Sostengo que cuando se trata de establecer metas y proponerse retos, los análisis concienzudos calzan más del lado de la parálisis [para algunos llamada prudencia] que de otra cosa y no es que esté en contra de trabajar con unos mínimos de seguridad, no, sino que creo que el análisis de posibilidades va íntimamente parejo a la toma de consciencia de las imposibilidades y que la naturaleza humana lleva indefectiblemente a hacer lo que se puede en vez de a lo que se quiere.
En resumen, nuestra vertiente límbica influye más de lo que creemos en la sobrevalorada vertiente cortical y, ante la mínima expresión de alarma en nuestro entorno, no podemos hacer nada para evitar parapetarnos y proteger aquello que tenemos. Una actitud a todas luces contraria al cacareado espíritu de ilusión y riesgo que hay que mostrar cuando se planifica y se enfoca un proceso de cambio.
Por eso, a mí, los análisis DAFO me dan como repelús [el término ya me produce una reacción alérgica] cuando se los coloca en el estadio inicial del proceso y los veo como nubarrones más o menos negros [dependiendo de lo cargados que vayan de amenazas y de debilidades] que circulan filtrando la luz más que iluminando….que es como, por otro lado, se pretende que los veamos.
En los últimos proyectos de planificación en los que he estado colaborando, y casi de manera natural, la información procedente del análisis de Oportunidades/Amenazas y Fortalezas/Debilidades la he aprovechado fundamentalmente para invitar a la reflexión respecto a lo que va a suponer desarrollar aquellas actuaciones, ya formuladas e inspiradas directamente en el Modelo ideal al que se quiere llegar, que al fin y al cabo es aquello que se desea y no necesariamente a donde nos lleve la dirección en la que soplan los vientos de un DAFO.
En cuanto al espinoso tema de los objetivos, antes solía diferenciarlos entre estratégicos [genéricos o a largo plazo] y operativos [específicos o a corto plazo] pero, en la práctica, la formulación de los objetivos a largo plazo siempre da muchos problemas ya que, cuando posteriormente han de desgranarse en objetivos a corto plazo, acciones, etc., suelen formularse mediante grandes enunciados, muy generalistas y demasiado poco concretos como para poder seguirlos y controlarlos. Así que abogo por la formulación de objetivos, independientemente de sus plazos y de que éstos se orienten directamente a aquellos resultados que estén en sintonía con el Modelo trazado… suele ser mucho más sencillo, claro y operativo para tod@s.
Una vez formulados los objetivos, propongo determinar aquellas acciones necesarias para lograrlos, donde otros más ortodoxos formularían, seguramente, objetivos más específicos. Pero he decidido no liarla y optar, si es posible, por estructuras más sencillas y orientadas a resultados. He comprobado que la formulación de tanto objetivo comporta un alejamiento del motivo fundamental del que se desprende todo el Plan, el Modelo al que se quiere llegar.
Suelo distinguir entre tres tipologías diferentes de acciones. Por un lado están aquellas que se desprenden directamente de las fases para lograr el propio objetivo. Por otro lado están acciones específicas dirigidas a aquellas debilidades que deben fortalecerse y, finalmente, las acciones dirigidas a optimizar y/o canalizar recursos necesarios para el logro de los objetivos, las cuales también pueden desprenderse del análisis realizado de los factores del entorno e internos. Para esto sirve también un buen DAFO, para saber qué hemos de hacer, NO para saber qué hemos de querer.
En resumen, nuestra vertiente límbica influye más de lo que creemos en la sobrevalorada vertiente cortical y, ante la mínima expresión de alarma en nuestro entorno, no podemos hacer nada para evitar parapetarnos y proteger aquello que tenemos. Una actitud a todas luces contraria al cacareado espíritu de ilusión y riesgo que hay que mostrar cuando se planifica y se enfoca un proceso de cambio.
Por eso, a mí, los análisis DAFO me dan como repelús [el término ya me produce una reacción alérgica] cuando se los coloca en el estadio inicial del proceso y los veo como nubarrones más o menos negros [dependiendo de lo cargados que vayan de amenazas y de debilidades] que circulan filtrando la luz más que iluminando….que es como, por otro lado, se pretende que los veamos.
En los últimos proyectos de planificación en los que he estado colaborando, y casi de manera natural, la información procedente del análisis de Oportunidades/Amenazas y Fortalezas/Debilidades la he aprovechado fundamentalmente para invitar a la reflexión respecto a lo que va a suponer desarrollar aquellas actuaciones, ya formuladas e inspiradas directamente en el Modelo ideal al que se quiere llegar, que al fin y al cabo es aquello que se desea y no necesariamente a donde nos lleve la dirección en la que soplan los vientos de un DAFO.
