lunes, 29 de abril de 2013

CASG

CASG son las siglas del Consorci d’Acció Social de la Garrotxa y que para mí ya funcionan como un acrónimo que me permite reunir en una misma palabra y evocar de inmediato la fuerza y la coherencia en el hacer, con los más altos valores profesionales y humanos.

A modo de anécdota, fue en esta organización, hace ya siete años, donde recibí por primera vez el impacto de la palabra “resiliencia” que ellos ya habían asumido como un valor y del cual informaban mediante un cartel que colgaba en aquella sala donde aguardaba a la espera de que empezase la primera reunión de trabajo. Recuerdo como si fuera ahora cómo me impresionó el concepto hasta el punto de anotarlo rápidamente en mi libreta para investigar su significado al llegar a casa. En aquel momento poco podía llegar a imaginarme el vuelo que cogería esta palabra que han puesto tan de moda estos tiempos que corren hasta el punto de estar en boca de todos y en entornos de lo más dispares.

Pero, con la perspectiva de los años, interpreto este detalle como una señal, ya que el CASG es, bajo mi punto de vista, un ejemplo de aquellas organizaciones precursoras que con movimientos ágiles y discretos, pero directos y seguros, abren vías sencillas capaces de generar dinámicas inspiradoras en su ámbito de relación. Actualmente sostengo que el CASG reúne los requisitos suficientes [inspiración, ilusión, autenticidad, fuerza y convicción] como para contribuir activamente y liderar iniciativas vanguardistas y de crecimiento en su sector, mucho más allá de las fronteras naturales en las que desarrolla su actividad.

Como es de suponer, con el CASG siempre he colaborado desde la consultoría, en proyectos relacionados con su desarrollo organizativo y, consecuentemente, con la gestión del cambio. Éste ha sido un proceso continuo debido a que en su naturaleza no está tanto perseguir una determinada meta como el de transitar un camino del que además se espera que sea largo, por aquello de abrigar el máximo de oportunidades de atravesar distintos parajes, descubrir nuevos lugares que inviten a innovar en la manera de hacer y, sobre todo, que estimulen a seguir transitando. Debe ser por esa dinámica ininterrumpida que no puedo evitar que me resulte perennemente joven y un claro exponente de lo que para mí es una organización que se halla instalada en ese beta permanente del que tanto hablamos y que permite responder a cada momento, dando muestras de reconocer los detalles que caracterizan ese momento preciso al que se está respondiendo.

También creo que no es anecdótico que fuera en el marco de esta colaboración donde paralelamente me planteara, hace ya cinco años, mi actual proyecto profesional y, consecuentemente, mi propia renovación personal ya que, de alguna manera, es en el crisol de este tipo de relaciones donde se funden aquellas ideas e ilusiones que inspiran aleaciones de revisión y cambio. Ya se sabe que la pasión se contagia y uno desconoce si es el artífice del brillo de los ojos que le miran o es este brillo el que nos ilumina y el verdadero detonante del entusiasmo que nos mueve. Al final, se llega a la conclusión de que ciertas relaciones son verdaderos vórtices que le absorben a uno y en el que no cabe distinguir un antes ni un después.

Mi colaboración con el CASG se ha vehiculizado a lo largo de una larga conversación salpicada de diferentes proyectos que van desde dar soporte a la definición del modelo de dirección hasta la formulación de la proyección estratégica de la Organización, pasando por asesoramientos varios en materia de desarrollo, comunicación o relacionados con la búsqueda constante de aquella articulación organizativa que genere los máximos índices de relación, conversación y colaboración capaces de conducir a una oferta de servicios a la altura de las necesidades, expectativas y potencialidades del entorno en el que se desenvuelven.

Recientemente he tenido la oportunidad de colaborar en dos proyectos, uno relacionado con la estructuración de un sistema de análisis y mejora continua del trabajo en equipo del Área de Acción a la Comunidad y otro relacionado con integrar la percepción del usuario en la valoración de la calidad de los servicios prestados en el ámbito de la Atención Básica. En ambos proyectos hemos experimentado, con metodologías muy sencillas de diseño artesanal, algunas comentadas en este blog, y que han generado más resultados de los esperados a partir de las expectativas de partida.

