martes, 15 de enero de 2013

La reciprocidad

Una de las causas más importantes de infantilismo en las organizaciones es que en su cultura organizativa no se halle anidada ni se le preste la suficiente atención a la reciprocidad en aquellas relaciones que se establecen. De este modo, no es difícil de entender que cualquier aportación sea considerada como algo a lo que se tiene derecho y a lo que no es necesario responder.

En muchos equipos es fácil observar cómo determinadas aportaciones circulan sin respuesta y cómo ese vacío estéril dista mucho de inmutar o escandalizar a nadie.

Como cabe suponer, la falta de reciprocidad es dañina ya que de manera subrepticia, va calando y situando a las personas en el rol de clientes pasivos, desmarcándolos del papel de proveedores que también les corresponde en la relación. Descuidar la importancia de la transacción en las relaciones sólo genera silencio, falta de iniciativa y suele desembocar en demandas continuas que se resuelven en insatisfacción cuando no son atendidas o en relaciones de colaboración frágiles; porque, a poco que se piense, no tiene mucho sentido una relación sin que exista un intercambio, material o intangible, de algo que sea considerado suficiente respecto a lo que cada uno aporta.

Ante la dificultad de compactar equipos, de obtener feedback sobre aquellas aportaciones que se realizan, de falta de iniciativa a la hora de reinventar las propias funciones o de aportar valor a cualquier situación de colaboración, cabe preguntarse de qué manera esta dificultad viene determinada por una cultura organizativa poco exigente respecto a la relación y que otorga poco valor a los recursos que se comparten hasta el punto de no esperar ni pedir nada a cambio.

La cultura organizativa se construye a partir de aquellos pequeños detalles que se suceden y se repiten en el día a día, es de este modo como se transmiten y se modelan los verdaderos valores de la organización. Es por eso que es del todo aconsejable adquirir ciertos hábitos para desarrollar la reciprocidad, como por ejemplo no cerrar ninguna reunión sin una valoración o una conclusión aportada por cada uno de sus participantes; participar activamente en los espacios colaborativos que existan; organizar micro transferencias de las acciones de formación o eventos a los que se haya asistido o, sencillamente, respondiendo a cualquier mensaje con un “gracias”, aunque no vaya dirigido exclusivamente a uno y tan sólo se transmita información. Acciones todas, muy simples pero de un gran impacto.

Se trata, en definitiva, de brindar la oportunidad a las personas de madurar en la relación, un verdadero talismán para cualquier equipo y para toda organización.


20 comentarios:

  1. Deberían comenzar por practicar la reciprocidad las personas que forman el equipo. Incluso entre ellos. Por ejemplo: "Buenos días" a lo que se puede responder "Buenos días" u otra cosa.

    Saludos

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    1. Totalmente de acuerdo. Creo que esto se debe aplicar a todas las personas del equipo y que ha de materializarse en cada pequeño gesto. Últimamente se habla mucho sobre la viralidad de este tipo de actuaciones [reciprocidad], incluso recientemente un buen amigo publicó en su blog un post muy bueno con un vídeo muy sugerente al respecto. Te lo dejo aquí. Un saludo, Jaal.

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  2. Construir a partir de lo que se cuece y sucede en el día a día y reinventar las propias funciones, sobre todo indagando a fondo en el sentido de la reciprocidad, que a menudo de malinterpreta como simetría. Seguramente ése es el auténtico reto para formar equipo :-)

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    1. Un buen matiz ese que introduces pues es cierto que la reciprocidad no debe confundirse con la simetría. No se trata de corresponder con lo mismo sino con aquello que tenga valor para los sujetos de la transacción. Yo creo que cuando esto no se da en un equipo es un síntoma de patología, ya que de alguna manera forma parte del genotipo de la colaboración.

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  3. Esta entrada me ha hecho recordar un par de "aportaciones" o "reflexiones" que realicé, plasmé cuidadosamente y envié a la dirección de "mi" ex-organización. A día de hoy ni siquiera he recibido ese simple "gracias" que comentas aunque fuera acompañado de "no lo compartimos" o "no podemos contemplar algo así según la estrategia que hemos definido" o...

    Todo ello generó en mí, como bien explicas, una falta de iniciativa de compartir en mis posteriores aportaciones por el bien de la organización.

    Sólo añadiría que, en mi caso, la organización se llenaba la boca en solicitar la implicación del personal a través de, por ejemplo, aportaciones. ¡Qué triste!

    Es el día que en "mi" actual organización jamás negaré un "gracias" o un encuentro de 15 minutos para charlar sobre una aportación que busca mejorar "nuestra" organización. De hecho, deseo ser capaz de motivar al personal para que haya muchas aportaciones...

