lunes, 10 de marzo de 2014

La palabra adecuada

Algo que sabíamos y que en la práctica parece que hemos olvidado es que cada palabra despierta en torno a ella un campo semántico propio y tiene asociaciones singulares. Por poner un ejemplo: objetivo y desafío ni son ni despiertan lo mismo aunque puedan ser vistas y generalmente [mal] tratadas como sinónimos.

De hecho la palabra “objetivo” es la más opaca de las dos y no porque no sea la más clara, tangible y evidenciable, sino justamente por serlo. Objetivo nos lleva a lo explícito, palpable y fuera de toda duda. Evoca a la razón y, consecuentemente, rechaza de manera natural lo emocional y cualquier aspecto al que no se le pueda asociar un indicador de seguimiento o de resultados. La palabra “objetivo” es, por decirlo de alguna manera, plana y no proyecta a su alrededor ninguna sombra que pueda distraer la atención de las diferentes letras que la conforman: o-b-j-e-t-i-v-o.

En cambio la palabra “desafío” es como si llevara impresas las huellas digitales de quien se lo propone. El desafío conlleva componentes más personales, más emocionales y subjetivos. Es como si fuera un haz de luz fino que añade más oscuridad a las tinieblas que atraviesa y le hace sentir a uno valiente por seguir adelante a pesar de la incertidumbre que habita en ellas. De alguna manera, el desafío tiene menos necesidad de argumentarse que el objetivo por emerger del interior de quien se lo formula. El desafío es mucho más potente que el objetivo porque es más humano ya que conlleva el componente energético de la emoción necesaria para perseguir aquello que se pretende.

De ningún modo ha de ser tratado de la misma manera un objetivo que un desafío, el segundo es, sin lugar a dudas, propiedad de quien se lo formula y por ello inspira muchísima más confianza en cuanto a las expectativas respecto a los resultados esperados.

Sucede algo similar con “comunicación”, una palabra a todas luces gastada por su sobreutilización, arrastrada por un lodazal de significados y lesionada con toda suerte de subterfugios e interpretaciones. Si nos preguntamos por la comunicación en una organización, es muy probable que surja primero aquello de ascendente, descendente y horizontal y que los primeros conceptos que se iluminen en el córtex cerebral estén relacionados con: intranet, web, boletín informativo, encuesta de clima y herramientas similares, la mayor parte de ellas curiosamente enfocadas a informar unidireccionalmente, comunes a la mayoría de organizaciones y con escasos resultados a la luz de las esperanzas depositadas en ellas.


En cambio la palabra “conversación” lleva de manera indudable a la relación. La conversación es inequívocamente humana. Nunca diríamos que las abejas o las hormigas conversan, decimos que se comunican. Conversar lo hacemos nosotros y todos aquellos mamíferos a los que pretendemos iluminar con connotaciones humanas. "Conversación" sugiere intercambio, contraste, aportación, escucha, respeto, igualdad, etc. La conversación incluye comunicación, en cambio comunicación no conlleva necesariamente la conversación. Si nos preguntáramos de qué manera desplegar la conversación en una organización es seguro que se nos ocurrirían metodologías y escenarios distintos a los que se proponen en los actuales planes de comunicación.

Ante esto uno no puede dejar de preguntarse porqué se sigue optando por utilizar unas determinadas palabras y se encuentran poco serias, inadecuadas o se hace caso omiso de las otras y mucho me temo que todo apunta, penosamente, a las mismas hipótesis que nos formulamos para la aluminosis que padece el management actual:

  • La necesidad de invisibilizar el componente emocional de todo aquello a lo que se quiera dotar de cierta objetividad. Lo cual va asociado a negar su inevitable relación y responsabilidad en cualquier proceso de toma de decisiones humano.
  • La penosa tendencia a confundir practicidad con simplificar la diversidad, ignorando la abundancia de recursos y desaprovechando la inercia natural que conllevan los ecosistemas semánticos.
  • Y la necesidad imperiosa de gestionar el momento, manteniendo las apariencias por encima de cualquier cosa, salvando las formas y sacrificando ominosamente la función.
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La pintura del principio corresponde a la adolescencia de Raleigh por Sir John Everett Millais [1870] Un marinero cuenta al joven Sir Walter Raleigh y a su hermano una historia sobre el mar.


16 comentarios:

  1. Adoro la palabra “desafío” que para mí camina y avanza codo a codo con su compañera inseparable: “pasión”. Y ambas adquieren su máxima belleza cuando se conjugan en primera persona del plural.

    Los objetivos tienen cabida como secuencia para que los desafíos, como los sueños, no se pierdan en el exceso de pasión, que ya sabemos que es buen combustible pero, a veces, no tan buena consejera. Los objetivos son más como los pasHitos que decía Marta hace unos día en el blog de Asier.

