domingo, 5 de julio de 2015

Escuchar



Traigo a este blog una escena que me fascina de “Entre Copas” [Sideways, 2004] que es en la que mi admiración, por el guión y la interpretación de esta película, llega a su clímax.

Antes de comentarlo, recordar que el argumento gira alrededor del viaje "enológico" que Miles le regala a Jack en su despedida de soltero. Dos amigos que se hallan cada uno en las antípodas del otro, tanto en la forma de ser como en las expectativas que cada uno deposita en este viaje.

Por un lado, Miles, un escritor sin éxito, divorciado y solitario, que se gana la vida como profesor de literatura, espera pasar ese viaje junto a su amigo, mostrándole el universo del vino y jugando al golf en los espacios muertos. Jack, en cambio, un actor fracasado y seductor tiene por único objetivo gozar esos días de todo el sexo que cree que dejará de tener ante su inminente boda.

El pulso entre estas dos maneras de enfocar el viaje, la insistencia de Jack en transformar a su conveniencia el programa de Miles y la doble moral que exhibe el actor ante las llamadas de su futura esposa hacen mella en un Miles que no acaba de metabolizar su divorcio el cual regurgita amargamente ante la más mínima posibilidad de plantearse estar con otra mujer.

Una noche van a cenar con Stephanie, una somelier a la que han conocido aquella mañana y Maya, una estudiante de enología, que conoce a Miles por trabajar de camarera en un restaurant del que es cliente. Stephanie y Jack sintonizan rápidamente en una cena tensa que Miles, cada vez más ebrio, amenaza con echar a perder.

La escena que comparto sucede en casa de Stephanie, donde ésta ha propuesto terminar la velada. En este momento, Miles y Maya salen al porche impelidos por el crescendo sonoro de la impetuosa pasión surgida entre Stephanie y Jack y supuestamente incómodos por quedar en evidencia ante la fogosidad de la otra pareja. Es entonces cuando Maya formula su pregunta.

Este fragmento de la película es brillante, para mí el mejor. Me gusta por la forma de escuchar de Maya ante la pregunta que le hace a Miles. Una escucha única, personal y sincera, limpia, atemporal e intensa. No hay nada en su postura ni en la expresión de su cara que denote impaciencia o espera, nada indica que esté interpretando o valorando lo que Miles va exponiendo. Se halla totalmente presente, disponible y atenta a la narración que él va construyendo, como si el fluir de la reflexión de Miles sólo fuera posible y dependiera de la calma que suscita esta escucha. Una escucha admirable y difícil, acostumbrados como estamos a intercalar comentarios mientras creemos que escuchamos. Se trata de la escucha que sana, que cura, que repara, que conecta con los propios valores aunque sea mediante un metafórico circunloquio sobre las bondades de la variedad Pinot. Una escucha que sin ser activa no es, para nada, pasiva.

Muy interesante comprobar la transformación del personaje mientras habla y como su respuesta resuena en la mirada de ella hasta el punto de querer amortiguar ese eco intercambiando los papeles y preguntándole: “¿y tú, qué?” A lo que ella responde con un “¿Qué de qué?” Que denota la singularidad con la que hay que formular cada pregunta para generar la escucha que requiere una buena respuesta. Y, en este caso, su respuesta no tiene desperdicio…



12 comentarios:

  1. Me encantó la película. Además fui a verla con un gran amigo con el que compartimos el gusto por los vinos.
    Ver de nuevo la escena que nos propones me ha rememorado la película (claro) pero también el valor de la amistad, de la conversación, del amor ...
    Abrazo!!

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    1. Sí, es una gran película, una de aquellas que no se proyectan tanto en la pantalla como dentro de cada uno de nosotros. Uno no puede evitar analizar aspectos propios a partir de lo que les sucede a los personajes…de hecho, incluso es difícil no servirse una copa de vino después, tal es el carácter empático de la cinta!! ;)

      Un abrazo, Josan.

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  2. Exacto. Como el simple hecho de crear y sostener el espacio adecuadamente permite que la otra persona por sí misma encuentre lo que necesita: quizás respuestas, quizás alguna solución, quizás una palabra, quizás simplemente entrar en contacto con su propia esencia y escucharse... Si se me permite llevarlo a mi ámbito profesional, yo diría que ser capaz de generar ese espacio debería ser el principal cometido del mediador y de la persona que gestiona conflictos, una labor de artesanía que va mucho más allá de aprender una técnica. Y probablemente sea una cualidad o una destreza que, como la uva Pinot, requiera de atención y cuidados constantes y, quién sabe, a lo mejor solo nace en algunos rincones recónditos o únicamente los profesionales más pacientes y cuidadosos puedan conseguirlo pero, en cualquier caso, merece la pena intentarlo. Precioso post, y preciosa película. Gracias. Carme

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    1. Con la primera parte de tu comentario me has evocado el fragmento de cómo escucha Momo, ¿recuerdas?:

      “Momo sabía escuchar de tal manera que a la gente tonta se le ocurrían, de repente, ideas muy inteligentes. No porque dijera o preguntara algo que llevara a los demás a pensar esas ideas, no; simplemente estaba allí y escuchaba con toda su atención y toda simpatía. Mientras tanto miraba al otro con sus grandes ojos negros y el otro en cuestión notaba de inmediato cómo se le ocurrían pensamientos que nunca hubiera creído que estaban en él.

