viernes, 26 de enero de 2018

El eje de la actividad en una Comunidad de Práctica.


Las Comunidades de Práctica son grupos de personas que, de manera voluntaria y autogestionada, comparten conocimientos en torno a un eje de actividad inspirado en algo concreto de su práctica, con la finalidad de enriquecerse mutuamente, aprender y crecer.

El eje de la actividad al que nos referimos suele ser la elaboración conjunta de algo útil y necesario para estas personas y, por extensión, para aquellas otras que comparten responsabilidades, funciones, intereses o sobre las que influye directamente su actividad.

De manera bastante común, al eje de la actividad se le suele denominar “entregable”, un término opaco, con tiznes serviles, que pide a gritos ser cuestionado ya que “entregar”, es decir, “poner en poder de alguien”, remite conceptualmente a una relación de “encargo” y esto, se lo pone muy fácil a la inercia extractiva de la cultura de aquellas organizaciones que suele valorar la importancia de cualquier práctica a partir de lo que obtienen directamente de ellas, pero sobre esto, ya volveré al final de este artículo.

Se entregue o no, el eje sobre el cual gira la actividad de la Comunidad de Práctica es importante porque le da sentido a la transferencia de conocimiento y proporciona el foco hacia el cual orientar las conversaciones. Que además acabe materializándose en algo útil que resuelva alguna necesidad de los participantes, le aporta un componente motivador nada despreciable.

Pero aunque el eje de la actividad acabe constituyéndose en la meta hacia la que se dirige el grupo, en una Comunidad de Práctica, tanto o más importante que al lugar al que se quiere llegar es cómo se llega a dónde se pretende ir, ya que es en el camino que se recorre donde se dan los encuentros, se establecen las relaciones, se aprende y, en definitiva, las personas se transforman y van madurando, a la par de adquirir consciencia de saber dónde se hallan y de cómo lo han conseguido.

Este aspecto es decisivo para articular la interacción entre las personas con la metodología de trabajo que se vaya a utilizar, ya que no se trata de un "equipo" que se organiza y valora su actuación en función de la eficacia y eficiencia en la consecución de un objetivo, sino de una "comunidad" de personas que comparten y contrastan su conocimiento resolviendo una necesidad común.

Este es un rasgo que diferencia las Comunidades de Práctica de otras modalidades de trabajo colaborativo como los equipos de trabajo, ya sean estos de proyecto, motores o de mejora.

Poner el acento en aquello que produce la Comunidad de Práctica a partir de su actividad es lo que justifica, da sentido y motiva a algunas organizaciones a apostar por esta modalidad de grupos colaborativos y, por ello, también suele ser el anzuelo que se utiliza para influir en la decisión de los cuadros directivos para que se atrevan a impulsar Comunidades de Práctica en sus ámbitos de responsabilidad.

Una actuación lógica debido a la resistencia que ofrecen organizaciones muy verticales u orientadas a la tarea a este tipo de prácticas, pero un error en la mayoría de los casos ya que, lo que debiera ser el camino que permite los encuentros termina siendo la finalidad que justifica y con la que se valora la acción, de ahí que haya quien considera un fracaso aquellas Comunidades de Practica que no entregan su resultado a tiempo y de que existan organizaciones que no ven diferencia alguna entre una Comunidad de Práctica y sus comisiones de trabajo de toda la vida, los equipos de proyecto e, incluso, los equipos de mejora.

Centrar el valor de la Comunidad de Práctica en el “entregable” refuerza aquella cultura organizativa que se erige sobre la creencia utilitarista de que, la gestión del conocimiento, de existir, ha de ser como un asunto táctico, que reporte beneficios útiles y tangibles en el corto plazo, que invertir directamente en la conexión entre pares o en provocar conversaciones que no lleven a nada inmediato y útil es una veleidad humanista, poco eficaz y muy probablemente, una pérdida de tiempo.


Pero, en el marco evolutivo de las organizaciones de hoy en día, la Gestión del Conocimiento requiere de un espacio estratégico que no se piense en términos de costos, ganancias o pérdidas, útil o inútil, sino que deposite confianza en la naturaleza orgánica y necesidad de "lo informal" para que se produzcan conexiones impensables, se den conversaciones ricas y, en definitiva, se comparta y genere conocimiento de manera espontánea y natural.

En este sentido y ante la necesidad de influir sobre las bondades de las Comunidades de Práctica, es lícito aprovechar el efecto “práctico”del eje de la actividad para inocular esta metodología en la organización, pero también es muy importante no quedarse ahí y utilizarlo como un portal para transitar hacia el cambio cultural, aprovechando el efecto pedagógico y de transformación que puede tener a medio plazo, iluminar y hacer visibles elementos que se desprenden del “proceso” como: el conocimiento que se adquiere de la organización y del ámbito de actividad, el vigor renovado del sentido de lo que uno hace, el desarrollo profesional y la seguridad que se obtiene contrastando experiencias y compartiendo conocimiento entre iguales, la probable adquisición de nuevas capacidades profesionales relacionadas con la colaboración y la búsqueda y sistematización de la información o el efecto energizante y motivador de participar en un proyecto compartido orientado a algo que se cree necesario.

Todos ellos beneficios que inciden directamente en los flujos de relación y en la productividad, es decir, mucho más estratégicos para la organización que el producto que se pueda desprender del eje de actividad, y que, además, contribuyen a la posibilidad de que la Gestión del Conocimiento de las personas ocupe, en la clasificación de aspectos importantes, el lugar que realmente ha de ocupar.

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La imágenes son de dos pinturas de Peder Severin Kroyer, la primera se titula Almuerzo con pintores de Skagen [1883] y la segunda Mujeres y pescadores de Hornbaek [1875], con ellas quiero evocar el concepto de comunidad en dos ámbitos de actividad distintos y en momentos y escenarios también diferentes.