Dominique Papety [1815-1849]. La tentación de San Hilarión
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Entre muchos de los beneficios que se obtienen al sintonizar el pensamiento con la respiración, y que se consigue con prácticas como la meditación, está el del descanso al interrumpir el alud de ideas que parasitan continuamente –día y noche- nuestra vida mental.
Se pone en evidencia el bullicio mental en el que estamos inmersos continuamente y cómo ese ruido mantiene nuestra atención cautiva, con todo tipo de recuerdos y suposiciones, distrayéndonos del presente en el que nos hallamos y de la oportunidad única de degustar el momento que vivimos.
Paul Delaroche, 1832 - La tentación de San Antonio
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Dejar la mente en blanco es prácticamente imposible. Como mucho, uno puede dirigir su atención hacia un punto interior [la respiración] que le reúna consigo mismo ausentándolo por unos momentos de ese sinfín de pensamientos en el que se halla de continuo inmerso. Pero aun así, aunque sea concentrándose durante unos minutos en la propia respiración, es igualmente difícil dejar de pensar en nada más ya que, al poco, es probable verse de nuevo enredado en alguna idea que ha saltado la valla de seguridad con la que intentábamos contenerla.
La falta de gobierno sobre nuestra vida mental, el estrés al que nos somete continuamente nuestra vida psíquica, la falta de sosiego que provoca la cantidad de ruido que puebla nuestra mente, el ir a remolque del arbitrio en el que aparecen las ideas y la superficialidad que conlleva no vivir la intensidad propia a cada momento, es una de las primeras enseñanzas que se obtienen al poco de practicar la meditación.
Alexandre Louis Leloir, 1871 - La tentación de San Antonio
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Otro de los aprendizajes es que no hay peor enemigo para la paz interior que uno mismo y de cómo saboteamos nuestro propio bienestar como si en aislarse en el inofensivo vaivén de la respiración, silenciando y siendo ajenos al caudal tumultuoso de los continuos pensamientos que circulan en todas direcciones, estuviera la clave de la liberación a una peligrosa adicción que nosotros mismos buscamos, incomprensiblemente, impedir a toda costa. Al menor descuido, cualquier ruido, sensación corporal o idea compite por capturar la atención; meditar suele ser, sobre todo al principio, una lucha por mantener a raya esas ideas.
Es asombroso cómo la mente reúne y presenta aviesamente preocupaciones, obsesiones y deseos con el fin de capturar la atención e interrumpir un silencio que parece contrario a su naturaleza sobrexcitada, muestra de ello es la atención que ha generado en una multitud de artistas que han dado buena fe de este fenómeno.
Juan Valdés Leal, 1657 - Las tentaciones de San Jerónimo
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La enorme dificultad para contener el torrente de ideas que acuden invocadas por el mismo silencio al que conjuramos ha sido plasmado a lo largo del tiempo en esas pinturas que representan a aquellos eremitas que se recluían en montañas o desiertos buscando la soledad necesaria para adquirir consciencia plena, mortificarse y elevar su espiritualidad a la cota máxima.
Los manjares y las libidinosas figuras femeninas con las que supuestamente eran tentados estos personajes no son otra cosa que la proyección de la lubricidad que habitaba en su subconsciente, en realidad se trataba de sus propios apetitos, pasiones y deseos irrumpiendo en su estados de meditación tal y como ocurre cuando intentamos silenciar nuestros pensamientos.
Lovis Corinth, 1897 - La tentation de Saint Antoine
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La representación iconográfica y el hecho de externalizar la responsabilidad refiriéndose a “tentaciones” no reflejan otra cosa más que el sesgo con el que la religión enfoca determinados temas y la necesidad de atribuir a alguien externo [la mujer , ¿cómo no?] lo que sólo forma parte de uno mismo. Pero en realidad se trata de los fantasmas que habitaban esas cabezas y, a juzgar por el esfuerzo que revelan los rostros, capaces de competir con la más elevada y mística de las intenciones.
