sábado, 21 de julio de 2012

Buf!

Me comentaba recientemente una buena amiga que soplar o suspirar le ayudaba a liberarse de aquellos demonios que se instalan en el pecho y a los que solemos denominar familiarmente como angustia

Pero sin negar las propiedades ansiolíticas de este sistema, el soplido o resoplido al que me voy a referir en este post no es aquél que se emite con una finalidad terapéutica sino aquél otro que persigue, de manera más que evidente, dejar claro el hastíocomunicar el cansancio, indolencia o fastidio ante una situación, hacia todo en general o hacia nada en particular que, para el caso, viene a ser lo mismo.

A esas alturas, todos ya sabemos que esta actitud ha de llevarse a cabo de manera prudente y con sumo cuidado ya que no sólo suele retroalimentar la desazón sino que encierra el peligro de que se propague como el fuego, contagiando el malestar, avivando el desánimo y musculando la capacidad de estrés entre aquellos que están bajo su radio de influencia. 

Si soplar es un fastidio, compartir espacio con alguien que sopla o resopla continuamente es un martirio, porque esta actitud tiene siempre algo de amenazante, de combustión interna que requiere, como una olla exprés, de una salida del vapor para evitar estallar a la vez que anuncia la increíble presión que se cuece allí dentro. 

Y es que cuando alguien se esfuerza en que te imagines cómo está a través de soplidos, resoplidos u otros mecanismos similares [golpes, etc.] busca, más o menos conscientemente, dar miedo, como si estuviera advirtiendo de que cualquier pequeño detalle puede ocasionar la pérdida definitiva del control y hacer que estalle, proyectando indiscriminadamente toda la metralla contenida a quien esté lo suficientemente cerca como para recibirla. "Vete con cuidado que hoy está que bufa" es la expresión popular que suele utilizarse para referirse a este fenómeno.

Otras veces, el bufar, soplar y resoplar de manera evidente es tan sólo un tic molesto que tienen algunos nada más sentarse ante la mesa trabajo. Una forma de ensuciar de tedio la jornada laboral que se avecina sin la más mínima consideración por el efecto que supone en el estado de ánimo del prójimo o prójima. Una forma de enlodar distraídamente el día y de cubrir de un gris apático el cielo que se deje ver a través de la ventana.

El impacto de los soplidos, bufidos y resoplidos, de expresar abierta e inútilmente la pesadumbre porque no queden más puentes en el calendario, de anunciar que hoy es lunes o de que sólo es miércoles, etc., es tan demoledor que uno a veces no entiende cómo, entre tanta conversación elevada en torno a la motivación o la profesionalidad, se exhibe una ceguera o una tolerancia total ante este fenómeno, uno de los virus más extendidos y fulminantes que, embozado de una capa de libertad de expresión o de cotidianeidad, demuestra continuamente ser insidioso y letal para el bienestar, la implicación, el coraje o el rendimiento de las personas en las organizaciones.

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En la ilustración, “Joven decadente” de Ramón Casas [1866-1932]


16 comentarios:

  1. ¡Joder que bueno Manel! Una perla. Al leerlo me ha salido un profundísimo suspiro de alivio, de esos los que te hablaba tu amiga. Probablemente se quién es tu amiga ya que me hablaba a mí hace unos días de esos suspiros, en los que ando entrenándome. Saludos desde Johannesburgo.

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  2. ¡Fantástico Manel! :)))

    Un auténtico pase de torero. Igual que a Eugenio, a mi también me ha salido un suspiro de alivio de los que dice tu amiga. Es más, el tono del post ha musculado mi humor para dejar ciertos resoplidos que me venía yo detectando, sin duda, siempre es posible encontrar el tono adecuado para que las verdades lleguen al centro de la diana.

    No tiene desperdicio, la radiografía es perfecta. Magnífico antivirus que nos has regalado, válido para cualquier día de la semana, para cualquier categoría profesional, para lo público y para lo privado… Lo adopto como carta de presentación.