    Hace un tiempo que me regalaron este blog y la verdad que es uno de los mejores regalos que me han hecho...

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    1. Creo que el regalo me lo han hecho a mí hablándote a ti del blog, Unai y obsequiándome con tu vista y con el comentario. Buen ejemplo esta experiencia que traes ya que la reciprocidad es la verdadera argamasa de la relación a través de la cual cobra sentido el trueque de emociones entre personas o grupos [de eso creo que tu sabes bastante]. De alguna manera, la frustración o la decepción suelen ser consecuencias directas de esta falta de reciprocidad, ya sea porque no se devuelve, porque no se valora lo que se da o porque se miente entre lo que se pide y lo que realmente se quiere. Eso de expresar lo que se “debe querer” y no realmente aquello que realmente se “desea”, es muy típico en organizaciones y en personas, quizás debido a estos tiempos en que se considera más importante aparentar una imagen que exportar la propia manera de ser. El resultado es el que has apuntado: decepción, frustración, enfado y distancia.

      Una buena política la tuya, considerar a los “recursos” realmente como “humanos” sólo puede generar oportunidades. Gracias por venir!

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  4. Bona tarda, Manel.
    Has tocado el talón de aquiles de las interrelaciones laborales en la organización (y en la vida diaria). Pequeños matices que convierten un trabajo en motivador o desmotivante. Simple pero parece ser que muy complicado.
    Las empresas las forman las personas, y éstas, a su vez, escogen a sus empleados por sus actitudes y aptitudes, ya que hay empleados que no están dispuestos a cambiar su actitud y empresas que no están interesadas en llevar a la práctica una cultura real de reciprocidad más allá de una imagen externa.

    Un abrazo.

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    1. Hola Begoña, en pocas palabras creo que has resumido todo lo que se ha ido comentando hasta ahora. El otro día, escuchaba a Killian Jornet decir que no podría vivir en una ciudad porque necesitaba estar en el “mundo real”, en la Tierra; que de alguna manera, una urbe no dejaba de ser un mundo construido sobre el “real”. Y me hizo pensar en que, a veces, parece que hemos creado un mundo de apariencias a base de espejismos en los que se diluyen las verdaderas claves de nuestro desarrollo [la cooperación, la humildad necesaria a toda relación, regalar…] y la tremenda eficacia de la simplicidad. Afortunadamente todavía nos quedan poetas que rasgan con sus versos ese velo de irrealidad y no abren una vía de aire fresco.

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    2. qué decir al consultor que comparte su sabiduría y que nos regala flores como ésta?:-). No nos rindamos.

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  5. Tema interesante este, aunque más difícil de afrontar de lo que pueda parecer.

    Hay relaciones en las que de manera "natural" se da la reciprocidad y funciona.

    El problema reside en los casos en los que (por pereza, dejadez, inercia, mala leche ...)no se da este tipo de relación. Creo que hay que prestar atención a identificar la causa verdadera de esta forma de actuar de algunas personas en algunos entornos.

    Un buen diagnóstico acompañado de virtudes como la paciencia y la persistencia por parte del "terapeuta" pueden ser claves en la puesta en marcha de soluciones efectivas.

    Este tipo de actitud no se puede implantar en una organización, hay que cultivarla para que con el tiempo y las acciones adecuadas den el fruto esperado en forma de cultura corporativa "sana".

    Un abrazo!

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    1. La hipótesis que se está manejando actualmente es la de que estas cualidades no han de desarrollarse sino que, más bien, han de liberarse. Dicho de manera sencilla [por aquello de saltarse parrafadas somníferas ;-)], de no darse es porque hay algo que las bloquea. Puede que sean factores de la propia persona [seguramente algún “miedo”] pero también es verdad que, hasta ahora que se está empezando a hablar más, han habido factores educativos que han inclinado la balanza hacia la conveniencia de tener estos “miedos” y hacia aquel “ande yo caliente…”

      Esta hipótesis a la que me refiero al principio, comprende el hecho de que estas cualidades son altamente contagiosas por impactar directamente sobre zonas cognitivo motoras muy relacionadas con áreas subcorticales [emocionales] que producen en las personas un efecto de imitación vinculado con un placer por la realización del acto mismo, hay muchísimas personas de las denominadas “egoístas” que no pueden resistirse a emocionarse [incluso llorando]a películas como “cadena de favores” ,hasta en una película “los intocables de Eliot Ness” se pinta a un ambicioso y cruel Al Capone conmovido y llorando en la ópera.

