Existe
el riesgo de no darnos cuenta de lo que realmente es importante en la vida,
permitiendo que el tiempo pase sin dedicarle la atención que merece. Me
pregunto cuántas personas pasan su existencia confundiendo lo importante con lo
necesario. No pretendo, con esta distinción, restarle valor a lo necesario, en
absoluto. Simplemente, no considero que algo, por el simple hecho de ser
necesario, deba guiar nuestras decisiones ni convertirse en el centro que dé
sentido a toda una vida.
Por ejemplo, nadie cuestiona que respirar es necesario; dudarlo sería ridículo. Pero también es absurdo centrar una vida únicamente en la acción de respirar. Las cosas necesarias cobran verdadera relevancia cuando su ausencia pone en peligro la subsistencia o la vida. Mientras eso no ocurra, no tienen por qué ocupar el primer lugar. Son, ante todo, necesarias, lo que no las rebaja, ya que su simple existencia garantiza su relevancia y permanencia. Por otro lado, si no somos conscientes de lo verdaderamente importante, corremos el riesgo de que quede relegado, pase desapercibido y, en definitiva, no reciba jamás la atención que merece.
Entonces,
¿qué es realmente importante?
Lo que
de verdad importa puede variar para cada persona, pero en líneas generales,
creo que está relacionado con aquello que nutre nuestra esencia, que nos
inspira y nos conmueve, aquello que conecta con nuestros valores y da sentido a
nuestra existencia, lo que realmente hace que valga la pena levantarse cada
mañana. Lo importante es aquello a lo que algunos, lamentablemente, pensamos
que debiéramos dedicarle más tiempo.
Vivimos
en un mundo que, a menudo, intenta dictarnos lo que debería ser importante,
imponiendo valores y prioridades que no siempre coinciden con nuestras aspiraciones
más auténticas. La presión social y cultural nos empuja a invertir tiempo y
energía en lo necesario, pero no siempre en lo esencial. Es fácil dejarse
arrastrar por esa corriente, olvidando que lo que realmente importa puede
quedar sepultado bajo capas de obligaciones, rutinas y expectativas externas.
Lo importante no siempre se revela de forma inmediata ni evidente; a menudo
requiere un proceso de introspección, de cuestionarnos y replantear nuestras
prioridades.
Descubrir
lo importante implica mirar más allá de lo que simplemente asegura nuestra
supervivencia o éxito externo. Se trata de conectar con lo que nos hace sentir
completos, lo que nos permite crecer, no solo como profesionales o miembros de
una sociedad, sino como seres humanos plenos. Para algunos, esto se encuentra
en las relaciones significativas, en el amor o la amistad; para otros, en la
creatividad, la búsqueda del conocimiento o en el acto de contribuir al
bienestar de los demás. En cualquier caso, lo importante tiene un carácter
profundamente personal y su búsqueda es un camino que cada uno debe recorrer
por sí mismo.
A menudo
confundimos lo necesario con lo importante porque lo necesario es tangible,
medible y, sobre todo, reconocido por los demás. Sin embargo, lo importante es
más sutil, muchas veces invisible para el mundo exterior, pero inconfundible
porque tiene un impacto profundo en cómo nos sentimos con nosotros mismos.
Hay que
cuestionar algunas cosas inculcadas como que “el tiempo es oro”. El
tiempo no es oro, el tiempo es vida. Por eso, lograr ese equilibrio entre
atender lo necesario sin sacrificar lo importante es un desafío complejo, pero
vital, al que debemos prestar mucha atención cada vez que algo reclame una
parte de ese valioso tiempo.
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La foto de Gabriela Palai
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