Joos Van Craesbeeck, 1650 - La Tentación de San
Antonio
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Más que rechazarlas, lo interesante de silenciar el pensamiento consiste en observar el paso de esas ideas sin reprimirlas, adquiriendo perspectiva y buscando aquella clave que las convierte en tan atrayentes, la fuente de donde mana su fuerza para hacerse con el protagonismo de la situación. Una vez despojadas de este enigma las obsesiones se disuelven en lo que son, simples obsesiones cediendo el paso a la realidad incuestionable y reposada de la propia respiración.
De ahí la utilidad que este tipo de prácticas tiene para liberarse de toxinas mentales, adquirir consciencia del aquí y el ahora, relativizar el ayer y el mañana y conectarse con la evidencia viva de la propia existencia.
Me temo que hoy todo nos empuja a "hacer". Jugar a los paréntesis, tomar aire y dejar que pase el momento es síntoma de ineficacia, cuando no de "anormalidad". Malos tiempos para el silencio.
ResponderEliminarQué mejor momento para entrenarse en el silencio que cuando hay más ruido? Además, la anormalidad es el campo en el que hemos decidido jugar. Converger no puede conducir a nada más que a la mediocridad...se ha de elegir! ;)
EliminarUn abrazo, Julen.
Dos post en uno, porque el recorrido por el arte da una interesante perspectiva de ese sesgo y constante intromisión de la religión, además de la exclusión de pintoras y escultoras a lo largo de la historia. De todas formas mientras leía y observaba, me vinieron a la cabeza las obras que representan el “éxtasis de Santa Teresa” y ese manuscrito de “meditaciones sobre el Cantar de los Cantares” que ella misma quemó por orden de su confesor.
ResponderEliminarEstá muy bien la expresión de “externalizar las responsabilidades en forma de tentaciones”, me recuerda al manido “es que yo soy así y no lo puedo evitar”. ¿Y no será que olvidamos que cuerpo y mente necesitan un equilibrio? Parece que una parte de nuestro ser no consigue instalarse en el futuro que proclama la otra.
Parece acertado lo que dices al final, no reprimir y buscar las claves. La meditación es un excelente camino para disolver las tentaciones, o para rescatarlas porque a veces son como la fiebre, puro síntoma. Oscar Wilde lo tenía claro, ¿verdad?
Y dejando a un lado los intelectualismos, bonito post :-)
Estuve buscando imágenes de mujeres que representasen ese descontrol de ideas que amenazan la meditación y me fue imposible encontrar nada similar a las tentaciones de los hombres. Mucha representación es muy antigua y no entra en detalles iconográficos [ex. Las imágenes de Hildegard von Bingen] o encontraba imágenes referentes a Sta. Teresa o a otras monjas por el estilo. Pero sucede que en las representaciones de mujeres místicas, el éxtasis de ellas es justamente lo contrario que las tentaciones de ellos ya que el éxtasis es la comunión a la que se llega con la divinidad mientras que la tentación es el entorpecimiento de esa comunión buscada. Claro, como relacionaba las dificultades de la meditación con esa imposibilidad de mantener a raya las obsesiones, no me servían las imágenes con que se representa el éxtasis religioso de las mujeres. A ellas no se las desvía de su propósito con imágenes voluptuosas, músicas o manjares opíparos, sino que se las utiliza como amanuenses para que tomen nota del mensaje divino. Otra consecuencia del sesgo religioso, a los hombres se les niega toda responsabilidad sobre sus deseos mediante el subterfugio de la tentación y a ellas se las somete al verbo divino…en fin…
EliminarEl post no me ha salido muy bien, lo reconozco, porque no quería hablar de las bondades de la meditación sino de aprovechar la dificultad para silenciar nuestro pensamiento para profundizar en la autoconsciencia y, en definitiva, disfrutar más. Todo lo contrario de lo que nos ofrecen las imágenes y sí, como tú dices, más Wilde ;-))
Gracias Isa, me alegro de que te haya gustado.
Brillante, Manel. Me encantó el enfoque que le das a la religión con respecto a la visión secular budista, que tanto está llegando al mundo occidental ultimamente.
ResponderEliminarPor otro lado, me gustaría solo remarcar que la toxicidad mental es inseparable de la toxicidad física, desde un enfoque holístico de nuestros problemas.
Eva.
Totalmente de acuerdo, las dos toxicidades son inseparables y se trasladan de un campo al otro como en vasos comunicantes.
