En mi imaginación, la kata siempre ha reunido de manera sencilla y en un mismo concepto la atención por la exactitud, la minuciosidad, el recogimiento y la sobriedad estética japonesa.
De hecho creo que la contención, precisión, abstracción, armonía y belleza gestual que exige la kata es lo que convierte en arte aquello a lo que se refiere.
Una kata se podría definir como la melodía de movimientos y gestos que recoge de manera precisa y detallada la forma original de desarrollar una determinada técnica.
Aunque suele relacionarse normalmente con las artes marciales, también es fácil reconocer en ceremonias como la del té, el respeto, introspección, belleza y rigor que destila el espíritu de la kata.
En el carácter de la kata está el contener los propios impulsos y someter cualquier interpretación personal a la reproducción “fiel” de los movimientos, gestos y expresiones que constituyen la técnica. La kata persigue deleitar y deleitarse en el proceso convirtiéndolo en medio y fin al mismo tiempo. Ésta es la razón por la que este ejercicio es el canal por excelencia a través del cual se ha transmitido el conocimiento genuino de determinadas artes a lo largo de generaciones de maestros y alumnos.
De hecho, personalmente creo que la kata es el vestigio de un modelo de transmisión del conocimiento basado en el aprendizaje vicario. Un modelo que garantiza el legado de un conocimiento libre de aquellas variaciones o deformaciones realizadas para adaptar la técnica a las características de la persona o a las necesidades del momento. Es por esto que, lejos de aquellos aromas conservadores que suelen emanar de cualquier ortodoxia, no pueda evitar ver en la kata la ecuanimidad de que cada cual disponga de un mismo referente al que tender o del que partir.
La kata conlleva algunos elementos que la hacen fascinante, a la vez que interesante, para un oficio como el de la consultoría y que, de alguna manera, ya planeaban en aquella primera conversación con Miquel en la que buscamos definir un modelo de trabajo con el que nos identificábamos pero que no llegaron a plasmarse del todo en la Declaración que se elaboró posteriormente.
Uno de estos elementos es la capacidad de contener la impaciencia y someter el tiempo a la necesidad de expresión y visibilidad de la técnica. El gobierno del tiempo es uno de los factores que le confieren a la kata la sensación de atemporalidad, de serenidad y de equilibrio que transmite mientras se lleva a cabo.
Otro aspecto es, como ya he comentado antes, la ausencia de cualquier otro resultado que no sea el del goce artesano por desarrollar de manera precisa y limpia la técnica, al margen de cualquier afán, algo que le confiere a la kata esa connotación espiritual que la hace ajena a las exigencias y presiones del entorno. De hecho, es en el desarrollo de una kata donde se hace evidente la pericia y se reconoce al maestro, ya que cualquier éxito derivado de la puesta en práctica de un método o de una técnica está sujeto a otras variables ajenas a la voluntad y capacidades de quien lo cosecha.
Este último aspecto delata otro rasgo distintivo de la kata que es el de la sobriedad que le otorga el estar despojada de toda la soberbia, ambición y vanidad que suele caracterizar aquellas acciones gobernadas por el ego. La atención plena en la ejecución precisa y disciplinada de unos movimientos que se mantienen invariables en el tiempo y el ninguneo del protagonismo del yo deriva en autoconsciencia y unidad consigo mismo y es lo que le confiere dignidad, plenitud, independencia y, en consecuencia, capacidad de renuncia a quien se entrega a su práctica.
Para finalizar, la kata permite diferenciar limpiamente entre técnica y aplicación, supeditando esta última a las características de la persona y a las singularidades del momento en el que se encuentra. La rigidez de la kata permite que, fuera de ella, cada cual transforme y adapte la técnica en función de sus propios objetivos elevándola a su propia altura, sin perder por ello el lugar común en el que se aúnan todas las individualidades y pueden reconocerse todos aquellos practicantes de un mismo arte. Y es justamente este punto el que suele echarse de menos y conlleva la soledad de tantos oficios.
manel, tus entradas son cada vez mas una Kata: sencillos, elegantes, con una coherencia interna cada vez mas sutil. Reverencia.
ResponderEliminarYa me gustaría ya someter el tiempo a los requerimientos melódicos que reclaman los conceptos con los que trabajamos...creo que es justamente lo que pide este momento... ありがとう、友よ。 ..reverencia...
Eliminar“deleitarse en el proceso convirtiéndolo en medio y fin al mismo tiempo”: Siempre la belleza del proceso. Subrayo especialmente el último párrafo y el uso del verbo disciplinar, tan denostado y tan importante.
ResponderEliminarCoincido con Eugenio y añado la palabra serenidad, que es lo que transmite el post.
El producto artesano cobra su valor en el proceso y en la disciplina que éste requiere...¿cuántas imágenes bellas guardaremos en nuestra memoria de artesanos trabajando, donde fascinados por el método admiramos el producto...? Sí, disciplina es un concepto magnífico cuando se orienta a crear belleza. Gracias Isabel :-)
EliminarAprender la técnica perfectamente para después ... olvidarla y dejar que "ella" se desarrolle sin "yo" ...
