jueves, 8 de octubre de 2020

La necesidad de hablar

 

En un retiro de meditación, llegado el momento, se propuso guardar silencio hasta que terminara el retiro. Sorprendido, alguien preguntó, “¿es que está prohibido hablar?”, le respondieron que no, que no estaba prohibido hablar, sólo que se pedía que antes de hacerlo, se valorase la utilidad o la necesidad que tenían los otros de escuchar lo que fuera a decir. Si no era así, si consideraba que no aportaba valor a la relación ni a la otra persona, sino que era prescindible o se debía, tan sólo, a “su necesidad de hablar”, entonces es cuando se le sugería contenerse y respetar el espacio de silencio de los otros para que cada cual decidiera ocuparlo como más creyera conveniente.

Suele considerarse que hablar, aunque sólo sea para romper el silencio, genera riqueza relacional y une a las personas y que el silencio es contrario a la relación, genera tensión interpersonal e individualiza a las personas lo cual, hasta cierto punto, no deja de ser cierto, aunque por ello, tampoco es del todo verdad, ya que, como sabemos, hay distintos tipos de habla y de silencios dependiendo, sobre todo, del propósito que se halla detrás.

Por ejemplo, habría un silencio introspectivo con el que la persona busca aislarse para bucear en sí misma, para concentrarse en algo, pasar desapercibida, fundirse íntimamente con alguien o simplemente descansar del ruido que ocasiona el parloteo inútil. Pero también hay un silencio con un propósito comunitario orientado a someter el ego y diluirse con el grupo respetando el tiempo, el espacio y el silencio de los demás.

Del mismo modo también hay un habla comunicativa y relacional cuyo propósito puede ser aportar información necesaria y útil, rebajar tensión, mejorar relaciones o afianzar vínculos y otra con un carácter más ansiolítico, destinada a eso, a reducir la ansiedad de quien habla debido a la incapacidad de esa persona para quedarse a solas con ella misma o a la necesidad irreprimible de reafirmar su identidad capturando la atención de los otros.

Un tipo de habla, este último, voraz e insaciable como suele serlo todo aquello relacionado para alimentar el ego y de la cual también nos habla Byung-Chul Han cuando advierte que, hoy en día, predomina una comunicación sin comunidad, refiriéndose a aquella comunicación orientada a atraer la mirada hacia uno mismo con el miedo, más o menos consciente, de perder relevancia social en la medida en que no se reciben los suficientes likes  a la exposición de cualquier opinión o idea lanzada para recrearse en el espejo de la admiración del propio público.

Expresada de esta forma puede parecer que esta necesidad de hablar egoísta y, por extensión, poco empática, se limita al ámbito reducido y propio de la patología psicosocial de algunas personas, pero no es así, la necesidad de hablar para reafirmar el ego infecta el tejido social poniendo el foco en el individuo en detrimento de la comunidad, y se filtra en nuestras organizaciones diluyendo la consciencia de equipo, impidiendo el trabajo transversal, triplicando el tiempo de nuestras reuniones y contaminando la química necesaria para una relación interpersonal basada en la admiración y respeto mutuo.

En su obra L’Enracinement, [1943] Simone Weil advertía de la preponderancia que estaba adquiriendo en la sociedad, los derechos de las personas frente a las obligaciones de estas para con los otros, en esta línea, el derecho a hablar que tan a menudo se esgrime, va de la mano con la obligación, por parte de quien lo ejerce, de guardar a su vez silencio para que otras personas también puedan hacer uso de este derecho común.

Sólo con imaginarse una reunión donde cada cual fuera consciente y ejerciese responsablemente este derecho y esta obligación, aquel momento y escenario serían mucho más cálido y habitable.