EliminarMuchas gracias, Eva :)
Un post abierto que da mucho de sí, Manel. Ya se ve en las buenas conversaciones generadas. Un apunte únicamente para añadir otro toque de eclecticismo. La lúcida lectura que haces del tema de las tentaciones, me ha llevado a pensar en uno de los ritos de iniciación en la masonería. Al neófito se le pregunta cuál es su peor enemigo. A continuación se le hace girar 180º sobre su eje para confrontarlo con su propia imagen reflejada en un espejo sostenido por un iniciado. Nuestro peor enemigo somos nosotros mismos, nuestros fantasmas, nuestras fobias, nuestras frustraciones, nuestro ego que nos impide mirar al otro,...Todo eso que se nos pone delante cuando hacemos silencio, por eso cuesta (me cuesta) tanto.
ResponderEliminarGracias Manel, gracias comentaristas!
Muy interesante la simbología masónica. Ilustrativo el hecho de colocar el espejo detrás como señalando que el peor enemigo no es el que está a la vista. También gràfico el hecho de que quien te muestra a tu enemigo puede considerarse un verdadero amigo [bueno, en aquel caso, "hermano"].
EliminarEl silencio convoca a la propia presencia y no es nada fácil estar con esta compañía, nada. Al menos al principio.
Contigo, los comentaristas de lujo, ya exceden el cupo de mis expectativas.
Gracies Elena. Hasta pronto.
Mis pensamientos y mi respiración están conectados en el sentido inverso a lo que propones, me temo, a juzgar por las veces en las que siento al aire acelerar su cadencia al son de las melodías que va entonando mi mente.
ResponderEliminarHabito en este bullicio del que hablas. O es él el que habita en mí. Quién sabe? Sea como sea, no lo percibo como una relación de parasitismo. Al contrario, alimenta cada uno de mis mundos y los mantiene vinculados en una malla de la que, en muchas ocasiones, no soy siquiera consciente.
Y sí. El ruido, a veces, molesta, distorsiona, marea, agota, ... pero me compensa, hoy. O quizá es lo que quiero creer porque no soy capaz de dejar de escuchar mi silencio.
Mi atención no es cautiva. Es un ser libre y soy yo la que tiene que tirar de la cuerda que nos une para sujetarla, tensarla y poder escucharla vibrar.
Sé hacerlo.
Aprendí aquí.
Cuando hablaste de aquella presencia que tengo tan presente, por valiosa, desde entonces.
Me visitan fantasmas. Como a todos. A menudo pienso si no son los mismos . Aterradores, amenazantes, ... hasta que empecé a mirarles con los ojos que me acercan a ellos y a su origen. Recorro las impactantes imágenes que nos traes hasta aquel lugar y momento y puedo llegar a entender la huida y la distancia como vía, desviada la mirada.
Me llaman la atención los verbos con los que, normalmente, acompañamos a la tentación: "caer", "sucumbir", ... Como si la voluntad de uno de dejarse llevar o no no existiese. No me gusta.
Es tentador, supongo, por fácil, reposar ese peso en lo externo. Pero invita, como dices, a la irresponsabilidad. Mi libertad vuela junto a la posibilidad de elegir y, por eso , yo la elijo, también, en mis tentaciones, obsesiones y deseos.
Esta entrada, como las otras, como todas las palabras que entrelazas aquí para que se encuentren con otras que sujetan espejos (gracias, Elena!), me ha acompañado durante días en forma de pensamientos que se cruzaban en mi camino, sin aviso, haciéndome sentir como si saltara de un tren en marcha a otro que circula por una vía paralela y, de este a otro, y a otro, ...hasta que reconoce el lugar en el que quería detenerse, un momento.
Gracias por ese lugar! :)
A veces, creo que pienso con la piel ... y eso, para algunas personas, son demasiados orificios de entrada.
Muxu!
Bona nit.
ResponderEliminarQué bien te expresas, Manel!: "es probable verse de nuevo enredado en alguna idea que ha saltado la valla de seguridad con la que intentábamos contenerla." . Por cierto, me has recordado que hace mucho tiempo que no encuentro un poco de silencio.
Un abrazo.