Desde que tengo memoria laboral, en muchos de los entornos organizativos que he conocido ha planeado la sombra omnipotente del mito de la polivalencia. Me refiero por polivalencia a aquella capacidad del profesional de hacer lo que sea que se le encomiende o se proponga por estar en posesión de las competencias necesarias como para hacerlo y le llamo mito porque en mi experiencia [que ya va siendo dilatada por una cuestión de edad…] no he conocido absolutamente a nadie que encaje decentemente en este perfil.
Actualmente, y acentuado por la liquidez de estos tiempos que ya va siendo aceitosa por aquello de que no hay donde agarrarse para no patinar y mantener la vertical, el mito de la polivalencia ha atravesado las paredes de las organizaciones para instalarse entre las condiciones pretendidamente más codiciadas de cualquier currículum que quiera captar la atención del agonizante mercado de trabajo actual. Y es que no hay nada como perseguir un mito para poder descartar al más flamante de los candidatos y así seguir suspirando por aquél que no llegará jamás. Una más de aquellas extrañas manifestaciones, ésta del buscar para no encontrar y así seguir buscando eternamente, que han singularizado al comportamiento humano a lo largo de los tiempos sin ningún indicio de estupefacción por parte de nadie.
Ironías aparte, no me inclino por la polivalencia del profesional ni antes, ni ahora y ni dentro, ni fuera de nuestras organizaciones ya que, de alguna manera, siempre me ha parecido que aquello que ha de servir para todo, realmente, no sirve bien a nada.
Y es que se mire como se mire, tanto la polivalencia como la especialidad más cerrada son los dos extremos de un continuum en el que ambas acaban coincidiendo y abrazándose por adolecer de sendas incapacidades que las hermanan: la una en la torpeza por apreciar ciertos detalles con la consideración que pueden merecer y la otra por la irritante miopía ante la influencia que tiene el todo en cada una de las partes.
Lo que nos ha hecho falta siempre, y ahora más que nunca, es la habilidad del profesional para ponerse en valor y proyectar su saber hacer desde donde se encuentra a cualquier punto de la organización, nada más y nada menos que la capacidad y la predisposición de sumar su perspectiva a cualquiera de los puntos de vista que la organización despliega en su entorno [añadiendo valor a lo que ofrece] y hacia su interno [en la lubricación de sus mecanismos y en la fluidificación de sus dinámicas de trabajo].
¿Qué puedo aportar yo, desde donde estoy, aquí o allá? Debería ser la pregunta en la boca de cualquiera, en cualquier organización y desde cualquier rincón de su estructura. Algo difícil todavía en un mundo que persigue, en la licuefacción de los rasgos profesionales de cada uno, huir de la rigidez acartonada y sepia del taylorismo más especializado y donde muchas personas buscan todavía un rincón en la organización que poder parcelar y mantener al margen de los demás.
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Este post es fruto de una reflexión personal en torno al diseño y estructuración de una nueva organización que está surgiendo como resultado de la fusión de otras cuatro. La elaboración de su futura cartera de servicios permitió contextualizar a cada profesional en el nuevo marco organizativo e imaginar el valor de sus posibles aportaciones al conjunto de actividades a desarrollar por la nueva entidad.
y donde muchas personas buscan todavía un rincón en la organización que poder parcelar y mantener al margen de los demás.
ResponderEliminar¡Uf!¡cuanta razón tienes! .... ¿es posible que quepan todos? .... en mi hospital tenemos supermegaespecialistas en válvulas cardiacas, junto a estupendos médicos de interna capaces de tratar "casi" todo .... los 1º son "casi" ingenieros, los 2º son médicos de verdad .... ambos extremos son necesarios ....
Contextualizar a cada profesional, creo que ahí está la clave ....
Nota: Eres valiente ....
Sí, claro, todo argumento tiene su perímetro fronterizo con todos los contraargumentos posibles, i este perímetro es, en el caso de tema que trato en el post, un contexto en sí mismo.
EliminarEsta reflexión nace en el núcleo de otra en donde se ha de establecer una estructura organizativa y en la que intento huir de la linealidad típica o de la “transversalidad” recurrente para ir a parar a equipos liderados por responsables de proyectos programas y en los que se adscriban distintos profesionales que a su vez puedan estar adscritos también a otros equipos dirigidos por otras personas en función del valor que aporten.
Ya veremos…
Supongo que esta experiencia concreta debe resultar especialmente enriquecedora y todo un reto para la totalidad de los participantes. Preguntarse el valor que aportamos (una pregunta con la que creo recordar que iniciabas un magnífico post hace unos meses) exige honestidad, profesional y personal, y voluntad de sumar.