ResponderEliminarSer en la técnica... es más, ser en el presente tod@s aquell@s que la han desarrollado en el pasado y la desarrollaran en el futuro...atemporalidad...
EliminarCuerpo, mente y emoción perfectamente alineadas en la interpretación de la melodía. Es un relato precioso, Manel. Y realmente hermosas, las imágenes que evoca!
ResponderEliminarLa reflexión en la que me he visto sumergida, tras varias lecturas, me acompañará largo tiempo allá donde visito a mis carencias :)
Además del proceso en sí de la acción de la kata, no dejo de pensar en el estado espiritual previo a la acción, por un lado, y en las posibilidades de la repetición y la imitación en los procesos de aprendizaje. Me has abierto una puerta que cerré, en su momento, por parecerme fórmulas contrarias a la libertad, la singularidad, la peculiaridad de cada individuo.
No me daba cuenta de que, quizá, al integrarnos de esta manera tan genuina en las formas podemos dejar de pensar en ellas y llegar a ser libres para construir desde ese lugar propio ...
Y por la belleza, también, gracias!
De alguna manera la Kata nos enseña que, para poder gobernar nuestras intenciones hemos de poder dominar nuestros impulsos. Nadie es realmente capaz de expresarse “libremente” si no es capaz de someter primero aquellos impulsos que pugnan por tomar el control. Hay una relación directa entre ciertas artes japonesas y el zen y creo que el nexo de esta unión está en el kata.
EliminarComentaba un monje [zen] que los impulsos son como un caballo y que la mayoría de las personas se dejan arrastrar por ellos prendidas de sus estribos. Comentaba que la solución no estaba en cortar los estribos sino en montar el caballo y gobernar los impulsos. Creo que este es uno de los sentidos de la kata, ser el camino para adquirir la libertad de expresarte como realmente quieres. En muchas profesiones nos iría bien tener este tipo de mecanismos para poder ejercerlas con más propiedad.
Gracias a ti Marta!
Bufff, vaya reflexión. Me lo tengo que volver a leer sin la prisa habitual...
ResponderEliminarLo más probable es que se deba a que he ido demasiado deprisa en escribirla…debería ser yo quien se tomase más tiempo… Un abrazo Julen :)
Eliminarsuscribo la reverencia y la necesidad de releer. gracias maestro
ResponderEliminarあなたにありがとうございました Itziar !! ...reverencia...
EliminarNo sé por qué pero deberíamos aprender más de los orientales pero sobre todo en realidad a aprender que cada persona es realmente un mundo y que hay que adaptarse a cada realidad para que las ejecuciones, los tiempos sean tan cómodos y naturales como la persona pueda y sienta.
ResponderEliminarGracias Manel
En este caso, no obstante, lo que requiere la kata es que la persona se acomode durante “una brevedad” a los tiempos y movimientos que la técnica requiere. Fuera de la kata está el resto del tiempo donde la persona puede [y debe] adaptar la técnica a sus propias características y objetivos.
EliminarGracias a ti, Juanjo. Un abrazo!
No conec la Kata... però m'has despertat novament la curiositat! Sembla de lògica que per poder governar les nostre intencions hem de poder dominar primer els nostres impulsos... però perquè ens costa tant?
ResponderEliminarUna de les coses que vaig aprendre de la meva estada a la Xina, va ser a donar el temps necessari per a cada cosa,a actuar sense pressa i sobretot pensant. Allà em semblava relativament fàcil... una vegada aquí, sembla com si m'hagi deixat arrossegar per aquesta pressa continua que tenim per tot!
Algunes cultures i fins i tot la nostra en algun moment, han posat especial atenció en anteposar el criteri de “realitat” sobre el de “plaer”, la qual cosa comporta desenvolupar la capacitat de contenir els nostres impulsos. Hi ha moltes coses que han determinat que actualment anteposem la urgència dels nostres impulsos: la desactivació de la “repressió, la necessitat de abduir-nos al consum, la manca de percepció del temps fins a ignorar-lo per gaudir-lo...,etc. Tot i així trobo que combines perfectament la capacitat de contenir-te amb la d’expressar-te. Una abraçada Coralí.
EliminarManel! El post fortalece mi intuición de poder colaborar proximamente. Hace unas semanas he empezado kung fu, con lo que estoy trabajando las katas y estos días estaba pensado como incorporar la filosofia en el trabajo. El texto me va ayudar en mi reflexión, gracias. Reverencia... y como dice mi maestro: "oosh (que aún no sé como se escribe)" --> Gracias Madre Naturaleza
ResponderEliminarLa pureza metodológica combina a la perfección como complemento a la expresión personal. En cualquier arte supone dominar la técnica para poder expresarnos como realmente queremos y no sólo como podemos. El Kung Fu es ideal para ser incorporado y aplicado a cualquier sistema ya que, según se cuenta, de metodología para la meditación activa derivó en arte marcial. Ya me contarás… ;-)
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