No quiero entrar directamente en el tema de quien se llama experto sin tener experiencia directa en aquello en lo que asesora, pero cuando tan sólo se ha leído un libro, se tiene una idea vaga, poca o ninguna vivencia en el tema consultado lo más probable es que se trate de un timo. No hay consultoría buena o mala, mejor o peor. Aunque resulte contundente, hay consultoría, opiniones [más o menos bienintencionadas] o basura, así, sin más.

Aunque un grupo de consultores, digamos de verdad, pueden constituirse en empresa, no por estar en una empresa de consultoría hemos de deducir que se es consultor [no entro en lo que puede poner en una tarjeta y su posible finalidad para embaucar al prójimo y a uno mismo].

Es cierto que una empresa de consultoría provee también de consejo experto en un ámbito de conocimiento pero lo hace como organización. Así como en una “notaría” no todos son notarios, en una empresa de consultoría es posible que existan realmente pocos consultores, esto es “expertos”, en relación con la totalidad del equipo y que gran parte de este equipo sea personal de soporte o extensiones de estos consultores [juniors], más o menos aprendices dependiendo del grado de industrialización en el que son entrenados… ya se sabe que no todo el mundo trabaja para aprender y añadir valor a lo que aprende a hacer. No digo que sea nada malo, se trata de una opción como otra, pero es una opción que se sigue a menudo y que ha de considerarse.

Cuando se habla de un profesional que provee de consejo, uno no puede dejar de pensar inmediatamente en aspectos fundamentales como la confianza. De hecho, nadie de nosotros acude a pedir consejo a alguien en quien no confía y es un hecho que ante el desconocimiento uno se arriesga con los títulos y acreditaciones hasta esperar a que el pretendido “experto” los corrobore.

Aunque no hay mejor corroboración que unos buenos resultados, el profesional de la consultoría ha de anticipar y conducirse con mecanismos básicos muy relacionados con “inspirar” confianza. La puntualidad, la observación de un método claro, la pulcritud en la forma de trabajar, la capacidad para hacerse entender, la capacidad para influir respecto al método de trabajo a utilizar, etc. Son aspectos con los que se puede aliviar e inspirar al cliente la idea de que se halla delante de un verdadero profesional de la consultoría.

Un consultor no tan sólo da respuesta sino que, además, se asegura que no se vuelva a formular la misma pregunta por parte del mismo cliente. Es decir, transfiere de una manera u otra, método y contribuye al desarrollo e independencia del cliente respecto a aquel tema.

Del mismo modo y sin profundizar más, la consultoría requiere de capacidad para empatizar con demandas formuladas de la manera más inverosímil e ingeniosa. Se supone una comprensión y habilidad para la deducción necesaria para realizar diagnósticos que orienten una intervención eficaz. En resumen, todo esto nos conduce a alguien mínimamente, autoconsciente, culto e informado, capaz de contener la diversidad de situaciones e individuos que se da en la vida real.

Sin ser creyente no paro de hacerme cruces ante la cantidad de presuntos consultores impuntuales, ignorantes, inconscientes, desorganizados, sucios en la forma de documentar, que utilizan de manera compulsiva una consultolabia con aromas trileros que persigue más ahuyentar cualquier curiosidad que resolver posibles dudas y cuya principal ambición es umbilicarse al cliente creando espejismos de dependencia que al final sólo consiguen denigrar el buen nombre que, alguna vez, quizás tuvo esta profesión.

Proveer de consejo” también es un aspecto interesante de la definición ya que responde de manera natural al concepto universal de “consultar”. Dentro del batiburrillo actual tiende a confundirse al consultor con muchas otras ocupaciones, como por ejemplo con el formador, o con aquella persona de “fuera” a la que se le encarga que haga directamente “algo”, a veces incluso de “una manera determinada y concreta”.

Es evidente que no por hacer formación se es consultor, en cambio es probable que algunos consultores aprovechen el conocimiento y experiencia desarrollado en proyectos de consultoría para aplicarlo a acciones de formación. Pero no olvidemos que hay formadores que sólo hacen eso, cursos, talleres, etc. y son pues eso, “formadores” o “conferenciantes”, una dedicación tan digna y honesta como cualquier otra cuando se lleva a cabo con dignidad y honestidad.

Hacer estudios por encargo tampoco hace al consultor. Lo que distingue a un consultor es el capítulo de “orientaciones” o “consejos” que acompañan a un posible estudio. Pero no el estudio en sí mismo, esto puede realizarlo un analista o como quiera que se llame esta ocupación que, insisto “es tan digna y honesta como…”

Asumir temporalmente un rol directivo o, lo que es lo mismo, actuar donde debería hacerlo nuestro cliente [conducir reuniones, comunicar al personal, dirigir proyectos internos etc.] tampoco es hacer consultoría si no va directamente relacionado con un trabajo de reflexión y modelamiento competencial con el cliente o con ese equipo. De no ser así seguramente se trata de una clara externalización de las funciones propias del directivo.

