Poca cosa se puede hacer con la utilización popular de la nosología psicopatológica. Ocurre con todas aquellas enfermedades que traspasan la barrera profesional para pasar a la calle. Pensad sino en la histeria, la neurastenia o, últimamente, el Alzheimer, que parece que ha absorbido toda una serie de demencias [como la senil] y se ha convertido en la only one. Es como si ciertos nombres de enfermedades fueran etiquetas de ropa de marca, que a veces están más de moda que otras. Total, que los profesionales de la salud dejaron, hace tiempo, de utilizar algunos términos cuyo significado actual nada tiene que ver con el original y así a la sífilis se le llama en la intimidad lues y a la histeria: pitiasis… por citar algunos ejemplos…
Lo mismo, dicen algunos autores, puede pasar con la depresión asociada al síndrome post-vacacional, no se trata de tal estado anímico sino de una mala utilización [¿parautilización?] del término.
Descartando aquellos trabajos verdaderamente sórdidos, ya sea por su naturaleza ya sea por tener que soportar a algún asshole, que realmente suponen un calvario para personas con recursos limitados [a las que no les es fácil dar puerta y buscarse otro trabajo], respecto del síndrome postvacacional coincido totalmente en incluirlo, en la mayoría de los casos, en el panorama de ansiedades varias en el que también está la depresión [en cualquiera de sus manifestaciones].
Creo que coincidimos en que se trata de un problema cognitivo que genera respuestas contrarias, no tanto socialmente como respecto a la propia vivencia de la existencia. Es, de alguna manera, una respuesta de autolisis como puede serlo el golpearse la cabeza con el canto de la mesa… pero distinta… larvada en el interior, más persistente [por ser menos contundente] y tóxica.
Además, y como ya comentaba en otro post, hay que tener en cuenta la importancia del discurso social imperante: hay una cierta… [Refiriéndome al discurso mitificado sobre la necesidad de desconexión vacacional] …demonización del trabajo, actividad a la cual le dedicamos la casi totalidad del año. Con este tema hemos logrado que el peor día de la semana sea el lunes y el único mejor, no nos engañemos, el viernes. ¿Cómo puede un@ sentirse bien así?
Desconozco cuál es la solución, ya se sabe que en este tipo de cuestiones se avanza mucho a nivel de diagnóstico pero, en cambio, a nivel de terapia la evolución ha sido pasar de los tubos de sílex para pastillas a los de plástico.
No dudo de la utilidad, en algunos casos, de las soluciones conductuales, pero estas suponen una necesidad de “querer” seguirlas y, no nos engañemos, fórmulas magistrales se dan cada año y, por lo que parece, convencen pero no vencen el problema. Aunque alguien podrá decir que, a menudo, el comportamiento reconfigura la forma de pensar y, aunque razón no le falte, también es verdad que, en el tema que nos ocupa, esto pasa en un número bajísimo de casos…
Y es que se habla mucho de la falta de liderazgo de las organizaciones y poco de la ausencia de liderazgo personal que permita guiar nuestra percepción del entorno hacia premisas de discurso mental que nos permita [utilizando terminología náutica] capearlo o correrlo eficazmente. No es difícil deducir que la solución pasa por cada persona y por su capacidad para liderar una revolución respecto a su forma de pensar, de crear un discurso de su propia existencia con motivaciones propias y no con aquellas que se creen socialmente aceptadas.
Pero esto que queda tan bien decirlo así es difícil, muy difícil, si el sistema [aquí me refiero a los medios, a los intelectuales, a los especialistas, etc.] no ayuda a sustituir el discurso actual por el de que trabajar es algo más que un interludio largo y tedioso entre unas vacaciones y otras… ¿así debían pensar nuestras abuelas no? Si tenían vacaciones claro!
Quizás la clave esté en no dejarlo todo (lo que nos gusta) para las vacaciones, no segmentar tanto entre trabajo y ocio. Independientemente de la satisfacción que genere una ocupación, el día tiene 24 horas y hay que aprovecharlas. Pero para ello hay que cambiar bastante el transfondo en el que nos sumergimos: jornadas interminables, disponibilidades, conciliaciones impossibles entre la vida laboral y familiar.
ResponderEliminarEstá claro que, cada vez más, nos incapacitamos para vivir de manera "salubre". Y así se nos pasan los días, da igual que sean laborables o festivos.
Excelente reflexión a puertas de volver al trabajo.
Yo estoy con Ana. A veces actuamos como si la vida empezara con las vacaciones y claro, así no hay manera de ser feliz nunca. Ni siquiera en vacaciones
ResponderEliminarHola Manel:
ResponderEliminarAl final, siempre lo superan.
Como todos los años, no?
Alberto
@Anna,
ResponderEliminarSí, creo lo mismo que tu…de alguna manera no hemos de bloquear cierto tipo de actividades (o no actividades) y situarlas en un gettho vacacional.
De todas maneras creo que buscar soluciones al margen de la concepción misma del trabajo contribuye a reforzar su imagen como algo negativo…
Gracias por tu comentario.
@Miguel de Luís,
Cierto, orientar 10 meses al año para disfrutar 2 durante toda una vida, es una carga pesada para cualquier persona… Gracias por pasarte por aquí.
@Facility Manager,
Supongo que hay grados y que todo depende de aspectos pre mórbidos de las personas. Parece ser que el problema no sólo radica ahí sino en el hecho de que, este estrés postvacacional, es acumulativo e incide en otros aspectos: http://www.depresiones.com.ar/v-depresion-postvacacional.htm
Me interesa tu post sobre todo en la vertiente que habla de aprovechar las emociones. Sin tener excesivas respuestas creo que el momento de aterrizaje en nuestro yo laboral es, muchas cosas, y también lucido. Algo escribía en mi blog hace unas semanas. http://korapilatzen.wordpress.com/2009/07/20/sindrome-prevacacional-postvacacional-y-su-oportunidad/ Feliz aterrizaje.
ResponderEliminarUn abrazo
@Gallas, Me he pasado por tu blog y me parece muy acertado el post que has escrito. Gracias Asier por tu comentario en ésta tu casa.
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