Me ha atrapado la lectura de Rescate de David Malouf, una joya de menos de doscientas páginas, delicadamente escrita y capaz de estimular el goce estético que tan sólo produce la buena Literatura.
Se trata de una novela corta que se detiene en el fragmento de la Ilíada, donde Príamo, rey de Troya, cruza personalmente las líneas aqueas para arrodillarse ante Aquiles e implorarle lo que queda del cuerpo de Héctor, su hijo, a quien hace once días que el héroe ha dado muerte y que para escarnio de los troyanos yace todavía en el campo, sin haber recibido una sepultura digna de su rango.
La historia, en sí misma, ya posee una belleza descarnada pero David Malouf logra, sin abandonar su contexto épico, escarbar entre sus estratos y realzar los contornos y grandeza de sus personajes sin más material que la humanidad de sus miedos, ambiciones, dudas y pasiones, todo mediante un estilo deliciosamente exquisito de tan natural y sencillo.
De todo aquello que explora y se destila en esta novela sólo pretendo traer aquí la claridad diáfana con la que expone la dualidad sobre la que puede erigirse toda una vida. Una dicotomía construida a base de superponer a la simpleza de existir la exigencia de diluirse hasta la confusión y llegar a transformarse totalmente en el rol que se desempeña.
De cómo el desarrollo de un papel llega a influir tanto en la persona como para embozarla en una identidad que la suplanta, hasta el punto de llegar a hacer que ignore lo más básico, lo realmente auténtico.
De cómo este fenómeno se esfuma como un espejismo cuando deja de atribuírsele cualquier función al tiempo y de cómo ese mismo tiempo obsequia, sólo de ese modo, con la riqueza que contiene cada instante.
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Yo quería escribir sobre el tiempo y más concretamente sobre su pérdida en ese afán actual por aprovecharlo. Posiblemente la tonalidad en la que ya sonaban mis pensamientos ha influido de manera determinante en la lectura de esa novela.
Pero pensaba en lo distintas que eran muchas cosas cuando, por ejemplo, nos escribíamos cartas, de aquellas que te tomaban un par de días en escribirlas porque cualquier cambio de idea transformaba el escrito en un borrador que requería ser pasado a limpio. Pensaba en el tiempo del que se disponía para escribir, un tiempo acorde con el que podía esperar aquella persona a la que iba dirigida la carta. Un tiempo que no dependía tan sólo del escritor sino en el que intervenían además los cuatro días mínimos, de rigor, que el correo necesitaba para circular hacia su receptor. Un tiempo al que además debía añadirse aquel que se necesitase para descifrar el mensaje y que, a diferencia de ahora, no era de minutos sino que cabía la posibilidad de que fuera de días, ya que cierta correspondencia requería de más de una lectura para que llegasen a dibujarse entre sus pliegues aquellas palabras que no se conocían o no se querían pronunciar pero que sí se querían decir.
Luego el proceso volvía a comenzar y el que fuera lector se transformaba en escritor y se tomaba a su vez el tiempo necesario para recrear una respuesta, para pasarla a limpio, para esperar. Y durante toda esta cantidad inmensa de tiempo se era intensamente consciente de muchísimas cosas, de la distancia, de la magnitud esférica de la Tierra, de disponer de tiempo para hacer las cosas. Y todo adquiría un carácter más singular, tenía como más importancia, era más acorde con la rotación del planeta. Como decía antes, el tiempo obsequiaba con cada instante.
El momento en el que vivimos me lleva a pensar que junto a todas sus ventajas, en el progreso anida siempre una pérdida a la que somos insensibles por no incidir directamente en aquellos objetivos que perseguimos pero que contribuye de algún modo a la capacidad de gozar de nuestra propia existencia.
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Foto de [cumClavis]: El Far de Sant Sebastiá [Llafranc, Girona], todo un símbolo de esta quietud impuesta en la que transcurre la irrealidad del mes de Agosto.
Una frase de Sesha me gusta especialmente:
ResponderEliminar"magnificar los instantes, no los recuerdos" .... me identifico con ella, soy de naturaleza "olvidadiza" (por decir finamente que tengo una pésima memoria) debe ser por eso que me adapto bien a los nuevos tiempos jajajaja
Y parece sencillo cuando en realidad suele tratarse al presente como un estado de tránsito entre el pasado y un futuro que anhelamos. Conceptos como “avanzar”, “progresar”, “desarrollar”, “planificar”, “prever”, etc., tienen demasiada relevancia como para facilitar lo que aconseja Sesha…
EliminarUn saludo estival Juana, he tardado un poco en responder porque todavía ando out y escaso de recursos :)
la tradición de las cartas ya se ha perdido, es cierto. Yo las amaba, creo que conservo todas las recibidas, y me trabajaba bien las que enviaba. Es curioso que además aquí hemos perdido casi cualquier tradición del correo postal. frente a países como Inglaterra o Alemania, en las que enviar al menos postales desde los lugares de vacaciones o felicitaciones navideñas sigue existiendo me dicen que como antes de que Internet eclosionara.
