Aquellos que me conocen bien saben que, en mi, hubo un antes y un después a partir de Las Nieblas de Avalon, una obra que más allá de un entretenimiento bibliográfico fue como una inmersión bautismal y el emerger en algo muy íntimo que reconocí al instante como aquello que sin saber había estado buscando.
El argumento es muy conocido, corre el siglo VI d.c., las legiones han acudido a defender a una Roma moribunda y han dejado a la Britania celta a merced de las hostilidades de los anglos, jutos y sajones, los cuales buscan, sin cortarse un pelo, nuevos territorios donde establecerse.
Dividida entre una población romanizada que ha abrazado el cristianismo y una población que se mantiene en sus antiguas creencias y costumbres, Britania requiere urgentemente de un rey que pueda serlo de todos y, en consecuencia, reinar desde y para ambos sistemas de creencias. Y es aquí que surge la figura del rey Arturo en torno a la cual se hilará todo el argumento de esta novela que, aunque se apoye en la conocida historia, dejará las gestas y las batallas en un muy discreto segundo plano y captará toda la atención hacia la colisión y las trágicas consecuencias del enfrentamiento entre el cristianismo celoso, exclusivo y colonizador de la época y la antigua religión de la Diosa de claro corte telúrico y nítidamente orientada a armonizar la propia existencia con los ciclos naturales de la vida. No hay cascos, ni armaduras relucientes, ni fabulosos torneos en esta novela, no los hay ni se echan de menos.
Hay quien dice que Las Nieblas de Avalon es la historia del Rey Arturo escrita desde el punto de vista de las mujeres que aparecen en ella, pero yo diría que es más bien la historia de Morgana, su siniestra hermana, la cual logra deshacerse de las vestimentas de bruja, con las que ha sido tradicionalmente descrita por los clérigos medievales, para pasar a vestirse con los hábitos sagrados de una sacerdotisa de la Diosa y sucesora natural de la venerada Señora del Lago.
A diferencia de las grandes religiones soportadas a partir de fabulosas historias y normas contenidas en imponentes textos, la sola mención de la Diosa, entendida como la Vida que emana libre de los poros de la Tierra, pulsa una cuerda interior haciéndola vibrar de tal manera que la propia espiritualidad se funde con la misma alegría de ser y donde uno agradece y ama hasta el mínimo pliegue de la vida que está viviendo.
Éste es el efecto que causó en mí la lectura de Las Nieblas de Avalon y es por esto por lo que la considero una de aquellas obras “portal”, capaz de transportar a otro plano en el que es posible seguir existiendo, un manto en el que envolverse y liberarse de aquellos harapos tenebrosos y culpabilizantes con los que algunos crecimos.
The Last Sleep of Artur in Avalon [Edward Burne-Jones] |
Tenía veintisiete años cuando, en uno de los primeros encuentros científicos de la Sociedad Catalana de Neuropsicología, mientras me hallaba cenando y hablando apasionadamente sobre alguna de las novelas del ciclo artúrico de Chrétien de Troyes, el Dr. Olivella, por entonces uno de mis referentes principales, haciéndose eco de mi entusiasmo me preguntó: ¿Conoces The Mists of Avalon?
Al poco me encontré envuelto en esas nieblas:
Habla Morgana
“En mis tiempos me llamaron muchas cosas: hermana, amante, sacerdotisa, hechicera, reina. Ahora, ciertamente me he tornado en hechicera y acaso llegue el momento en el que sea necesario que estas cosas se conozcan. Pero, bien mirado, creo que serán los cristianos quienes digan la última palabra. Perpetuamente se separa el mundo de las Hadas de aquel en el que Cristo gobierna. Nada tengo contra Cristo sino contra sus sacerdotes, que consideran a la Gran Diosa como a un demonio y niegan que alguna vez tuviera poder sobre este mundo. Cuanto más, declaran que su poder proviene de Satán…”
“Hubo un tiempo en el que un viajero, teniendo voluntad y conociendo sólo algunos secretos, podía adentrar su barca en el Mar Estival y arribar, no al Glastonbury de los monjes, sino a la Sagrada Isla de Avalon. Porque en aquel tiempo las puertas de los mundos se difuminaban entre las nieblas y se abrían, una a otra, cuando el viajero poseía la intención y la voluntad. Pues éste es el gran secreto que era conocido por todas las mujeres y hombres cultos de nuestra época: basándonos en nuestro pensamiento, creamos el mundo que nos rodea, diariamente renovado”
Mi experiencia respecto a "Cristo" se parece más a un "espacio-crístico" que llamarian los budistas, que a las descripciones que hacen los católicos .... paradojas de los "mundos" que están, supuestamente, fuera del mundo .... que concesta con esto:
ResponderEliminar"Porque en aquel tiempo las puertas de los mundos se difuminaban entre las nieblas y se abrían, una a otra, cuando el viajero poseía la intención y la voluntad."
