Hace ya casi veinte años que imparto de manera regular formación en liderazgo, el mismo tiempo que hace que me dedico a la consultoría.
Los contextos donde lo he hecho han sido de lo más diversos: públicos, privados, tercer sector y universitarios, aunque donde me he prodigado más ha sido en el ámbito de la Administración Pública, entorno en el que suelo moverme de manera más habitual.
Estas acciones de formación han adquirido todos los formatos posibles, desde módulos estándar a cursos a medida orientados a equipos directivos concretos, desde el online hasta la presencialidad más absoluta pasando por las fórmulas mixtas, del taller práctico al monólogo coloquial de dimensión reducida. El público al que han estado dirigidas comprende todo tipo de profesional que a lo largo de la estructura pueda llegar a tener alguna responsabilidad sobre un equipo de personas, desde altos directivos a jefes de unidad, de gerentes a responsables de proyecto.
Hacer formación en temas relacionados con el liderazgo es una de aquellas cosas que me estimulan y me gustan, quizás porque me permite relacionar ideas, destilar y poner en valor el conocimiento adquirido en los proyectos de consultoría. Sea por lo que sea, me siento muy cómodo en este tipo de acciones y, con toda seguridad, éste es uno de los principales motivos de que haya pasado del recitado clásico de tópicos y teorías enunciadas por otros a un discurso absolutamente propio, amenizado con casuística y basado en lo aprendido en estas dos décadas de asesoramiento a directivos en el desarrollo de proyectos y en el logro de sus objetivos.
Desde hace unos tres años, el formato que utilizo es el de un taller de entre 10 y 15 horas de duración y en el que desarrollo una serie de ideas que considero clave a la hora de plantearse algo como la dirección de personas en un contexto organizativo, social y psicológico como el actual. Estas ideas son independientes entre sí y casi sin quererlo suelen cambiar en cada edición, ya sea porque voy añadiendo nuevas caras al poliedro del liderazgo o bien porque el contexto organizativo en el que trabajo exige que se iluminen determinadas facetas de una manera especial. Sea como sea, el taller se mantiene en un beta artesano que va madurando conmigo.
La posibilidad de estructurar, dar forma y cotejar esta acción de formación se la debo, como es natural en todo lo que hago, a aquellas personas con las que colaboro, en este caso a Paz Martínez, la confianza de la cual me ha brindado la exquisita oportunidad de tener un escenario en el que hilvanar muchas de las ideas que desarrollo en el marco de las sucesivas ediciones del Curso Superior de Dirección Pública Local y posteriormente en el Máster de Dirección Pública que se viene impartiendo en el Instituto Nacional de Administraciones Públicas [INAP]. A partir de aquí, las posteriores destilaciones a las que he sometido este taller en diferentes organismos y entidades [IVAP, EAPC, FECAM, ICPS, COSITAL, EUDEL, etc.] han servido para profundizar en esta reflexión compartida y ajustar cada vez más el relato que se desprende a los objetivos que persigo.
Soy de los que piensan que tener claros los objetivos es muy importante en este tipo de cosas. Seguro que hay a quien le parece obvio lo que acabo de decir, pero tengo motivos de sobra para creer que lo que debiera ser obvio no lo es en demasiados casos y que, por mucho que se diga, la falta de una reflexión atenta sobre los objetivos que se persiguen en este tipo de formaciones es uno de los principales motivos que explican el enfoque clásico y el escaso impacto que suelen tener en la vida profesional y personal de las personas a las que va dirigida.
En mi caso, aunque desarrolle una idea general y me dirija a grupos que suelen oscilar entre los 15 o 30 participantes, lo que pretendo no es tanto provocar el debate como una reflexión íntima en cada persona, ya que parto de la base de que aunque se erija un eje conceptual común en torno al cual gire todo aquello relacionado con el liderazgo, cada uno se halla a aquella distancia del concepto que determina su propia evolución personal y, en consecuencia, tiene su propio camino por recorrer.
Creo que esto es muy importante, aunque haya coincidencias de rol, de responsabilidad o de tipología de organización, las aproximaciones al concepto de liderazgo depende de los valores, experiencia y de la forma de pensar de la que parte cada cual y, por lo tanto, el tránsito que se ha de recorrer no depende tanto de lo sugerentes, científicos o cautivadores que sean los contenidos del curso como de las facilidades que se le den al participante para que pueda dar respuesta a una serie de interrogantes que son cruciales:
> El primero consiste en “geolocalizarse” respecto aquellos principios, valores, competencias y actuaciones que se consideran importantes en el ejercicio del liderazgo y que se desarrollan a lo largo del taller. Se trata de preguntarse nada más y nada menos quién se está siendo realmente en la organización, en el equipo y para con las personas.
> El segundo interrogante es muy importante ya que pretende resolver quién se pretende ser y si realmente hay una voluntad de cambio respecto al modelo ideal que se está trazando. La respuesta a esta pregunta bebe directamente de la fuente del compromiso que la persona tiene con la organización y, por lo tanto, de su propia ética personal, profesional y social, algo que sólo suele saber cada uno.
> En el caso de que la respuesta sea afirmativa y efectivamente exista una voluntad de crecimiento o cambio, el siguiente interrogante que se plantea es el del camino que se ha de recorrer, se trata de identificar qué hay que cambiar, qué se supone que se debe hacer.
> Y por último, la pregunta que debiera formularse cualquier persona que se plantea un cambio en serio, que no es otra que responder hasta qué punto es importante ese cambio como para invertir todos aquellos recursos que hagan falta para cambiar, para abandonar la zona de confort en la que se encuentra y gestionar la incertidumbre que genere el propio cambio, en definitiva qué se está realmente dispuesto a hacer.
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Fotografía de Núria García Altés