ResponderEliminarNo conocía a ese autor, su apellido me ha confundido con Amin Malouf. Veo al menos que son de orígenes similares, tal vez Malouf es apellido típico en Líbano,
salud!
A mí también me desorientó el apellido e incluso encontré un terrible parecido en el estilo: aquellos monólogos entre conversaciones que, en este caso, David los lleva al escenario del pensamiento con un estilo más fluido [para mi gusto].
EliminarMantuve hasta hacer relativamente poco una correspondencia epistolar con un amigo y todavía cruzo algún e-mail que mantiene algunos rasgos, pero ya desconozco la ubicación del buzón más cercano a mi casa o cuanto se ha de poner en sellos… No creo que se trate de nostalgia, realmente creo que se ha perdido algo realmente bueno...
Un abrazo Goio
“todo mediante un estilo deliciosamente exquisito de tan natural y sencillo “
ResponderEliminarQue belleza de post Manel! De los que apetece releer con calma para buscar entre los pliegues. Como esa carta que tras la primera lectura vuelves a doblar cuidadosamente en el sobre para dejarla reposar en el escritorio, mientras el tiempo de lo cotidiano se organiza en sus infinitos instantes.
En el ansia de la inmediatez no nos permitimos pensar ni sentir, se diría que nos ocurre como a la fruta que compramos ahora, una apariencia perfecta que se pudre por dentro. El tiempo se burla siempre de cualquier intento de manipulación haciéndonos perder esa riqueza de cada instante, de la suma de infinitos instantes de los que estamos hechos.
Me gusta la frase de Juana: “magnificar los instantes, no los recuerdos”: Porque entre los miles de millones de átomos que nos componen y nos rodean, entre lo natural y lo sencillo, está la Vida. La simpleza de existir.
Buen símbolo el faro para reflexionar sobre los grandes temas. Porque la Tierra sigue siendo esférica.
Un abrazo! :)
Es aquello que se suele comentar, la velocidad necesaria para gestionar tanta información nos lleva a considerarla superficialmente y esta manera de tratarla conlleva a su vez el que esta información sea cada vez menos densa y más caduca de tal manera que todo es más inasible. A veces parece como si la incertidumbre viniera de fuera cuando realmente es un resultado directo del progreso. A más progresamos menos sabemos cómo vamos a salir de ésta llegando incluso a dudar si podremos salir alguna vez. Era una de las líneas de reflexión que pensé en explotar, en como el progreso es realmente un retroceso ya que redunda en un planteárselo cada vez más difícil a las generaciones venideras. Sólo hay que pensar en las dificultades que le supuso a nuestros abuelos trabajar, cómo ya el tema cambió con nuestros padres, de qué manera ya para nosotros no fue lo mismo y en lo que le supone a nuestros hijos.
EliminarAl final me quedé con algo que se revela en estos tiempos quietos como suelen serlo los del verano. En que ese afán por conocer/saber/informarse te aparta de aquello que tiene delante de las narices.
Gracias Isabel por tu comentario y por la valoración. Un abrazo.
Cuando reflexiono acerca del tiempo, me gusta ponerme en el lugar de los "centinelas del tiempo". Llamo así a los robles centenarios (superan los 400 años) que resisten y engalanan nuestros bosques.
ResponderEliminarMe pregunto a cuanta gente han "visto" y qué diferencias han percibido en ellas. Desde vestimentas, utensilios, herramientas, alimentos, idiomas, temas de conversación, inquietudes...
Llego a la conclusión de que pocas veces han visto pasar personas corriendo (trail de montaña), que es como paso yo habitualmente. Vivimos tiempos en los que corremos demasiado y esto nos impide entre otras cosas, ser buenos "centinelas".
El progreso no ha logrado ni logrará modificar la cadencia del tiempo, lo que si que hace es modificar la velocidad vital de los humanos y es este factor el que incide en la "capacidad de gozar de nuestra propia existencia".
Un abrazo!!
Conozco la sensación, también soy de tierra de robles y encinas y casi he sentido la tierra girar mientras he estado quieto al lado de uno de esos árboles.