    Como me gusta que se recupere el valor de algunas palabras Manel. Precioso y desafiante post!!! :-)

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    1. Gracias Isabel! En un momento como el actual hay que incitar a las personas a formularse desafíos y en el caso de que se prefieran los objetivos hay que averiguar los porqués de ello. Sucede lo mismo para quienes teman las conversaciones y prefieran la comunicación ¿verdad?

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  2. Eres un consultor con alma de poeta, te lo he dicho repetidas veces...

    ( me encanta lo de la aluminosis del management...)

    Las palabras que elegimos -u omitimos- no son inocentes, hay siempre una carga, vienen, como explicas con un campo semántico asociado que, en no pocas ocasiones, puede resultar un campo de minas.

    Excelentes reflexiones, como siempre, excelentemente expuestas. Un placer.

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    1. Gracias Judith, viviendo de ti es un cumplido de los que apetece creer. Hace poco alguien me dijo, refiriéndose a ese blog, que de la poesía no se vive. Que desorientaba más que otra cosa respecto a lo que me dedicaba. Bueno, no me lo dijo así pero este era para mí el mensaje que se destilaba de su comentario aunque todavía me pregunto por el propósito de aquel comentario… A mí, francamente, me dio igual el comentario [que no el propósito] ya que mientras los contenidos que expongo sirvan y gusten, es suficiente. No, las palabras que elegimos no son inocentes…

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  3. ¡¡Cómo me gusta este post, Manel!!. Se me ha adelantado Isabel :-) ... y es que al leerlo, pensaba: está claro ..., lo que diferencia a un "objetivo" de un "desafío" es precisamente la PASIÓN que envuelve a éste y de la que carece el objetivo..... Ya algo parecido ocurre con las otras dos palabras.... En la conversación me da la sensación de que hay más COMPROMISO que si hablamos de comunicación.
    Recuerdo, cuando estábamos haciendo nuestra "receta para cocinar una CoP" que, en la primera versión del video, les comentaba a mi gente que parecía una receta muy de "libro de cocina", de mezclar ingredientes....pero que le faltaban condimentos ...... ¿Qué condimentos, jefe?....Dos, les contesté: Pasión y compromiso. Mirad qué bonito lo resolvieron: http://goo.gl/6NykKN (minuto 01:15).... Ingredientes de este tipo son los que diferencian también un arroz correctísimo, pero vulgar, hecho siguiendo las pautas de una receta ortodoxa, de aquel otro, elaborado pensando en el gusto de sus destinatarios, tras buscar la inspiración recorriendo tus puestos preferidos del mercado y añadiendo siempre un punto de nosesabemuybienque, que lo hace siempre especial..... Y también me he acordado de un barman ante el "desafío" de ....Pónganos dos dry feeling, por favor....¿Ingredientes? ..... Una base de nostalgia, con unas gotas de alegría seca y, en el fondo, la sombra de una duda (http://goo.gl/byBpZW).
    Pues eso...¡¡Qué importantes son las palabras!!
    Un abrazo!!

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    1. Para mí siempre han sido muy, muy importantes. Ya de pequeño leí en el Reader's Diges, al que estaban suscritos mis padres, que los indios norteamericanos tenían dos nombres: aquel de ir por casa y por el que se les conocía comúnmente y otro que les confería el hechicero al hacerse adultos y que no podían decir a nadie, ya que se trataba de su nombre “de verdad” y quien lo supiera tendría en sus manos su vida. De mayor, con el Mago de Terramar comprobé con deleite que Ursula K. Le Guin se basaba en la misma idea para definir la magia, ya que ésta consiste en saber el “nombre de verdad” de las cosas. Sabiendo ese nombre una persona tiene poder sobre el elemento o ser vivo al que pertenece. Esto me llevó a la creación del mundo [que se hizo con palabras], a los encantamientos y sortilegios [abracadabras…], a la poesía transformadora, a las teorías sobre la percepción y al efecto de las palabras sobre aquello que creemos ver [otra vez la magia] y a escuchar y disfrutar del volumen que algunos de mis amigos le dan a aquellas cosas que denominan, por la forma de meditar lo que dicen o por la forma de adjetivar que tienen. Entre estas personas, meticulosas, de hablar cuidado y bien contorneado estás tú. Un abrazo, José Antonio y gracias!

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  4. Recuerdo muy gratamente el recuerdo y la llamada de atención de ambos ejemplos en la última [reunión] conversación que tuvimos en Bilbo. Me llamaron poderosamente la atención…
    Y es que me temo que abundan esos espacios semánticos cómodos, facilones y poco dados a reflexionar seriamente sobre ellos para poder trabajar con las organizaciones. Total, como ya lo dice "no sé quién", lo uso y ya está.
    Se han aprendido palabras sin saber muy bien lo que significan e implican, sin más. No se han aprehendido palabras que entiendo es comprenderlas en su integridad y hacerlas tuyas, no por lo que significan sino por lo que te comprometen.

