Hace casi 10 años que publico periódicamente en este blog. Ahora, el fenómeno de los blogs ya no es desconocido para casi nadie, es más, ya no es ni un fenómeno y muchas organizaciones los suelen utilizar como una herramienta principal para la difusión de su conocimiento y suelen ofrecerlos, de la manera más natural, como uno de los elementos interactivos de sus webs corporativas.
Pero cuando empecé, los blogs eran herramientas de conversación y conocimiento utilizadas por personas individuales. Yo creo que el carácter poco académico, cálido, informal y rápido del blog lo hacía, en aquellos tiempos, poco atractivo a las corporaciones, en cambio, para algunas personas, eran una fuente de automotivación, una herramienta poderosísima para reinventar la vida profesional, generando conocimiento propio y compartiéndolo con otros profesionales a los que, muy probablemente sólo se conocía por lo que también publicaban en sus blogs respectivos, vaya, que era una forma de realizarse en aquello que a uno le gustaba al margen de permisos, vistosbuenos y demás corsés a los que se ven sometidas las personas en el desempeño de sus responsabilidades profesionales.
Recuerdo que me llamó la atención la cantidad enorme de este tipo de webs impulsadas por personas que trabajaban en la administración. Aquella imagen raída del funcionario que mira el reloj para desconectar no se correspondía, en absoluto, con la de aquellos profesionales que profundizaban, reflexionaban y compartían experiencias, metodologías, opiniones e ideas, que dedicaban tiempo propio a componer y armonizar reflexiones para publicarlas en sus espacios web, cuidadosamente diseñados para transferir, aportar valor y vincular en la conversación a aquellos que nos acercábamos a curiosear.
De hecho, constaté algo que ya sospechaba, que la innovación, en la Administración, la innovación de verdad, la que cambia maneras de hacer, no se debe tanto a las políticas que se imponen “desde arriba” como a la actitud realmente emprendedora de muchas de las personas que trabajan en ella y que aportan valor, espontánea, continua y discretamente, desde cualquier esquina de la organización. Esto es así ahora y lo ha sido siempre, con blogs y sin ellos.
La importante eclosión de Comunidades de Practica que está teniendo lugar en la Junta de Andalucía de la mano del programa que está impulsando el Instituto Andaluz de Administración Pública estimula una reflexión muy parecida.
Como es bien sabido, una Comunidad de Práctica consiste en un grupo de personas que comparten conocimientos en torno a una necesidad o una idea de mejora, con la finalidad de enriquecerse mutuamente, aprender y crecer mientras buscan cómo resolver esa necesidad o vehiculizar esa idea de mejora.
Pero lo que hace de la Comunidad de Práctica un fenómeno singular es que debe su éxito al grado en que sus miembros son propietarios del objetivo que centra la atención del grupo, se adscriben voluntariamente a participar y no sólo deciden qué hacer sino también cómo y cuándo hacerlo.
Ante esto, es normal preguntarse por las razones que pueden mover a tantas personas a involucrarse voluntariamente en este tipo de proyectos e integrarlos en su día a día a pesar de las cargas de trabajo que pesan sobre ellas absorbiendo todo su tiempo. Y, por poco que se conozca las Comunidades de Práctica, lo que las personas hacen y lo que obtienen a cambio, la respuesta que aparece, diáfana, en un primer momento, es la riqueza que aporta, a la vida profesional, el salir de la rutina endogámica a la que lleva el desempeño diario de las propias obligaciones, para airearse y contribuir al brillo de impulsar un proyecto, compartiendo intereses, estableciendo conexiones libres e intercambiando experiencias y maneras de hacer con otros profesionales poseídos de la misma ilusión.
Pero, al cabo de un tiempo, uno se da cuenta de algo más, de que el gran motor que impulsa desde lo más interno, a no pocas personas, a comprometerse en este tipo de iniciativas, es el de poder vehicular y dar salida al impulso emprendedor que anida en ellas para contribuir a mejorar la pequeña parcela de mundo en la que habitan y de la que se sienten responsables. Y lo hacen porque sí, por el placer de hacerlo e integrar, de manera más o menos consciente, el día a día profesional al proyecto de una Vida que valga la pena ser vivida.
Estos son los poderosos motivos por los que esa innovación silenciosa, alejada del núcleo y que transforma la organización discretamente desde su membrana es, afortunadamente, una realidad incuestionable y debe ser cuidada y preservada.
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Las imágenes corresponden a la formación en MOMENTO ZERO impulsada por el Instituto Andaluz de Administración Pública de una veintena de Comunidades de Práctica [Noviembre de 2017].