viernes, 1 de abril de 2011

Despedir al cliente

En el gran hospital de la consultoría, ésta debiera aparecer siempre como una planta de neonatos, de paredes diáfanas y rostros que invitan al diálogo y a la reconciliación con quienes hemos sido, somos y podemos llegar a ser, donde se respira potencialidad y donde los profesionales ciframos nuestro valor en asistir al nacimiento de verdaderas posibilidades. Cuando no es así y aparece con rostro sombrío y cómplice de la incertidumbre a la que ha de exorcizar es cuando debe cuestionarse uno lo que está realmente haciendo.
El papel del consultor está en abrir a la palabra, provocar la conversación, ser el punto de calor en el alambique de la persona que facilita la separación del saber esencial de aquellos componentes que oscurecen los matices más selectos de su sabor. Es en crear posibilidades de futuro donde radica nuestro trabajo y no en distorsionar discursos, reprimir ideas o servir a la codicia individual de personalidades neuróticas que buscan pistoleros que les hagan el trabajo sucio.

Y es que, lejos de hacer lo que se le pide por la simple razón de que se pague por ello, de tocar al son de una partitura escrita por otro y sin perder de vista que el ejercicio del oficio ha de permitir vivir, el consultor ha de apostar por su propio sistema de creencias como único eje sobre el que vehiculizar su labor de colaboración y soporte. De no hacerlo, debiera también cuestionarse la consistencia del criterio a partir del cual aconseja, si es que realmente lo está haciendo.

Desde las formas y la calidad en la formulación de ciertas demandas hasta la naturaleza de éstas y su repercusión real sobre las personas, ocasionalmente se nos brindan oportunidades de demostrar que realmente sabemos cuándo se debe despedir al cliente. Suele ser éste uno de los factores clave que diferencian la industrialización de los servicios de consultoría y el mercenariato de la consultoría auténtica.

10 comentarios:

  1. Bonito post. ¡Qué matiz tan diferente tiene el "despedir al cliente" del "despedirse del cliente"! Y sin embargo, que difícil resultan uno y otro a veces. Sigo aprendiendo... :-)

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  2. Supongo que igual que a veces elegimos el proveedor equivocado, también nos equivocamos con los clientes. No digo que sea nuestra culpa, sino que lo que falla son nuestras expectativas. Tampoco es una elección fácil, vivimos de lo que facturamos, pero esto debe ser la consecuencia, no la causa.

    Hablas del hospital de la consultoría y por seguir el hilo, hay médicos que aplican con mayor o menor excelencia los tratamientos ya conocidos y probados y otros que prefieren avanzar sobre su propio conocimiento. Quizá por el medio hay que hacer alguna receta, pero ese no es el objetivo.

    Creo que, por definición, no puede haber industrialización de los servicios de consultoría. Es como las certificaciones de calidad que certifican que lo que haces lo haces bien pero no incitan a comprobar si lo que haces es lo que se necesita (¿problemas con los indicadores?).

    No se aporta valor ni se crean posibilidades de futuro poniendo tiritas on demand. Eso no es consultoría. Me hubiera venido bien este post hace unos años. Puede que me hubiera ahorrado alguna decisión equivocada o tardía

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  3. Eres de otra forma que sutil , fino, otra forma de fineza, delicado.
    Te leo, que no quiere decir que lo hayas escrito, introduciendo el deber del respeto del profesional así mismo como valor imprescindible y transmietiendolo como tu sabes hacerlo.
    Gracias, yo de joven lo llamaba "aprender a mandar a la mierda al Alcalde".
    "Sin perder de vista que el ejercicio del oficio ha de permitir vivir","apostar por su propio sistema de creencias".
    En lo Público hacer de pistolero es hacer de fontanero.Es lo más duro que te has permitido en el post y lo has colocado desapercibidamente.
    Claro, Manel, es más: un "buen cliente" debería considerar al seleccinar a un consultor, y no sólo de dirección-organización-cambio...sino de fiscal, financiero...,cual y cuanto de sólido sistema de creencias le rige.
    Comprobando que existen unos mínimos coincidentes necesarios con el código de creencias de su consejo de administración, para que sea viable contratarlo.
    El Consultor de lo público no tiene que coincidir en el partido, quizás,ideología,a lo mejor, programa,es posible, pero un mínimo sería que no pretenda sus honorarios en "b" por poner un ejemplo...
    Entorno los ojos y percibo tús acercamientos flotando.
    Gracias, una vez más, por hacer públicas tus reflexiones.

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  4. Muchas gracias @Anna! En mi caso, del cliente tiendo a no despedirme sino a mantenerlo en el continuum de mi camino que, normalmente también es el suyo…Siempre hay algo nuevo que hacer, ¿verdad? :-)

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  5. @Isabel, estamos de acuerdo en todos los puntos de tu aportación. Pensaba en si realmente nos elegimos o realmente nos sondeamos para que, algunas veces y en la situación que manifiesto en el post, nos demos cuenta de que no somos lo que estamos buscando los unos de los otros, tanto clientes como proveedores.

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  6. Hola Manel:
    Tal cual dice Anna, la diferencia entre despedir al cliente y despedirse del cliente. En una, uno rompe una relacion por diferencias, o ya, por demasiadas aproximaciones, y no haces falta. La segunda y un poco mas desgarrada, cuando te tienes que ir y no quieres.
    En contruccion nos pasa mucho eso; cuando nos enamoramos de nuestros clientes, es justo cuando termina la construccion, y debemos decir adios.
    uno se acostumbra,
    Alberto

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  7. @lgtomas, Al hilo de lo que comentas se hace del todo necesaria la conversación continuada entre cliente y consultor [tanto interno como externo] para sintonizar en unos principios básicos para la intervención, para la colaboración. En mi caso –para aplicar una experiencia concreta- suelo invertir mucho tiempo en conversaciones relacionadas con experiencias [mías o de otros] en las que intento poner el acento en el sentido de la intervención. Viene a ser como afinar antes de tocar… Esto me va bien para conocer y dar a conocer aquellos valores que guían la manera de hacer las cosas.

    Muchísima gracias por pasarte por aquí y por enriquecer este pequeño post con tu aportación.

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  8. Facility Manager, Ayer, en un máster de RR.HH al que me invitó @Nacho hablé de la caducidad de la intervención y de la caducidad necesaria en toda relación. Medio en serio, medio en broma le llamé el efecto “Mary Poppins”, uno llega, ordena, alinea, reúne y en el momento en que la familia contenta se va al parque a volar la cometa, te vas :-). En mi caso me planteo estas separaciones en relación con el factor tiempo y no con el factor proyecto, ya que siempre puede haber un proyecto con alguien pero el tiempo de relación desgasta la intensidad con la que se puede vivir ese proyecto…vaya, como sucede con otros espacios de la vida!

    Me he alegrado de verte por aquí Alberto.

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  9. Por cierto, he leído en alguna parte que "confundir a un profesional del cóctel con un camarero es un error de protocolo imperdonable"

    :)

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