Cualquier cambio que desees impulsar supone siempre un cambio a nivel personal. Has de plantearte cambiar porqué ese cambio que quieres provocar en tu entorno afectará a la manera que tienes de relacionarte con él y, por lo tanto, alguna cosa deberá cambiar también en ti.
Si, por ejemplo, quieres evolucionar a un modelo de autogestión, deberás cambiar tu manera de dirigir al equipo; en el ámbito de la prestación de servicios pasa lo mismo, si quieres poner a las personas en el centro, deberás transitar del paternalismo directivo a un tipo de interacción basada en la información, la orientación y la responsabilización. En definitiva, no puedes plantearte el cambio y continuar relacionándote igual con aquello que ha de cambiar, esto pasa en casa cuando afrontas el cambio de tus hijos o cuando gestionas el cambio organizativo, da igual, se trata siempre del mismo principio.
Para impulsar el cambio, debes formar parte de él; todas aquellas personas que tienen el propósito de liderar el cambio deberían plantearse qué deben cambiar de ellas mismas y hasta qué punto están dispuestas a hacerlo, esto es clave, ya que no hacerlo suele convertirse, tarde o temprano, en una de las principales resistencias al cambio.
Por lo tanto, antes de emprender un proceso de cambio es muy importante valorar la dimensión personal implicada en el cambio y decidir si realmente se está dispuesto a cambiar; para llevar a cabo esta valoración conviene detectar y ponderar el efecto del cambio sobre algunos aspectos.
Uno de estos aspectos son aquellas necesidades personales de control, de poder o de reconocimiento que de manera más o menos consciente, resuelves a través de tus relaciones interpersonales. Liderar el cambio puede suponer dar autonomía o ceder y perder protagonismo, impactando en la necesidad narcisista de poder o de reconocimiento social a la que podemos estar apegados. Es muy probable que la transformación de tu papel no sea tan sólo un efecto colateral del cambio, sino que este sea precisamente uno de los principales catalizadores para que este cambio pueda suceder, ya que sabemos por experiencia que el cambio no es creíble cuando no es modelado o inspirado a través de las actitudes de quien lo impulsa.
Otros de los aspectos que hay que tener en cuenta son los hábitos que debemos cambiar para favorecer el cambio. Es importante detenerse en estos hábitos o inercias personales ya que tienen un efecto centrípeto que nos succiona y atrae hacia lo de siempre. Para remontar lo que ya se ha convertido en una costumbre o un hábito, hay que tomar distancia y desarrollar una fuerte convicción: tomar cierta distancia porque si no hay perspectiva va a ser difícil observar y analizar los automatismos que conforman nuestras actuaciones y manera de hacer en el día a día, nuestras costumbres y hábitos nos atraparán revolcándonos en la espuma confortable de nuestra cotidianeidad y alejándonos de cualquier posibilidad de adquirir la consciencia necesaria para poder decidir qué cambiar. La convicción es, como ya sabemos, inherente a todo proceso de cambio, nos lleva a no cejar y persistir en nuestro objetivo, amén de ser el antídoto por excelencia para afrontar la ansiedad que produce desengancharnos de la adicción a nuestras hábitos y costumbres. Depende de lo convencidas o convencidos que estemos, afrontaremos con éxito la deshabituación a ciertas costumbres que son contrarias a las que necesitamos en el nuevo escenario y seremos más tolerantes a la frustración ante aquellas dificultades o resistencias que aparezcan. Sin convicción no hay capacidad de riesgo y suele abortarse el cambio a la primera contrariedad.
Por último, otro aspecto implicado en la dimensión personal de cambio es el del tiempo del que se dispone. No se trata del tiempo sobrante, no, sino del tiempo que nos damos para impulsar el cambio y cambiar nosotros mismos. La necesidad crónica de obtener resultados inmediatos es uno de los factores que determinan la impaciencia de nuestro momento actual, pero el cambio necesita de su propio tiempo, que no es mucho ni poco, sino tan sólo el tiempo necesario para que pueda producirse: si queremos cambiar un software necesitaremos de un tiempo y, si queremos cambiar la cultura corporativa integrando unos determinados valores en las personas, necesitaremos de otro tiempo de dimensiones distintas. Preguntarnos si disponemos de este tiempo nos dará una idea precisa sobre si nuestra voluntad de cambio es real o un espejismo pasajero dependiente de las circunstancias. La prisa, la falsa practicidad disfrazada de agilidad, el buscar siempre lo máximo con el menor esfuerzo o el ahorro de tiempo suelen ser la manera de disfrazar la fragilidad del propósito o la falta de conciencia sobre la naturaleza de un proceso de cambio. Este es un factor clave pues la falta de tiempo es unos de los síntomas más habituales de resistencia al cambio expresados, paradójicamente, por quienes dicen querer liderarlo.
Para
concluir, una sugerencia: si quieres impulsar un cambio importante, ya sea en
tu organización o en tu vida, proponte un cambio personal que te suponga un esfuerzo
no muy grande pero importante, que sea visible y que impacte en tu modelo de
vida, por ejemplo, incorpora un hábito nuevo. No tiene por qué ser nada difícil
ni costoso, ha de tratarse de algo posible, que esté a tu alcance, que no esté sujeto a nadie, que dependa sólo
de ti, pero que tampoco sea fácil. Algo que sea saludable y a todas luces
beneficioso, pero que no se obtenga de forma inmediata; por ejemplo, adquiere el hábito de
salir a correr ciertos días de la semana, o a caminar o meditar treinta minutos
cada día, son hábitos que no te llevarán mucho tiempo y que puedes asumir pero
que harán que tengas que reorganizar tu tiempo, hacerles un hueco y abrirles un
espacio propio, te harán íntimo con tu soledad y con tus pensamientos, te reconciliaran con tu cuerpo, de la importancia de armonizarte con tu respiración, del
coste y de las claves para lograr un objetivo de cambio. Te ofrecerán pequeños éxitos que celebrar y te harán sentirte capaz, regenerado, justo
aquel o aquella que necesitas ser en este momento.
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Imagen de Pixabay
Muchas gracias Manel. Precioso hilo de transformación con los avisos de las trampas en las que solemos caer cuando intentamos cambiar… a los demás. Muy, muy bien expresado. Me quedo con lo de adoptar un nuevo hábito mejor. Uno a uno, paso a paso.
ResponderEliminarGracias, Javier :)
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