lunes, 24 de febrero de 2014

#REDCA7: El formato idóneo

Desde que en el 2009 iniciáramos esta aventura, considero que ha sido en este séptimo encuentro [21 y 22 de febrero, Bilbao] donde en la Red de Consultoría Artesana [#REDCA] hemos dado con lo que, bajo mi punto de vista, es el formato idóneo de este tipo de reuniones profesionales.

Un formato que gira simple y llanamente en torno a aquello que hacemos y en el que, sencillamente, cada persona de las que asiste debe poner sobre la mesa un proyecto con el propósito de compartir algún aspecto concreto de su enfoque o de la metodología utilizada.

Esto es algo que, aunque parece sencillo, suele resultar a la hora de la verdad muy difícil de conseguir en la gran mayoría de encuentros profesionales en los que, con la mejor de las intenciones, se suele caer en el consabido carrusel de exhibiciones donde cada cual marca aquel espacio en la cúpula celeste desde donde espera brillar y proyectar su luz.

Hablar sobre lo que hacemos mostrando sinceramente cómo lo hacemos es la mejor manera de establecer relaciones de confianza y de azuzar el gusanillo de la colaboración. Pero, si además existe un propósito claro de empatizar con la diversidad de realidades ahí presentes y transferir una metodología o una técnica sencilla, una idea, una sensación o una conclusión derivada de la práctica profesional, entonces este tipo de encuentros son verdaderos abrevaderos de aprendizaje y factorías de conocimiento elaborado a partir del saber compartido.

Y es justamente lo que he buscado siempre desde que empezamos a darle forma a esto de la Red de Consultoría Artesana, un espacio de coaching ourselves donde romper de manera periódica con la soledad y endogamia reflexiva que suele acompañar el ejercicio de esta profesión.

Gracias pues Alberto, Ana, AneAsier, Juanjo, Julen, María, Mikel y Naiara por compartir y a Maddi por conectarnos con la parte más cierta que anida en lo más profundo.



lunes, 17 de febrero de 2014

¿Utopías o atrapados en el tiempo?

Esta imagen corresponde a las señas de identidad que se pueden leer desde una de las “efes” de este violín. Las efes son esas dos grandes ranuras curvas que se hallan en la caja del instrumento. Desde ahí se puede distinguir una etiqueta que, pegada en la tabla del fondo, delata el nombre, el lugar y el año en el que fue elaborado: 1844.

Emana de todo lo antiguo una trascendencia que nos llega de una manera difícil de explicar y que se pone de relieve por algo más que por su pura presencia. Se trata de algo que va más allá de los materiales que se utilizaban y que nos lleva a la manera y a la consciencia con la que fueron elaborados. Una consciencia que se basaba en hacer las cosas para que duraran siempre y que determinaba la forma con la que se diseñaban, construían y se ensamblaban cada una de sus partes, dotando aquello de lo que se tratase de la solidez que caracteriza esa atemporalidad con la que nos fascina.

Sucede con este instrumento, con la música, la arquitectura o la literatura de los clásicos que su propia trascendencia subrayan la caducidad de quien pretende erigirse en su dueño dándose la paradoja, por ejemplo que, más que poseer este violín, la persona afortunada que lo hace sonar actualmente es, tan sólo, una más de sus violinistas.

Hubo un tiempo en el que, además, las personas se dedicaban a impulsar proyectos y a construir cosas que requerían de mucho más tiempo que el que les quedaba de vida. De este modo se proyectaron monumentos, catedrales y sinfonías cuya construcción trascendió a quienes las conceptualizaron siendo continuadas, finalizadas y disfrutadas por generaciones posteriores.

En esta forma de hacer de los antiguos, parecía haber una consciencia clarísima de lo limitada que puede ser toda una vida respecto al tiempo que requieren ciertos propósitos y pone en evidencia dos aspectos muy importantes, por un lado la concepción que del tiempo debían tener aquellas personas y por el otro el compromiso que adquirían respecto de su obra y del propósito que la había inspirado. Una concepción del tiempo y un compromiso que suponía incluir en el diseño del proyecto las indicaciones necesarias para orientar a aquél que tuviera que continuarlo.

Algo muy distinto a lo que sucede actualmente donde en cualquier ámbito de la vida social, organizativa y personal, una de los criterios que determinan la conceptualización de un proyecto es el de poder asistir a su finalización.


Estamos muy lejos de los antiguos constructores de catedrales o de Gaudí y de su Sagrada Familia, ya que hoy en día es difícil que alguien enfoque un proyecto con la mentalidad de no poder verlo terminar. Éste es uno de los principales aspectos que condicionan sobremanera la tipología de los proyectos que se impulsan actualmente.

En la vida de las organizaciones cabe preguntarse de qué manera incide este aspecto en lo que nos apresuramos a denominar como utopías y en las aspiraciones y compromisos que están dispuestas a adoptar estas organizaciones para impulsar aquellos proyectos que requieren de un recorrido que vaya más allá de los períodos contractuales o de la vida profesional de quienes los lideran. Es evidente que para transformar ciertos aspectos de la cultura corporativa se requiere de un diseño capaz de garantizar la persistencia y la coherencia en las actuaciones que requieren los cambios de este tipo. ¿Hasta qué punto nos comprometemos y estamos dispuestos a impulsar un cambio del que no acabemos siendo testigos? ¿Son las utopías los límites en los que nos tiene atrapados el tiempo?