      La mejor manera de inocularlo en la organización es a partir de uno mismo integrándolo a los hábitos propios y esperar. Como dices tú, persistencia y paciencia.

      Ni que decir que la panacea es que el equipo directivo [o las personas realmente influyentes] lo incorpore a los valores de la organización.

      Muchísimas gracias por este comentario, Pau, ya ves que me ha dado por enrollarme… ;-)

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  6. La extraña (o quizá no tanto ...) conducta de ayudar puede tener su origen en la conmoción que nos provoca el estado afectivo de otra persona, empujándonos a actuar desde el deseo de reportar a ese otro ser un bien o beneficio que, sabemos, está a nuestro alcance.

    Tirando del hilo que se descuelga de tu post me he tenido que reconocer a mí misma que no soy una persona altruista. Me doy cuenta de que mis acciones no son desinteresadas y de que llevo a cabo cada una de ellas con la esperanza de una devolución, un retorno. Y puede proceder del exterior, de la persona que ha recibido mi aportación o ayuda o de cualquiera otra que, de una manera directa o indirecta, se haya visto implicada en el proceso ...o puede surgir desde mi propio interior, como ocurre la mayoría de las veces. La sensación de beneficio se genera desde mi propio estado afectivo al sentirme parte activa del bienestar de otro y es superior a mi percepción de esfuerzo, sacrificio, coste o sentimiento de pérdida. Y es intemporal y no depende, tampoco, de si volveré a compartir con la persona o personas en cuestión. Esto, en mi esfera personal.


    En los entornos laborales en los que me muevo me encuentro con la realidad de que mis aportaciones están dirigidas a muy diversos destinatarios, ligados a la organización (que se beneficia de ellas), pero diferenciados de la misma y con plena autonomía para hacerme sentir, por sí mismos, correspondida en mis esfuerzos: alumnos, compañeros, ...

    Y supongo que esto ocurre en otras empresas también. Podemos sentir reciprocidad en las relaciones directas con nuestros clientes y aportamos en base a ello, pero la falta de retorno por parte de la organización nos genera todos ese malestar recogido aquí.

    Ese es el reto, como bien dices. Complicado en términos de equidad, teniendo en cuenta que las personas, en lo personal como en lo laboral, percibimos e interpretamos en función de nuestro propio universo emocional.

    Este comentario es, también, un acto egoísta. Es el retorno de una rica reflexión originada por la conmoción que provoca la tuya.

    Eskerrik asko, Manel.

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    1. Es lo que le decía a Paulino, de alguna manera este tipo de conducta libera endomorfinas en quien las practica y en quien las ve [acuérdate del vídeo que nos regalo Jesús]. Según explica Yochai Benkler en su famoso libro, a lo largo de la historia, la selección natural han ido potenciando a los individuos colaborativos aunque el efecto bloqueante de un sistema que basa el desarrollo en la competencia nos lo haga difícil de creer.

      El altruismo, tal y como yo lo veo, es un tema delicado ya que tendemos a entenderlo como dar a cambio de nada. Una idea que debió meternos alguien en la cabeza pero que en el fondo es absurda por aquello que comentas, que tan sólo por el placer que ocasiona el aportar [placer, bienestar, felicidad, lo que sea] ya es algo que se obtiene y que, en muchos casos es “moneda” suficiente para quedarse satisfechos [incluso el cristianismo ofrece una recompensa [el cielo] a aquellos que se entreguen a cambio de “nada”].

      Tu comentario me ha llevado indirectamente als esborranys y a un párrafo que no llegué a incluir en el post y que comparto ahora contigo:

      “Tanto si es entre humanos como si no, el sentido de una relación reside en la reciprocidad. He comprobado repetidas veces que ante esta afirmación hay personas que se sienten muy incómodas y creo que se debe a que, de alguna manera, en nuestro cerebro, palabras como transacción están muy cerca de “relacióninteresada”, y al activar una se estimula inmediatamente la otra; sucede lo mismo con “vender” que debe andar tocándose con “timar” o “relacionarse” que suele ir de la mano con “trepar”.

      Sinceramente Marta, estoy convencido de que egoísmos como el tuyo es de lo que nos beneficiamos muchos. Muchas gracias por este comentario!

