lunes, 8 de febrero de 2021

También es trabajo

 

Siempre hay algún momento en el que una organización se detecta la necesidad de abrir espacios alternativos a los de trabajo productivo para mejorar justamente aspectos de este trabajo y hacerlo más productivo.

Por ejemplo, puede surgir la idea de impulsar sesiones de transferencia de proyectos, de compartir buenas prácticas o debates en torno a temas de interés general y, muchas veces, surge la idea de organizar encuentros informales tipo café, comidas o instaurar el aperitivo del viernes con la idea de interaccionar, engrasar y humanizar las relaciones a través de la conversación espontánea que se suele dar en estos escenarios.

La realidad, sin embargo, suele ser que, a pesar de su recurrencia, estas ideas son muy frágiles y no aguantan la presión de la falta de tiempo que caracteriza nuestros días y se desvanecen rápidamente ante la fría efectividad industrial que marca el paso de las agendas laborales.

En definitiva, lo normal es que estas cosas suelan considerarse buenas ideas, interesantes y convenientes para cuando haya tiempo sobrante, sólo que no suele haber de este tiempo y, en el caso de que se dé, suelen aparecer mil y una formas alternativas y mucho más productivas de aprovecharlo ya que nunca hay tiempo que perder.

Total, que lo normal es que estas iniciativas no prosperen más allá del intento, se quemen y tengan que esperar un ciclo de olvido para que vuelvan a aparecer otra vez como ideas innovadoras que acaban siguiendo el mismo destino que sus predecesoras.

Este fenómeno que, a primera vista, parece formar parte de lo naturalmente esperable, como puede serlo que las hojas de los árboles caigan en otoño, es en realidad una anormalidad, una verdadera deformación de la actividad profesional que bloquea el buen hacer y las posibilidades de crecimiento y cambio de nuestras organizaciones, ya que sabemos de sobra que introducir pausas en la linealidad de nuestros procesos productivos, mejora la toma de consciencia sobre el momento en el que se está y abre la posibilidad de que puedan suceder cosas nuevas.

En primer lugar, es muy importante tomar consciencia de que cualquier actividad que tenga por finalidad el desarrollo o mejora de la actividad profesional es trabajo, ya se trate del desarrollo de las responsabilidades que se tienen asignadas, como de la realización de una acción formativa o tomar una cerveza [o un refresco] después de una dura jornada. La clave no está tanto en el qué se invierte el tiempo como en el propósito para el qué se invierte.

Si se organiza un almuerzo de trabajo no sólo se ofrece un espacio alternativo al de cada día para comer y, donde asistir o no depende de las ganas de compañía, del hambre o del tiempo que se tenga, sino que se trata de un escenario pensado para aprovechar todas las variables de la informalidad para provocar conversaciones con el propósito de aumentar el conocimiento, la empatía y, con ello, las relaciones de colaboración y ayuda mutua entre las personas asistentes.

Es, en realidad, un espacio muy, muy importante, que existe para la mejora de la actividad profesional y al que se le debe dedicar, con toda intencionalidad, tiempo  de trabajo, ya que se trata de trabajo; y lo mismo ocurre con la presencia y participación en acciones de formación, debates, sesiones de transferencia de conocimiento, etc., no son acciones pañuelo que se usan sólo si hay necesidad de sonarse, sino que se trata de acciones profesionales que requieren de tiempo profesional para llevarse a cabo.

A menudo suelen acompañarse las convocatoria a estos actos con la coletilla de la voluntariedad o la no obligatoriedad, por aquello de no añadir obligaciones inútiles a las que ya hay ni generar rigideces en lo que se espera que sea dinámico o porque de alguna manera se asume que no es tan importante como la actividad regular o, en el caso de la cerveza/refresco, porque se admite aquello de que “no hemos venido a hacer amigos”, lo cual no es del todo cierto, ya que una actuación profesional excelente incluye algo más que realizar las tareas asignadas, también ha de incorporar la capacidad de establecer relaciones fuertes y lazos de colaboración con el entorno que faciliten la amplificación de la inteligencia mediante la comunicación y el trabajo en red, de ahí que, aunque no se halle explicitado en el contrato ni en la descripción del puesto de trabajo, sea profesional desear los “buenos días” cuando se llega por la mañana.

