Ante la actual profusión de formaciones y reflexiones en torno a la dirección y al liderazgo, no me parece de más empezar siempre con una pregunta que sitúe al/la directiv@ en el centro de esta conceptualización.
La pregunta es muy sencilla y tiene el objetivo de provocar en el/la directiv@ una inmersión total en su propia realidad y en el porqué de su presencia en estos escenarios donde tanto se habla de ilusionar, de trasformaciones, de catálisis o de resonancias varias y de lo poco que sirve si uno no tiene en cuenta quién es y qué hace.
La pregunta se desprende de la lógica deducción de que colocar a alguien como responsable de un ámbito de actuación, en el que se desenvuelven equipos y personas, debe de tener algún sentido más que llenar la casilla vacía de un organigrama, adquirir un estatus que permita tener acceso a una información hasta ahora inaccesible o reducir el número de decisiones que antes alguien tomaba por ti.
Este aspecto, que no tiene por qué estar siempre claro en el ámbito organizativo, no ha de perderlo de vista el/la directiv@, el cual debiera formularse simple y llanamente la pregunta a la que conduce la siguiente reflexión:
“Como responsable de este ámbito de actividad en el que se desenvuelve este equipo, con estas personas… ¿qué valor añado yo? “
Lo cual lleva indefectiblemente a preguntarse a quién le debe aportar valor y en qué se ha de traducir concretamente esta aportación.
Que un directivo ha de aportar valor a aquellos que han delegado en él esta responsabilidad, suele parecer de sentido común. Obtener unos resultados determinados y tomar las decisiones que sean necesarias mientras se persiguen, parece obvio. Pero tomar consciencia de ser el nexo que interrelaciona estos equipos y personas con el resto de la Organización y actuar en consecuencia, ya es otra cosa. El papel del directivo y del mando intermedio como activador y facilitador de los flujos de comunicación interna sigue siendo, en la gran mayoría de las Organizaciones, una asignatura pendiente. Ya no entro en aspectos que requieren de más energía, como alinear las expectativas de los equipos y de las personas con las expectativas y valores de esta Organización, un tema, éste, que de darse eliminaría muchos de los problemas con los que se lidia normalmente.
Uno de los grandes misterios es la respuesta a esta pregunta cuando se refiere al valor aportado a otros responsables de ámbitos ajenos al propio. Aunque tengo la suerte de haberme encontrado alguna vez con auténticos equipos directivos, donde el trabajo en equipo es una realidad que casi se puede cortar, en honor a la verdad estas experiencias son, al menos para mí, singulares y muy difíciles de encontrar. Incitativas tales como compartir el conocimiento generado o provocar conversaciones que puedan dar lugar a colaboraciones y, en consecuencia, a añadir valor a lo esperado son, en el momento actual, comportamientos que, se desplazan como sombras anónimas por las zonas en penumbra del propósito de la mayoría de nuestr@s directiv@s.
Y, por último, es en el contexto de la reflexión sobre el liderazgo de donde se extrae el jugo esperado a esta pregunta. Antes de plantearse si se es un líder o cómo serlo, considero crucial preguntarse primero, cómo se está contribuyendo a que las personas lleven a cabo mejor su trabajo, qué se está haciendo para que las personas se sientan realmente cómodas en su puesto, en el equipo, en la Organización. En resumen, qué valor se está aportando actualmente al equipo.
Si esta pregunta nos enmudece o nos lleva a funciones como la supervisión y el control, toca no desanimarse. Al menos ya sabemos por dónde hemos de empezar…
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Antes sólo lo hacía cuando llevaba sesiones de formación relacionadas con las llamadas habilidades directivas, pero ahora cada vez lo dibujo más en otro tipo de proyectos relacionados con otros aspectos que inciden sobre la función directiva o sobre el liderazgo, es igual. Se trata de un dibu que representa al directivo y del que penden tres dibus más que vendrían a ser su equipo o, las más de las veces, a las personas que se hallan en su ámbito de responsabilidad. Sobre este esquema desarrollo el discurso que he resumido en este post.
La pregunta es muy sencilla y tiene el objetivo de provocar en el/la directiv@ una inmersión total en su propia realidad y en el porqué de su presencia en estos escenarios donde tanto se habla de ilusionar, de trasformaciones, de catálisis o de resonancias varias y de lo poco que sirve si uno no tiene en cuenta quién es y qué hace.
