Aunque haya
una tendencia de moda en el entorno, razonamientos o evidencias externas, sin
una convicción firme por parte de quien haya de llevarlo a cabo, existen todas
las posibilidades de que cualquier incidencia, ausencia o contratiempo de al
traste con una intención de cambio que sea frágil.
A más
convicción, más capacidad de tolerar la frustración ante cualquier bloqueo y de
persistir en el empeño, capeando el temporal. La falta de convicción, al ser
presa de la incertidumbre, genera nostalgia de la zona de confort y se erige,
más tarde o más temprano, como la principal resistencia al cambio.
Pero, además
de ser clave para la resiliencia, la convicción y el liderazgo van de la mano.
Es muy difícil generar compromiso o contagiar entusiasmo si no se está
realmente convencido.
Demasiadas veces se deposita en la técnica comunicativa la responsabilidad de transmitir entusiasmo e influir a los demás. Muchas personas con responsabilidades directivas creen que, para convencer a alguien, es suficiente con crear la magia de la persuasión mediante el conjuro oportuno y el pase de manos adecuado. Nada más alejado de la realidad. La clave para convencer es estar convencido o convencida. De no ser así, no queda otra que interpretar y simular una convicción que no se tiene. Para ello, será necesario acudir a la técnica interpretativa, con el enorme riesgo que conlleva. Cuando no se tiene talento para el teatro, existe el peligro de caer en la sobreactuación.
La convicción es clave en la comunicación. Se transmite abriéndose paso a través de las múltiples combinaciones de contracción y relajación de los veinte pares de pequeños músculos que diseñan nuestra expresión facial. Estos músculos traducen continuamente lo que pensamos en señales que los demás leen, a menudo sin ser conscientes de ello. Esto es debido al protagonismo que se le da a la palabra, aunque sea la expresión facial la que la valide envolviéndola con la capa de sinceridad necesaria para conectar emocionalmente a quien da con quien recibe. Aunque se puede estar más o menos de acuerdo, nadie duda de la sinceridad de quien transmite con convicción.
La
presencia o la falta de convicción es uno de los principales indicadores de la
posibilidad de cambio, de la capacidad para liderarlo y explica el éxito o el
fracaso de muchos proyectos.
Generar
convicción exige de un tiempo que actualmente escasea, requiere de una
reflexión que aúne las ideas con los propios principios y se materialice en un
relato que tenga sentido en términos de beneficios para las personas que han de
participar de ella. Se trata de un tiempo contemplativo en el que poder estar
receptivo a lo que llega del entorno, para de este modo comprenderlo e
integrarlo. Pero no es tiempo perdido, tenlo claro: Si quieres convencer,
convéncete.
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