Es importante distinguir entre el tiempo de las cosas y nuestro tiempo. Con tiempo de las cosas me refiero al tiempo de lo que sucede, de las demandas, de lo que nos dicen, el de las incidencias, el de los problemas y las urgencias. Al tiempo de la calle y al de las tareas que quedan por hacer en casa, al de las exigencias, el del paso de las horas del día o el de la noche insomne, el tiempo, en definitiva, de todo lo que pasa ahí fuera, en la frontera de nuestra piel.
Es importante, decía, diferenciarlo de nuestro tiempo interno, del que nos damos para observar, comprender y tomar decisiones. Es clave que este tiempo interno no sea el mismo, que sea más lento, pausado, más sereno, respirado, quieto.
Quizás pienses que enlentecer este tiempo interno te lleve a no hacer las cosas a tiempo, a perder el ritmo, a llegar tarde. Pero no es así, al contrario, esta serenidad permite ralentizar el tiempo externo, ver la secuencia de los sucesos, ordenarlos en una melodía de acontecimientos que ayuda a comprenderlos, a intuir a donde los lleva su trayectoria y a actuar rápida y certeramente.
Este es el tiempo de aparente quietud del atleta antes del salto, del arquero mientras apunta, el que permite al samurái avanzar su espada para interceptar la de su oponente en un punto concreto del espacio, el de la atención calma de aquellas personas que nos escuchan. En realidad se trata del tiempo necesario para poder conjurar, en un mismo instante, oportunidad, rapidez y efectividad.
Es importante protegernos de la fuerte gravedad que empuja a confundirnos con lo que pasa, que nos engulle y enajena mientras intentamos controlar las mismas situaciones con las que rodamos, caóticamente, en la pendiente de las urgencias que atestan nuestra cotidianeidad.
Hayao Miyazaqui utilitzava la expresión japonesa “ma” [vacío] para referirse a este tiempo y explicaba su significado aplaudiendo lentamente mientras decía: “El espacio entre cada palmada es ma. Si tienes acción sin parar, sin tiempo para respirar, no consigues más que un lío. Pero si haces una pausa, la tensión que creas va tomando una nueva dimensión”.
Este es el tiempo al que hay que invocar en nuestro día a día, un tiempo que, en realidad, ya nos pertenece y el único que podemos gobernar, sólo hemos de no olvidarnos de respirar.
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Hola Manel! Me sentó genial tu reflexión en este momento concreto. Una abraçada!!
ResponderEliminarEstupendo, Robert! Una altra :)
EliminarY para proteger el "ma", mejor que nadie se entere. Esta sociedad, en todos sus niveles, parece tener horror al delicioso "vacío" ;-)
ResponderEliminarUn abrazo Manel.
El tiempo se ha convertido en un bien escaso...
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