Su finalidad era vislumbrar y decidir qué dirección tomar una vez que, hace trece años, apostaran por la planificación estratégica, inmediatamente después por la calidad [entiéndase ISO y EFQM] y hace poco por la e-administración. Cuál debía ser, se preguntaba, la evolución a seguir.
Estuvimos hablando a lo largo de dos horas aproximadamente alrededor de las siguientes ideas:
Hoy en día no es del todo conveniente ni acertado hablar de evolución en la metodología de gestión. Realmente, lo más acertado sería hablar de cuestión[amiento] del modelo de gestión. No hay que pensar por ello en términos de error, en todo caso se han ignorado, infravalorado o pasado por alto muchas cosas que explican el fabuloso momento en el que nos encontramos ahora y que clama para que se innove en management.
Esta innovación no ha de pasar, necesariamente, por hacer cruz y raya con las metodologías y técnicas clásicas de gestión que tan afanosamente se han trabajado a lo largo de estas dos últimas décadas, sino en radiografiarlas para poder detectar posibles [seguras] solidificaciones óseas que resten agilidad y movilidad o de reparar posibles errores quirúrgicos del tipo de dejarse el bisturí dentro y de que como la Organización dé un paso más la palma seguro o, en el caso de que se trate de una administración, pase al modo zombi sin más. Últimamente se está cuestionando seriamente cuán de estratégico tiene la planificación, si realmente la visión estratégica es un músculo que se tonifica solo, aún sin haberlo usado nunca, cuán recomendable es el aseguramiento de la calidad para la innovación y no te digo nada de su dudosa relación con la mejora continua. Todo esto lo tenemos y de lo que se trata es de ver qué hemos hecho con ello, qué resultados nos ha dado y, sobre todo, para qué nos va a servir ahora.
Hay que llevar la relación y todo lo que ello comporta al primer plano de la vida de la Organización de una manera sensiblemente distinta a cómo se ha entendido hasta ahora. Lejos de haber conseguido lo que ya se ha apuntado sobre la transición de la administración gestora a la administración relacional lo cierto es que, en mayor o menor grado, esta relación, cuando se ha establecido, ha sido mayoritariamente unidireccional. Pocas administraciones planifican sus actuaciones en base a las necesidades o expectativas expresadas directamente por los usuarios a los que supuestamente se dirigen [en el lenguaje comúnmente utilizado se diría: orientan] Mayoritariamente lo que se ha hecho es interpretar buenamente estas necesidades y regular las expectativas siendo rarísimos aquellos escenarios en los que se ha establecido una conversación abierta orientada a compartir retos y a colaborar en su logro. Además, cuando esta relación se da es normalmente de forma radial, siendo la administración de turno la centralizadora y distribuidora de recursos pudiendo ser, esta radialidad, susceptible de ser interpretada como un afán de protagonismo que más que acercar contribuye a generar desconfianza y a abrir un poco más la brecha entre la Organización y su entorno.
Quizás lo más importante de lo que estamos aprendiendo en este momento que nos toca vivir es a no obviar ni menospreciar el gran poder de lo que ya es evidente, esto es la existencia, solidez y potencia de la relación en red. Estas relaciones siempre han existido en diferentes capas formales o informales, más o menos visibles en el seno de la Organización y en su entorno, el cual, desde este punto de vista, ya no es ni cercano ni lejano sino simplemente una multitud de personas, equipos u organizaciones re[d]lacionadas.
Para una administración, facilitar, fomentar e impulsar estas relaciones de intercambio y de colaboración en red, no debería ser una opción más entre otras sino la vía más ética, eficiente, sostenible y, en definitiva, coherente con los tiempos que estamos viviendo. Ahí está el núcleo del mensaje que nos están enviando, desde ya hace tiempo, luchadores como Jordi Graells, desde la Generalitat de Catalunya, o Iñaki Ortiz y Alberto Ortiz, desde el Gobierno de Euskadi. Ignorarlo está suponiendo una pérdida importante de recursos y de oportunidades sobre todo para las administraciones de segundo nivel.
El camino a seguir para incorporar este modelo re[d]lacional, lejos de ser fácil, tampoco ha de verse difícil. La clave está en no cometer el error recurrente de confundir el porqué con el cómo, incorporando tecnologías, modelos o metodologías sin primero creérselo y desarrollar un discurso propio. Incorporar a esta reflexión a todo el equipo que va a desarrollar este modelo relacional es, sencillamente y sin lugar a dudas, lo más sensato.
Otro punto a tener en cuenta es el de ir por partes, detectando pequeños proyectos y experimentándolos en primera persona, no caigamos en la fea costumbre de predicar filosofías ni de aplicar métodos que no hemos probado primero. La falta de coherencia entre lo que se dice y lo que se hace sigue siendo, todavía, un tema no resuelto en muchas partes.