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La imagen corresponde a una pintura de Eastman Johnson [1824 – 1906]


10 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho el post, Manel. Esa relación tenso-dialéctica de silencio/hablar en las relaciones entre personas es un temazo. Lo que cuentas es todo cierto, pero de la teoría a la práctica hay un largo trecho. Seguramente es una práctica que mejora con el tiempo, pero, no es tan fácil aplicarse filtros para saber -antes de hablar- si lo que vas a decir “aporta valor a la relación y a la otra persona”. A veces solo lo sabes después, una vez que has dicho lo que querías decir. Por otra parte, la “necesidad de hablar” responde a muchas motivaciones diferentes, y algunas no tienen que ver con el ego, sino con buscar conexiones de la mejor forma que sabe hacerlo cada uno. Hay gente que conecta muy bien a través del silencio, pero hay otras que “necesitan” hacerlo mediante la oralidad. No por ego sino con un “propósito comunitario” porque es el interfaz que mejor dominan y en el que más cómodas se sienten para compartir afectos, y darse a los demás. Incluso, puede ser una comunicación “auto-ansiolítica” (he añadido el “auto”) y que no sea por ego. Hay gente que se comunica con la mirada, puro silencio, mientras que otras “necesitan” hablar para habitar en el compartir. Yo mismo me siento mucho mejor, más cómodo, compartiendo con gente que hablan más que con las que permanecen en silencio. Comprender la diversidad en los patrones de comunicación es fundamental. No hay reglas únicas. Si a todo/as nos diera por el silencio, sería muy triste. El tejido social también se enriquece cuando la gente habla, se expresa, pero, como siempre, en el equilibrio está la virtud. Un abrazo

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    1. Muchísimas gracias por comentar, Amalio, con este aporte de elementos siempre tan trabajado y jugoso.

      Muy de acuerdo con lo que comentas y con que es fundamental comprender la diversidad en los patrones de comunicación, de hecho por ahí también va el post, he intentado diferenciar entre “silencios” y “hablas” en función del propósito y muchos aspectos que comentas están incluidos o creo que se infieren de alguna de las tipologías.

      Cuando dices: “ porque es el interfaz que mejor dominan y en el que más cómodas se sienten para compartir afectos, y darse a los demás” entiendo lo que quieres decir en el sentido en que no hay mala intención, pero el hecho que cada cual se entregue como mejor sabe, aunque el propósito sea comunitario, no significa que sea bueno para la comunidad, de hecho puede ser incluso perjudicial para la comunidad. Lo que es bueno para la comunidad es que cada cual se comporte en función de lo que la comunidad necesita y para ello hay que poner empeño en armonizar lo que uno es con aquello que se necesita que sea.

      Pero antes de seguir, me gustaría aclarar, por el final de tu comentario, que este artículo no es, en absoluto, un canto al silencio, que no quiere poner el acento en hablar o en callarse, que si se entiende esto lo he hecho muy mal. Lo que quiero poner de relieve es algo tan simple como la necesidad de ser conscientes del otro para acceder a la oportunidad de ser respetuosos con él o ella. Que no se vale tan sólo con que se tenga la necesidad de decir, que cuando esta necesidad se impone más allá del valor que se aporta estamos ante un tipo de distorsión que adquiere una connotación patológica por estar asumida en un modelo social individualista que fomenta el narcisismo. Que hablar sitúa al otro en la obligación, más o menos aceptada de escuchar, responder o esperar y que esto exige tener cierta consciencia de lo que se articula y se lanza, sólo eso.

      Estoy contigo en que la comodidad se halla compartiendo, de hecho esta es la base de la conversación de la que todas o todos disfrutamos, en las que hablamos y escuchamos, pero en el artículo me refiero a aquella variante caracterizada no tanto por compartir, sino por el imponer el que me escuchen porque tengo la necesidad de que se haga. Una necesidad que es muy raro que se admita y que el ego de cada cual proyecta en los otros transformándola en la necesidad o los beneficios que los otros obtienen escuchándome a mí.

      Expresado así parece muy apocalíptico pero este es el pan de cada día en las reuniones de trabajo y en aquel comentario que se desprende al final: “nos vamos por la nubes” “nos enrollamos demasiado”, “perdemos el objetivo”, “no concretamos”, etc. Respecto a los egos tu sabes lo difícil que es cortar a alguien que se excede en el tiempo o se va del tema una reunión, sin temer herirle el ego.