Pero lejos de querer centrarme en la artesanía o en la genialidad de las aproximaciones metodológicas, lo que me ha motivado a escribir este post y donde quiero poner el énfasis del posible éxito de este tipo de proyectos es en los dos únicos factores capaces de convertir en princesa a la más cenicienta de las aproximaciones metodológicas.

Uno es la existencia de un liderazgo seguro y maduro que proyecta abierta y sinceramente su confianza en las personas y en los equipos involucrados respecto a la utilidad de cualquiera de los resultados posibles que se puedan alcanzar en un proyecto. Es impresionante el impulso, el compromiso y, en general, la calidad que adquiere un proyecto cuando el acostumbrado control sobre los recursos y las personas que se suele ejercer desde la dirección se transforma en una supervisión atenta a cubrir aquellas necesidades, básicamente de información, conversación y tiempo, que suelen generarse al margen del diseño inicial.

El otro factor está en los equipos y en la capacidad de las personas de abstraerse de sus roles y funciones habituales para concentrase en un diálogo constructivo y abierto con el preciado respeto que conlleva hacia las personas que participan. Y es ahí donde me doy cuenta de que es en la interacción con este tipo de equipos cuando realmente emerge lo mejor de mí y también advierto que lo que de verdad aporta madurez a mi oficio no es más que la libertad que me concedo para dejarme mecer, junto a estas personas, en esa ola constructiva que generamos y donde siento convertirme en una pieza más del conjunto, accionándome, desarrollándome y evolucionando junto a ellas.

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En la fotografía, el equipo que está llevando a cabo el proyecto de integración de la percepción del usuario en la valoración de la calidad de los servicios prestados en el Ámbito de Atención Básica.

Otros post en los que directa o indirectamente me he referido al Consorci d’Acció Social de la Garrotxa:

> Dos años de colaboración con la Garrotxa.
> Tiempo.
> Gracias por hacerme participar.
> Bases para una comunicación interna.
> Una aplicación de Dickens a la empatía.

sábado, 27 de abril de 2013

Ser y estar

En todos aquellos oficios en los que aportamos valor a partir de la gestión que hacemos del propio conocimiento, puede decirse que existen tantos enfoques como personas se dedican a ellos.

Uno podría imaginarse que la mirada de la profesión vendría a ser como la que proyectaría el ojo compuesto de un insecto, donde una multitud de lentes dan cuenta de una misma realidad desde la infinidad de ángulos distintos que impactan sobre ella. En otros momentos y para referirme a la importancia de la diversidad y riqueza de la fragmentación de enfoques, he utilizado la metáfora del poliedro como símbolo de la variedad de perspectivas que convergen en una misma práctica y para evitar confundir la búsqueda de la verdad con simplificar su complejidad y abordarla desde una única óptica, algo que no pretenden ni las denominadas ciencias puras.

El hecho de que cada persona sea consciente y responsable de la refracción que su enfoque proyecta sobre aquello que hace ya es un tema distinto y me atrevería a decir que tiene que ver más con la consciencia de uno mismo y con el valor que se otorga a “lo propio”. De este modo, no es extraño reconocer a quien se mantiene “a un lado” mientras se remite continuamente al pensamiento heredado, actúa como el vehículo del conocimiento acuñado por otros y no pretende más que replicar aquella manera de proceder considerada como válida y reconocida en su entorno de influencia. Pero no es éste un tema interesante ni que me apetezca desarrollar ahora y aquí.