En cuanto al espinoso tema de los objetivos, antes solía diferenciarlos entre estratégicos [genéricos o a largo plazo] y operativos [específicos o a corto plazo] pero, en la práctica, la formulación de los objetivos a largo plazo siempre da muchos problemas ya que, cuando posteriormente han de desgranarse en objetivos a corto plazo, acciones, etc., suelen formularse mediante grandes enunciados, muy generalistas y demasiado poco concretos como para poder seguirlos y controlarlos. Así que abogo por la formulación de objetivos, independientemente de sus plazos y de que éstos se orienten directamente a aquellos resultados que estén en sintonía con el Modelo trazado… suele ser mucho más sencillo, claro y operativo para tod@s.
Una vez formulados los objetivos, propongo determinar aquellas acciones necesarias para lograrlos, donde otros más ortodoxos formularían, seguramente, objetivos más específicos. Pero he decidido no liarla y optar, si es posible, por estructuras más sencillas y orientadas a resultados. He comprobado que la formulación de tanto objetivo comporta un alejamiento del motivo fundamental del que se desprende todo el Plan, el Modelo al que se quiere llegar.
Suelo distinguir entre tres tipologías diferentes de acciones. Por un lado están aquellas que se desprenden directamente de las fases para lograr el propio objetivo. Por otro lado están acciones específicas dirigidas a aquellas debilidades que deben fortalecerse y, finalmente, las acciones dirigidas a optimizar y/o canalizar recursos necesarios para el logro de los objetivos, las cuales también pueden desprenderse del análisis realizado de los factores del entorno e internos. Para esto sirve también un buen DAFO, para saber qué hemos de hacer, NO para saber qué hemos de querer.
Perfecto como continuación del post anterior, que he vuelto a leer, y con todas tus reflexiones, pero hay una que se me ha venido de inmediato a la cabeza: la orientación a la utilidad.
ResponderEliminarParticipo al 100% de tu herejía y deseo que tu enfoque se extienda lo suficiente como para que podamos ver organizaciones avanzando en lugar de estar paralizadas auto contemplándose en interminables documentos en los que ni el índice sirve para dibujar un mapa mental con el que situarnos en su lectura y mucho menos para navegar entre enumeraciones de objetivos y acciones que a menudo pasan de las tres cifras.
Clarificador el esquema. La visualización previa facilita la lectura y a posteriori ayuda a profundizar en lo que expresas. Otro post que anoto como referencia para compartir donde se debe.
Muchas gracias por compartir tu claridad de ideas Manel. Un abrazo.
Manel: Esto de conseguir que "lo (teóricamente) posible" no se engulla la justa aspiración a buscar "lo deseable" es la madre del cordero de la formulación estratégica. El DAFO es una herramienta muy potente, pero es cierto que hay que usarla con moderación y espíritu abierto. Yo voy por el camino de "pensar haciendo", y huyo cada vez más de los mega-análisis previos, de gabinete, que no tocan la arcilla. En fin, ya sabes, hablamos en el fondo de artesanía y artesanos...
ResponderEliminar@Isabel. Creo que en los dos últimos años no he abordado ningún Plan [director, estratégico o como quiera que se le llame] del mismo modo. Dibujo y razono el proceso con el cliente en función de varios criterios [tiempo, cultura organizativa, etc] por aquello que comentabas magníficamente en tu artículo
ResponderEliminar. En lo único que me mantengo es en ese dedicarle tiempo a esa primera parte de elaboración de una ilusión [modelo al que tender]. De alguna manera es como poner en práctica aquello que ya sabemos y es que “cuando algo se desea se mueve cielo y tierra para conseguirlo”. A partir de aquí el resto se desprende por sí sólo.
Muchas gracias a ti por pasarte y conversar Isabel.
@amalio. Al igual que tú también soy partidario de tomar decisiones a medida que avanzo aunque todavía conservo algunas costumbres marineras como trabajar siempre sobre un rumbo, es decir un “tener siempre a donde querer ir aunque vaya usted a saber donde querré llegar”.
ResponderEliminarComo ves, coincido en lo de huir de los mega-análisis e incluso de los “gabinetes”. Aunque debieron de tener su sentido en un tiempo donde los planes se pensaban de una manera militar y se basaban en un cálculo de las fuerzas del otro para determinar cómo valorar y reorganizar las propias. Quizás en algunos entornos aún sean apropiados [me imagino esas grandes empresas enfrentadas en el mercado tecnológico] pero al nivel en el que me muevo yo, este tipo de aplicación no tiene ningún sentido y el análisis ha de ser reconducido y utilizado como recurso pedagógico y de autoconsciencia para decidir acciones…vaya, “como los pies y no como la cabeza “ :)
Gracias por el comentario Amalio, un abrazo,