EliminarDa como para pensar que el tiempo no es otra cosa que una invención que nos permite determinar y ordenar la sucesión de las cosas para de ese modo poder prever [controlar] su estado futuro. Es el resultado a nuestro miedo a la incertidumbre y la necesidad de disminuirla. Es curioso cómo nos viene en contra esta obsesión por aprovechar el tiempo y nos lleva a que se nos escape de entre los dedos y tengamos la vivencia de no tener tiempo para nada. Qué duda cabe que el tiempo y la manera de vivirlo es uno de los grandes determinantes del estrés que sufrimos. Da como para pensar que la manera de disponer realmente de tiempo es perdiéndolo!...difícil, muy difícil…
Molt bona tornada, Manel!
ResponderEliminarEl Far de Sant Sebastià és un bon lloc per trobar la inspiració! L'has ben trobada!
Salut!
Encara em queden un dies abans d’incorporar-me [quina parauleta, sembla que ara tingui una forma incorpòria…] totalment. Aquestes reflexions em serveixen d’exercici per mantenir el motor al ralentí no sigui que després no s’engegui! ;)
EliminarGràcies per passar-te per aquí Xevi i comentar.
Salut!
Predomina la rapidez ante la justa tranquilidad de hacer bien las cosas. Que los avances tecnológicos nos hagan más rápido el proceso y tengamos bastante control para decidir cuando y cómo enviamos o recibimos de una forma instantánea, tampoco es que sea extensible para todo. A ciertos niveles mejoras los tiempos pero en otros hasta se vuelve en un ápice de impersonalidad.
ResponderEliminarLe hemos restado valor al tiempo, vivimos a mil revoluciones por minuto y creo que no lo aprovechamos.
Coincido en que paralelamente a las mejoras ha sobrevenido una impaciencia que vincula nuestra satisfacción al momento presente. La impaciencia nos aleja de la capacidad de espera necesaria para recorrer el camino hacia un medio-largo plazo. La vinculación al presente nos deja sin futuro. Se deja de invertir para sólo perseguir beneficios. Como dice Daniel Innerarity “ este presentismo se hace visible en todas las esferas…también en la política, convertida en una carrera tras la inmediatez de los sondeos, en una lógica just in time tomada del consumo, de la publicidad, de los medios…”
EliminarUn saludo Tamara!
Salinas de Añana, 26 de agosto de 2012
ResponderEliminarQuerido Manel,
He recibido tu carta en este irreal agosto. La he releído varias veces y la he doblado cuidadosamente cada vez intentando alargar la emoción que me ha transmitido.
He revivido, con ella, la riqueza de instantes vividos con pausa en un pasado que, hoy, se me antoja lejano y me ha llenado de añoranza.
Reconocer la letra amiga en el sobre. Relegar a segundo plano cualquier cuestión para dedicar tiempo calmado a leer a esa persona. Me recuerdo aferrada a las hojas, al terminar, como intentando mantener ese vínculo y esa cercanía que me daban aquellas palabras escritas. Me veo, otra vez, escribiendo, reescribiendo, ... una respuesta que, como decís, se dilataría en el tiempo.
¡Qué tiempos!
Contemplo el valle salado, su quietud, su silencio, su blancura, ... y pienso en el tiempo necesario en ese proceso de creación, en los elementos que intervienen, en las condiciones que lo envuelven, ... en "la riqueza", al fin, "con la que obsequia el tiempo" cuando es considerado.
Decido tomarme ese tiempo, el necesario, en cada uno de esos instantes que quizá olvide, pero que intentaré vivir sin "diluirme", en la simpleza de existir.
Cuando leas estas líneas, estaré de vuelta en la realidad. Guardo tu carta para releerla en aquellos momentos en los que sienta que estoy dejando de "perder" el tiempo anhelando futuros o añorando pasados.
Sé que me ayudará a recordar que es nuestra elección, siempre, otorgar al tiempo su valor, en cada instante.
Hasta pronto, Manel, un fuerte abrazo.
Un fuerte abrazo, Marta...qué preciosidad...:)
EliminarEl tiempo de la espera ilusionada es uno de los mayores placeres que nos otorga la vida. Pero es un placer que solo se da en la juventud cuando todavía, en lo más profundo de nuestro corazón, nos creemos inmortales. Después nos damos cuenta de que nuestro tiempo es finito y nos entran las prisas por vivir. Lo queremos todo pronto y nos perdemos la mejor parte, claro. Pero ¿quién dijo que los años nos hacían más sabios? solo la reflexión puede hacer eso, el tiempo únicamente nos hace envejecer.
ResponderEliminarMe voy a apuntar ese libro, parece hecho para las tardes de lluvia y frío que nos esperan.
Gran post. Gracias.
Coincido Francesca, el tiempo por sí mismo no nos aporta nada salvo aquello que podemos hacer con él, … reflexionar debiera incluirse en este “hacer”…
EliminarLa intensidad y la textura de esta novela te va a gustar, ya nos explicarás...
Gracias por pasarte y comentar, un abrazo!