¡Que bonita entrada!¡guauuuuuu!
Mi experiencia es la propia de un señor de 50 años, educado en colegios de curas y que en un momento dado tuvo la oportunidad de sanar, con medios naturales, su maltrecha espiritualidad…;))
EliminarEsta frase que has rescatado, esta de que con tan sólo la intención y la voluntad uno puede llegar a otro sitio del que en principio parece que se dirige, la llevo impresa en la mente y gobierna gran parte de mi existencia. Creo que, tanto antes como en los tiempos que corren, es fundamental para vivir sin haber de sobrevivir… Muchas gracias Juana!
Fundir la ESPIRITUALIDAD con la ALEGRÍA DE SER.
ResponderEliminarSi la lectura de este libro ayuda a que "uno agradezca y ame hasta el último pliegue de la vida que está viviendo", lo leeré con la esperanza de que Morgana, convertida ya en Señora del Lago, me muestre también a mí, las esencias de la vida que aún desconozco.
Mila esker, Manel!!
Conociendo la intimidad de los lazos que te unen a tus montes, a tus bosques y a tus ríos, no creo que a ti te haga ninguna falta Paulino…y más sabiendo que tienes constantemente ciertas hadas revoloteando muy cerca de ti. Más bien creo que tu alegría en compartirlo es el destilado de esa esencia a la que te refieres del que nos beneficiamos algunos.
EliminarEz horregatik eta mila esker, Pau
Llevo ya un tiempo dulcemente envuelta en la niebla. Al principio, sentí un frío que me hizo estremecer. Me sentí perdida, desorientada, herida, a veces, asustada, angustiada. La propia niebla me obligó a mirar hacia dentro, a mirarme. Me sentí perdida, desorientada, herida, asustada, ... Pero sentí voluntad, deseo, intención, ... Y continué mirando.
ResponderEliminar"Basándonos en nuestro pensamiento, creamos el mundo que nos rodea, diariamente renovado".
Siento, como describes, desde entonces, "el emerger en algo muy íntimo" que reconozco como "lo que había estado buscando, sin saberlo". Y me siento en calma entre la niebla.
Hace escasos días, un caballero invocó a la diosa en mi nombre para que me concediera todos mis deseos. Me ha hecho mirar, de nuevo, hacia dentro y escuchar la voz de mis deseos. La escucho mejor entre la niebla, en calma.
Y es mi deseo que esta niebla no se disipe nunca del todo. Porque me mantiene alerta. Me envuelve y me hace obliga a forzar la vista ... y otros muchos sentidos.
Mila esker, Manel, por crear este mundo con tus pensamientos, por renovarlo diariamente. Por pulsar, así, la cuerda interior. Y hacerla vibrar.
Oso muxu handia, Marta ;)
EliminarMuy bonito y sugerente post, Manel. No conocía "Las nieblas de Avalon" más allá de algunas referencias lejanas, aunque he leído bastante de las leyendas artúricas (la "Vulgata", los libros de Sir Thomas Malory, etc.) y me parece muy interesante el enfoque que se utiliza para recrear la leyenda.
ResponderEliminarGracias y un abrazo
Otro enfoque.Después de recorrer todo un camino mediante una serie de novelas ambientadas en un planeta imaginario [Darkover], la autora recrea el mito fundamental en la Britania Artúrica. Una buena lectura de juventud ;) Un abrazo!
Eliminar