    Se merece un besazo [beso + abrazo] ;))

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  3. Magnífico post Manel sobre el cada vez más común en estos días "bufar, soplar y resoplar". Se intuyen magníficas lecciones sobre como superar esas cosas que nos las provocan (algunas generadas por el entorno, otras por nosotros mismos y otras por una combinación de ambas).
    Ser consciente de todo eso y adoptar acertadas estrategias de afrontamiento (palabreja que recuerdo ahora de mis estudios de Psicología) es la clave.
    Hoy me he levantado optimista.

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    1. Hola Jaime, sí, hay que buscar métodos para aliviar tensiones, menos tensos y quizás más expeditivos. Y sobre todo hay que dejar de soportar que ciertos sujetos con complejo de nitroglicerina depositen su autocontrol en la tolerancia de los otros.
      Encantado de que además de serme muy cercano también te pases por aquí, Jaime. Un abrazo

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  4. Yo soy más de aullar fuerte y reír a carcajadas sonoras .... es que los resoplidos no los entiendo bien jajajajaja grcias por aclararme su significado ....

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  5. ¿Es el chasquido de la lengua contra el paladar de la misma naturaleza que el bufido? A mi ambos me resultan insoportables.
    Gran entrada.
    Un saludo.

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    1. Sí, creo que se pueden convalidar chasquidos por bufidos, son de la misma familia.
      Muchas gracias Núria!

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  6. ¿Será que han perdido, pobres, la capacidad de expresar con voz humana? Es el bufido la voz del animal que sopla o resopla con ira y furor. Con la de cosas grandiosas que podemos aprender del mundo animal, algunos humanos, pobres, sólo se quedan con las que, como dices, "ensucian".

    Supongo que corresponde, en esto también, al resto de la manada alzar la voz para dotar de humanidad a estos, pobres, incapaces de expresarse con palabras.

    ¿Sería éste el origen de la costumbre de soplar las velas en los cumpleaños?

    ¿Sería algún compañero asqueado el que puso, por primera vez, unas velas en su día, delante de un "bufador" habitual para aprovechar, de alguna manera positiva, tanta energía malgastada?

    Buf!! Voy a por unas velas ...

    Suspiros de admiración, Manel!!

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    1. Yo creo que muchas veces se trata del resultado de la combustión de la impotencia y del miedo de reaccionar de manera natural y libre ante la propia frustración. Una forma de liberar la fuerza que se debería aplicar a la embestida. Un tipo de vergüenza ante el propio miedo con la que se salpica todo el entorno para obtener la satisfacción sádica de amargar el momento de los demás…no sé, algo así.

      Si las velas son de trapo, mejor! ;)

      Un abrazo, Marta.

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  7. Me parece que compartimos amiga... :-) #vayapordios, que yo le avisé sobre la prudencia que debía observar al aconsejar a los demás suspirar, que el abuso de la práctica podía desinflar las tropas en un periquete.

    Y eso que una es de las que, ante las dificultades, soplan bajito. Si atinas a imprimirle cierto ritmo, el soplido quejica se convierte en el embrión de una tonada silbada. Y en eso seguimos... Petons!

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    1. Al poco de leer el comentario pensé que se refería a Vd. ¿Qué otra amiga común podíamos tener que diera tan sabios consejos? ;)

      Parece ser que Eolo inspiró más de una conversación aquellos días y algún que otro incendio después…lo que ignoraba es su afición por “el viento”. Con unos pocos más y podrían organizar una jam sesión… o una regata ;)

      Petons Anna

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  8. He tardat en veure el post que fa més d'una setmana que tenc pendent, però sí, pareix que tenim tots amiga comú tendent als sospirs, què no a les bufades! =D

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  9. ¡Qué curioso, Manel: el bufido de impotencia hastiante y hastiadora puede ser, en su inefabilidad, incluso reclamo publicitario del no sabe qué hacer con la felicidad sobrevenida! Resoplar, somo bostezar, ensucia el aire. Hay que hablar para cambiar las situaciones. Si te toca la lotería, puedes no decir nada: nunca articular un graznido. Si detestas tu responsabilidad, la cambias o te convences de que es lo único que puedes hacer. Y debes hacerlo asertivamente, con la felicidad de las palabras y los actos que estas engendran. Gracias, Manel, una vez más.

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