      Hay una expresión andaluza [creo que se utiliza también en Extremadura] que me encanta y que por eso he adoptado y me sirve de metáfora para ilustrar parte del espíritu del artículo, la expresión es “cuchará’ y paso atrá’“ y viene de cuando se comía en comunidad de una misma fuente y cada persona se acercaba con su cuchara, tomaba de la fuente e inmediatamente volvía a salir para que otras personas pudieran acceder y comer también. Me encanta la consciencia del otro y la orientación a la comunidad que se desprende de esta expresión, algo tan necesario hoy en día..

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    2. Manel, me ha gustado mucho el planeamiento. Creo entender a lo que te refieres, no se trata solo del "ego", a mi modo de ver, el "ruido". El ruido impera en la comunicación, en nuestro miedo a los silencios. No sabemos esperar a lo que dice el otro. Hoy es necesario llenarlo todo, nos da miedo el vacío, no podemos estar callados, ni casi estar quietos porque es como caer en el abismo. ¿No deberíamos esmerarnos en escoger lo que vamos a decir con cuidado e intentar que lo que decimos sirva? Aunque entonces, a lo mejor, esto se contradice con el brainstorming. Bueno, es solo una broma. Lo importante es hablar y escuchar con respeto. Gracias, siempre me resulta inspiradora tu redacción.

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    3. Coincido también en lo que añades, Lola, reconozco lo que dices, es bueno considerarlo. Ese miedo al silencio, a estar quietos o a estar a solas con nuestro pensamiento también aviva esa necesidad [¿personal?] de llenar espacios vacíos.

      Respecto a la aportación de valor con lo que se dice, la broma del brainstorming es oportuna ya que la técnica se basa en un acuerdo colectivo, persigue un objetivo común, sigue un método y está limitado a un tiempo, si alguien entrara por su cuenta en un episodio crónico de brainstorming perenne, sería una lata…bueno quien más quien menos conoce a alguien así… :-)))))))

      Contento de poder saludarte Lola, recibe un fuerte abrazo.

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  2. Excelente post, que se convirtió en dos por uno en la conversación de los comentarios. Lo he disfrutado y siento que lo mejor que puedo aportar es una sonrisa silenciosa.

    Y mientras lo leía he pensado que cada vez (me) cuesta más soportar la ansiedad generalizada que se traduce en verborrea inacabable. Con lo bien que se habita en el silencio…

    La “escucha” debería ser un eje fundamental en cualquier sistema educativo, pero claro, hay tantas opiniones y tantas propuestas, que no hay manera de poder escuchar. Pura ironía :-)

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    1. Qué buena esta ironía tuya, Isabel :-))) Muchas gracias por el guiño ;)

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  3. Gracias por tus reflexiones, Manel. Siempre es inspirador leerte pero no imaginas cómo me tocan las de este post en el día de hoy en el que fui yo quien cometió el error de interrumpir un silencio necesario. Para ser congruente, no diré nada más porque son cosas mías que sólo me aportarían valor a mi. Espero con curiosidad tu próximo post.

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    1. Vaya, espero que no sea nada grave, aunque viniendo de tí dudo mucho que esta interrupción no aportase valor, al menos aqui lo aportas haciendo explícita tu presencia.
      Muchas gracias, Paca.

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  4. Me ha encantado. No puedo decir más.
    Una cosa: oí decir una vez a Bielsa (ya conoces mi devoción por este hombre que me parece un buen ejemplo de honestidad y trabajo) que trataba de no hablar mucho en los entrenamientos para que cuando hablara el equipo le escuchara con más atención. Me dejó marcada esa frase.
    Como este post.
    Y hay gente que necesita hablar para "comprenderse" o para armar sus discursos. Quizá es porque no hemos aprendido a prepararlos antes en silencio, ¿verdad?

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