La pregunta se desprende de la lógica deducción de que colocar a alguien como responsable de un ámbito de actuación, en el que se desenvuelven equipos y personas, debe de tener algún sentido más que llenar la casilla vacía de un organigrama, adquirir un estatus que permita tener acceso a una información hasta ahora inaccesible o reducir el número de decisiones que antes alguien tomaba por ti.
Este aspecto, que no tiene por qué estar siempre claro en el ámbito organizativo, no ha de perderlo de vista el/la directiv@, el cual debiera formularse simple y llanamente la pregunta a la que conduce la siguiente reflexión:
“Como responsable de este ámbito de actividad en el que se desenvuelve este equipo, con estas personas… ¿qué valor añado yo? “
Lo cual lleva indefectiblemente a preguntarse a quién le debe aportar valor y en qué se ha de traducir concretamente esta aportación.
Que un directivo ha de aportar valor a aquellos que han delegado en él esta responsabilidad, suele parecer de sentido común. Obtener unos resultados determinados y tomar las decisiones que sean necesarias mientras se persiguen, parece obvio. Pero tomar consciencia de ser el nexo que interrelaciona estos equipos y personas con el resto de la Organización y actuar en consecuencia, ya es otra cosa. El papel del directivo y del mando intermedio como activador y facilitador de los flujos de comunicación interna sigue siendo, en la gran mayoría de las Organizaciones, una asignatura pendiente. Ya no entro en aspectos que requieren de más energía, como alinear las expectativas de los equipos y de las personas con las expectativas y valores de esta Organización, un tema, éste, que de darse eliminaría muchos de los problemas con los que se lidia normalmente.
Uno de los grandes misterios es la respuesta a esta pregunta cuando se refiere al valor aportado a otros responsables de ámbitos ajenos al propio. Aunque tengo la suerte de haberme encontrado alguna vez con auténticos equipos directivos, donde el trabajo en equipo es una realidad que casi se puede cortar, en honor a la verdad estas experiencias son, al menos para mí, singulares y muy difíciles de encontrar. Incitativas tales como compartir el conocimiento generado o provocar conversaciones que puedan dar lugar a colaboraciones y, en consecuencia, a añadir valor a lo esperado son, en el momento actual, comportamientos que, se desplazan como sombras anónimas por las zonas en penumbra del propósito de la mayoría de nuestr@s directiv@s.
Y, por último, es en el contexto de la reflexión sobre el liderazgo de donde se extrae el jugo esperado a esta pregunta. Antes de plantearse si se es un líder o cómo serlo, considero crucial preguntarse primero, cómo se está contribuyendo a que las personas lleven a cabo mejor su trabajo, qué se está haciendo para que las personas se sientan realmente cómodas en su puesto, en el equipo, en la Organización. En resumen, qué valor se está aportando actualmente al equipo.
Si esta pregunta nos enmudece o nos lleva a funciones como la supervisión y el control, toca no desanimarse. Al menos ya sabemos por dónde hemos de empezar…
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Antes sólo lo hacía cuando llevaba sesiones de formación relacionadas con las llamadas habilidades directivas, pero ahora cada vez lo dibujo más en otro tipo de proyectos relacionados con otros aspectos que inciden sobre la función directiva o sobre el liderazgo, es igual. Se trata de un dibu que representa al directivo y del que penden tres dibus más que vendrían a ser su equipo o, las más de las veces, a las personas que se hallan en su ámbito de responsabilidad. Sobre este esquema desarrollo el discurso que he resumido en este post.
Directo a la entrepierna - El directivo o gestor de cualquier tipo que sea capaz de contestar a esa pregunta de forma convincente puede estar contento.
ResponderEliminarY dándole la vuelta - como consultor ¿no te has hecho la misma pregunta? - yo muchas veces y desde luego me produce siempre desasosiego.
Gracias por el post Manel
Claro Luis, me la formulo continuamente y, buscar añadir un valor que no sea siempre el mismo para el mismo cliente, es el motor que me anima y que me impulsa a progresar.
ResponderEliminarTe voy conociendo un poco y tu desasosiego creo que tiene su origen en una fuerte autocrítica que, aparte de hacerte sufrir, aumenta tu confiabilidad…justamente uno más de los valores que creo que aportas a tus colaboraciones :-)
Gracias por comentar Luis, me encanta verte por aquí.