Organizar eventos es propio de un servicio externalizado de logística o de “organización de eventos” y “hacer algo” siguiendo la batuta de un cliente que exige imponer el ritmo, el tiempo y el más mínimo detalle metodológico, no es lo que se debería de esperar de un profesional que es requerido por ser la persona “experta” en una materia determinada.

Una cosa es que el consultor deba, como todo el mundo, garantizar su sustento y diversificar su actividad para ganarse la vida, pero cuando se dedica únicamente a formar, conferenciar, hacer estudios, realizar encargos y/o a substituir a alguien poco hábil en el desarrollo de alguna de sus propias funciones, debería replantearse si realmente está haciendo de “consultor” ya que, llamarle consultoría a todo este conjunto diverso y permanentemente in crescendo de actividades, no sólo no tiene nada que ver con el significado original sino que contribuye de una manera muy efectiva a diluir el término en el #cualquiercosa y a no significar realmente nada. Algo parecido a lo que ya ha ocurrido, de largo, con el coaching y que dentro de nada ocurrirá con otros ámbitos de actividad que están emergiendo como el del community manager…y si no, tiempo al tiempo…


11 comentarios:

  1. Comienzo cañero del año, Manel (por cierto, felicidades!!!).

    Una muy buena reflexión, aunque yo la analizo desde el punto de vista del cliente. Hay mucho "charlatán": http://es.wikipedia.org/wiki/Charlat%C3%A1n en vuestra profesión que os acaba haciendo daño a todos. A veces resulta duro, y casi grosero, cuando tienes que cortar de raíz a esos que, utilizando tu expresión, pretenden "umbilicarse" con el cliente.
    Me gusta el post, repito. Te retuiteo y te deseo un 2011 plagado de éxitos.

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  2. Me ha gustado mucho el post, Manel. Creo que parte del problema que comentas tiene que ver con la creciente inflación de títulos que lleva años produciéndose en todos los frentes.
    Uno de los problemas más típicos al mapear puestos entre dos organizaciones es averiguar qué contenido real se esconde detrás de los títulos, ya que de lo contrario no hay forma de comparar "peras con peras". Aún recuerdo, hace ya años, una conocida multinacional que me llamó la atención porque todos los empleados de un determinado departamento eran consultores en algo [p.e. consultor en atención al cliente para designar a un agente de call center].
    Una de las formas que veo de atacar este problema en el caso de un consultor artesano es con la ayuda de su reputación y marca personal. El cliente puede equivocarse una vez pero a la siguiente seguro que intenta encontrar a alguien digno de esa confianza que comentas en el post.
    Un abrazo y Feliz 2011

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  3. @José A. Latorre, Es que hay un tipo de presunto consultor “minero” que cuando encuentra lo que él cree que es un filón se empeña en hacer galerías, poner raíles y sacar vagonetas a toda prisa no sea que el dueño de la mina se dé cuenta…Creo que en todas las ocupaciones cuecen habas pero en el caso de la consultoría me resulta especialmente irritante. Parece que se trate de una salida más para sobrellevar el paro. Del mismo modo que conozco algún engreído más preocupado por labrarse primero una marca personal que una reputación en base a buenos resultados de consultoría.
    A la hora de la verdad y para un artesano no supone un problema importante ya que, como bien conoces, lo que funciona realmente es el boca a boca, tan sólo que no puedes evitar que se te encoja el ánimo ante ciertas cosas, lo mismo que cuando ves a alguien utilizar mal un objeto, aunque este no sea tuyo… en fin… Oye gracias por la felicitación. Mi nombre empieza a ser originalísimo de lo poco que se lleva y creo que el tuyo va por ahí, por ahí…:-) Un abrazo y mis mejores deseos también para ti.

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  4. @JMBolivar, Curioso el caso que traes aquí! No hay como una gran empresa para bautizar puestos de trabajo. Conozco otra mega organización archiconocida que a sus trabajadores les denominaba “embajadores de la empresa” Esto me pareció, en este país, de un desfase cuanto menos gracioso.

    Como comentaba antes, lo que realmente creo es que esta época de velocidades y aguas revueltas es particularmente fértil para que prosperen diletantes y saqueadores bajo la mansa apariencia de consultores. Es que se ve cada cosa que te sube los colores…

    Un abrazo y que este también sea un buen año para ti

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  5. Hola Manel:
    Estaba pensando como se hubiera desarrollado el texto si lo hubieras llamado, "Por qué llamarle Consultoría Artesana". Quizá porque una es la enlatada, basada por su puesto en la experiencia; y la otra es la que nace de la proximidad y el conocimiento. No es aplicar una metodología, es crearla cada vez que se empieza.

