lunes, 17 de febrero de 2014

¿Utopías o atrapados en el tiempo?

Esta imagen corresponde a las señas de identidad que se pueden leer desde una de las “efes” de este violín. Las efes son esas dos grandes ranuras curvas que se hallan en la caja del instrumento. Desde ahí se puede distinguir una etiqueta que, pegada en la tabla del fondo, delata el nombre, el lugar y el año en el que fue elaborado: 1844.

Emana de todo lo antiguo una trascendencia que nos llega de una manera difícil de explicar y que se pone de relieve por algo más que por su pura presencia. Se trata de algo que va más allá de los materiales que se utilizaban y que nos lleva a la manera y a la consciencia con la que fueron elaborados. Una consciencia que se basaba en hacer las cosas para que duraran siempre y que determinaba la forma con la que se diseñaban, construían y se ensamblaban cada una de sus partes, dotando aquello de lo que se tratase de la solidez que caracteriza esa atemporalidad con la que nos fascina.

Sucede con este instrumento, con la música, la arquitectura o la literatura de los clásicos que su propia trascendencia subrayan la caducidad de quien pretende erigirse en su dueño dándose la paradoja, por ejemplo que, más que poseer este violín, la persona afortunada que lo hace sonar actualmente es, tan sólo, una más de sus violinistas.

Hubo un tiempo en el que, además, las personas se dedicaban a impulsar proyectos y a construir cosas que requerían de mucho más tiempo que el que les quedaba de vida. De este modo se proyectaron monumentos, catedrales y sinfonías cuya construcción trascendió a quienes las conceptualizaron siendo continuadas, finalizadas y disfrutadas por generaciones posteriores.

En esta forma de hacer de los antiguos, parecía haber una consciencia clarísima de lo limitada que puede ser toda una vida respecto al tiempo que requieren ciertos propósitos y pone en evidencia dos aspectos muy importantes, por un lado la concepción que del tiempo debían tener aquellas personas y por el otro el compromiso que adquirían respecto de su obra y del propósito que la había inspirado. Una concepción del tiempo y un compromiso que suponía incluir en el diseño del proyecto las indicaciones necesarias para orientar a aquél que tuviera que continuarlo.

Algo muy distinto a lo que sucede actualmente donde en cualquier ámbito de la vida social, organizativa y personal, una de los criterios que determinan la conceptualización de un proyecto es el de poder asistir a su finalización.


Estamos muy lejos de los antiguos constructores de catedrales o de Gaudí y de su Sagrada Familia, ya que hoy en día es difícil que alguien enfoque un proyecto con la mentalidad de no poder verlo terminar. Éste es uno de los principales aspectos que condicionan sobremanera la tipología de los proyectos que se impulsan actualmente.

En la vida de las organizaciones cabe preguntarse de qué manera incide este aspecto en lo que nos apresuramos a denominar como utopías y en las aspiraciones y compromisos que están dispuestas a adoptar estas organizaciones para impulsar aquellos proyectos que requieren de un recorrido que vaya más allá de los períodos contractuales o de la vida profesional de quienes los lideran. Es evidente que para transformar ciertos aspectos de la cultura corporativa se requiere de un diseño capaz de garantizar la persistencia y la coherencia en las actuaciones que requieren los cambios de este tipo. ¿Hasta qué punto nos comprometemos y estamos dispuestos a impulsar un cambio del que no acabemos siendo testigos? ¿Son las utopías los límites en los que nos tiene atrapados el tiempo?

Algo me dice que en la respuesta a estas preguntas está la clave de la esperanza que podemos depositar en aquellos cambios que requiera de un trabajo más fondo y perseverante que la fugacidad a la que estamos acostumbrados en nuestros proyectos, incluido el cambio de modelo social que tanto necesita el momento actual.