Cualquier idea contraria a lo dicho hasta aquí es probable que parta de la lógica mecanicista industrial que reduce a las personas a piezas individuales de un engranaje sin otra necesidad que la de encajar los propios dientes en los de la rueda de al lado o, en el caso de la cerveza/refresco, a aquel “seamos serios” que nace de  la concepción judeocristiana del valle de lágrimas y del ganarás el pan con el sudor de tu frente que tanto afea la existencia y con lo que cualquier otra cosa que no haga llorar o sudar no es considerada “trabajo”.

La distinción entre tiempo productivo y tiempo improductivo es del todo lógica y permite saber dónde hay que poner el peso, ya que nos orienta sobre la verdadera razón de ser de nuestra actividad en el equipo o en la organización,  es evidente que no estamos ahí para transferirnos conocimiento, formarnos o conversar, de la misma manera que la razón de ser de una organización no es la gestión de sus RRHH, pero esta distinción no es extensible a tiempo importante y tiempo no importante ya que la gestión de los RRHH es imprescindible para la buena marcha de la organización, del mismo modo que transferir conocimiento, formarnos o participar en las conversaciones incide de manera directa en la excelencia de nuestro trabajo, en el aprendizaje organizativo, en la innovación y, en general, en el desarrollo, resiliencia y posibilidades de futuro del equipo y de la organización.

 

Pero todas y todos sabemos que, aunque estemos de acuerdo con los argumentos, éstos no hacen la cosa y que las inercias de nuestra cultura social y la de nuestros sistemas organizativos nos llevan a correr detrás de nuestros relojes como el conejo de Alicia, para lo cual es aconsejable que apuntalemos cualquier de estas iniciativas no-productivas con una serie de medidas:

> SISTEMATIZACIÓN: Contra todo argumento que enarbole la idea de que la sistematización genera rigidez, quita frescura y reduce la espontaneidad de los contactos no programados es necesario recordar que si no se reserva un tiempo y se dota a la actividad de un mínimo de estructura es muy probable que sea barrida y quitada de en medio por los vientos de lo importante y de lo urgente que soplan de manera continuada en nuestros entornos organizativos.

> ESPONJOSIDAD: Al hilo de lo anterior, es conveniente que exista una frecuencia, pero ésta no ha de ser invasiva generando la sensación de abandonar otras obligaciones. Tampoco ha de ser tan esponjosa cómo para que se diluya en el tiempo, pierda carácter, se interprete como poco importante y no genere hábito.

> CONCILIACIÓN: Absolutamente relacionada con la esponjosidad de la que hemos hablado  está la comprensión y permisividad con la realidad de cada persona y las posibilidades que tenga para conciliar las diferentes responsabilidades a la que esté sujeta.

> PROPÓSITO: Explicitar el propósito de la actividad ayuda a ubicarla en el contexto profesional a la vez que es un poderoso recurso para cuestionar y superar las perezas y las “pocas disponibilidades” que suelen desvelar aquellas iniciativas transversales o de mantenimiento organizativo, que proponen mezclar nuestras ideas y nuestra presencia con las de otras personas y nos apartan de la zona de confort o del recinto de nuestra individualidad y autosuficiencia.

> CONVERSACIÓN: Este podría ser el principal propósito de la mayoría de estas actividades ya que la conversación es el conector principal y el mecanismo natural y más sencillo de transferencia de conocimiento y fortalecimiento de las relaciones. Es importante que cualquier actividad profesional no productiva se oriente a que se den el máximo de conversaciones entre las personas que acuden a ella, ya se trate de una sesión de transferencia, una conferencia, un debate, una excursión, la visita a otro centro de trabajo, un almuerzo o ir a un escape room. Si no es así, es fácil que pueda ser interpretado sólo como divertimento y no como un divertimento con sentido.