    Quizá en este caso, sería mas evidente tu post. Los artesanos nacen de conocer el oficio, sin lugar a dudas.
    Alberto

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  6. Me ha gustado mucho Manel. Me toca...

    Entre tu y yo... he intentado escaparme de la palabra "consultor" en estos meses que llevo haciendo malabares por mi cuenta. Y no lo he conseguido. Un poco porque las inercias son importantes, otro porque si no le pones nombre concreto a lo que haces parece ta inabarcable que no se puede "contratar", otro porque la alternativa a presentarme es la de "experto en", otra porque me encuentro con REDCA y es como encontrar un refugio en la lluvia,...

    Y esto de ser experto,... Hace unos meses un hombre cabal me decía que nadie puede acompañar a otro en una relación terapéutica si al menos no tiene 35 años de vida transcurrida. No sé cuanta le hace falta a la personas que se dedica a esto de la "consultoria". Yo ando balanceandome entre no dibujarme ni más pequeño ni más grande de lo que soy. Para mi es importante sentirme "junior" y aprendiz fijandome en otros "seniors"... permitiendome experimentar y aprender en cada proyecto.

    Y saber, tener experiencia, sobre la tarea concreta,... Si, claro que si,... y además habiendo aprendido el arte, de la confianza si, y el de la escucha, y el de la conversación,... A veces creo que lo que más aporto es solo no estar tan dentro como para no tener perspectiva y tan lejos como para no entender nada...

    Un abrazo enorme y gracias!!

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  7. @Facility Manager, Hola Alberto, no era mi intención distinguir entre consultorías sino entre lo que lo es y lo que evidentemente no lo es. Para mí la consultoría industrial tiene su lugar como también lo tiene la artesana ya que no depende del consultor sino de la necesidad o de lo que busca el cliente. Como en farmacia, hay productos empaquetados de utilidad para ciertos casos, no todo va a ser fórmulas magistrales. Por eso creo que la consultoría artesana ni compite ni está reñida con la industrial, simplemente está indicada para casos distintos… En el post me refiero más bien a aquellos vendedores de “crecepelo” que allá donde ven ganancias intentan saquear bajo el epíteto de “consultores”…una lacra…

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  8. @Gallas, Qué maestro de la introspección que estas hecho Asier, te aseguro que de buscar a alguien experto en los entresijos de la liquidez humana pensaría en acudir a ti. No sé como querrás denominar a lo que haces pero yo te veo [intuyo?] muy cercano a mí, quizás en ámbitos distintos pero cercano. Mientras lo pienso me veo un pelo conservador pero conecto con la idea de tu “hombre cabal”. Para hacer consultoría se requiere de cierto recorrido quizás no tan garantizado por un tema de años como por haberle dedicado tiempo a reflexionar y poner en duda lo que se hace y como se hace, haberse desmenuzado descarnadamente [con introspecciones como las tuyas] y haberse erigido totalmente nuevo para volver a poner en jaque cualquier idea travestida de seguridad. Y para esto se requiere de tiempo [no se cuanto…] y de una forma de ser. Quizás se requiera también de modelos pero de esto no estoy tan seguro…
    Un abrazo,

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  9. Gracias Manel. Me haces sentir grande y eso... te hace grande a mis ojos. Un abrazo

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  10. ¡Excelente artículo! Soy consultor independiente de organizaciones sin fines de lucro. Coincido con en que la consultoría se desarrolla en base al dominio en un área especializada del conocimiento (dependiendo de la materia) y es “eso” y solamente. La palabra “experto” es tan peligrosa como afirmar que “uno conoce todo lo que hay saber en alguna materia del saber”. Efectivamente, “no hay mejor corroboración que unos buenos resultados”. De ahí la importancia de diferenciar “experto” de “profesional”.
    Y es que, hoy por hoy, concuerdo en que existen consultores (constituidos en empresas) que, por tan sólo haber leído un libro o por impartir un curso de capacitación laboral, se creen los expertos en materia y así, quieren cobrar proyectos carísimos sin tener el mínimo de experiencia (ignorantes, inconscientes, desorganizados como bien mencionas). Si bien contribuyen al desarrollo de su cliente, no “transfieren métodos” que le permitan “independizarse” de él. Practican la “consulto labia” (¡término más oportuno no pudiste haber utilizado!). Por ello creo que la honestidad, la humildad y el desprendimiento son valores que, de manera urgente, hace falta fomentar con mayor ahínco entre los consultores de hoy en día.
    Saludos.

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  11. @Giovanni. Afortunadamente la consultoría que practicas se transmite mediante el boca a boca...es uno de los rasgos de la buena consuloría...
    Gracias por el comentario y por la valoración Giovanni. Un abrazo,

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