Lo que sostengo es que, con más o menos consciencia de ello, cada uno proyecta su propio enfoque respecto a lo que dice, al porqué lo dice y a lo que hace. En nosotros anida siempre quienes hemos sido y, por ello, cada enfoque está determinado por multitud de variables, a cual más relevante, entre las que se hallan -¿cómo no?- la formación que se ha recibido, tanto los contenidos impuestos como los modelos educativos con los que se ha coincidido así como su traducción por parte de aquellos maestros y profesores con los que nos hemos cruzado, las orientaciones recibidas, los intereses que se han despertado y aquellas curiosidades en las que nos hemos entretenido.

En la percepción que se tiene del mundo intervienen, por aceptación o por rechazo, aquellas personas que han ejercido alguna influencia, las admiraciones que se han proyectado y todas aquellas vivencias que se han experimentado, y aquí hay que dar cabida a los encuentros, desencuentros, deseos, frustraciones, satisfacciones y también a las conclusiones que se han destilado de todo ello y que inevitablemente se reflejan en un corpus personal de valores que configuran esa manera singular de ser y de hacer que no es otra que la que se refleja en el espejo cada mañana y con la que interpretamos el mundo, tomamos cada una de nuestras decisiones y aconsejamos a otros.

Es incompleto y falso pensar que lo que ofrecemos está determinado, tan sólo, por una formación académica y técnica adobada por la experiencia profesional que suele reflejarse en un currículum vitae convencional. Nadie ha podido evitar, en algún momento de su vida profesional o personal adulta, experimentar la sensación de estar poniendo la misma expresión de alguno de sus progenitores, como si un sinfín de señales provenientes de cada uno de los músculos de la cara imprimiesen ese rostro en nuestro cerebro e insistieran en que es exactamente igual al que estamos poniendo en aquel preciso momento mientras estamos hablando, asesorando o lo que sea que hagamos en nuestro trabajo.

Ahora bien, caminar no supone considerar o tener consciencia de lo que se ha andado, por donde se ha pasado o de lo que se ha aprendido, perdido o ganado, de la misma manera que hay muchas personas que no tienen en cuenta o no valoran la importancia que tiene todo lo transitado en el hecho de encontrase en el punto del que se parte.

En consultoría y, como decía al principio de este post, en todos aquellos oficios en los que se ofrece un servicio a partir de la gestión que se hace del propio conocimiento, cada cual tiene la opción de amasar, tornear y moldear las variables que determinan su propio enfoque hasta el punto de ponerlas en valor y enriquecer su actuación profesional. Una opción que además supone derribar las parcelas entre el yo profesional y el yo personal, entre el antes y el ahora, lo que hago y debería hacer y que, en definitiva, conlleva poder ser siempre uno mismo tal cual es, allí donde se esté.

miércoles, 17 de abril de 2013

Jekyll vs Hyde


Hace ya siglo y medio, Robert Louis Stevenson anticipó ingeniosamente a través de su famosa novela “El misterioso caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde” la idea de que bajo el manto de nuestra racionalidad se oculta la bestia egocéntrica, agresiva y concupiscente de la que provenimos, presta a aprovechar cualquier descuido para asumir el control de nuestra voluntad y hacerse ama de un mísero destino.

Casi un siglo después y como buscando un correlato científico a la fabulosa narración de Stevenson, Paul MacLean enunció su teoría del cerebro triple en la que distinguía tres estratos evolutivos superpuestos y diferenciados en el desarrollo del cerebro humano.

Así pues, en primer lugar diferenciaba un estrato inferior al que denominó “cerebro reptil” que estaría formado por un conjunto de fibras nerviosas absolutamente autistas, ciegas y mudas que regulan los reflejos y aquellos instintos relacionados con la supervivencia más básica.

Recubriendo este primer estrato describió otro manto de conexiones nerviosas dedicadas a interactuar con el entorno para satisfacer las necesidades más primitivas de supervivencia, aquellas a las que comúnmente se denomina como las cuatro efes [feeding, fighting, fleeing and fucking] y que persiguen de manera codiciosa la promoción, proyección, protección y proliferación de uno mismo, sin atender a nadie más y a costa de quien sea, a la menor oportunidad. A este segundo estrato le llamó “cerebro paleomamífero”.