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La foto superior es de [cumClavis]. La del cuerpo del artículo es de Burt Glinn [Barcelona, 1960]


12 comentarios:

  1. Curioso que coincidamos en el mismo momento en hablar de caducidad, aunque desde dos perspectivas muy diferentes...

    Yo no soy tan terminante en el juicio sobre este tema. Por ejemplo, creo que en la visión de las organizaciones, cuando detrás de ella se cobija algo real, sentido por quienes las construyeron, hay algo que se parece a esto que describes. Esa visión es utopía (que no quimera) y perdura en el tiempo.

    La verdad es que me ha pasado ya unos cuantos años tras una... y me temo que no veré si mi empresa se alcanza... al menos en los años que me quedan como vida laboral activa. Muchos de los anhelos sobre los que descansa la fuerza de nuestro trabajo siguen siendo metas que, entre ilusiones y decepciones, no sabremos si se llegarán a alcanzar.

    Y fuera del trabajo, aún hay muchas cosas en las que depositamos nuestras ilusiones y nuestro trabajo sin saber si alcanzarán a dar los frutos que buscamos. El caso más paradigmático es el de la educación de los hijos, ¿no?

    Comparto, de todas formas, la fascinación que describes por lo antiguo. Creo que tiene que ver con que lo que haces o que lo que recibes esté o haya estado acariciado por la mano física de un ser humano. Tiene mucho de sentir al artesano. Si un objeto de la misma antigüedad estuviera hecho por una máquina al 100%... ¿despertaría las mismas sensaciones? Tiendo a pensar que no, que saber que en ese objeto se esconde el trabajo, el esmero y el deseo de perfección de otro ser humano es lo que despierta esa trascendencia.

    Un abrazo, Manel.

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    1. ¿No era Steven Johnson quien hablaba de los “múltiples” para referirse a aquellas ideas que se despertaban al mismo tiempo en lugares distintos? Pues igual se trata de esto cuando ambos coincidimos en lo de la “caducidad” [espero que el disparador no sea la sospecha de la nuestra… ;)))]

      Cierto, “la visión” en las organizaciones estaría alineada con esa trascendencia a la que me refiero. Aunque no suelo encontrármela con la pureza con que tenéis la vuestra. La verdad es que las visiones que suelo ver “no lo son”. Normalmente se trata de enunciados “cortos”, muy generales, que suenan a slogan comercial y con un recorrido “estratégico” de aquí a la esquina.

      Respecto a los hijos, ¿hemos de pensarlo como proyectos nuestros o sólo somos eslabones de un proyecto que se remonta a los albores de la humanidad? como los picapedreros que contribuyeron a la Sagrada Familia entre el 1920 y el 1980 [por decir algo]. De todas formas, este es un tema sensible que no tengo nada claro

      Comparto tu hipótesis sobre la fascinación de lo antiguo, me gusta lo que sugieres sobre el calor que deja la mano sobre los objetos y el vínculo que se establece entre las personas a través de esos objetos. Una idea preciosa.
      Muchas gracias Jesús, un abrazo muy fuerte.

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  2. Magnífico ejemplo el del violín. Coincido con Jesús en que los hijos deberían ser el mejor ejemplo, pero tengo mis dudas sobre si como sociedad estamos progresando adecuadamente en nuestras responsabilidades.

    Difícil clarificar si la dinámica política es causa o consecuencia pero se diría que más lo primero. La proliferación de celebraciones de colocación de la primera piedra, que podría tener sentido al inicio de ese tipo de proyectos/obras que realmente pueden suponer una transformación para una comunidad, se hace ahora para todo tipo de asuntos sin trascendencia. Por otra parte, cuando una obra de trascendencia (sin entrar ahora a cuestionar el concepto) finaliza, los de turno se autoadjudican honores que sin duda son compartidos. Hasta que ocurren desgracias y tragedias por la falta de control sobre su ejecución y sólo parece haber responsabilidades en un maquinista.

    En esta miope fragmentación y dispersión de los proyectos se escurren las ilusiones porque seguramente, hemos olvidado lo que es “tener un propósito que nos trascienda”. Incorporo a mi análisis profesional y personal estas palabras en forma de preguntas: “Una concepción del tiempo y un compromiso que suponía incluir en el diseño del proyecto las indicaciones necesarias para orientar a aquél que tuviera que continuarlo.

