lunes, 14 de octubre de 2013

Actualización en Planificación

Hace tiempo ya que la Planificación, entendida siempre en su vertiente más clásica, está en entredicho, más o menos desde que hizo su aparición esa incertidumbre que ya lo envuelve todo y forma parte consustancial de la atmosfera que actualmente respiramos con toda normalidad.

De este modo, como si de un cambio de régimen se tratara, la primera reacción fue derribar todas las imágenes que de la Planificación se habían erigido hasta aquel momento en nuestras organizaciones para sustituirlas con todo tipo de mensajes sobre la inutilidad de depositar expectativas hacia lo que es impredecible y la conveniencia de gestionar el momento y sustituir los planes con proyectos que, como machetes, se debían utilizar para desbrozar y apartar la maleza con el fin de descubrir, a cada paso, el camino a seguir.

Pero, en estos últimos años, hemos acostumbrado la mirada a la velocidad con la que todo transcurre, aprendiendo de la nueva situación, descubriéndonos e incrementando enormemente el conocimiento sobre nosotros mismos y encontrando materiales nuevos y no tan nuevos con los que navegar en la liquidez de estos tiempos.

De una manera extraordinaria, el momento ha secado y cuarteado el barro que considerábamos nuestra epidermis y, desmoronándose, va dejando al descubriendo aspectos de nosotros mismos que de alguna manera ya sospechábamos pero que ahora se muestran diáfanamente ante nuestra mirada. Este conocimiento que vamos adquiriendo se decanta no tanto por desarrollar nuevas herramientas como en reciclar las que ya tenemos reorientando el enfoque que hacemos de ellas.

Así pues, aunque la planificación ha perdido aquel componente infalible que queríamos atribuirle, sabemos que nuestra curiosidad despierta aspiraciones y que en nuestro diseño neurológico está el elaborar trayectorias que esbocen la posibilidad de alcanzar nuestros anhelos.

Hemos descubierto que la tiranía de lo racional ha velado durante mucho tiempo el componente emocional de nuestras motivaciones y palabras como ilusión y sueño adquieren un nuevo sentido y cobran actualmente un papel principal en el diseño de nuestro futuro. Metodológicamente esto se traduce en que la preponderancia ha pasado de los objetivos a los propósitos que los inspiran ya que, si de una cosa no nos cabe la menor duda es que las posibilidades de alcanzar un reto son directamente proporcionales al deseo que tengamos de lograrlo.

De paso, todo esto nos lleva a reconsiderar el uso y la utilidad que se le da actualmente a algunos componentes de los planes [misión, valores, visión, etc.] que han adquirido una funcionalidad más decorativa que pensada para inspirar y motivar la penosa retahíla de objetivos, objetivillos y acciones en los que acaban desglosándose y confundiendo muchísimos planes denominados estratégicos.

La naturalidad se impone en todos los ámbitos del management y con ella la necesidad de recobrar un lenguaje cercano, sencillo y claro que las personas consideren a la vez sincero, común y propio.


Otro aspecto que se desprende de lo que estamos aprendiendo es el de inyectar a la planificación el carácter orgánico, dinámico y vivo que requiere la plasticidad del momento. Los planes han de madurar como nosotros, cada día, exhibiendo en sus pliegues los efectos naturales de la oxidación y del paso del tiempo, lejos del Síndrome de Dorian Gray en el que llegamos a instalarlos junto al resto de nuestras herramientas de gestión.

Para ello se requiere flexibilizar los criterios y afinar metodológicamente en un sistema de toma de decisiones que permita adaptar todos y cada uno de los componentes del plan al momento en el que se halla. Un plan ha de ser válido y poder explicarse continuamente sin necesidad de remitirnos a cualquier momento anterior.

Este factor abre actualmente interesantes vías de investigación, sobre todo en lo que se refiere al diseño de sistemas de vigilancia que, sin perder el carácter orgánico y simple que impone la caducidad de estos tiempos, permitan detectar aquellas variables que han de incidir en la transformación continua del plan y, en especial, de aquellas directamente relacionadas con mantener al día la ilusión y el deseo de los que lo impulsan y desarrollan.



4 comentarios:

  1. Empiezo a observar este tipo de planteamientos, aunque de forma no consciente y a veces un tanto radical (no hay que tirarlo todo), en algunos clientes.
    Tal y como lo expresas, me pregunto si a veces observar con perspectiva la evolución de la planificación no nos hace conscientes del proceso de maduración de las personas. Igual es porque, inmersos en el proceso, la maduración de la planificación pone de manifiesto la evolución propia.

    No sé si me he liado, espero que se entienda :-) Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Esta pregunta que te formulas me parece una muy buena pregunta, Isabel. Ya sabes que tiendo a establecer relaciones fractales entre lo que conocemos de nosotros y las relaciones que establecemos para conocer lo que nos rodea. Incluso aplicamos esta fractalidad a la manera de organizar “nuestro” mundo. La importancia que tiene el tiempo en el sentido de evolución, maduración, envejecimiento y caducidad no se puede obviar en nada y menos en aquellas herramientas que nos representan en cada presente que vivimos. [espero no haberme liado yo en el comentario...;-)]

      Eliminar
  2. En mi imaginación, una estatua de barro. Esconde todas esas capas de la piel de la que hablas; desde la que primero acaricia el entorno a la más profunda.
    Pienso en las maneras de nutrir y cuidar esa piel, en esa interacción.
    Desde fuera. Desde el interior.

    Seco el barro, cuesta mucho filtrar las realidades cotidianas y, más aún, el movimiento. Paraliza, bloquea la posibilidad de intentarlo, siquiera.

    Me imagino, en muchos casos, algo parecido al miedo a quebrar esa capa que contiene su tiempo, sus esfuerzos, ... De manera que evitamos cualquier gesto que pudiera provocar la más pequeña grieta como si, así, consiguiéramos mantener el sentido de todo lo hecho hasta la fecha. Sin darnos cuenta de que la pérdida es, realmente, negar el sentido a lo que pudiera llegar a ser.

    Nuevo reto, artesano! Sistemas de vigilancia que acompañen y alerten a la piel, ese lugar que se estremece y se deja marcar, también, por la ilusión y los sueños.

    Me gusta tu lenguaje, por aquí. A pesar de la distancia, está lleno de significado, para mí y para mi día a día. Será el propósito :)

    Mila esker eta muxu!

    ResponderEliminar
  3. Manel, ayer mandé un comentario antes de coger el avión, pero no se ha publicado. Igual era un problema de hacerlo desde la tablet...
    Pues nada, te decía que a mí el termino "planificación" se me atraganta, no me gusta, me siento incómodo con él. Sin embargo, sí que creo que tenemos que pensar sobre el futuro, y también centrar esfuerzos en unas pocas opciones. Pienso que "conseguir foco" es tremendamente importante, y para eso hay que descartar cosas, decir que no a cosas. Ya ves, a esto le llaman "estrategia", otro palabro vilipendiado pero que yo intento integrar en mi vida de alguna forma.
    Me parece esencial lo de la naturalidad y "recobrar un lenguaje cercano, sencillo y claro que las personas consideren a la vez sincero, común y propio".
    Buen post. Un abrazo!!!

    ResponderEliminar