En el estrato más evolucionado y exterior del cerebro definió, por último, el "neomamífero" formado por la corteza cerebral y, en general, por todas aquellas estructuras que median entre el entorno y los otros cerebros descritos para obtener -y esto es lo importante- el mejor rendimiento de las decisiones que se toman en aquellas esferas por las que puede sentir interés un ser humano.

La duda sobreviene al plantearse cuál es ese mejor rendimiento, si en pararle los pies a los impulsos primitivos y reutilizar su energía para generar aquellas condiciones en el entorno que perduren y permitan una calidad de vida en las que podernos incluir todas y todos o si, por el contrario, se orienta a amplificar esos ecos primarios dotándolos de las herramientas y capacidad estratégica suficiente hasta convertirlos en un monstruoso Hyde guiado por el ansia ciega de imponer sus cuatro eFes, pero esta vez “con mayúsculas”.

Recientemente Marjorie Kelly ha advertido sobre los efectos para nuestro mundo de lo que denomina “mentalidad extractiva”, esto es, aquella que invade y extrae sin medida y para beneficio propio lo máximo del entorno con el que se relaciona. Un tipo de proceder que bien puede ser interpretado como la subordinación de nuestra inteligencia a aquel cerebro primitivo para el cual no existe más mañana que el capaz de resistir a su avaricia y a la capacidad de agresión necesaria para proveerla continuamente.

Pero a diferencia de Stevenson, Kelly apunta una esperanza en el antídoto lento pero poderoso de la “mentalidad generativa” que está emergiendo actualmente en nuestra sociedad. Un planteamiento social y económico que todavía no tiene entidad pero que asoma aquí y allá a través de enfoques profesionales e iniciativas empresariales orientadas a crear beneficios en lugar de resultados dañinos, que son responsables con el entorno, que enarbolan la justicia social como valor principal y que, en suma, persiguen crear condiciones duraderas y pensadas en aquellas generaciones que quedan por venir.

Stevenson planteó de manera fantástica el dilema al que nos enfrentamos continuamente respecto a reprimir o potenciar hasta transformar en un monstruo la parte animal que anida en cada uno de nosotros desde los albores de la humanidad. De manera visionaria anticipó que, como en la novela, el progreso sería puesto, de manera figurada, al servicio de la elaboración de un brebaje que desataría a Hyde e imposibilitaría cualquier manera de dominarlo hasta el punto de usurpar totalmente la naturaleza que hasta ahora lo contenía. Este brebaje no es otro que el dudoso pragmatismo que avala la locura avariciosa y destructiva que nos ha llevado hasta el momento actual y sigue amenazando peligrosamente los recursos, la dignidad y el futuro del ser humano y del planeta.

La buena noticia es que Hyde sigue siendo lo que el Dr. Jekyll le permite ser y que el tema no está sólo en manos de líderes, dirigentes, políticos o empresarios ya que, en último término, cada cual está dotado de la capacidad suficiente como para poder hacer su propia elección, de analizar su trayectoria, de valorar el impacto que ésta tiene en su entorno y decidir si caminar en sentido contrario al de la rotación de la Tierra o simplemente agacharse para darle con la mano un pequeño empujoncito y, de este modo, contribuir a que siga rotando serena sobre su eje.

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La ilustración corresponde al cartel de la obra de teatro estrenada en Boston en 1887. Un año después de la publicación de la novela.

En la foto el actor Richard Manfield en una doble exposición que simboliza su interpretación del Dr. Jekyll y Mr. Hyde a finales del s. XIX.


domingo, 14 de abril de 2013

Resonancias

De la mano de María Carrascal [emana], este pasado viernes tuve la oportunidad de exponer en Bilbao el enfoque que sobre la consultoría vengo desarrollando en los últimos años.

La talla del grupo que atrajo hasta Arbat la convocatoria de María me llevó a dejar de lado aspectos técnicos o competenciales y hacer girar la jornada en torno al eje de una reflexión profesional que facilitase y permitiese compartir aquellos ecos que resonasen en la dilatada experiencia de l@s asistentes.