Algo me dice que en la respuesta a estas preguntas está la clave de la esperanza que podemos depositar en aquellos cambios que requiera de un trabajo más fondo y perseverante que la fugacidad a la que estamos acostumbrados en nuestros proyectos, incluido el cambio de modelo social que tanto necesita el momento actual.

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La foto superior es de [cumClavis]. La del cuerpo del artículo es de Burt Glinn [Barcelona, 1960]


domingo, 9 de febrero de 2014

Escritura, gestión del conocimiento y habilidades de comunicación


Igual que ocurre con ciertas concepciones del liderazgo, no son pocos los que piensan que el escritor no se hace sino que nace y que, por lo tanto, no hay que pedir peras al olmo y resignarse a la genética.

Que escribir, cuando nos referimos a algo que vaya un poco más allá de poner una palabra tras otras, de izquierda a derecha y prestando especial atención a la presencia de un sujeto, un verbo y un predicado, es algo que emana de los cromosomas y florece espontáneamente cuando una idea ilumina el horizonte de quien tiene algo que decir. Que escribir es un arte, como lo son pintar, hacer música o esculpir y que por lo tanto es exclusivo de artistas.

En el menor de los casos, todavía hay quien piensa que escribir sigue siendo una opción más con la que ocupar el tiempo libre por parte de aquellas personas que tienen [además de tiempo libre] un especial talento para hacerlo.

Sea por la razón que sea a la que se le quiera atribuir el hecho de no escribir, la realidad es que asimilar toda escritura al talento y al arte ha eximido a muchas personas de desarrollar esa habilidad para aplicarla a aspectos que no son tan selectos pero que no por ello dejan de ser importantes y, aunque en los últimos años haya habido un brote de artículos técnicos en la red, la escritura sigue siendo la asignatura pendiente en muchos perfiles profesionales y una de las causas más importantes de la devastadora evaporación del conocimiento en las organizaciones.

Comentaba Henry Mintzberg [Harvard Deusto] que si se pretende que las personas aprendan a gestionar y liderar eficazmente, es necesario un enfoque de la formación diferente al que se está impartiendo actualmente y que este nuevo planteamiento pasa por incluir mecanismos que hagan emerger y compartir el conocimiento de los propios participantes en estas acciones de formación.

Hace ya unos años que con Paz Martínez nos hemos hecho eco de esta necesidad en el marco de las acciones de formación que para el personal directivo de las administraciones públicas se imparte desde el INAP. Cómo integrar ese conocimiento, aunque sea en parte, y sumarlo al acervo que se ofrece en las acciones de formación para directivos, es lo que ha dado pie a impulsar una acción muy sencilla pero muy potente en el marco del Máster en Liderazgo y Dirección Pública que, junto a la UIMP, imparte el INAP y que consiste, simple y llanamente, en impulsar un blog interno donde todas y cada una de las personas que participan en el máster han de contribuir con, al menos, un escrito de su puño y letra en el que pueden relatar desde una buena práctica que consideren que aporta valor al resto de participantes, hasta una reflexión sobre alguna capacidad o metodología, algún caso no resuelto o dilema sobre el que quieran contrastar opiniones o cualquier otro tipo de reflexión nacida de lo cotidiano [sobre películas, vídeos, artículos, noticias o libros] que permita moldear una opinión perfilando sus contornos a partir de su propia experiencia y saber.

Se trata simplemente de sistematizar y formalizar un conocimiento que normalmente fluye por canales informales y aumentar, de este modo, el abasto de su distribución, aprovechando la manera de transmitirlo para potenciar otro tipo de capacidades profesionales clave, sobre todo para aquellas personas que dirigen equipos y personas.


Porque en esta actividad se anima, a las personas que participan en ella, a que el cuerpo del artículo no sea demasiado extenso, que se centren sobre todo en que sea interesante para la comunidad a la que va dirigido, que el contenido favorezca identificarse a quien lo lea y que el estilo con el que se expresen sea natural, cercano y ameno, con un lenguaje sencillo y llano que evite, en lo posible, la jerigonza técnica de la que suelen abusar los textos académicos y profesionales. Se incide, en suma, en la necesidad de conectar con el/los interlocutores y convertir el monólogo al que se ven reducidos tantos escenarios de comunicación en una conversación en la que los diferentes implicados tengan la oportunidad de ser transformados por ella.

La necesidad de establecer una conexión con la persona que lee se hace mucho más evidente en el caso de los blogs que en cualquier otro tipo de escenario donde se publique [artículos, etc.] Cualquiera que tenga un blog ha vivido en carne propia el proceso de transformación de su manera de escribir en función de la autocrítica a la que le ha llevado la cantidad, el tipo y el grado de conexión que establece con el público potencial o real al que se dirige. Escribir con el propósito de provocar conversación, esto es, motivar que alguien lea y además “pase al acto” escribiendo su opinión, exige salir del ensimismamiento al que normalmente nos abocan nuestras reflexiones para incorporar en el proceso a aquella persona concreta o anónima a la que nos dirigimos. Un verdadero ejercicio de empatía absolutamente necesario, inherente y, aun así, frecuentemente descuidado en los procesos de comunicación.

El blog puede ser una herramienta muy útil para compartir el conocimiento y para muscular los entresijos y circunvoluciones de las habilidades comunicativas de aquellas personas a las que se entrena en la función de dirigir, al menos ésta es la apuesta que hemos hecho con Paz y de la que estamos seguros poder aportar buenos resultados más adelante.

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La primera imagen es de Alfred Stieglitz [1864-1946]

La segunda lleva por título “mujer escribiendo” de Thomas Pollock Anschutz [1851-1912]