Creo fervientemente en que es tan posible desarrollar la vida como un continuum, en el que cada paso está condicionado por el anterior, como plantearla como un conjunto de momentos, más o menos interconectados, en los que siempre tenemos la posibilidad, si nos lo proponemos, de redefinir o incluso de reinventar nuestro modelo de actuación.
La principal diferencia entre escoger una posibilidad o la otra reside, desde mi punto de vista, en que, en la primera, uno envejece en su propia forma de ser y de hacer manifestando, a lo largo del tiempo, todos los síntomas de la senectud. La segunda opción permite marcar un fin, sacar conclusiones y proyectar un comienzo nuevo, aunque éste pueda sugerir calcar aspectos del modelo anterior. Es una de las pocas maneras posibles de renacer.
En uno de estos momentos de cierres y de nuevos inicios, un gerente me comentaba, a propósito de su comienzo en una nueva organización, que, a diferencia de lo que había hecho hasta ahora, esta vez no prestaría oídos a nadie que, con la mejor o más dudosa intención, quisiera ponerle en antecedentes sobre nada ni nadie de ahí a donde iba. Que no aceptaría ninguna percepción ajena que determinara, como ya le había ocurrido anteriormente, su manera de enfocar el nuevo escenario de actuación, que no escucharía consejos que limitaran la oportunidad de su propia impresión sobre los equipos y sobre las personas a las que se disponía dirigir, que haría caso omiso a aquellos puntos de vista que fueran la posible causa de emitir unos juicios prematuros que comportasen acarrear con todo lo que supone un mal inicio. Concretamente utilizó la expresión: empezar con una mirada limpia.
En una conversación de este tipo es muy sencillo que se tome el previsible camino de los posibles reajustes organizativos, un tema que suele actuar como pantalla para evitar mirar de frente a la verdadera cara de la organización, que no es otra que la de todos los rostros de las personas que están en ella, pendientes muchos de ellos de cuál va a ser la primera actuación a partir de la que deducir el signo que marcará el nuevo período. En este caso, la conversación se centró en no precipitar ninguna decisión que cambiase de manera significativa la orografía organizativa sin antes tomarse un tiempo en decidir cuáles iban a ser los principios que iban a determinar la forma de conducirse en el nuevo momento que se abría delante.
Se trataba de establecer, escribiendo y desarrollando sucintamente, cuatro coordenadas que actuasen como punto de apoyo sobre las que tomar las decisiones, con las que poder responder a cualquier expectativa formulada sobre las propias actuaciones y, lo más interesante, para actuar y ser el modelo de dirección y liderazgo que proyectar sobre el propio equipo directivo. Lo cual, me pareció bastante insólito para aquellos que nos dedicamos al desarrollo de directivos ya que hemos de enfocar, normalmente, la atención de nuestros participantes a modelos externos a su propia organización.
La principal diferencia entre escoger una posibilidad o la otra reside, desde mi punto de vista, en que, en la primera, uno envejece en su propia forma de ser y de hacer manifestando, a lo largo del tiempo, todos los síntomas de la senectud. La segunda opción permite marcar un fin, sacar conclusiones y proyectar un comienzo nuevo, aunque éste pueda sugerir calcar aspectos del modelo anterior. Es una de las pocas maneras posibles de renacer.
En uno de estos momentos de cierres y de nuevos inicios, un gerente me comentaba, a propósito de su comienzo en una nueva organización, que, a diferencia de lo que había hecho hasta ahora, esta vez no prestaría oídos a nadie que, con la mejor o más dudosa intención, quisiera ponerle en antecedentes sobre nada ni nadie de ahí a donde iba. Que no aceptaría ninguna percepción ajena que determinara, como ya le había ocurrido anteriormente, su manera de enfocar el nuevo escenario de actuación, que no escucharía consejos que limitaran la oportunidad de su propia impresión sobre los equipos y sobre las personas a las que se disponía dirigir, que haría caso omiso a aquellos puntos de vista que fueran la posible causa de emitir unos juicios prematuros que comportasen acarrear con todo lo que supone un mal inicio. Concretamente utilizó la expresión: empezar con una mirada limpia.
En una conversación de este tipo es muy sencillo que se tome el previsible camino de los posibles reajustes organizativos, un tema que suele actuar como pantalla para evitar mirar de frente a la verdadera cara de la organización, que no es otra que la de todos los rostros de las personas que están en ella, pendientes muchos de ellos de cuál va a ser la primera actuación a partir de la que deducir el signo que marcará el nuevo período. En este caso, la conversación se centró en no precipitar ninguna decisión que cambiase de manera significativa la orografía organizativa sin antes tomarse un tiempo en decidir cuáles iban a ser los principios que iban a determinar la forma de conducirse en el nuevo momento que se abría delante.