Al final de la sesión y en el marco de la rueda de la valoración que se suele hacer en este tipo de actos, no encontré las palabras para poder articular una opinión a la altura de las sensaciones que todavía bullían en mi cabeza sin haber conseguido el hervor necesario como para poder servirlas al punto del paladar más exquisito. Cada vez más siento la necesidad de contener la impulsividad con la que emergen muchas opiniones para darme la oportunidad de seguir aprendiendo a partir de algo tan sencillo como concederme, tan sólo, un poco más de tiempo para macerar aquella opinión que genero y que, seguramente, afectará a las que seguiré teniendo. Creo que este aspecto es determinante ya que no conviene infravalorar la importancia que las reflexiones que se realizan en cualquier momento presente tienen en el desarrollo de cualquier pensamiento futuro.

De perderme en algún bosque no me importaría hacerlo en el de las personas que se dieron cita allí. A la vista de las diferentes intervenciones, el resultado de la sesión fue inimaginablemente mejor del que hubiera podido esperar, dada la lucidez, profundidad y serenidad de cada una de las aportaciones. Para mí una demostración más de que el nivel y el contacto de las personas con las que trabajo es el verdadero determinante de la calidad de aquellos proyectos en los que colaboro, algo sobre lo que espero profundizar en breve y destilar mediante algún post en este espacio.

Las sensaciones que me llevo de esta jornada son muy agradables y diversas, ya que van desde la reconfortante inquietud que está moviendo a muchos colegas a remover los cimientos de su práctica profesional, en pos de una manera de hacer consultoría alineada con la necesidad de desarrollarse holísticamente como personas, hasta la certeza de que la línea de investigación que llevo a cabo es, de momento, la adecuada visto el asentimiento, coincidencias, orientaciones y contrastes que complementaron mi discurso y que tan cálidamente me trasladaron l@s asistentes.
¡Muchas gracias a tod@s!



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Otras entradas relacionadas con esta jornada:


miércoles, 3 de abril de 2013

El camino, la verdadera meta

Tanto o más importante que al lugar al que se pretende llegar es cómo se llega a dónde se quiere ir, ya que es en el camino donde se dan los encuentros, se aprende y, en definitiva, uno se transforma y va madurando a la par de adquirir consciencia de saber dónde se halla y de cómo lo ha conseguido.

En un mundo cambiante, perseguir un final determinado es, cuanto menos, un absurdo. Cualquier meta no debiera ser más que un hito a partir del cual decidir en qué dirección seguir avanzando y, de ese modo, concentrarse en aquello que en realidad importa, es decir, en cómo se recorre el camino y se puede dar la mejor versión de uno mismo lléguese donde se llegue.

Esto que, según se mire, puede encajar con cualquier aspecto de la vida, debiera ser una máxima en el desarrollo organizativo. La atención, en cualquier proceso de cambio, ha de dirigirse hacia el cómo, ya que es en el método y en los valores que lo han inspirado donde reside, realmente, cualquier posibilidad de seguir avanzando y el futuro al que se podrá optar.

De ahí que lo importante en consultoría no sea tanto el resultado que se persigue a través del proyecto en el que se colabora sino el método utilizado a lo largo del mismo, ya que es en el "cómo" donde reside la oportunidad de que el cambio no sea el fin sino el "medio" a través del cual se llega a un determinado resultado. Dicho de otro modo, no se ha de llegar para cambiar sino que se ha de llegar cambiado.

Hay quien piensa que eso significa que el consultor debe transferir su manera de hacer, pero yo no lo veo así. No es el "hacer” del consultor lo que se aporta en una relación de consultoría, éste pertenece al consultor y le define como tal, lo que hay que aportar son herramientas y capacidades que añadan valor a la razón de ser de la organización y le permitan seguir siendo.

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Fotografía de [cumClavis]: Camino de Ávalon