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    1. Demasiada prisa en todo lo que se hace es la causa y el efecto de esa tendencia a simplificarlo todo y a buscar maneras de reducir y homogeneizar la diversidad. Que no le veo nada malo a eso de buscar maneras de manejarse, eh? Pero es imposible sustraerse a lo pernicioso de llegarse a creer que esa simplificación deja de ser un método de gestión para convertirse en lo que realmente se cree sobre esa realidad. Un peligro no bucear en el significado de las palabras ya que eso nos convierte en “aprendices de mago” que desconocen aquello que despiertan cuando hablan…

      Muchas gracias por pasarte por aquí Juanjo, un abrazo!

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  5. Interesante reflexión Manel. Recuerdo también aquella conversación que tuvimos en torno a las palabras "cliente" y "colaborador".

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    1. Gracias German. Yo también la recuerdo, de haberme hecho este comentario antes de escribir este post hubiera incluido esas dos palabras entre los ejemplos :-) ya que, como hablamos en su día, las veo determinantes en los roles que despiertan y las relaciones que establecemos en consultoría. Un gusto verte por aquí. Abrazos!

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  6. Ilustrativa reflexión. ¡Lástima no haber estado antes por aquí!.
    Ya que por aquí siempre hay una grandes "CONVERSACIONES" "DESAFIANTES".
    Saludos.

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    1. Nada de lástima, estas conversaciones ganan con el tiempo y con aquell@s que os vais incorporando José Vicente :))) Muchísimas gracias. Un abrazo!

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  7. "la palabra es un callejón de suertes
    y el registro de ausencias no queridas
    puede sobrevivir al horizonte
    y al que la armó cuando era pensamiento
    puede ser como un perro o como un niño
    y embadurnar de rojo la memoria
    puede salir de caza en silencio
    y regresar con el moral vacío

    la palabra es correo del amor
    pero también es arrabal del odio
    golpea en las ventanas si diluvia
    y el corazón le abre los postigos
    ..."
    Le robo un trocito de poema a Mario Benedetti para que me acompañe, al contarte.

    Sé que existe, la palabra adecuada. La busco desde que recuerdo, en cada conversación. Desde mi orilla, cercana a la obsesión. Desde las otras, con el ansia del explorador que sabe de su existencia, tras la maleza, tras las máscaras.

    Existe, Manel, y este espacio que has creado es el vivo reflejo de ello.

    Me sobrecoge oir a alguien hablar de falta de comunicación. Simplemente, no es posible. Cuando elijo no comunicarme estoy comunicando. Incluso cuando no lo elijo lo hago.
    Por eso busco esa palabra.
    En cada aliento.
    En la voz queda.
    En el gesto en la otra orilla.
    En las olas que forma, en la mía.
    En el remolino en el que se ahogan, juntos.
    En las otras voces, lejanas.
    En el laberinto que dibujan, entre todas.
    En la cercanía de la mirada que huye.
    En lo que puede ser, escondido.
    En lo que será, si no la encuentro.
    En ti, cuando te leo.
    En mi, cuando lo hago.
    En los gritos valientes y en los susurros más cobardes.
    En cada piel, con cada huella, cada herida y cada cicatriz.

    Porque sé que existe. A veces, es sólo una intención disfrazada de palabra. Pero sólo hace falta una mirada con ganas de desnudarla, para que aparezca.

    Por cosas como ésta vengo por aquí. Porque mis palabras saben que, adecuadas o no, encontrarán un espacio protegido en el que ser. Y ser interpretadas, para ser más.

    Gracias!

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    1. No me cabe ninguna de la importancia que le concedes a las palabras y creo que ninguna de aquellas personas a las que nos comentas en los blogs somos ajenas a como cuidas tus comentarios, de cómo dan cabida a fragmentos bellísimos de tu mundo y de cómo absorben la emoción a cualquier comentario de respuesta dejándonos admirad@s y sin saber lo que decir.

      Apoyándome en el comentario de Judith, me imagino que la diferencia entre tener alma de poeta y “serlo” está en el poder transformador que adquieren estos comentarios. Para muestra ese botón :)))

      Gracias por pasarte por aquí, BesarkHada Handixe!

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  8. Creo que nos hemos vuelto tan "politicamente correctos" que evitamos algunas palabras, usando otras "bien vistas" por todos. Deberíamos volver a los orígenes, no rebuscar tanto, simplificar, no complicar...
    Precioso Manel!

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    1. Gracias Silvia, estoy de acuerdo contigo y añadiría que en este afán de ser políticamente correctos se deja de lado el “propósito” de lo que se quiere decir realmente. De ahí tantas veces ese lenguaje vacuo…

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