Maus trata sobre las [des]venturas del padre del autor: Vladek, un judío polaco que vivió y superó la hecatombe a la que se vio sometida su gente en la Segunda Guerra Mundial.
De una manera fabulosa, Art Spiegelman traza el perfil de un superviviente en el que destaca, por encima de cualquier cosa, el desarrollo de una metodología de superación de las adversidades, claramente teñida de una confianza y convencimiento total en conseguir aspectos deseados que van más allá de superar las fronteras marcadas por la dramática cotidianeidad.
Sin rendirse a la presión y con no poco sufrimiento, Vladek logra transcurrir un largo trecho de penurias, obcecado con la mirada fija en una esperanza; y esta actitud no tan sólo le lleva a salvar su vida sino, incluso, a beneficiar a algunas personas cercanas a él.
De la lectura de Maus y de otros “destilados”, espléndidamente desarrollados por psiquiatras y neurólogos supervivientes en campos de concentración que llegaron a conformar lo que en su día se dio en llamar La Tercera Escuela Vienesa de Psicología, queda claro que:
> Aunque la vida marque unos parámetros, un@ siempre es libre de decidir su actitud ante ellos...
> Las actitudes no han de tener sólo como frontera la situación en la que ya se encuentra uno mismo sino que, además, han de estar inspiradas y en consonancia con algo que las dote de sentido en un futuro cercano. En una esperanza de tránsito a otra situación deseada [no quiero referirme aquí a objetivos ni a visiones de futuro a largo plazo].
> La búsqueda de sentido a su propia existencia es lo que mueve a la persona a lo largo de su vida y, contrariamente a lo pregonado por algunas escuelas de la psicología, va más allá de la búsqueda de placer o del poder. Determinadas esperanzas mueven y han movido a sacrificios personales ingentes y, la falta de ellas, lleva a estados átonos...sin acento...que pueden desembocar en la enfermad [a nadie se le escapan los estados depresivos de algunas personas que han llegado, por ejemplo, a la finitud de su vida laboral].
> Difiriendo de algunos pensamientos biologistas alineados alrededor de la permanente búsqueda del equilibrio por parte del ser humano [homeostasis], la búsqueda humana de sentido y de valores suele nacer de una tensión interior que es indispensable para la salud mental.
Llevando estas reflexiones hacia mi campo, se desprenden una serie de indicaciones que bien podrían conformar el tapiz sobre el que se ha de desarrollar el asesoramiento y desarrollo de directiv@s:
> Forma parte de nuestro trabajo hacer emerger los valores y un cierto sentido de trascendencia en la persona a la que asesoramos. Nada se hace porqué sí, todo constituye un legado. La vida [organizativa] no es otra cosa que una cadena de legados…
> Hemos de vincular las decisiones a valores de la persona para dotar de sentido y coherencia a sus actuaciones.
> Ante las adversidades hay que evitar percepciones negativas del propio yo que frustren la voluntad de dar un sentido de tránsito a cualquier situación actual. Cada momento aporta un valor concreto a otro momento futuro.
> Hay que facilitar el distanciamiento necesario como para poder discernir las acciones que se llevan a cabo y los sentimientos de las que están impregnadas [no quiero sacar el concepto de “emoción” en este contexto por considerarlo demasiado impersonal...].
> Se ha de variar continuamente el punto de vista ante un problema o conflicto para analizarlo y aprender a enfocar la vida desde diferentes ángulos.
Noodinámica [del griego noos, que significa “mente”] es un término acuñado por Viktor Frankl, psiquiara que sobrevivió a Auschwitz y Dachau. Para él: “nada en el mundo ayuda a sobrevivir, aun en las peores condiciones, como la conciencia de que la vida esconde un sentido”, y citando a Nietzsche: “El que tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo”.
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Foto de Lizardqueen