    Reconfortante, aunque dura, esta reflexión en clave de esperanza. Gracias Manel :-)

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    1. Gracias Isabel, es fácil otorgarle “vida” a un instrumento y más a uno tan “orgánico” como el violín que hasta muerde el cuello ;)]

      Muy buena la imagen del político poniendo primeras piedras y dándose prisa por acabar prematuramente proyectos y poderlos inaugurar. Le viene de maravilla al post! ;) No sé si son causa o consecuencia o esta forma de pensar la política es un síntoma más de nuestro tiempo. Tal y como nos sugiere la nueva antropología, la cultura y las personas tienen una relación biyectiva influyéndose mutuamente, las personas determinan la cultura pero esta cultura dice cómo deben comportarse las personas.

      Para mí, lo reconfortante de esta reflexión es esta conversación. Un abrazo Isabel.

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  3. A la pérdida de esa consciencia en iniciar proyectos que trasciendan se une la obsolescencia programada de objetos y máquinas. Y también hay que tener en cuenta que, con los avances tecnológicos, muchos proyectos que antaño requerían años para su fiscalización ahora se construyen con más celeridad.
    Incluso el cambio social que comentas podría acelerar-se por una mayor facilidad de comunicación gracias a la tecnología.
    No obstante estoy de acuerdo en que se ha perdido ese cariño por hacer las cosas con esmero.

    Pero la atracción por lo antiguo continua (buen ejemplo el del violín) De eso viven muchos anticuarios... Será por lo que comenta Jesús. Y en eso estoy de acuerdo con el. Lo hecho a mano y a conciencia tiene ese valor “humano” que no tiene lo construido 100% por una máquina.
    En un tiempo me dio por hacer fotografías con una caja de zapatos en un intento de fijar imágenes como lo hicieron los pioneros de la fotografía. (Buscaré tiempo para volver a esa práctica :)
    Una última reflexión: Hoy la esperanza de vida es mucho más alta que hace 50 años. Cabe pensar pues, que tenemos más tiempo para dedicarnos a hacer las cosas con calma. En cambio solemos andar faltos de tiempo para hacer lo que deseamos.
    Gràcies Manel
    Abraçada

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    1. Hola fra miquel, es cierto que los materiales y la tecnología permite plantearse otro tipo de proyectos y que no es necesario “soñar” con lo que alguna vez podrá llegar a ser y “vivirlo” en primera persona. La arquitectura actual es un buen ejemplo de ello. Pero también es verdad que mucha de esta obra no está concebida para enraizarse en nuestro suelo, sino que es tan caduca como la generación que la ha proyectado y que de permanecer seguramente lo hará como un desecho.

      De todas maneras, lo que denuncio [¿?] en este post es que, a pesar de la tecnología, hay temas [como la cultura corporativa] que requieren de un trabajo continuado y llevado a cabo de manera persistente y coherente para poder cambiarse. Hoy en día hay necesidad de empezar a trabajar para impulsar contravalores a valores que han imperado hasta ahora y que han calado tan profundo que requieren de un buen diseño, de confianza y tiempo para ser exorcizados. En cambio, los planteamientos suelen ser simplistas y redundantes y no tener más ambición que lo que se espera de las personas en el corto plazo. Ya te digo que, según mi parecer, hoy en día, Gaudí, no se planetaria el proyecto de la Sagrada Familia ni por asomo.

      Coincido contigo y con Jesús en el magnetismo de lo antiguo y te animo a que retomes ese tipo de fotografía [y sobre todo a que la compartas!! ;)))]
      Una abraçada forta!!

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  4. Ah!
    Toques el violí? ;o)
    La foto de Burt Glinn molt bona!
    Salut!