Bueno, en realidad era una pregunta retórica porque estaba seguro de ello :)
ResponderEliminarY sí, creo que me vas conociendo... ya son varios los que me hacen esa observación (lo de "fuerte autocrítica" me refiero)
Salut company
Por diversas razones esa pregunta me produce desasosiego .... como bien dice Luis, tiro directo ....
ResponderEliminarSi alguien de verdad se plantea “si es líder o cómo serlo” ya implica que seguramente lo es, otra cosa es que las circunstancias o “las zonas de penumbra” se lo permitan.
ResponderEliminarEl hecho de que la persona que afronta un puesto directivo se tenga que hacer esas preguntas, pone de manifiesto que en muchas organizaciones, sean públicas o privadas, existe un problema de fondo que nunca se llega a plantear. De no ser así, el significado de valor estaría claro desde el principio, así como contribución que se puede realizar desde cada puesto o función.
Coincido en el resaltado que haces con las palabras nexo, activador y facilitador de flujos y la importancia de la comunicación interna sin lo cual, obviamente, no se puede llegar a generar las conversaciones, a la colaboración y al conocimiento. En la reflexión que planteas, el párrafo final parece reflejar lo que debería ser el auténtico principio. No he podido sino sonreír. Una forma muy inteligente de plantearlo. Gracias Manel.
@Juana. Me tranquiliza el pensar que ese desasosiego buscará “aguas calmas” y que, de ese trabajo personal nos beneficiaremos tod@s, pues es ese uno de los valores que aportas tú a este blog, Juana.
ResponderEliminar@Isabel, a ver qué te parece… el problema de fondo al que te refieres y, como bien dices, en cualquier marco organizativo, es el punto de vista a partir del cual uno interpreta la razón de ser de su entorno. En muchos casos la tendencia es considerar el entorno como proveedor y desde este punto de vista de cliente todo es un recibir “si no me dan no tengo” y así vemos a gente de brazos cruzados porque “no me dan trabajo” o gente cabreada porque “no me informan” o jefes átonos porque interpretan que su cargo es una recompensa a un esfuerzo ya realizado y que les pertenece por méritos ya cumplidos. En algunas organizaciones esta percepción de “yo soy el cliente” es un hecho.
ResponderEliminarLa percepción que se propone en el post es la contraria, es el entorno el que es cliente y, por lo tanto eso estimula a interpretarlo, a anticiparse y a proveerlo de algo que sea valorado y que constituya la razón de estar ahí. Este cambio de percepción altera el signo de todo y, al menos desde mi punto de vista, es donde reside el germen de aquella automotivación que busca estar en sintonía constante con aquell@s que te rodean: la percepción de proveedor mueve a mejorar y a añadir valor a lo que haces. Esto son más que palabras, es auténtico.
Como ha comentado Montserrat Olivés en Facebook, esta reflexión es aplicable a cualquier escenario de la vida donde uno se desenvuelve y seguro que explica muchas, muchas cosas…
Muchas gracias por tu comentario Isabel, ya ves que ha sido leña para seguir con esta conversación :-)
Manel, ¡Qué interesante conversación! Algo a la vista por Galicia no tendrás, ¿verdad? Daría para un excelente “conversando con” grabado para poder exprimir las ideas y compartirlas después. Yo lo dejo caer…
ResponderEliminarEStoy de acuerdo con lo buena de la conversa, para eso deben ser los blogs, ahora que los "expertos" nos estan explicando que es la 2.0, seis años despues de que nosostros lo hacemos por aca. (Asi es en Venezuela, un BOOM). Estoy de acuerdo con Luis, ya que uno como consultor interno de alguna empresa deba hacerse la misma pregunta. Y por cierto muy en la onda de esto mismo, ya habia escrito sobre ello en mi blog, que me gustaria revisaran,
ResponderEliminarAlberto
@Sabela, muchas gracias por la propuesta :-) No tengo nada a la vista por Galicia y mira que es un escenario en el que me gustaría trabajar…Siempre ha habido como un hilo mágico que tira de mí hacia estas tierras y vuestra cultura.
ResponderEliminarSi me sale algo te aviso con antelación, cuenta con ello!
@Facility manager. No hay nada más tedioso que esa generación de innovadores que de repente lanzan un eureka porque se les ha ocurrido la fantástica idea de la “rueda”…
ResponderEliminarEs cierto que esa pregunta debiera formulársela todo consultor…de hecho cualquiera que no tan solo sea sino que se sienta proveedor…ahí radica el secreto, creo yo…
Un abrazo Alberto.