      Sabía escuchar de tal manera que la gente perpleja o indecisa sabía muy bien, de repente, qué era lo que quería. O los tímidos se sentían de súbito muy libres y valerosos. O los desgraciados y agobiados se volvían confiados y alegres. Y si alguien creía que su vida estaba totalmente perdida y que era insignificante y que él mismo no era más que uno entre millones, y que no importaba nada y que se podía sustituir con la misma facilidad que una maceta rota, iba y le contaba todo eso a la pequeña Momo, y le resultaba claro, de modo misterioso mientras hablaba, que tal como era sólo había uno entre todos los hombres y que, por eso, era importante a su manera, para el mundo.

      [Momo, Michael Ende]”

      Muy, muy interesante como adaptas el fragmento de la respuesta de “Miles” al ámbito profesional, Carme. Como lo vinculas a la auto observación y crecimiento constante.

      Gracias a ti!! :)

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  3. Buena cosecha la del 61 :-)

    También tengo buen recuerdo de esa película, me han entrado ganas de volver a verla igual me podría decepcionar porque casi me ha gustado más leer tu relato de la escena que revivirla en el vídeo que acompañas. En realidad, casi te estaba “escuchando” :-)

    “Una escucha que sin ser activa no es, para nada, pasiva”. Esta frase me ha hecho pensar que andamos escasos de personas a las que apetezca escuchar. En este caso ambas comparten la misma afición pero pienso que la pasión del relator sería suficiente para captar la atención de quien escucha aunque no se supiera nada del tema del que habla. Que sería capaz de conformar melodía aunque hablara de tornillos o de motores. Hay personas (pocas pero las hay) que elevan la categoría de lo que piensan o tocan. O será que simplemente son capaces de apreciarla, por eso la pueden transmitir.

    Frase para anotar y pensar: “la singularidad con la que hay que formular cada pregunta para generar la escucha que requiere una buena respuesta”

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    1. Coincido contigo Isabel, andamos escasos de escucha de la verdad. Por lo que parece no es un valor o al menos no “marida” bien con la necesidad imperiosa de “ser escuchado” continuamente. Curioso que en un mundo donde se ensalza el “café con leche” todos compitan por ser el café….curioso y triste, como la “comunicación” [¿] empobrecida, ruidosa y de bajo perfil que abunda en estos tiempos. Sin nadie que escuche no hay relato que prenda y arraigue…

      Buen apunte el que sugieres sobre el poder magnético de la “pasión” del relator. La necesidad de “hibridar” razón con emoción para conmover y generar acción. Un buen apunte que ilumina un aspecto importante de la competencia comunicativa

      Yo creo que la película te gustaría todavía, es una obrita sencilla y natural, de esas que no que no pasan de moda que son siempre vigentes por tocar elementos reales.

      Muchísimas gracias, Isabel

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  4. Excelente post, y excelente película. ¡Ganas de volver a verla!

    Un relato, el de ella, desde el dejarse llevar por las emociones y sensaciones que la idea y experiencia del vino le evocan, que sin la atenta escucha de él, abierto de par en par, entregado, sin barreras, acompaña al relato de ella. El uno sin el otro no podrían haber creado la historia. Un baile de palabras, emociones y pasión que sólo puede ser bailado en duo. Un momento de verdad, de intimidad,... que como se ve en la escena, no deja indiferente, y cuesta mantener el tipo.

    Un saludo!

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    1. Sí, así como él se habla a sí mismo, explorando ahí, dentro suyo, extrayendo como un minero su visión del Pinot [algo que se puede ver a partir de la cantidad de contacto visual que se da en el primer caso], ella le habla directamente a él, capturando su mirada en la suya, penetrando en su pupila como si quisiera labrar el mensaje directamente en la retina. Yo creo que en el segundo caso, cuando habla ella, Miles ya no escucha, sino que directamente se está enamorando. Quizás, por eso, me he centrado en la escucha de ella y no en la de él, porque las veo distintas…

      La escena es de una fuerza e intensidad impresionante, increíble la intimidad que consiguen, como bien dices, un baile enlazados…

      Gracias Olaia, un abrazo!

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  5. Creo que aprendo a escuchar escuchando a quienes me escuchan. El modo en el que los diversos detalles, gestos, miradas, silencios, ... de otros resuena en mis relatos va prendiendo en mi piel para recordarme todo lo que me queda por aprender.
    Me reconozco en la torpeza, el miedo, la vergüenza, la ignorancia, cada vez. E intento acercarme a aquellos que me hacen olvidar o derruir barreras a la hora de expresarme, porque soy consciente de la parte de mí que se muestra en esos momentos: la más cercana a mí, la más genuina, la que yo percibo más real.
    Me he sentido, como dices, sanada, reparada, curada por esa manera de escuchar tantas veces!
    Es una delicia. Un regalo.
    Ese tipo de escucha es siempre activa para mí. No exige, no juzga, permite y crea un espacio protegido tan valioso para quien lo comparte!
    Estoy muy lejos, pero más cerca, cada vez. Aprehendo lo que me dicen y lo que callan. Lo que hacen y lo que no. Lo que el cuerpo muestra ... y lo que oculta.

    Un placer escucharte, Manel.
    Una delicia tu manera de escuchar, aquí, espacio protegido.

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    1. No creo que estés tan lejos de esta escucha, tus comentarios hablan de ella, de una escucha atenta y respetuosa sobre la que se edifica y se hace posible cualquier relato. Reveladora esta exposición del cuerpo a la magia de aquellas posibles narraciones que lo fortalezcan.

      Gracias Mharta, nada comparable con escucharte a ti.

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  6. Muy buen post Manel y también muy buena película. Te recomiendo la última de su director, "Nebraska", me encantó.

    También la referencia a "Momo", cómo me gusta ese libro.

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    1. Gràcies Robert!! Anoto la película, ya te comentaré ;)

      Momo es un “tratado” imprescindible, desgraciadamente oculto tras una mala clasificación de “literatura juvenil” :)

      Una abraçada,

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