> COMPROMISO: Así como el propósito puede estar muy relacionado con generar conversaciones, también es muy necesario para despertar la necesidad de compromiso de las personas para dar sentido y contribuir a que este tipo de actividades aporten el máximo de valor. En nuestros entornos organizativos puede que suceda, paradójicamente, lo contrario, que aquellas personas que no asisten a actividades comunitarias o de equipo argumentando mucho trabajo o falta de tiempo, suelan verse como profesionales más eficientes y comprometidos, ahí hay un poderoso factor de resistencia, del mismo modo que es uno de los determinantes más importantes de individualismo, falta de comunicación, estrés, distorsión del clima laboral y empobrecimiento organizativo.  

 

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Las dos imágenes corresponden a ilustraciones de Norman Rockwell.

7 comentarios:

  1. Buen post, Manel, explicas muy bien un problema que tenemos con este tipo de actividades, que tendemos a subestimar, porque no la vemos como trabajo. Parece que es algo al que nos dedicamos si sobra el tiempo. Un abrazo

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    1. Gracias, Amalio!! Anque tratas un tema totalmente distinto, creo que conecta con alguna cosa de este artículo que publicaste en tu blog.

      Un abrazo.

      Un abrazo

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    2. Un poco al hilo del tema del post, es una suerte poder venir a tu blog con la mejor de las expectativas: parar un rato y pensar :-)

      Hay una frase que me ha recordado al tema de los códigos rojos tal y cómo se abordan en la película “Algunos hombres buenos”. La frase a la que me refiero es “… aunque no se halle explicitado en el contrato ni en la descripción del puesto de trabajo, sea profesional desear los “buenos días” cuando se llega por la mañana”. Es cierto, no viene escrito porque es lo lógico, aunque quien sabe, igual termina siendo necesario hacerlo constar. Pero lo que me ha hecho pensar es que hay muchos códigos rojos no explícitos que la organización, la rutina, etc., termina imponiendo sutilmente… o no tanto. Y ya sabemos que lo bueno se volatiliza antes mientras que lo negativo tiende a quedarse.

      El título me parece muy acertado, simple y potente. Porque es cierto, “también es trabajo”. Incluso se podría acortar más y dejarlo en “Es trabajo”, tal vez el resto, o al menos una gran parte, son tareas. Es muy necesario poder, querer y saber reflexionar. Y buscar las palabras adecuadas para comprender lo reflexionado.

      Un abrazo Manel.

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    3. Muy, muy interesante esto que comentas, Isabel, los límites tàcitos y el arrastre empalagoso, gris y lento de las rutinas.

      Un abrazo fuerte!

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  2. Yo me quedo con que gran parte del problema pasa por "la fría efectividad industrial que marca el paso de las agendas laborales". La obsesión por medir el resultado en términos cortoplacistas tiene mucho que ver con lo que se incentiva y lo que no... por mucho que nos quieran vender otras cosas.

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    1. Muy de acuerdo, Julen, añadiría a la obsesión real, et teatro que también se interpreta haciéndose pasar por estar obsesionados por los resultados cuando realmente lo único que se pretende es parecerlo. Lo de que nuestro tiempo está muy marcado por la apariencias creo que es aplicable a la perenne falta de tiempo y al estrés crónico que algunas personas dicen padecer…a final, en algunos casos, no parece que haya una relación entre lo que se dice que se hace y los resultados que se obtienen.

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  3. Lo conecto mucho, manel, con el post del "tiempo en consultoría" de #REDCA pero desde la óptica de que cómo se regula y de qué manera el tiempo en las organizaciones. Porque por lo visto, hay que hacer el "maximo de cosas" en el tiempo disponible con lo cual es poner una trampa en el desarrollo de la organización, que probablemente se dé cuando destinamos precisamente tiempo a este tipo de acciones. Por eso lo de "sistematizar" me parece muy acertado.

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