Una previa: De buscar referentes para mi trabajo, personalmente intento huir de esa literatura pesada, de fondo, con la que tanto gusta maquillarse a much@s. Y es que no sólo de Sennett vive el artesano sino de otros materiales quizás menos eruditos, pero no por ello menos instructivos o acertados, que vienen de esta narrativa tan ninguneada en nuestras doctas exposiciones conceptuales. Pongamos por ejemplo, la fabulosa novela de Mary Wollstonecraft Shelley: Frankenstein o el moderno Prometeo.
Como ya sabéis, en esta magnífica novela, concebida en oscuras condiciones en Villa Diodati en el verano del 1816, el Dr Frankenstein, artesano donde los haya, no tan sólo se empeña en darle vida a un muerto sino que, además, quiere que esta vida se desarrolle con todos los sentimientos y cogniciones propias que distinguen a los vivos. Proyecto, a todas luces, ambicioso que concluye de la forma desastrosa que tod@s conocemos y que el cine ha desarrollado prolijamente. Vaya que el monstruo inducido a un estado penoso y lamentable se desmadra buscando, al final, hundirse en el más profundo de los abismos junto a su creador.
Es indudable que, de entre las múltiples interpretaciones que se pueden hacer de esta obra, se desprende aquella que ilustra, que para grandes objetivos, lo mejor es ir step by step. ¿Qué hubiera sido del monstruo si el Dr. Frankenstein se hubiera propuesto primero desarrollar una mano con capacidad de coger? ¿Y si luego la hubiera articulado a un brazo para poderla trasladar en su espacio circundante? ¿Y si luego le hubiera puesto unas piernas para poder desplazarse? ¿Y si, después… etcétera?
Pero, es más fácil decirlo que hacerlo, para qué nos vamos a engañar. Tenemos un dispositivo inoculado para hacer difíciles las cosas sencillas, es como si así adquirieran más valor. Nada, que por mucho que creamos que el barroco es algo del pasado continuamos obsesionad@s en convertir lo cuadrado en redondo y lo redondo en cuadrado, edificando, de entrada, palacios con jardines versallescos.
Hay un disparador en nuestra constitución que nos impele a elaborar castillos en el aire a la mínima idea que queremos impulsar y valores, como los de la simplicidad, se aguantan mejor sobre el papel que cuando se aborda, en la práctica, cualquier tipo de proyecto.
Y no es sólo que nuestro entorno haya aumentado exponencialmente en incertidumbre, es que de siempre se ha sabido que lo mejor es ir por partes [aquí no puedo evitar siempre pensar en Jack el Destripador…], provocar pequeñas explosiones controladas antes de activar una traca fabulosa. A la larga [o quizás no tan a la larga] podremos organizar una falla sin temor a provocar un incendio de dimensiones neronescas.
Vale la pena entrenar y muscular la capacidad de contención de esta vehemencia ambiciosa [afán] que nos da por buscarlo y quererlo todo en el primer momento, esa necesidad de tener que derribar gigantes de una pedrada…, vale la pena, repito. Y si no, miremos las monstruosidades que se nos ocurren y que desembocan la mayor parte de las veces en fracasos que tan sólo inducen al desaliento y al miedo por emprender nuevos proyectos.
Aquejados del Síndrome del Dr. Frankestein, algún@s [muchos] van por ahí liándola, consiguiendo, con las mejores intenciones, tan sólo el deseo por la muerte del monstruo… y es que hay que leer… mejor…
Sirva también este post para reivindicar el valor de la narrativa como referente tan válido como el que más, a las filosofías, conceptos y metodologías con las que trabajamos.