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  7. Estoy muy de acuerdo, Manel.
    Creo que esa falta de "cultura de la reciprocidad" también existe, de manera muy llamativa, en la organizaciones solidarias y que es una de las causas que está en el origen del fracaso de muchos espacios colaborativos -al menos supuestamente- como redes, coordinadoras, plataformas, federaciones... en los que hay muchas organizaciones van a ver "que sacan", sin pensar en lo "que aportan". Y ello se traduce en una falta de cuidado de las relaciones, que se deterioran gravemente.
    Pero, afortunadamente, cada día hay más gente, más colectivos y organizaciones, que van descubriendo los valores de la colaboración, su alta rentabilidad para el propio aprendizaje, para el propio proyecto, y no tengo duda de que ello va a tener un fuerte impacto en la cultura organizativa de muchas entidades y va a abrir paso a una nueva dimensión en las relaciones, en la cooperación, en el futuro próximo de las redes.
    Gracias por tu reflexión.
    Un saludo cordial

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    1. Conozco alguna organización, de estas que cometas al principio, que tampoco es un dechado de coherencia entre lo que predica y los valores que realmente la mueven, alguna de ellas son tanto o más feroces que otras que exponen a las claras sus intereses. Es cierto, la disonancia en la transacción conlleva el fracaso a corto plazo de la relación, es algo que está ampliamente demostrado y que cada uno de nosotros conoce ya por experiencia. Quizás hubo un momento en el que sacar “tajada” a costa del prójimo fuera considerado un valor, igual que el de ser una persona ambiciosa y desconfiada, altanamente competitiva e independiente [me ha venido la imagen Charlton Heston en el Planeta de los Simios, fíjate…], pero lo que parece que se avecina [o ya estamos en ello] está basado en valores como los de la participación, el apoyo mutuo y la colaboración, ya se está viendo y la crisis está siendo un buen lienzo sobre el que pintar esos mecanismos. En este nuevo mundo sobre el que escribes en tus post, lo más competitivo será ser colaborativo.

      Un abrazo, Fernando!

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  8. Llego tarde como tantas otras veces.
    Este suele ser un motivo por el que a menudo abandono la reciprocidad.

    Hoy no me lo permito.

    Petons!

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    1. Nunca es tarde cuando llegas, Anne.

      Els petons son recíprocos ;-)

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  9. Hola, Manel:
    Buen temita éste. Crítico y complejo, y del que hay que hablar necesariamente si tratamos temas relacionados con la gestión de equipos y la colaboración.
    Estoy de acuerdo que desarrollar una sensibilidad hacia la reciprocidad es un signo de madurez, tanto personal como organizacional. Pienso también que tiene mucho que ver con la empatía (Lease "ponerse en el lugar del otro"). En jerga matemática podríamos plantearlo así: "La capacidad de ser recíprocos es una función que depende fundamentalmente de la empatía" => R= f (E). Podemos meter otras variables en la fórmula, pero la empatía "explica" la mayor parte del resultado. Así es como lo veo yo.
    Permíteme una segunda idea. Si bien es cierto que a la reciprocidad hay que darle la importancia que merece, creo que es conveniente aprender también ha gestionar bien los "tempos" cuando somos nosotros los que esperamos reciprocidad de los demás. Me explico. Corremos el riesgo de caer en uno de los errores más comunes de las iniciativas de colaboración que fracasan: el "estrés por la reciprocidad". Damos, entregamos... y a veces esperamos recibir demasiado pronto recibir, como si aquello fuera una "cuenta de resultados" que tiene que quedar equilibrada cada semana/mes. Antes yo funcionaba así, pero ya aprendí que ese balance funciona de un modo algo sorprendente. Puedes pasarte un año dando, y dando... sin que aparentemente pase nada, y un buen día, recibes todo junto, y te quedas "debiendo". En fin, no me enrollo más. Lo que quiero decir es que el "tempo" para exigir reciprocidad es tambien muy importante, y no es nada fácil gestionar esto para los impacientes.
    Un abrazo, buen temita...

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    1. Hola Amalio,

      Totalmente de acuerdo con esa aportación que haces, cualquier actuación conlleva un retorno a su debido tiempo y conviene respetar estos tiempos... a veces, hasta conviene no esperar para que pueda llegar en toda su magnitud. La impaciencia suele ser mala compañera casi siempre. Es cierto eso que comentas de que puede que el retorno te deje debiendo…

      Aunque este tema sea ampliable a cualquier ámbito de la vida, en el post pensaba en momentos concretos del día a día de las organizaciones en los que conviene prestar atención a ese rasgo de la reciprocidad para exorcizar cierta pasividad y clientelismo en aspectos que tarde o temprano son mal tolerados por impactar de lleno en la comunicación, la iniciativa o el compromiso. A veces andamos buscando las causas en las competencias de las personas cuando éstas no se hallan en sus capacidades sino en los miedos que las bloquean o en la manera en cómo establecen las relaciones.

      Un abrazo fuerte y hasta pronto!

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