Se trataba de establecer, escribiendo y desarrollando sucintamente, cuatro coordenadas que actuasen como punto de apoyo sobre las que tomar las decisiones, con las que poder responder a cualquier expectativa formulada sobre las propias actuaciones y, lo más interesante, para actuar y ser el modelo de dirección y liderazgo que proyectar sobre el propio equipo directivo. Lo cual, me pareció bastante insólito para aquellos que nos dedicamos al desarrollo de directivos ya que hemos de enfocar, normalmente, la atención de nuestros participantes a modelos externos a su propia organización.
..."Empezar con una mirada limpia"...¡¡Qué bonita expresión!!.
ResponderEliminarGran entrada, Manel, como siempre. Me gusta porque "hace pensar" al igual que ocurre con los temas que tocas en tu blog.
Un abrazo
Mi percepción de la vida es, sin duda, la de “conjunto de momentos, más o menos interconectados”. Es la única oportunidad de intentar “desamprender”, al menos en algunos aspectos, para poder continuar.
ResponderEliminarQue magnífico e insólito planteamiento en la conversación con este gerente. Es poco habitual que alguien se quiera tomar tiempo para definir “sus propios principios” y mucho más el de asumir ser el modelo de dirección y liderazgo para su propio equipo.
Intento ponerme en la piel de las personas que van a estar a su cargo y captar su desconcierto, acostumbradas como estarán a los discursos grandilocuentes, la promesas y el “aquí no pasa nada”. Me pregunto como reaccionará este equipo ante este planteamiento tan diferente. Por mi parte, estaría encantada si dedicaras otro post, más adelante, con tus reflexiones sobre la evolución de este caso. De lo positivo es de donde hay que aprender. Es bueno saber que existe y que se puede empezar con “una mirada limpia”
Estimulante post Manel :)
Es que lo de "empezar con una mirada limpia" es lo mejor que he oido .... solo poner esa intención es ya una maravilla.
ResponderEliminar@José A.Latorre. Es cierto, se trata de una expresión bonita que además augura una posibilidad de que pueda suceder algo nuevo…como esos pintores que aprovechan las telas pasando una capa de pintura blanca sobre el lienzo para enterrar cualquier vestigio de manifestación anterior y abrirle el camino a una nueva obra. Esa costumbre de advertirnos antes de llegar a un sitio solo puede responder a necesidades ajenas para manipular la percepción y a necesidades propias para prepararnos y parapetarnos de posibles hostilidades. Si empezamos así, mal vamos…¿verdad?
ResponderEliminarGracias José Antonio por tu comentario.
@Isabel. Realmente parece poco habitual aunque me haces pensar en si se podría repetir esa conversación con otros directivos o responsables y creo que, con sus respectivas variaciones, también se podrían llevar en una buena parte de las personas con las que estoy colaborando. Y es que eso de las conversaciones son cosas de más de uno y, cuando se llevan a cabo de verdad, esto es, en serio y confiadamente es relativamente sencillo conducir y converger en este tipo de reflexiones. Yo creo que la confianza aquí es fundamental y está basada en la seriedad profesional y en el convencimiento de que lo que realmente valoran los que conversan es el trabajo bien hecho. A partir de aquí lo que se abre más a menudo es un universo de posibilidades, si la persona está abierta a la “estética del método” el resto viene por sí solo.
ResponderEliminarSí creo que es fácil imaginarse el desconcierto y la desconfianza de las personas ante un debut distinto del habitual. Pero remontar el discurso en el que nos hemos desarrollado es una de las labores que nos tocan en el momento actual, visto lo visto.
Aquí lo que hace falta es empeño y persistencia, aspectos que se beneficiaran seguro si los principios con los que queremos actuar están bien fundamentados. De ahí esa reflexión…
Gracias por tu comentario también estimulante, Isabel :)
@Juana. Realmente tengo la gran suerte de encontrarme, en mi trabajo, con personas realmente atemporales, que parecen no envejecer, sino sólo madurar conservando en la mirada esa chispa entre juguetona, divertida y noble en la que apetece compartir proyectos. Esa es una más de aquellas cosas por las que me gusta lo que hago.
ResponderEliminarLa mirada limpia es una actitud excelente por parte de ese gerente ante su nuevo reto. Pero ¿y por parte de sus nuevos empleados? ¿Por parte de su equipo de directivos, ejecutivos, personas que tienen esa expectación y que posiblemente (o habitualmente) responden con resistencia? Yo diría que la 'mirada limpia' puede trabajarse desde la educación infantil. Yo recuerdo de mis años de estudiantes el perjuicio que como chaval estudioso que era me causaba siempre que cada año, al cambiar de curso, siempre tuviéramos los rumores de que tal profesor era un hueso, o que suspendía a todo el mundo, o que sus clases eran el reino del terror (ya sé que esto ha cambiado, por supuesto, obsérvese: http://banquetealatropa.blogspot.com/2009/08/el-profesor-en-la-trinchera.html). En la universidad esto era más claro, era mucho más llevadero empezar el curso desprendiéndose de los prejuicios de repetidores sobre los nuevos profesores que tenías. ¿Qué iban a decir ellos, si venían de una experiencia traumática como era suspender y rara vez, si la hacían, iban a exteriorizar autocrítica por sus propios errores? Así que sí, por supuesto, mirada limpia, la que todos queremos que nos tengan, pero también la que debemos desarrollar. Claro es que luego la vida te enseña de todo, por supuesto. También sería el momento de reconocer que algunos de esos prejuicios se convirtieron en verdaderos. Pero la diferencia debe ser que no lo fueron más porque me los contaran con antelación...
