lunes, 25 de marzo de 2019

Consideraciones sobre la utilización de metáforas



La comunicación entre personas no deja de ser un ejercicio de adivinación, alguien trata de transferir una idea que flota en su mente a la mente de otra persona sirviéndose de su competencia comunicativa y de los límites que el dominio de esta le imponga, ya que cada cual está sujeto a la riqueza lingüística o semiológica que posea y a la variedad de registros que domine y, aun así, por muy desarrollada que esté esta capacidad siempre será inferior a la dimensión de todos los matices que encierra el concepto que quiere trasmitir, al final, siempre habrá de confiar en la capacidad de su interlocutor para captar la idea a partir de las pistas que le facilita.

En este sentido la metáfora es un recurso extraordinario ya que, la comparación con otro objeto o situación conocida, permite importar, en el acto, paquetes de significados y despertar sensaciones difíciles de estructurar para comunicar determinadas ideas complejas.

Por ejemplo, personalmente suelo utilizar la metáfora del "poliedro" cuando quiero transmitir la idea de una singularidad que, a la vez, forma parte inherente de un todo al que contribuye a definir, así por ejemplo, ciertos grupos profesionales son poliédricos en la medida en que cada miembro representa una cara que puede limitar con otras caras más cercanas y, del mismo modo, se halla en las antípodas de otras caras, pero que aun así, todas juntas conforman un mismo objeto, con un mismo núcleo, que gira en torno a un mismo eje.


Bien utilizada, la metáfora simplifica la construcción del mensaje a la vez que puede enriquecer sobremanera la idea que se pretende transmitir, pero es importante tener en cuenta que las metáforas no siempre son neutras [como en el caso del poliedro] y pueden incorporar matices consustanciales al objeto o a la historia de que se trate y que se adhieren, sin más, a la idea que se pretende comunicar, despertando significados de los que puede que no se sea consciente pero que influyen de manera determinante, en el grado de gusto o disgusto que genera la idea que se transmite. Uno de los ejemplos más paradigmáticos es la metáfora del Caballo de Troya.

Todos conocemos la historia del ingenio de Odiseo y de su efectividad para atravesar las murallas invencibles de Troya, permitiendo el acceso a la ciudad a un puñado de griegos que, una vez dentro, pudieron abrir las puertas al resto del ejercito que se hallaba escondido en las afueras.

Suele utilizarse esta metáfora para ilustrar la idea de penetrar en algo impenetrable con la intención de cambiarlo desde dentro. Así pues, todas y todos, hemos oído multitud de veces la metáfora del Caballo de Troya para ilustrar la estrategia a seguir para diseñar y subvertir el cambio de cultura en una organización, la conexión es sencilla.

No obstante, cuando se trata de utilizar esta metáfora, es importante tener en cuenta otros aspectos que puede ser determinantes en el mensaje que se pretende trasladar, ya que el Caballo de Troya remite también a un contexto bélico, a una escena en la que los griegos, mediante el engaño y aprovechando la nocturnidad y la embriaguez troyana, sembraron la muerte y la desolación.

Aunque debieran denominarse “aqueos”, los famosos “troyanos” informáticos son más claros en este aspecto, ya que remiten literalmente a todo aquello que comporta el Caballo de Troya: engañar para penetrar, infectar y destruir.

El Caballo de Troya supuso muerte y devastación para la ciudad, su ruina y desaparición total, es algo que sabemos y que guste o no, llevamos grabado en el inconsciente, de ahí que la utilización de esta metáfora deba calcularse ya que puede sugerir agresividad por parte de quien la utiliza y despertar recelos o levantar suspicacias en la organización. En vez de ayudar puede dificultar la de por sí difícil idea de invitar al cambio.

Personalmente prefiero hablar de “placentas” ya que estas remiten a la vida y al futuro, a un diálogo constante, a la aceptación, a nutrir y evolucionar.

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La primera imagen es de Luís Pulo y se denomina “Caballo de Troya”. Muy sugerente la imagen del Caballo detrás de las huestes griegas exhibiendo las clásicas sarissas macedonias

La segunda imagen corresponde a un dibujo mío e ilustra la metáfora del poliedro que utilicé para describir el carácter de la Red de Consultoría Artesana.


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