sábado, 20 de junio de 2009

Comprender vs juzgar

Cuenta Auster en El retrato de un hombre invisible [uno de los dos cuentos comprendidos en esa magnífica obra que es La invención de la Soledad] que un hombre, por el que se sentía emocionalmente maltratado [léase olvidado], un día, después de haberse trasladado de casa, al salir del trabajo se dirigió a su antiguo hogar, se metió en el dormitorio y se acostó a dormir… Sigue contando Auster que era necesario estar casi inconsciente para no ver que la casa no era la misma. Y concluye que, si la mente no era capaz de responder a la evidencia material, ¿cómo iba a reaccionar ante la evidencia emocional? A partir de este razonamiento, el narrador cambia inmediatamente su percepción y la animadversión respecto a esta persona…

Esta anécdota salió al paso en el marco de un asesoramiento personalizado donde un directivo se quejaba del estrés que le producía la incomprensión que, respecto de su trabajo, se desprendía de las actitudes de un personaje [político] influyente en su entorno.

Hay quien diría que comprender es querer y, a medida que voy haciéndome mayor, cada vez me siento menos inclinado a desmentir esta máxima, por muy rosapastel que parezca.

Comprender [que no admitir…] supone situar ciertas actitudes en las coordenadas determinadas por aquellas causas que han incidido en su aparición.

Comprender [que no tragar] es, para mí, uno de los máximos exponentes del respeto ya no tanto hacia los demás como al orden natural de las cosas y, de alguna forma, esto ha de traducirse en un cierto alivio por lo que supone no tener que juzgar, actividad harto frecuente que se materializa habitualmente en decidir el grado en que las actitudes de los otros están alineadas con los propios intereses.

Comenta Ashley Montagu, en su ya clásico libro, que la agresividad es el destilado directo de la frustración. Quizás podamos inferir de ello que una solución está en no esperar más que aquello que realmente vaya a [o pueda] suceder

En resumen, conviene entrenar en hacer prevalecer el análisis a la valoración.

8 comentarios:

  1. Quizá la diferencia radica en parte, en las diferencias semánticas entre entender y comprender.
    La comprensión, desde mi humilde impresión, radica en el supuesto de que puedas colocarte en el lugar del otro y poder ver la realidad desde su paradigma, que quizá sea distinto al tuyo.
    Mucho se aprende de esto, cuando te toca acompañar en su crecimiento a seres "especiales" o distintos que definitivamente no tienen la capacidad connitiva de la cual cuentas.
    De eso se trata un poco..
    Alberto

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  2. @Facility Manager Creo “comprender” el trasfondo de tu comentario por lo que se refiere a esos seres “especiales”. En mi apunte no invitaba a algo tan profundo que implique transacciones con diferencias cognitivas implicadas. Tampoco sugiero la empatía como solución plausible a la vista de lo que, en realidad somos capaces de llevar a cabo. Aunque entiendo [supongo] el contexto en que la comentas. Creo que, simplemente, infravaloramos la potencialidad del análisis causal y hay una inercia [aprendida] a emitir opiniones en función de criterios subjetivos y/o personales también desconocidos por falta de autoanálisis. Juicios de valor que suelen provocar más problemas que soluciones. Gracias por pasarte por aquí y dejar rastro.

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  3. Es una de las grandes lecciones de la vida!.
    Recordé tu reflexión en una plaza de Segovio cuando este fin de semana veía por la tele una entrevista a Vicent Ferrer.
    Respetuosos saludos ;-)

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  4. @Odilas, Hola compañera. Sí lecciones de la vida…me pregunto desde cuándo nos la está enseñando porque un servidor la ha aprendido hace, realmente, muy poco (torpe que es uno…)
    No vi la entrevista a Vicent Ferrer (cachis!!).
    Un abrazo,

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  5. Comprender es querer: querer entender, querer contextualizar, querer escuchar,... Y no es poco. Pero, ante todo, comprender es respetar. Gracias por la lección de repaso, que a veces se nos olvida...

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  6. @Anna A ti no parece que se te olvide colega... :-)

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  7. Había una vez una maestra que me sacaba de quicio. Terminó su carrera de antropóloga mientras su alumnado de 4 años jugaba cinco horas seguidas sin mucha atención por su parte. Todo el mundo en el colegio le tenía miedo.
    Cuando empecé casi a odiarla cayó en mis manos un calendario del Sagrado Corazón y encontré en uno de los días, creo que de enero, una cita sobre "la comprensión que lleva al amor".
    Me costó la propia vida, pero repitiéndolo, empecé a dejar de odiarla a ella y, sobre todo, empecé a dejar de odiarme a mí misma por no tener la valentía suficiente para denunciarla. Comprendí mi miedo, dejé de juzgarme y dejé de odiarme.
    Hoy sí sería capaz de denunciarla, es lo bueno de cumplir años ;)

    Efectivamente, es mucho más liviano para el alma comprender que juzgar. Kloséyo ;))

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  8. @Lola. Qué experiencia tan bien expuesta…Me llama la atención (y me admira) este punto de autoconsciéncia y autocrítica bien llevada. Muchísimas gracias por pasarte por aquí Lola…

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