ResponderEliminarestupendo post, por cierto. Es curioso, estas consideraciones sobre gestión de empresa siempre resultan más efectivas con relación a la vida personal. Supongo que esta es la empresa que inconscientemente más tiempo tenemos que gestionar.
@Goio. Una de las cosas en las que insisto más en mi trabajo es a dedicarle y prestarle atención a aquello que toca directamente y que cae sobre el propio ámbito de responsabilidad. De nada sirve preocuparse por aquello que depende exclusivamente de otros. Máximo podemos tratar de influir con la posición que decidamos ocupar en el sistema pero esto formaría parte de los que nos toca personalmente. Soy de la opinión de que una mirada limpia [que no ingenua] permite más alternativas o al menos, que las que haya sean más efectivas, que una mirada entelada por la percepción de otros. Como mínimo, uno se siente más orgulloso y mejor consigo mismo por aquello de responder al equilibrio natural de las cosas y no dejarse llevar por la alquimia de percepciones construidas para dibujar realidades alternativas, ya es algo.
ResponderEliminarAdemás Goio, estoy cada vez más convencido de que esta forma de actuar se vive como un alivio siempre. Claro que al principio puede generar desconfianza y siempre habrá quien nade más cómodamente entre el rumor y la intriga. Pero si realmente uno no ceja de actuar respecto a lo que proclama, al final se manifiesta y toma cuerpo esta a veces tan fantasmal y tan a menudo incorpórea “coherencia”. Al final, lo único que se propone en el post es establecer unos principios y actuar en base a ellos. Si alguien se esforzara en mirarme limpiamente, al menos me daría una oportunidad para mostrarme tal y como quiero ser. Lo contrario ya lo tenemos servido desde siempre…
Gracias por tu comentario :)
Hol@ Manel:
ResponderEliminar"Comenzar con la mirada limpia", es una acciòn que deberìa considerarse correcta cuando uno ve que deberia ser a veces, un acto de justicia en las organizaciones.
Sin embargo, estuve hace algun tiempo en una, dominada por el autoritarismo, el despotismo y la autocracia. Pero un dia cambiaron al Director, y lleva un año en el cargo y no ha hecho nada. Pensè que estaba observando para ser justo, pero creo que decidiò por el camino facil. A veces la mirada limpia, hace que no se haga justicia interna.
Desde el punto de vista artesano, no se si sea conveniente que un Director trabaje desde su propia perspectiva y herramientas y no tome en cuenta con lo que tienen al momento de llegar. Un artesano colocaria sus herramientas con todas las demàs.
Manel, a partir de hoy comienza mi cruzada para que escribas un libro, asi sea un resumen de tu blog. Un artesano con esa pluma, DEBE escribir un libro.
Alberto
@Facility Manager. Alberto, en el caso al que me refiero en el post, lo que se quiere evitar es partir de concepciones prefijadas sobre las que interpretar la organización [sus personas, sus relaciones, sus capacidades]. Particularmente me parece muy bien contar, en un principio, con todo el equipo. Se trata de cambiar el orden y de procurar que, en caso de tenerse que ganar algo, que ese algo sea la desconfianza. Una mirada limpia no significa aquí una “no actuación” sino que cualquier actuación que se lleve a cabo lo sea en propiedad. Otra cosa es lo que lógicamente comentas, que se tenga en cuenta el conocimiento que existe en la organización y aprovecharlo, pero esto es, justamente, lo que se puede hacer si uno entra con la “mirada limpia” dejándose impactar por lo que realmente existe dentro, cosa que no suele pasar ya que lo frecuente es que el prejuicio vele muchas posibilidades y atenúe el valor de la diversidad.
ResponderEliminarGracias por el comentario y por animarme Alberto. Un abrazo.
Me ha gustado la frase "una mirada limpia", me ha recordado a lo que en su dia Bion defendía a la hora de tratar a sus pacientes.." sin memoria y sin deseo"..a lo mejor no tiene nada que ver, pero me ha hecho pensar en ello. Interesante también la posibilidad de reinventar; bajo mi punto de vista y basándome en lo que escribió Yourcenar..." a veces hace falta un toque de locura para construir un destino"
ResponderEliminar@Yolanda. Bien traídas las referencias a Bion y a Yourcernar, Yolanda. Y sí, en contra de aquellos que piensan que la continuidad sólo es uniformidad, se puede anteponer que la reinvención es otro modo de esta continuidad, pruebas de ello hay. Es tan solo un tema de elección…
ResponderEliminarMuchas gracias por pasarte y comentar :)
..de elección y de valentía! De nada, te animo a que sigas escribiendo, me ha gustado leerte. :-)
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