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  5. Saludos Manel.
    Reflejas, con una ración en nostalgia y unas gotas de esperanza una sociedad que desde mi punto de vista ha ido evolucionando hacia la necesidad de la inmediatez. Lo que quiero, lo quiero ya! Ahora!.
    Echo de menos, como nos pasa a muchos de los que estamos en lo mejor de la vida, aquello que nos enseñaban nuestros mayores, la recompensa del esfuerzo, el sacrificio, el hacer las cosas bien por el simple hecho de que las cosas bien hechas bien parecen.
    Quizás ahí pueda estar un poco la respuesta a la cuestión.
    Afortunadamente tenemos a nuestro alrededor un buen número de excepciones a la desidia. Poner en valor a estas personas y convertirlas en los nuevos referentes, acompañado de un repaso a los valores que se diluyen en el tiempo puede ser una buena receta, y crear el crisol para que esto se funda, un reto importante.

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    1. ...y el sentirse parte de la cadena. El exceso de individualidad nos lleva a creernos desconectados y a vernos diferenciados de aquello de lo que partimos y de aquello de lo que nos trasciende, de ahí quizás ese culto a la inmediatez que comentas. Quizás con ese tumultuoso cambio de período se pongan ciertas coses en su lugar. Es cierto, todo un reto el que tenemos. Un abrazo, José Vicente, hasta pronto!

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  6. Algunos sitúan esta historia hacia 1.250, en Burgos. Imagino que la conocerás.
    Tres canteros trabajan en las obras de la catedral. En breve se terminarán los dos airosos campanarios previstos a ambos lados de la fachada principal.   Los canteros están haciendo el mismo trabajo: cuadrar un sillar de piedra. Una vez terminado se unirá a otros semejantes y la torre podrá continuar elevándose.
    Pero los canteros no tienen el mismo gesto. El primero está con cara de enfado y de cansancio. Cuando nos acercamos apenas nos mira, protesta y refunfuña en voz baja con una imprecación ininteligible. Le preguntamos:  
    -¿Qué está haciendo?    
    El cantero para su labor y contesta malhumorado:   
    -¿Es que no lo ve? ¡Estoy picando piedra!     
    Pocos metros más allá, el segundo cantero permanece serio.  Al hacerle la misma pregunta, contesta sereno:    
    -Ya lo ve: estoy labrando un sillar.  
    Por fin llegamos al tercer cantero, que canturrea una canción mientras trabaja.  Escucha divertido la pregunta, sonríe y, con los ojos brillantes, responde:     
    -¡Estoy construyendo una catedral!

    Es uno mismo quien inocula la trascendencia en cada cosa que hace, por pequeña que parezca. Impregnando de sentido hasta el más leve gesto nos podemos acercar.

    Leyéndote con calma y pausa he ido reconociendo en mí el latido de todo aquello que fue, aunque ya no esté.

    Es como la etiqueta de ese violín. Cuenta de mi origen, de esencias y raíces ... Solo que yo no siempre encuentro las ranuras de mis efes.
    Y no siempre soy capaz de entornar la mirada para hallar el ángulo necesario para ver en su interior.
    Sin embargo, una vez se encuentra el coraje para hacerlo, uno llega a sentirse como tu violín: en buenas manos. En manos de alguien que busca continuamente tu melodía más hermosa, parando cuando siente que hace falta afinar alguna cuerda.
    Es ahí a donde viajo para buscar el sentido del que te hablo.

    A mí imaginar me ayuda. Mucho.
    Visualizar puede ser, en sí, una manera de trascender.

    El abrazo te lo mando lleno de sentido ... Para que te acompañe un poco más allá de estas líneas.

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    1. Magnífica la historia Marta, en la línea de lo que se expone en el post. Estoy seguro de que aquellos nigromantes y alquimistas medievales y renacentistas que buscaban la piedra filosofal y el secreto de la vida eterna lo hallaron en la capacidad de trascenderse a uno mismo y vincularse a lo pasado y a lo que queda por venir. De ahí la superficialidad y la caducidad de lo inmediato. Bonito instrumento ese con el que tocas…

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