ResponderEliminarLo que expones es una paradoja que nos consume y de la que es difícil substraerse a veces. Por un lado aprender para no encasillarnos y por otro ceñirse a aquello en lo que realmente podemos aportar. Hay que dedicar mucho tiempo a la reflexión para no caer en ciertas trampas. Una buena solución es elegir buenos maestros ;) Coincido con Juana en la frase que resalta: “contextualizar a cada profesional”.
Espero que esta reflexión tenga nuevas entregas. Tenemos mucho que aprender sobre esto si queremos avanzar. Gracias por compartirla Manel. Unha aperta!
Tenía pensado compartir la metodología utilizada en la elaboración de la cartera de servicios, paso a paso, Isabel. Me ha parecido interesante en muchos aspectos, tanto en lo que se refiere al objetivo fundamental [la cartera] como al objetivo subsidiario de gestionar el cambio con las personas…estoy muy satisfecho con todo el proceso, tanto con los resultados como con las modificaciones que ahora incluiría en su diseño metodológico.
EliminarUn beso,
La escala de grises, ni muy negro ni demasiado blanco. Ese es el intermedio perfecto en el que cada quien debe saber variar de tonalidad y mezclarse.
ResponderEliminarLa flexibilidad y adaptación son chips que todos deberíamos llevar incrustados: Hay que romper con estructuras físicas y mentales, mantener un proceso continuo de aprendizaje y empoderar las capacidades individuales y colectivas.
Coincido contigo en que “aquello que ha de servir para todo, realmente, no sirve bien a nada".
Coincidimos ambos Tamara pues estoy totalmente alineado con lo que comentas. Creo que esta reflexión no tan sólo sirve en un entorno organizativo sino que es la base de la proyección profesional de cualquiera en el nuevo escenario laboral que se está configurando. No se trata ya de buscar la media naranja laboral ni tampoco de ser el chic@ para todo sino de ser capaz de “proyectarse” y aportar al mestizaje profesional que reclaman los nuevos entornos laborales. Ya no hay jefes sino clientes a los que ofrecer el propio valor [saber y saber hacer] en forma de servicio ¿estás de acuerdo?
EliminarGracias por comentar, Tamara, un abrazo!
Ando últimamente dando muchas vueltas a esto del valor que aportamos las personas en las organizaciones y en nuestro entorno (en parte, es "culpa" tuya;))y esta última entrada me ha hecho coger un par de tickets más para el tiovivo.
ResponderEliminarLa seguridad de las personas en su entorno laboral pasa por la identidad propia y por la pertenencia al grupo y se pone en juego en las organizaciones a diario. Me puedo identificar con la ansiedad que provoca el miedo que acompaña a la incertidumbre y al cambio en un proceso de las dimensiones del que estás liderando. En ocasiones, al entrar a formar parte del organigrama, se nos asigna (y/o asumimos) un determinado rol del que resulta complicado salir. Resuenan, en este punto, palabras de tu entrada anterior: "vagos, irresponsables, desmotivados, lentos, enrocados, ..."
La mera posibilidad de reflexionar sobre el valor que podemos aportar implica posibilidad de elección, asunción de compromisos, ilusiones renovadas y, con ello, nueva fuerza y energía para afrontar la tarea.
En muchos casos, además, supondrá la recuperación de la confianza en uno mismo y en sus posibilidades de crecer y de reimaginar el valor de sus posibles aportaciones al conjunto, ...
Ando dando vueltas a una idea. Me veo a mí misma como a mi mejor cliente. Ese al que hay que mimar. Exigente, inconformista, enriquecedor. Ese cliente que, después de cada resultado, analiza al detalle el servicio ofrecido y encuentra siempre algo que mejorar. Y te lo dice.
Para que sigas dándole vueltas ...
Espero no haberte mareado, Manel.
Un fuerte abrazo.
"Asko egin nahi, gutxi egin bai"
Quien mucho abarca, poco aprieta. De acuerdo contigo. Totalmente.
Me llama la atención esto que dices de que la seguridad pasa por la identidad propia y por la pertenencia al grupo y me lleva a reconocer a grupos distintos con motivos distintos [para ser grupo] que integran las distintas identidades de una misma persona en un mismo tiempo y en un mismo espacio sin que nadie se dé cuenta, aparentemente, de ello.
EliminarA la inversa de cómo te defines a ti misma, me haces pensar en todas aquellas personas que han dejado de sentirse proveedoras para convertirse en el cliente permanentemente insatisfecho de la organización. Ya sabes, esta relación tan común entre persona-empresa que se puede traducir en un “ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio…”
Has captado a la perfección la idea que se halla en el germen de este post, me da la sensación de que ya era tuya antes. Esta forma de verte a ti misma explica esta inquietud que te distingue y nos anima a otros.
Muchas gracias por conversar, un abrazo Marta.