Recuerdo que en una entrada anterior hablabas de directivos en relación a lo que les pedían sus jefes/gerentes, con calificativos como 'directivo medium' y similares. Hoy se me ha ocurrido el 'directivo vampiro', aquel que suma todas las conversaciones pero que nunca aporta a su organización en horizontal. Por aquello de haber sido un técnico que vino de la I+D y alcanzó un puesto directivo (en una pyme), y que además había sido profesor universitario, siempre creí que comunicar y hacerlo bien e incluso con pasión (y no sólo como formación del que tienes cerca, aunque también) era generador de valor en múltiples sentidos. La vida (tal vez también los tiempos) me hacen ver que sea por incapacidad, sea por sentido falsamente práctico (falsamente porque sólo responde al día a día), esos 'directivos vampiro' nunca comunican nada excepto cuando necesitan que seas un buen cliente interno al servicio de un problema de su área. Me desalienta un poco que tu experiencia (tú que tienes que haber visto muchos equipos directivos hablándose con sinceridad, con segundas, y con mala leche) sea que el sentido de equipo no sea frecuente. Pero en fin, será también cosa de la investigación que uno no pierde, resignada, casi estoicamente, la esperanza.
ResponderEliminarsalud!
Quizás te parezca un poco ingenuo, aunque te comento que soy de los que piensa que, realmente, nadie que ya se yerga sobre sus dos piernas y lleve el suficiente tiempo sobre la Tierra alimentándose lo es. Te lo digo porque a medida que pasan los años tiendo a exculpar a las personas de su manera de ser [atención, no de lo que hacen] y a buscar determinantes en el entorno que justifiquen tanta tontería porque no creo que esa se halle en la esencia del ser humano. Créeme, esta mezquindad que a veces asoma en forma de paranoia o de suspicacia “del superviviente” no puede destilarse del más básico de nuestros valores ni de la espiritualidad que nos hace reír o llorar y ser hijos de madre. Y eso que puede parecerte un punto esotérico es realmente lo que me anima a buscar dinámicas que permitan penetrar como un cuchillo en el velo de un sistema primigenio que nos enseñó lemas como que “la información genera poder: guárdatela” o cosas por el estilo que no es que nos volviera paranoicos sino que creó culturas corporativas paranoides que son las que muerden y transforman en vampiros a algunos [bastantes] incautos. Es cierto que una vez infectado y uno vaga como un [no] muerto en la vida de las organizaciones es un peligro por el riesgo de que infecte a otros pero ahí tenemos la lección del Dr. Van Helsing devolviéndole a Lucy Westenra su dulzura original a golpe de estaca…habrá que encontrar equivalentes… :-)
ResponderEliminarMe encuentro con pocos equipos, es cierto Goio, pero las más de las veces es porque la Organización no los necesita realmente. Ya sabes que hay un sinfín de organizaciones que en la consecución de sus objetivos optan por la competición antes que por la colaboración es difícil que larve el trabajo en equipo en estos entornos.
Muchísima gracias por pasarte por aquí y por tu comentario Goio.
Salut!!
Uff!! Tocado!!. Vaya con la preguntita, Manel... Se me ocurre que, además de preguntárnoslo a menudo, igual estaría bien que se lo preguntemos a nuestra gente....pero ¡¡Qué miedo!! a lo que puedan contestar...
ResponderEliminarComo siempre, una entrada genial, reflexiva, que hace pensar,... y si bueno es el post, grandes los comentarios.
¿Y por el Levante?...¿Tienes algo pendiente?. Lo digo por buscar una excusa para comer arroz
@J.A.Latorre, menos lobos!! :-) a juzgar por lo que te conozco y lo que se evidencia de tu trabajo, eso de aportar valor es algo que te ha preocupado incluso cuando ha supuesto capear algún que otro temporal. Una pequeña muestra se puede ver en el blog que impulsáis.
ResponderEliminarLo de preguntar a las personas me parece, desde luego muy interesante. Nunca he tenido problemas para entender la lógica del 360º, que si la utilidad! [a juzgar por la frivolidad que se está viendo en su utilización…] De todas formas creo que la gracia de este ejercicio es el auto-cuestionamiento por aquello de enfrentarse a uno mismo…,el juez más exigente donde los haya, y porque nunca sabemos, en lo que atañe a la opinión de las personas, sobre que expectativas está realmente fundamentada.
Muchas gracias por el feedback José Antonio, ya echo de menos ese arroz…